domingo, 24 de noviembre de 2019

Resiliencia

Hacía tres años que no nos veíamos. Pero ni el tiempo ni la distancia son un problema cuando la amistad es verdadera y el cariño profundo. Por eso cuando nos abrazamos el pasado fin de semana, es como si lo hubiéramos hecho dos días antes.
Se les ve muy bien. Más que bien, diría yo. Destilan esa felicidad serena que supera los altibajos del día a día. Esa que buscan millones de personas acumulando cosas, relaciones o poder, en una búsqueda casi siempre infructuosa.
Cualquiera que los viera en plena Sierra de Segura, rodeados de árboles, de agua, de sus animales, y con el majestuoso vuelo de los buitres siempre visible desde su ventana, pensaría que lo suyo es una huida. Pero no. La suya no es una historia de huida. Es una historia de valentía y de superación desde que les conocimos como vecinos hace ya algunos añitos.
Hay una nota común en las personas más sabias que conocemos. Y esa nota se repite también con Jose y Marga. No huyen de la adversidad. No creen en la buena o mala suerte. Aceptan su suerte como parte del camino vital. No es que se regodeen con los obstáculos de la vida. Pero no se aferran a que las cosas deberían ser de otro modo. Simplemente se adaptan positivamente a las situaciones complicadas que se interponen en la vida. Dicen que a eso se le llama resiliencia. Lo cierto es que ellos ocupan su tiempo y sus energías en dar respuestas constructivas a las collejas que a todos nos da el destino. Y a veces las collejas se convierten en bofetadas, o hasta en hachazos. Pocos lamentos y ninguna lágrima les recuerdo, tras la suyas. Y no han sido pocas.
Atrás parece haber quedado el despido de él de la fábrica de Santana en Linares. Atrás también los largos meses de ella postrada en la cama con esos dolores en la espalda que la llevaron al quirófano primero y a la incapacidad absoluta después, con treinta y pocos años, y una energía y una capacidad desbordantes. Atrás quedó también la zozobra de no poder llegar a final de mes porque les retiraban la única pensión de la que dependían ellos y sus dos hijos, en aquellos recortes injustos durante la crisis. Luego vendría la decisión de abandonarlo todo y buscar refugio en el campo, ante la imposibilidad de pagar las facturas de la calefacción o de la luz. De poco sirvieron los ofrecimientos de los amigos, ya que son de los que afrontan los golpes de la vida con sus propias fuerzas, sin dependencias. 
Cuando te vienen de repente tantas tortas a la vez, lo fácil es echarse a llorar, bajar los brazos, y colgarte el cartel de víctima de una confabulación universal de la mala suerte. Pero ellos no son de esos. Y quizás deberían andar dando clases por ahí, porque muchos creen que esto de vivir va de buena o mala suerte. Y no. No va de eso. La vida es así de dual. Las alegrías las experimentas porque también has vivido las tristezas. Y ambas te van conformando como persona. Y sin embargo nos pasamos media vida huyendo de situaciones que creemos negativas y corriendo detrás de las que pensamos placenteras.
El desempleo de entonces de él se ha convertido hoy en una pasión por sus colmenas, por sus plantas y por sus animales. Ha pasado de ser una persona callada y gris a un auténtico apasionado por lo que vive, y uno se queda embobado escuchándole. El insoportable dolor de ella de entonces es hoy apenas un cosquilleo por la pierna, gracias al mecanismo, con batería incluido, que tiene incrustado en su espalda, y que va conectado a su espina dorsal. Y no es que hayan dejado de tener problemas o dificultades. Fueron expulsados de mala forma por el dueño de aquella primera casa alquilada en el campo a la que dedicaron tantos desvelos para adecentarla, y que finalmente sería vendida con todas sus mejoras. Pero ese nuevo mal trago se ha convertido en gratitud ante el maravilloso hogar que hoy disfrutan. Nos contaron las trabas y dificultades que les pusieron para conectarles la electricidad, y el coste prohibitivo que les presupuestaron. Pero ellos, en vez de venirse abajo tras el enésimo contratiempo, lo usaron como empujón para decidirse por un autoabastecimiento energético que resulta envidiable hoy, en una casa con agua, luz y calefacción sin dependencias de ninguna multinacional. Ellos se los guisan todo, y ellos se lo comen todo. Literalmente. Y están alejados del mundanal ruido, pero gracias a su conexión de internet por satélite están a la última en todo, y tan combativos como siempre.
Han conseguido que el autobús del instituto recoja a los chavales de la zona. Son unos auténticos expertos en plantas medicinales y en recetas sanas. Se preocupan por los perros que numerosos cazadores inconscientes abandonan en las batidas por la zona. Y sin obsesiones, cuidan de ocho perros y nueve gatos, por pura responsabilidad como seres vivos que son.
Sin duda, hay también algo que tiene mucho que ver con su forma de vivir y de afrontar las adversidades. Disfrutan mucho de estar el uno con el otro. Y puede parecer una tontería, pero eso hoy escasea. Hoy en día parece imprescindible rodearse de gente, de tiendas, de actividades, de eventos y de ruido, quizás por el miedo a encontrarnos a solas con nosotros mismos. Buscamos fuera lo que debemos primero encontrar dentro. Ellos han perdido ya ese miedo, quizás por el propio silencio y tranquilidad que les rodea. Y disfrutan de compartir en pareja lo que han encontrado cada uno por su lado. Por eso da gusto verlos sin necesitar a nadie más, aunque luego sean la mar de sociables y abiertos.
Marga y Jose no es que sean resilientes. Es que han hecho de la adaptación en positivo su forma de vida. Cada obstáculo que el destino les parecía tener preparado, se ha convertido en el trampolín perfecto hacia una mayor apertura consciencial, para ser personas más completas, y para priorizar las cosas verdaderamente importantes. Y eso se nota. Cuando pasas unos días con ellos, vienes cargado con la energía del optimismo, de la serenidad, y del contacto con la sencillez de la vida.


NOTA: Os compartimos el balance económico de algunos de los proyectos solidarios que impulsamos gracias a los granitos de arena de muchos de vosotr@s, así como las distintas vías que empleamos para ello (por si algun@ se anima a unirse ;) )

domingo, 10 de noviembre de 2019

Adrenalina

Tirarse de un puente. Hacer rafting en aguas caudalosas entre cañones inaccesibles. Lanzarse en paracaídas o parapente. Verte surfeando ante olas de seis o siete metros. Ascender una pared vertical aferrándote a la roca tan solo con tus dedos... Si buscas peripecias, todo eso está muy bien. Pero si lo que de verdad buscas es aventura extrema, no lo dudes: apúntate a esto de tener familia numerosa. Y si cada uno de sus miembros está tan "chalado" como nosotros, desde luego no te vas a aburrir.
Quien nos lea de vez en cuando, puede pensar que qué simpática la anécdota del jersey, la novedad de la furgoneta, o el episodio del descenso en canoa. O que qué auténticos los cuentos que se le ocurren a Mey, o la gente que se cruza en nuestro camino. Y pueden pensar que nuestra vida se desenvuelve entre anécdotas y risas en un equilibrio armonioso y sereno. Pues no. Esto no va de eso. Y estas últimas semanas son la viva expresión de ese loco caos que nos rodea.
Escribo esto desde la cocina un domingo a las ocho de la mañana porque nuestra zona de trabajo en el sótano ha sido "okupada" por cuatro preadolescentes que duermen hoy en casa, celebrando los catorce años de Eva. Nuestro sótano ya está acostumbrado a ser un "piso-patera" de amigos, familiares e invitados de todo tipo. No sé qué sería de esta casa sin la "vidilla" que le da ese sótano. Dos italianos, un marroquí, una madrileña, un belga, un colombiano y dos inglesas lo han habitado desde el verano. Por supuesto, y por enésima vez, también el fontanero. Este jueves ha vuelto a abrir el techo del trastero, y el ritmo es de una gota cada treinta segundos. Así que durante unas pocas semanas dejaremos abierto el techo, y los cubos debajo, para ver cómo evoluciona la cosa. Así le damos un aspecto más desenfadado y de batalla a nuestro querido sótano.
Algunos de los visitantes de nuestro sótano
Uno podría pensar que menudo trasiego tiene esta familia en su sótano con tanta visita y fontanero entrando y saliendo. Pues no. Esa no es la principal actividad de nuestro sótano. Realmente es el cuartel general de lo que Mey y yo llevamos tiempo denominando como "la corporation". Sí. Porque con la energía que despliegan nuestros retoños en eso de empezar a desplegar las alas, desde hace ya bastante se ha convertido en una macro-gestoría. En ella hacemos nuestros "pinitos" en todo tipo de gestiones y burocracias varias: que si revisar el contenido y el inglés de una tesina de economía de nuestro Pablo desde Italia; que si acabar los formularios y unir los trozos del vídeo que hemos grabado en distintos emplazamientos para que Eva pueda estudiar en Estados Unidos el próximo curso; que si revisar las "applications" de Samuel y Pablo para la primera universidad extranjera a la que les gustaría ir, siempre que consigan beca para ello; que si coordinar con ellos la preparación del examen SAT de diciembre para tener más opciones de beca en el resto de solicitudes a otras universidades en los próximos meses; que si organizar la petición de distintas cartas de recomendación que les puedan abrir puertas; o que si ayudar a planificarse a Samuel ante tantos frentes que se le van abriendo frente a su tendencia a la anarquía. Todo un sinfín de formularios, webs y documentos que animan la ya de por sí compleja vida habitual de cualquier casa.
Por suerte, la aventura de esta familia no se circunscribe tan sólo al sótano, ni nuestra actividad tan sólo a tareas burocráticas. Hace ya tiempo que tenemos montado un negocio (palabra que debe venir de "no-ocio") en el noble oficio de los taxistas. Eso sí: gratis. Así, los lunes recogemos en el conservatorio de Málaga a las nueve de la noche a Samuel y a una compañera; el martes llevamos y traemos de Málaga a Eva para su clase de orquesta; el viernes también recorremos esos 35 kilómetros de ida y de vuelta para nuevos ensayos grupales; el sábado toca madrugar para clase de chino; y entre medias, algunas pocas idas y venidas más, ya por Vélez y Torre del Mar, para la Escuela de Idiomas y para la Piscina Municipal. Menos mal que el jueves pueden aprovechar el autobús que pusimos en marcha hace tres cursos para los estudiantes de música de la comarca. Aunque lo cierto es que de las reuniones del Consejo Escolar del Instituto o de las del Conservatorio, hace tiempo que nos hemos tenido que descolgar, porque el don de la omnipresencia aún no lo tenemos muy desarrollado.
No será porque no intentamos reducir ese ajetreo de idas y venidas. Pero no hay forma. Siempre surge algo. Cuando no es que hay que  llevar a arreglar la flauta travesera de Eva como el viernes, es que hay llevar el coche al taller como hace 10 días, o es que toca una ronda de vacunas para Eva o la revisión ocular de la Orto-K de Eva o Samuel.
Por supuesto, todo lo anterior no es más que el añadido, la guinda del pastel. El grueso de la "normalidad" de esta "casa de locos" lo lleva Mey: alimentación equilibrada y sana, ropa, compras, limpieza... Toda una organización y planificación a medida, que sería la envidia de cualquier multinacional. No me explico aún cómo puede tener cabeza para tanta cosa y tanto detalle.
¿Que si hay contratiempos o tareas extra? Pues alguna, la verdad. Usando estas últimas semanas de ejemplo, nos ha tocado: la afinación anual del piano de casa; un curso de materia tributaria por internet; preparar las sesiones de mindfulness de la oficina cuando toca; el cambio de la batería del coche pequeño que dejó tirado a Mey en la calle; reuniones para decidir si nos embarcábamos en invertir en la autonomía energética de casa, aunque la disposición de los tejados no parece la propicia; reclamar unos cargos fraudulentos que nos hicieron por internet y que hemos reclamado hasta que nos los han devuelto; tratar de impulsar una asociación de apoyo al proyecto educativo de los colegios donde cursa Pablo en Italia, iniciando un sistema de recogida de fondos para becas a más estudiantes; y un episodio más de nuestra batalla contra el Banco Santander, al que en tres asuntos distintos, le llevamos ganado un juicio y dos dictámenes del Banco España, aunque no están por la labor de devolvernos lo que indebidamente se han apropiado. A veces nos gustaría ser más conformistas, la verdad aunque fuera para tener una agenda con algo de cordura. Pero debe ser cuestión del ADN quizás...
Es cierto que la cosa se ha complicado más de lo habitual estas semanas. Y no por la situación política o por unas elecciones, a las que miramos de reojo, para responder a las preguntas que les surgen a nuestros hijos. Sino porque tuve una cirugía maxilofacial hace tres semanas por una muela del juicio atrincherada en el interior de mi encía, y porque me acaban de ascender en el trabajo, y toca nuevo despacho, nuevos procesos y nuevas formas para crear equipo en un nuevo Servicio recién creado.
Sí. Lo sabemos. Esto es de locos. Va mucho más allá de la búsqueda puntual de emociones fuertes en los deportes de riesgo. Pero con la adrenalina del ajetreo vital debe pasar como con la sarna. Que con gusto, no pica.

NOTA: Os compartimos el balance económico de algunos de los proyectos solidarios que impulsamos gracias a los granitos de arena de muchos de vosotr@s, así como las distintas vías que empleamos para ello (por si algun@ se anima a unirse ;) )