viernes, 29 de mayo de 2015

La misión más difícil

Echando la vista atrás, surgen recuerdos de pruebas superadas. He cambiado de trabajo y de domicilio multitud de veces sin traumas. He hablado ante auditorios de centenares de personas. He tenido tensas reuniones con políticos y altos dirigentes de la administración. He superado los nervios en entrevistas de radio, televisión y prensa. He aprobado oposiciones estudiando con mis niños en el regazo. He coordinado esfuerzos de decenas de voluntarios en bellos proyectos solidarios. He aprendido a desaprender lo aprendido. Y sigo aprendiendo y reciclándome día a día. Pero nada, absolutamente nada de eso es comparable a la misión que tengo ahora entre manos.
De mis 3 hijos, dos de ellos se adentran en la complicada etapa de la adolescencia. Y en ese reino todo está por hacer, por escribir y por aprender, tanto para ellos como para nosotros, los padres. Siento que el terreno es muy resbaladizo, y la seguridad que siempre tengo en otros ámbitos parece difuminarse. Soy consciente de la importancia del momento para conformar su personalidad, pero sólo se trata de acompañarles. Es momento de retos y confrontación; de reafirmación y de búsqueda de identidad; de pasiones y desesperaciones; de alegrías desbordantes y de penas inconsolables. Y yo, sin manual de uso...Si trato de respetar los procesos con cautela, se trasgreden fronteras de confianza y respeto. Si trato de reforzar normas de convivencia surgen choques de trenes. No es fácil salirme de mis casillas, pero esta misión me supera por momentos: enorme sentimiento de culpa después. Quizás mi falta de una experiencia intensa en el período de la adolescencia tiene mucho que ver. Y sin embargo no se puede desfallecer. Mi papel es clave en estos momentos. Charlas interminables. Argumentos y contra-argumentos. Abrazos. Lágrimas. Parece que todo se calma...hasta mañana en que todo volverá a temblar de nuevo. Sin duda la misión más difícil que he vivido. Pero juntos la superaremos también.

lunes, 18 de mayo de 2015

Agujetas en el alma

Este lunes nos duele todo el cuerpo. Ha sido un fin de semana muy intenso en la Casa de Acogida Pepe Bravo de Alozaina. Allí hemos colaborado como voluntarios para atender a casi 150 personas que han asistido a unas jornadas que ha impartido Emilio Carrillo en la Casa. Dar alojamiento y comida en eventos así permite que un proyecto solidario tan bello pueda sostenerse en el tiempo y seguir acogiendo a los excluidos por la sociedad.
Pero a lo largo del fin de semana no he parado de hacerme esta pregunta: ¿POR QUÉ? ¿Qué hace que 150 personas vengan a la Sierra de las Nieves desde los más alejados confines (alguna incluso de México) para escuchar durante 3 días a Emilio? ¿Qué hace que casi 40 voluntarios dejen familias, responsabilidades y descanso durante un fin de semana, para lavar platos, servir mesas, fregar suelos o cortar lechuga, y dormir en colchones en el suelo? ¿Qué hace que el cocinero haya
estado preparando durante días comida vegana para tanta gente por puro gusto, o que el segundo cocinero estuviese a destajo a pesar de su enfermedad? ¿Qué mueve a unos voluntarios a estar pendientes del mail o del teléfono durante meses para dar la mejor respuesta a quienes nos iban a visitar, o ultimando la nueva web? ¿Qué hace que, incluso no conociéndola, todos nos sintiéramos UNO recordando a Ana, que voló muy alto esta semana? ¿POR QUÉ?
Hace poco escuché una bella ecuación a Swami Puroit que decía:
Dios = Hombre - Ego
Es decir, que si a los seres humanos les quitamos el ego se convierten en dioses. Pero no en dioses cada uno atrincherados en su reino de taifas, sino que nos
hacemos UNO con el verdadero sentido de la vida. Y probablemente esa sea la respuesta a todos los "por qués" de este fin de semana. Había algo sagrado, algo divino entre aquellas 4 paredes. Había muchísima gente tratando de zafarse de su ego. A veces éste se resistía cuando asomaba el hambre y las tostadas tardaban en llegar; o cuando intentábamos organizar las cosas a nuestro gusto. Pero sólo hacía falta dejarse fluir por la energía reinante, por el buen "rollo" del lugar y del momento, y el ego se disolvía como mantequilla en la sartén. Y sin ego somos DIOS y somos UNO. ¡Esa era la respuesta!

Todos buscamos un sentido a la vida. Acumular dinero y posesiones no lo da. El fútbol, la televisión, el trabajo, la hipoteca o el consumismo tampoco. Por eso las palabras de Emilio Carrillo resuenan en nuestro interior, como también el ejemplo de solidaridad de Pepe Bravo, de Mariló, de Nacha... Son destellos de autenticidad que nos marcan el camino a seguir. Un camino que busca al otro, para hacerlo "uno" con nosotros. Habrá que estar atentos a esos destellos. Y habrá que hacer más ejercicio para evitar las agujetas, tanto en el cuerpo como en el alma.

Más fotos del fin de semana: AQUÍ