jueves, 26 de mayo de 2016

Gorriones en la cocina

(English version: SPARROWS IN THE KITCHEN)

Ya empieza el calor. Es momento de aligerar la ropa y abrir las ventanas. Eso propició ayer una inesperada visita a la cocina durante una breve ausencia de casa. Dos atrevidos gorriones se habían aventurado en territorio hostil para disfrutar de la frescura de nuestro fregadero y de alguna que otra migaja de pan  en nuestra encimera. Cuando te topas con una visita así de inesperada puedes percibirlo como una intromisión en tu zona de intimidad, o puedes vivirlo como un bello guiño de la vida. Nosotros optamos por lo segundo, sin dudarlo. A fin de cuentas, no hemos dejado de dar pie a que la relación con nuestros gorriones se afiance cada vez más. No paramos de observar y festejar su baile desde nuestra ventana. Los atiborramos con los restos de nuestro mantel tras cada comida. Y les hemos facilitado soportes de todo tipo en nuestra terraza. Sin duda se sienten a gusto en nuestro patio.
Y eso les ha llevado a envalentonarse y dar el salto al interior de la casa. Quizás porque intuyen que no los vemos como intrusos, sino como simpáticos vecinos, que sólo dejan alguna que otra deposición de vez en cuando.
La presencia de nuestros queridos gorriones, como sucede casi con todo, encierra mágicos paralelismos y sincronías con la vida. Y últimamente llegan a casa preciosos gorriones, cuya presencia nos saca del letargo del trajín diario y nos muestra con todo su esplendor la belleza y el encanto que subyace a todo. Esos gorriones a veces toman la forma de simpáticos periodistas que comparten todo un día con nosotros para conocer nuestras opciones de vida. A veces toman la forma de turistas neocelandeses que en plena vorágine hogareña solicitan alojarse una noche en casa para contarnos sus aventuras por todo el mundo. A veces son gorriones virtuales que comparten sus vivencias, movidos por las que han leído de nosotros. O a veces son gorriones que nos invitan a contar nuestra salida literaria del armario en los más inesperados rincones. Hay gorriones de esos de todos los tamaños y colores. Y los hay por todos lados. ¡Os lo aseguro! Quizás todos dispuestos a sorprendernos. Quizás todos dispuestos a interpelarnos. Sólo piden que no los asustemos ni nos mostremos reacios a su presencia. Y si en algún momento, necesitamos recuperar nuestra intimidad, basta con cerrar la ventana un rato, y pronto estaremos deseosos de volver a abrirla para escuchar su gorgojeo. Este fin de semana cerraremos la ventana y nos refugiaremos en las playas de Tarifa. Pero de nuevo el lunes estaremos "locos" por encontrarnos de nuevo con nuestros gorriones.

lunes, 16 de mayo de 2016

Bendito cortocircuito

De repente somos famosos. Increíble, pero cierto. Dos apariciones en televisión, una en la radio, otra en los periódicos y unos cuantos centenares de clicks en twitter, youtube y facebook han obrado el milagro. Nos han reconocido ya un par de veces por la calle en nuestra comarca. Hemos firmado unas cuantas de decenas de dedicatorias.Cuatro cajas repletas de ejemplares nos han volado ya de las manos en apenas tres semanas. Y no tenemos ni idea de lo que puede estar sucediendo en librerías o con los pedidos por internet. Si fuera algo buscado, sería todo un éxito. Pero no lo ha sido. Quizás esa sea la clave: no tener expectativas, no aferrarse a un resultado. Y entonces todo surge como un regalo enorme, como una gran sorpresa. Así lo estamos viviendo nosotros. Simplemente dejándonos fluir por mucha pereza que nos dé, de antemano. Y perplejos estamos.
Es cierto que nos preguntamos qué sentido tiene todo esto. ¡Si nos encanta el anonimato de nuestro "terruño"! Sin  embargo, estas semanas estamos retando a la normalidad:
-Medios de comunicación que se interesan por dar buenas noticias.
-Gente anónima que abre las puertas de su intimidad.
-Creadores y autores que no cobran por crear.
-Publicaciones de autoría colectiva, que huyen de los egos individualistas.
-Libros bidireccionales, donde los lectores contactan con los autores, y crean redes de colaboración y fraternidad.
¿Acaso el mundo está loco? ¡Todo parece estar "patas arriba"! ¿Dónde está la cordura? ¿A dónde se fue la "normalidad"?
Quizás es que "lo normal" no sea bajar los brazos y renunciar a un mundo mejor. Es frecuente, pero no normal.
"Lo normal" no es llenar la vida de días grises e idénticos. Es frecuente, pero no normal.
Tampoco es "lo normal" que todo gire en torno al trabajo y a los horarios laborales. Es frecuente, pero no normal.
Ni lo es vivir separados y huyendo de los demás. Es frecuente, pero no normal.
"Lo normal" no es someterse, cual esclavo, a nuestra zona de confort. Es frecuente, pero no normal.
"Lo normal" no es que el dinero dirija nuestras acciones y decisiones. Es frecuente, pero tampoco es normal.
Quizás ahí radique el efímero y puntual éxito de nuestro libro: que es una excusa, como otra cualquiera, para quitarse las vendas de lo que es normal.
Quizás no toca otra que ser raros. Sí. Efectivamente. Esta "Familia de 3 hijos" es rara", sin duda. Y nos señalan por serlo. Pero ¿lo hacen porque nuestro actuar es infrecuente? ¿O quizás de repente somos noticia porque hay mucha gente deseosa de levantar la mano como cómplices ante aquel anuncio que lanzamos al viento de "Familia de 3 hijos busca mundo diferente para vivir"? ¿Y si resulta que hay mucha más gente de la que imaginamos en esa búsqueda? Si es así, muchas personas se están sintiendo "raras" estos días. Pero, ¡cuidado! Como los "raros" nos convirtamos en mayoría, podríamos llegar a ser "lo normal". A lo mejor toca "cortocircuitarnos" un poco, y que se vuelvan locos nuestros cables internos de lo que es "normal" y lo que es "raro". Sería un bello cortocircuito. Uno por un mundo diferente para vivir. Un cortocircuito bendito.

lunes, 9 de mayo de 2016

La revolución de la tostada

(English version) (Version en Français)

No es noticia, pero hay millones de personas que buscan un mundo hermoso para vivir. También hay muchos que hacen de este mundo un lugar hermoso, y tampoco es noticia. Lo de este fin de semana ha sido de esto último, y debería ser portada en todos los periódicos y telediarios. No lo será. Pero es perfecto así.
Somos cada vez más los que pensamos que el dinero no puede ocupar el centro de la vida. Que no es verdad que la economía vaya de gestionar recursos escasos. Y que debemos colocar a las personas en el centro de la vida social, económica y política. Por eso este fin de semana, creemos que hemos dado un pequeño paso en la bella historia de la Economía del Don.
Hacer historia parece reservado a unos pocos. Desde luego no a las personas de a pie. Pero este fin de semana ha sido distinto. Sin duda estos tres días serán recordados para siempre por las más de 200 personas que convivimos en Alozaina. Pero probablemente sea el inicio de algo mucho más grande.
Era la tercera vez que Emilio Carrillo visitaba nuestra querida Casa de Acogida, y como las veces anteriores, decenas de personas venían a escucharle, buscando quizás un mundo diferente para vivir. Escucharle supone, sin duda, una llamada a una revolución interior, pero sin violencia, sin aspavientos, en silencio, y viviendo el presente sin huidas, y en pleno centro del huracán que nos toca vivir. Las centenares de miles de personas que siguen a Emilio por Youtube y en todas sus intervenciones son auténticos buscadores, que son conscientes de que en sus palabras hay un poso de Verdad, por encima de nuestras vidas de prisas, agobios, competitividad, deudas y obligaciones laborales. Y sin duda también hay un poso de Verdad en esta Casa de Acogida, donde se ofrecen segundas oportunidades, sin nada a cambio, a personas con enfermedades, adicciones o traumas que les llevan al borde mismo del abismo. Quizás ese contacto con el verdadero sentido de la Vida es lo que hace que Emilio haya hecho de Alozaina una excepción respecto a sus compromisos y salidas, y nos visite todos los meses de mayo. Unir la revolución interior de Emilio, con la revolución exterior de la Casa de Acogida Pepe Bravo es todo un privilegio. Por ello los momentos mágicos afloran. Pero este año se ha ido todavía más allá.
Hace justo un año, unos cuarenta voluntarios nos afanábamos en preparar comidas, limpiar mesas y suelos, y atender a los centenares de personas que acudían a escuchar a Emilio. Eso supone un enorme empujón para el sostenimiento de esta Casa de Acogida, sin apenas apoyos económicos de ningún tipo. Pero algo sucedió. Algo tan simple que normalmente habría pasado inadvertido, pero que se ha convertido en el germen de una pequeña revolución. Mi mujer y yo atendíamos las mesas de comida para los oyentes de Emilio Carrillo que acababan de escucharle. Salían extasiados y fortalecidos por su testimonio de verdad. Pero ante la lenta llegada de las tostadas desde cocina, afloraron los egos y el hambre, y se olvidó la fraternidad y el compartir que acababan de escuchar unos minutos antes. Mejor tostada en mano que ciento volando. Y si era un plato a rebosar, aunque los demás aún no hubieran probado nada, mejor que mejor. Daba igual que los demás no hubieran comido nada. El mensaje de apenas unos minutos quedaba aparcado. La escena nos impactó a mi mujer y a mí. Y se volvió a repetir con la salsa de las albóndigas, con una cama en una u otra habitación, o con la mesa más soleada del jardín. ¿Cómo podía ser eso? ¿Cómo podía ser que tan pronto se hubieran olvidado esos mensajes de fraternidad y de hacernos UNO?
El fin de semana había sido un éxito. Pero esa tostada se nos quedó clavada en la mente y en el corazón durante meses. Hasta que nos dimos cuenta que esa incoherencia entre la teoría y la práctica había sido en cierto modo por culpa nuestra. Con toda nuestra mejor intención habíamos dispuesto un fin de semana con comidas y alojamiento a un  módico precio. Y tratábamos de compaginar la revolución que Emilio nos proponía con los servicios de un hotel o un restaurante al uso, sin serlo realmente. Y al hacerlo, habíamos activado el "chip" mercantilista que todos llevamos dentro. Ése que al poner el dinero en el centro, hace que tratemos de maximizar nuestro beneficio. Nuestros huéspedes habían pagado el precio que les habíamos pedido, y como en cualquier otro establecimiento, se sentían legitimados a exigir y reclamar lo mejor por ese precio pagado. Habíamos activado esa parte de alienación que vivimos en nuestras frenéticas vidas habituales, y de la que tratamos de huir buscando referencias del verdadero sentido de esta vida. Algo había que hacer. ¿Pero qué?
Un día, de repente, nos vino la iluminación. Si queríamos una revolución interior, desde la Casa debíamos apostar por una revolución en lo exterior. Y un fin de semana con buscadores de otro mundo mejor podía ser la mejor plataforma para ello. Si queremos sentirnos UNO con el otro, no hay mejor forma que acogerle como si acogiéramos a unos amigos en casa: abriendo nuestras puertas de par en par, y acogiendo al máximo número posible de ellos. Si hacía falta poner colchonetas en el suelo para que nadie se quedara fuera, así lo haríamos. ¿Y si suprimíamos los precios radicalmente? ¿Y si eliminábamos los tickets de cada comida? ¿Y si evitábamos los interminables procesos de reserva con centenares de llamadas para acomodar a todos nuestros huéspedes? ¿Y si simplemente apelábamos al lema "Deja lo que puedas, coge lo que necesitas"? Con un esquema así, poníamos a la persona en el centro de todo, y seríamos coherentes con lo que movió a Pepe Bravo a destinar su antigua fábrica textil a una Casa de Acogida, en lugar de "forrarse" como tantos empresarios. Seríamos coherentes con las motivaciones de gente como Mariló, Nacha u otros, que habían dejado sus vidas atrás, para dedicarlas a los más desfavorecidos.
Pero eso tenía un gran riesgo: nuestras calculadores mentales. ¿Y si la mayoría de nuestros visitantes decidía no aportar nada o muy poco? ¿Y si no llegábamos ni siquiera para comprar los ingredientes de las comidas? La cuenta de la Casa de Acogida está siempre "tiritando" y una situación así podría suponer el suicidio del proyecto. Las caras de mis compañeros eran un poema cuando lo propusimos. Sé que muchos creían que era un riesgo enorme, si no una auténtica locura. Pero se tiraron al vacío, y decidimos afrontar el reto de la coherencia.
Durante meses preparamos todos los detalles: una carta exponiendo el giro de 180º en la filosofía del encuentro, un formulario de inscripción que favoreciera la expresión de la conciencia de cada uno, el proceso de atención por e-mail, los mensajes durante el encuentro, las rutas para conocer la casa... Y el resultado no es que haya sido favorable. Ha sido mágico, descomunal, excepcional... Para aquellos a los que les obsesionan los números, económicamente la apelación a la conciencia ha supuesto más de el triple de los ingresos de años anteriores, cuando actuábamos bajo el prisma mercantilista. Con esos números, la Casa podrá subsistir durante meses, e incluso dar segundas oportunidades vitales a nuevos huéspedes. Las tres cuartas partes de las aportaciones se hicieron previas al fin de semana, evidenciándose una confianza ciega en lo que estábamos proponiendo, y la otra cuarta parte en cajas dispuestas en la Casa este fin de semana, que garantizaban el anonimato de los donantes. Además, por si fuera poco, se vendieron multitud de libros y artículos de artesanía, y se triplicaron también las afiliaciones como padrinos o socios de la Casa, gracias a nuestra querida Toñi.
Ni en el mejor de los escenarios nos habríamos imaginado unos resultados así, en un enfoque basado en la Economía del Don. Y es que el Don, tiene que ver con el Dar con mayúsculas, ese Dar que nos sale del corazón. Pero tiene que ver también con los Dones y Talentos que todos atesoramos. Y este fin de semana, el derroche de dones fue inmenso: Emilio con su sabiduría y su capacidad de comunicación; nuestro querido Carlos con su talento logístico y su bello detalle de las camisetas, los 55 voluntarios con su solidaridad y sus capacidades para atender al prójimo, para cocinar, para limpiar mesas, o para acoger al desconocido; y las doscientas personas que nos visitaron, para hacerse UNO con la Casa.
Muchos preguntaran: ¿pero nadie se escaqueó de pagar? ¿Nadie comió gratis? ¿Nadie se mostró exigente como en ciertos momentos de otros años? Realmente ni lo sabemos, ni nos importa. Sólo sabemos que hubo personas que han podido venir a pesar de estar en paro y que otros años no lo habían podido hacer. Que ha habido personas que "cogieron lo que necesitaron" (su posible aportación a la Casa) y la destinaron a su billete de ida y vuelta a la Casa. Que han venido amigos desde Nicaragua, Paris o Londres sólo para compartir este fin de semana con nosotros. Que ninguna de las personas que finalmente tuvieron que cancelar su reserva reclamaron los importes abonados, y que todas ellas decidieron destinarlo como donación a la Casa. En definitiva: hemos comprobado que el corazón y la conciencia son mucho más poderosos que el dinero, el interés y nuestras calculadoras mentales. Y lo único que podemos hacer es daros infinitas GRACIAS por haber podido vivir una experiencia, quizás histórica, y animar a otros muchos proyectos a que se dejen guiar también por la magia del DON.

martes, 3 de mayo de 2016

Al unísono

La vida es una gran sinfonía. Pero para disfrutar de la música no hace falta estar ante el mejor violinista, o el mejor director de orquesta. A veces basta con un poco de afinación, una interpretación bien coordinada, y unos oídos sensibles para saber apreciar la belleza.
En las últimas semanas, nos hemos atrevido con nuestra pequeña sinfonía vital. Propusimos a la orquesta donde toca nuestro hijo mayor realizar un concierto benéfico a favor de la ONG ADAPA, y celebrarlo en nuestra comarca. No era un reto fácil, pero nos pusimos a la tarea. Coordinamos durante meses el momento más oportuno con los responsables de la JOPMA. Preparamos la petición formal a Diputación. Iniciamos conversaciones con el Ayuntamiento para poder disponer del Teatro del Carmen. Cuadramos fechas. Empezamos a trabajar todos en la logística: Diputación diseñando e imprimiendo carteles, programas y entradas; el Ayuntamiento organizando el recinto, el personal de apoyo y habilitando puntos de venta; la JOPMA ensayando y organizando el desplazamiento de las decenas de chavales de su orquesta; y nosotros gestionando las reservas, difundiendo en redes sociales y pegando carteles por toda la comarca. Todos afinando en lo poco o mucho que sabemos hacer. Todos en pro de un anhelo común. Nadie buscando lucirse más que el resto.
El sábado pasado se celebró el concierto. Era el bello colofón a unas semanas desenfrenadas llenas de pequeños detalles y de pequeños contratiempos de última hora. Había nervios y expectación. Me tocó compartir escenario para presentar el acto. Quise honrar el trabajo "codo con codo" y el esfuerzo y tenacidad de unos jóvenes que luchan contra viento y marea por su pasión, por sus dones y talentos. No era momento para reprochar incumplimientos institucionales con la educación musical. Era momento de brindar por la música y por las sinfonías de la vida.
El concierto fue magistral. El teatro estaba casi lleno. A la recaudación por las entradas se sumó lo que vendimos en un "puestecillo" de ADAPA en la puerta del teatro, incluidos un montón de ejemplares de nuestro libro, que firmamos gustosos. En total casi mil euros, que se van íntegros para paliar en lo que se pueda las secuelas del terremoto de Ecuador. La afinación de decenas de personas durante semanas, y el trabajo al unísono traía un bello regalo en forma de música y de solidaridad. El colofón, para nosotros, lo puso el señor que recogía las entradas en la puerta, cuando nos marchábamos, ya con el teatro vacío: "Deberíamos hacer más cosas así; quizás no todos los días, pero sí de continuo". Efectivamente. Sería bueno tocar más al unísono. Que así sea.