domingo, 26 de noviembre de 2017

Soy tus ojos

Es difícil encontrar esa emoción en un adulto. Pero Camilo la irradiaba este miércoles. En un niño sí es frecuente. Pero en un adulto es raro. Es como si la edad nos hiciera sosos, resabiados, apáticos... Ese entusiasmo, como cuando abríamos la puerta del salón de pequeños la mañana de Reyes. Esa pasión, como cuando salíamos al recreo corriendo como locos. Ese arrebato permanente descubriendo en cada esquina pequeños tesoros de la vida que, por desgracia, con el tiempo, nos pasan inadvertidos. Por eso ver a Camilo así me ponía los vellos de punta. Era como conectar con esa maravillosa locura infantil, pero en un adulto. Como niño con zapatos nuevos. Pero lo de Camilo no eran zapatos nuevos. Eran ojos nuevos. Los míos.
Dicen que el mundo está muy mal. Que esto no hay quien lo arregle. Que nos vamos "a la porra". Y desde luego si tus ojos son el telediario, los periódicos, o las palabras de un compañero o vecino pesimista, sin duda, será así. Pero nosotros vemos y vivimos otra realidad cotidiana. Y esta semana hemos sido testigos de un precioso episodio de ella con Camilo. Aunque no nos demos cuenta, estamos en un momento histórico único en el que la tecnología nos permite abrazar la necesidad de cualquier persona aunque esté a miles de kilómetros. Nunca antes había sido posible. Y hoy lo tenemos en nuestro bolsillo las veinticuatro horas. Literalmente. Y no nos damos cuenta. 
Camilo es un chico invidente colombiano que vive en Alemania. Nos conocimos este miércoles. Su pequeño apartamento es como si fuera ya mi casa, aunque no he estado allí. Solicitó ayuda a través de la aplicación BeMyEyes (Sé mis ojos), que a través del móvil permite a cualquier invidente del mundo solicitar ayuda para que un voluntario o voluntaria vea a través de su móvil y le guíe. Así de sencillo y así de revolucionario. Camilo usó mis ojos para leer una carta que le había llegado y para que le describiera detalles de su apartamento. Y no podía evitar emocionarse al pensar que con esa sencillísima aplicación podría evitar desde ahora sentirse ridículo llevando calcetines de distinto color, o localizar cualquier ingrediente o conserva en su cocina. No se tendría que echar a llorar de desesperación cuando se perdiera en la calle, y no supiera qué camino tomar. 
Si es maravillosa esa posibilidad para una persona ciega, de forma tan sencilla y con tanta calidad, esta historia tiene aún más jugo. Y es que hasta esta semana no he podido asistir realmente a ningún invidente. Y en esta ocasión fue porque estaba leyendo un whatsapp y en ese momento probaba Camilo la aplicación por primera vez. Cogí su llamada de inmediato. Otras veces me han llamado, pero tardé unos segundos en coger la llamada, y hay toda una legión de voluntarios dispuestos a asistir a los invidentes. En concreto más de 615.000 voluntarios para asistir a unos 48.000 invidentes. Es decir, que cuando una persona ciega llama para pedir ayuda, hay más de doce personas dispuestas a ayudarle, y aquel que coge antes la llamada es quien le asiste. Y esto se visualiza perfectamente en la aplicación nada más entrar, con un dibujo del planeta Tierra, y las cifras de los invidentes a un lado, y las de los voluntarios a otro. Dos mundos completamente distintos, como pude comprobar con la emoción de Camilo ante detalles que nos pasan inadvertidos a los que vemos.Pero dos mundos unidos en uno solo por un dibujo de un corazón. Y curiosamente los dispuestos a arrimar el hombro son aplastante mayoría. Los que se han puesto a tiro de esa solidaridad concreta son tantos que surge una sanísima competencia por ver quién atiende antes al ciego que lo necesite. ¿Estaremos quizás más cerca de lo que pensamos de que los dispuestos a cambiar el mundo no sean vistos como unos bichos raros, y sean mayoría?
El mundo se polariza cada vez más. Aunque estemos llamados a ser UNO. Cada vez hay más personas con una vibración muy alta y otras con una muy baja. Unos trabajando para el prójimo y otros para sí mismos. Unos acumulando dinero y bienes materiales y otros buscando la sencillez y vaciarse de bienes. Unos viendo las malas noticias del telediario, y otros construyendo un mundo diferente para vivir. Ayer lo hablábamos con nuestro hijo Pablo mientras volvíamos a casa andando tras recogerle de clase de francés. Está leyendo el libro "Un mundo feliz" y le horripilaba observar lo cerca que estamos de un mundo de ficción como ese. Se espantaba viendo tanto pesimismo y tanto reduccionismo en compañeros suyos de dieciséis años. Para muchos somos sólo pura biología, pura aleatoriedad, puro egoísmo. Quizás habrá que prestarles los ojos, como a Camilo. Y mostrarles que hay todo un mundo maravilloso de gente trabajando por los demás. Habrá que hablarles de nuestro amigo Joserra y su revolución altruista con un montón de locos como él. Habrá que hablarles de nuestro querido Antonio y otro montón de ángeles con los pies en la tierra como él. Habrá que hablarles de Xavi o Luije, y otro montón de utópicos haciendo realidad las utopías como ellos. Y quizás a través de nuestros ojos, esos dos mundos se vayan haciendo uno. Ojalá llegue pronto el momento en que sean muchos más los dispuestos a coger esa llamada por un mundo diferente, que los necesitados de esa llamada.


NOTA: Este post se publica, como todo lo que escribimos, de forma gratuita y en abierto tanto en nuestro Blog como en nuestro Patreon. Pero si te gusta lo que escribimos, te ayuda, te sientes en gratitud, y quieres también impulsar un mundo diferente para vivir con nosotros, puedes colaborar en nuestros proyectos solidarios colaborando con una cantidad simbólica (desde 1€/mes) en nuestro Patreon Solidario. Acabamos de iniciar una nueva etapa apoyando a los Ángeles Malagueños de la Noche, uno de los Comedores Sociales más importantes de España. Ya les hemos donado más de 250€ gracias a esta iniciativa con vosotros, nuestros queridos lectores.

domingo, 19 de noviembre de 2017

Ponerse a tiro

Ese no era el plan. Tenía las ideas muy claras y ése desde luego no era el plan. Era momento de estudiar, de hincar codos, de sacar las mejores notas posibles, y de abrirse paso en el mundo laboral. Pero desde luego no de distraerse con noviazgos. Siempre fui muy mental y "cuadriculado". Un auténtico "pesado", como dicen mis niños hoy. "Una gota en el latón". Y no estaba dispuesto a desviarme ni un ápice del rumbo trazado. No sé si ese rumbo me lo tracé yo a los 15 años, o me lo habían trazado otros. Pero el plan era el plan. Y estaba para cumplirse ante todo y sobre todo. Hasta que llegaron otras certezas. Unas certezas que no venían de la mente sino del corazón. Unas certezas que nunca había sentido, y que me desvelaban de madrugada por primera vez en mi vida. Unas certezas a las que me resultó imposible dar la espalda, y que me obligaron a ponerme a tiro de las flechas de Cupido. En realidad esas certezas no rompieron mi plan. Hubo estudio, hubo codos, hubo buenas notas. Hubo nueve largos años de noviazgo en la distancia. Y toneladas de cartas de amor. No había whatsapp y había que sustituirlo por nuestro código morse de llamar y colgar el teléfono. O por las frecuentes visitas al buzón de correos.
Sin vértigo por los Pirineos franceses, verano de 2017
Aquellas certezas iniciales fueron desoxidando el corazón y domando a la mente. Luego surgieron  otras certezas que muchos no entendieron: renuncias a trabajos en grandes multinacionales, a sueldos disparatados y al mundo de las alfombras rojas. Estaba programado para eso. Me había preparado para eso. Y cuando por fin había llegado el momento de tenerlo, ¡renunciaba a ello! ¿Qué estaba haciendo con mi vida?
Mi vida ha sido la historia de un desaprender continuo, de una desprogramación continua. Quien me conociera hace diez años probablemente pensaría que está hoy ante otra persona. Y probablemente todo empezó con aquella primera certeza. Con aquella primera decisión loca. Con aquel primer "ponere a tiro". Aquel encuentro con mi compañera de viaje por este mundo fue un tren que no pude dejar pasar. Hoy, casi treinta años después me colma de felicidad y de permanente apertura a nuevos aprendizajes, a nuevas certezas, y a nuevos encuentros mágicos. No piso alfombras rojas. Mi cuenta bancaria no es de seis cifras. Y mi agenda echa humo. Pero no para ganar dinero, prestigio o poder, sino para ponerme a tiro de nuevas flechas que valen la pena.
Siempre me encantó la frase de Gandhi de "Sé el cambio que quieres ver en el mundo". Pero lo cierto es que nunca entendí bien su aplicación práctica. Hoy creo que me acerco más a lo que quiere decir. Y creo que va de seguir poniéndose a tiro de ese cambio y del amor que requiere. Y eso se manifiesta de multitud de formas, y en infinidad de instantes cotidianos. Siempre surgen esas flechas. El problema es si nos pillan viendo la tele, apoltronados en el sofá, u ocupados con otros planes como ganar dinero o prestigio. Pero siempre la pregunta es la misma: ¿en qué medida esto me conecta con el cambio que quiero ver en el mundo? Si esa situación, esa persona o ese proyecto nos acerca a ese mundo diferente para vivir, nos ponemos a tiro, y a pecho descubierto. Da igual si es en una charla ante padres en el instituto de Benamocarra, en eternas sesiones se sobremesa con nuestro hijos, o en desayunos o conversaciones de pasillo con los nuevos compañeros de trabajo. Da igual si es intercambiando recetas, viajes, charlas, cuentos o lágrimas de preocupación y dolor. Da igual si es compartiendo hasta las tantas preocupaciones de adolescentes con familias amigas, o charlando de la salud y sus somatizaciones con un amigo en el taller. Da igual si es coordinando un vídeo o un musical para el comedor solidario de los Ángeles de la Noche, difundiendo novedades, alguna jornada o un curso de nuestra ONG ADAPA o de nuestro querido proyecto O Couso, o luchando contra alguna injusticia. Da igual si es prestando dinero a unos amigos en apuros, cambiando de compañía eléctrica por un consumo más responsable, o de entidad bancaria para que nuestro dinero sea más ético. Da igual si es hablando en los trayectos de coche compartido, si es escribiendo posts, si es impartiendo sesiones de mindfulness o si es firmando libros. Da igual que sea ante conocidos o desconocidos. La cosa es ponerse a tiro. Ponérselo muy fácil a ese cambio en el mundo que nos gustaría ver. Hacer de puente y viaducto hacia él. Aunque sea un milímetro cada día. Sin vértigo, porque para divisar un gran paisaje, hay que subir alto (los sueños, si no asustan, es que no son suficientemente grandes). Poniendo en el centro a la persona. Por encima de dineros, de cargos, de prestigios y del "qué dirán". Los encuentros con almas amigas se multiplican entonces. Y las certezas del corazón se contagian. Como los milagros.

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lunes, 13 de noviembre de 2017

Para nota

Nunca hemos publicado un post sobre las notas de nuestros hijos. Ni siquiera cuando éstas han resultado magníficas. Son parte de su responsabilidad y del proceso de fraguarse un futuro. Lo de hoy será una excepción. Quizás no haya requerido tantos "codos" como otras veces. Pero sí muchas "agallas" para escuchar a la conciencia, y para soportar el posible "chaparrón" del respetable, bien por "bicho raro", bien por "tonto de solemnidad".

No hay silencio más atronador que el silencio de encontrarse a solas frente a tu conciencia. Tan estruendoso como el ruido del "qué dirán" o el de que te señalen por desviarte de la mayoría. Pero a veces sólo puedes escuchar a uno, y toca elegir a cuál.

Escribimos para no olvidar por dónde se va a ese mundo diferente para vivir. No hay mejor recordatorio que el exponerse y comprometerse abiertamente ante miles de personas. Pero también escribimos para ayudar a nuestros hijos a marcar el rumbo de sus vidas, en un mundo que casi siempre sopla en la dirección contraria. Reforzar sus avances a pesar de la adversidad resulta crucial. Y estos posts quizás sean un legado que ojalá guarden en sus mochilas vitales.

Pablo hace 10 años ante un grafiti callejero en Linares
Hoy nuestro hijo Pablo nos ha dado una alegría memorable. Otros días tenemos con él encarnecidas batallas dialécticas propias de la adolescencia, con fuego cruzado de artillería pesada sobre responsabilidades y egocentrismos. Pero lo de hoy nos ha reconciliado con el futuro, nos afianza en nuestra apuesta con los hijos, y nos anima a creer que ese mundo diferente puede existir. O al menos puede que se encarguen ellos de seguir construyéndolo cuando ya no estemos.
Hoy Pablo tenía revisión de su examen de lengua. Pensaba que lo había clavado. Pero unas cuantas preguntas se le torcieron y el resultado no había sido tan espectacular como él esperaba. Revisó las respuestas, hizo recuento de los fallos y aciertos, pero la cifra no cuadraba. Lo volvió a calcular y de nuevo el mismo resultado: la profesora le había puesto más nota de la merecida según los fallos. Rozaba el sobresaliente. Con esa nota podría sacar pecho de sus logros académicos y afianzar su estrategia de esfuerzos. Sólo tenía que quedarse en silencio. Así de sencillo. Nadie se daría cuenta si callaba. Nadie le reprocharía nada. Es más: todos le habríamos felicitado por su sobresaliente. Ni siquiera estábamos allí nosotros para guiarle sobre lo que sería o no correcto en una circunstancia así. Sin duda un padre o una madre al lado que te dice lo que debes o no debes hacer siempre ayuda. Pero "currártelo" tú sólo a solas con ese silencio no es "moco de pavo". La presión social por las buenas notas, y lo que habrían hecho quizás la mayoría de los compañeros de clase, soplaba en una dirección. Pero él decidió poner sus velas a soplar en la contraria. Cuando se lo dijo a su profe, nos habría encantado estado allí para ver su cara de perplejidad. ¿Un alumno que reconocía que su examen se merecía menos nota que la que le había puesto? ¿Un alumno que le avisaba de un error en su contra? No sé cuantos de sus compañeros pudieron presenciar la escena, y nunca sabré qué pasó por la cabeza de los que fueron testigos de la anécdota. Sólo sé que a nosotros nos ha llenado de orgullo su decisión. Que nos ha "dado el almuerzo", pero en positivo. Y que en estas pequeñas circunstancias cotidianas es cuando uno se da cuenta si esa pequeña voz que todos tenemos dentro, va creciendo sana, libre y vigorosa, o titubea ante el primer reto que se aproxime. Tentaciones habrá muchas. Atajos todavía más. Y a veces sólo contaremos con ese silencio atronador.

En un almuerzo dominical, no hace mucho, salió el tema de los Bárcenas, de los Rodrigo Rato, de las tarjetas black, y de los desmanes del momento. Críticas hasta la extenuación. Golpes de pecho y flagelaciones de todo pelaje. Se hizo una breve pausa, cambió de tercio la conversación, y surgió el tema de la Declaración de la Renta y cómo algunos de los comensales no declaraban sus ingresos por alquileres y nunca les habían pillado. Eran los mismos de los golpes de pecho. Sólo cambiaba que ahora el foco eran ellos. Y entonces todo era comprensible: todo el mundo lo hace... haríamos el tonto si no lo hacemos...nunca nos han pillado... Quizás la diferencia podrían ser los millones en la cuenta corriente. Pero la energía, la actitud, y la falta de conexión con ese silencio interior era exactamente la misma que habían criticado en otros cinco minutos antes.

Corren malos tiempos para ese silencio interior. Son tiempos de "escurrir el bulto", de escudarse en que "todos hacen lo mismo", y del "pelotazo fácil" en los negocios, en los partidos políticos, en las relaciones y hasta en las notas. Son tiempos en los que si los gobernantes o la prensa no distinguen lo justo de lo legal, ¡ponte a hablarles de la conciencia de los actos, y de la responsabilidad! Por eso el gesto de mi hijo hoy es para nota. Y ojalá se sume al de otros muchísimos chavales que seguro que también estarán oyendo ese silencio interior. Quizás entonces dejaremos de esperar que vengan "salvapatrias" a "resolvernos la papeleta", y nos pondremos manos a la obra para construir por nosotros mismos ese mundo diferente para vivir.


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domingo, 5 de noviembre de 2017

Luces y sombras

Precioso atardecer en El Morche,
en que luces y sombras se hacen uno.
De vez en cuando es un correo. Otras es un whatsapp. A veces una llamada. Y las menos es en persona. Pero bastantes personas que nos leen y nos siguen nos suelen decir que les encanta leernos porque vemos la vida color de rosa y cargados de optimismo, pero se lamentan de que a ellos o ellas no les pase lo mismo. Esas reflexiones, a veces cargadas de resignación, a veces de esperanza, nos han hecho pensar mucho en los últimos días. Porque en el fondo implican que vemos la vida como una lotería, como una gran tómbola en la que te toca un buen número y eres feliz y optimista, o te toca uno malo y eres pesimista y te ves irremediablemente arrastrado por las circunstancias.
Nosotros desde hace años tratamos de transmitir a nuestros hijos lo que hemos aprendido aquí, como uno de los grandes testigos y tesoros que nos gustaría que ellos a su vez transmitan a sus hijos: somos actores participativos en la vida, y en gran medida nos puede ir en la vida, según actuemos en ese escenario. Ya lo dice la física cuántica desde los experimentos de Taylor hasta los descubrimientos actuales: el observador puede alterar el resultado del experimento. Y nosotros somos más que observadores. Somos actores protagonistas de esta obra.
Hace poco leíamos una frase de Gregg Braden muy clarificadora de esta cuestión: "¿Crees que hay una única fuente de todo lo que ocurre en el mundo, o crees que hay dos fuerzas opuestas y enfrentadas (el bien y el mal), una a la que le "gustas" y otra a la que no le "gustas"?" Sí, lo sabemos. Puede parecer algo muy "simplón", pero de verdad que la "preguntita" encierra un enorme poder.
Si creemos en el núcleo de nuestro ser que hay una única fuente y que la vida es un regalo raro y precioso que hemos de alimentar, explorar y atesorar, el mundo nos parece un lugar precioso donde hacer nuestra exploración, y del que aprender continuamente (incluso en los momentos más duros). La clave aquí es que debemos creer que no nos hallamos en peligro, que estamos seguros. Que no estamos a expensas de una u otra bandera, de Estados Unidos o Corea del Norte, de Puigdemont o Rajoy, de la mala o buena suerte...Y esto es más simple que desear o esperar que sea verdad. Es necesario aceptarlo y creerlo en lo más profundo de nuestro ser.
Puede ser que en tu caso, sí te encuentres en esa batalla entre luz y oscuridad, entre buenos y malos. Eso probablemente te lleva a un mundo de opuestos, y quizás también a un mundo atemorizante, de pesimismo, de malas noticias, de incertidumbres y de peligros en el horizonte. Esa batalla, real o metafórica, sólo puede existir mientras nuestras creencias la perpetúen. Pero, ¿y si resultara que la lucha entre luz y oscuridad no tiene por qué ser ganada o perdida? ¿Y si resulta que es más importante cambiar las reglas que mantienen todo ese engranaje en marcha? ¿Y si eso es lo que abriera las puertas a un mundo diferente para vivir?
William James decía: "Si quieres una cualidad en la vida, actúa como si la tuvieras. Si quieres un atributo, actúa como si lo tuvieras". Y Neville añadía la clave: transforma "tu sueño futuro en un hecho presente".
Nada es imposible en un mundo basado en las creencias. Vivimos nuestras vidas basándonos en lo que creemos con respecto a nuestras capacidades y a nuestros límites. Sabemos que somos muy pesados con este tema. Pero lo somos porque es clave para ese nuevo mundo que queremos vivir. CREER ES CREAR.

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