viernes, 15 de diciembre de 2023

Elogio al disfrute (2ª parte)

"Las personas grandes nunca comprenden nada por sí solas, y es agotador para los niños tener que darles siempre y siempre explicaciones". Esta es una de las primeras frases de El Principito. Una verdad como un templo. Porque ciertamente a los adultos tienen que explicárnoslo todo. Vemos un simple sombrero donde realmente hay toda una serpiente boa digiriendo un elefante. ¿Cómo hemos podido perder esa capacidad de ver más allá? ¿Dónde quedó la magia de nuestra mirada? ¿Qué le sucedió a nuestro don para maravillarnos ante lo más pequeño e insignificante? ¿Cómo caímos en esta desgana y este abatimiento? ¿Qué le pasó a ese innato súper-poder que todos los niños traen para el disfrute?

"El Principito"
Es curioso. Pero a raíz de nuestro último post hemos recibido muchos comentarios y mensajes por privado. Muchos más de los habituales ¿Por qué? ¿Quizás porque echamos de menos disfrutar más de la vida en medio de tanta mala noticia, de tanta queja, de tanta zozobra e incertidumbre aparentes? ¿Puede que sea porque nos gusta asomarnos a esa ventana de lo ajeno, como cuando vamos a un restaurante y estamos más pendientes de fotografiar y subir a instagram nuestro plato que de saborearlo? ¿Podría ser porque tenemos miedo al disfrute?  ¿O quizás se deba directamente a que nos recuerda a cuando disfrutábamos de pequeños, antes de hacernos unos responsables (y amargados) adultos?

La simpleza de “vivir” se pierde en las complejidades de la vida moderna. Incluso en los entresijos de "palabrejas" que nos etiquetan, porque dando un nombre a todo pensamos que habrá remedio. Como esa de la "querofobia", que muchos dicen tener cuando temen ser felices, pensando que después de un momento de disfrute pasará algo trágico, porque dicen que la felicidad es efímera y hay que protegerse frente a lo malo que pueda venir después. Y mientras tanto, la vida pasando delante de nuestra "narices". Y el disfrute también. Algo impensable para un niño, para el que el disfrute es lo primero.

¿Quién se detiene hoy día para sentirse interpelado por un cuento o una fábula, como cuando de pequeños nos tirábamos horas saboreándolos en nuestra imaginación tras escucharlos. Esta semana me encontré un cuento zen que va "al pelo" de todo esto: "Un hombre que cruzaba un campo se encontró con un tigre. Huyó y el tigre corrió tras él. Al llegar a un precipicio cayó en él pero pudo agarrarse con las dos manos a una raíz y quedó colgando del borde. El tigre le olisqueaba desde arriba gruñendo. El hombre, tembloroso, bajó la vista y vio que muy abajo, al fondo del precipicio, otro tigre aguardaba para devorarle. Sólo la raíz lo sostenía. En ese momento dos ratones, uno blanco y otro negro, se pusieron a roer poco a poco la raíz. Al mismo tiempo el hombre vio una suculenta fresa silvestre cerca de él. Aferrándose a la raíz con una sola mano, arrancó la fresa con la otra y se la metió en la boca. ¡Qué sabor tan dulce tenía!". Pues eso.

Imagen de "El Principito"

¿Qué nos pasa? ¿Cómo nos es indiferente algo tan básico de la existencia humana como el disfrute, cuando casi antesdeayer era la base de nuestra vida? León Gieco, en su famosísima canción, le pedía a Dios unas pocas cosas. Quizás habría que añadirle una estrofa más:
"Sólo le pido a Dios
Que el disfrute no me sea indiferente
Que en el devenir de días y de horas,
la alegría sea mi guía permanente"

El disfrute implica que nos metemos de lleno en la realidad. Que somos capaces de ver más allá de la tela de ese aparente sombrero, de meternos en él, y deleitarnos con esa prodigiosa boa y su enorme presa. Que comulgamos con esa realidad. Que en cierto modo, nos hacemos uno o una con la Vida. Sea lo que sea. Así de simple:

Es partirse de risa ante cualquier "bobada".

Es el tacto suave del ser querido cuando te abraza en la puerta de casa.

Es un edredón compartido y el calor que nace de las pieles contiguas.

Es la complicidad juguetona del perro del vecino cuando te acompaña en una caminata mostrando su gratitud porque le has dado de comer.

Es compartir una película en familia, amontonados en el sofá, sabiendo que dará para horas de conversación. O un "conti" en la playa en un atardecer en El Morche.

Es el ruido ensordecedor de cada comida cuando estamos todos en casa. O los silencios eternos cuando vamos cogidos de la mano.

Es cuando todos cantamos haciendo el "tonto" en un viaje en coche. 

Es una conversación profunda en una sobremesa o tras un desayuno.

Es divisar África desde la casita de campo en un día despejado.

Es observar a Mey mientras le habla a sus plantas.

Es contemplar el paso del tiempo, y sentir que estás más cerca de lo que te trajo a este mundo y de ser tú mismo.

Fue el abrazo de ayer a Pablo en el aeropuerto tras meses de estudio, igual que a Samuel el próximo lunes .

Y serán los audios, las fotos y las videoconferencias cuando vuelvan a irse y sigamos conectados sin que haya distancias.

Sí. Así es. Cosas de niños. 

Antoine de Saint-Exupéry decía también en "El Principito" que "lo esencial es invisible a los ojos". Pero como pasa con el sombrero y la boa, en realidad lo que sucede es que lo esencial es visible, muy visible, pero no lo vemos. Porque somos incapaces de meternos de lleno en la realidad. Lo esencial no es lo que esté detrás de nuestros ojos: es lo que está delante. El problema no lo tiene la realidad, lo tenemos nosotros y cómo tenemos entrenada nuestra mirada. Y parece invisible, pero está ahí, al alcance de la mano, en lo más sencillo. 

Porque disfrutar no es dejar de ser responsable. Disfrutar no es ser poco realista. Disfrutar no es estar en las nubes. Disfrutar es lo que te recuerda la suerte de estar vivo o viva...mientras lo estés. Sé que a los adultos esto nos cuesta entenderlo, y que es casi un misterio para nosotros. Pero ya sabéis lo que se dice también en El Principito: "Cuando el misterio es demasiado impresionante no es posible desobedecer".


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sábado, 2 de diciembre de 2023

Elogio al disfrute

Tras más de una década escribiendo en este blog, hoy debemos realizar una importante rectificación. Tan importante, como que probablemente pone en entredicho algunas de las prioridades que hemos compartido en estos más de once años y medio de complicidades y confidencias. Quizás fue un exceso de consideración. Puede que miedo a parecer insensibles. Una empatía mal entendida. O quizás nos pudo el pudor. Pero lo cierto es que no quisimos (sí, porque fue algo muy consciente) expresar en toda su intensidad una de nuestras principales señas de identidad como familia. Eso que hace que los niños digan que somos "una familia muy 7", hablando de eneatipos: unos auténticos "motivados de la vida".

Samuel con 2 años
Durante años, y en muchas circunstancias, nos hemos abstenido de compartir miles de pequeños momentos que constituían lo que realmente da sentido a la vida. Quizás porque veíamos a nuestro alrededor a gente sufriendo, pasando "fatigas", padeciendo miedo e incertidumbre de modo insoportable para ellos. ¿Cómo podíamos explicitar todo lo que, sin embargo, nosotros estábamos viviendo? ¿No era en el fondo una falta de delicadeza y de tacto hacia esas personas, que soportaban situaciones así? Por eso nos retuvimos. Por eso nos aguantamos. Por respeto, por consideración y por no parecer indiferentes. Matizando mucho, retrasando su relato o incluso omitiendo esas vivencias. Pero ahora creemos que pudo ser un error. Y por eso rectificamos.

Dice Pablo D´Ors que hay tres verbos que son los que dan sentido a la vida. En el "cole", cuando éramos pequeños, nos explicaban que hay tres conjugaciones para los verbos: las de aquellos cuyo infinitivo acaba en AR, las de los que acaban en ER y las de los que acaban en IR. Pues bien, también hay tres conjugaciones para la vida, representadas por tres verbos. Descendentemente, la primera es la del verbo SERVIR, que es el que hace que nuestro sentido y vocación se dirija hacia los demás, hacia fuera, hacia el prójimo. La segunda es la del verbo CRECER, que es la que enfoca nuestra existencia hacia la evolución interior, hacia la conexión con el TODO, la que nos hace sentirnos UNO con el Universo, y la que impulsa el descubrimiento de la parte divina que habita en todos nosotros. "Servir" y "Crecer" han sido dos grandes ejes sobre los que hemos compartido muchos de nuestros posts en estos años. Pero ¿cómo conjugar los dos verbos anteriores? ¿Cómo saber que vamos por el buen camino? ¿Qué indicador tenemos para saber que no nos estamos equivocando? Pues por la tercera conjugación de la vida: la del verbo DISFRUTAR.

Pablo, 2021

Por mucho que nos empeñemos, el mundo no está para que lo cambiemos. Está para que lo acojamos, como el regalo que es, y lo disfrutemos. Y si no disfrutamos, estamos perdidos. Pero perdidos, de verdad. Porque el disfrute es el verdadero indicador de que vamos por el buen camino. De que no nos estamos desequilibrando, ni por exceso ni por defecto. El disfrute ayuda a encontrar el punto medio, el punto de equilibrio. En el "servir", evitando que caigamos o en descuidarnos a nosotros o en descuidar a los demás. Y en el "crecer interior" evitando que nos ensimismemos o aislemos del resto, o que ni nos aguantemos a nosotros mismos. Por eso es crucial disfrutar y contagiar disfrute. Por eso no hay nada como ver a un niño o a un perro disfrutando en la playa, corriendo, saltando y "flipando". Y por eso no podemos dejar de hacer apología, exaltación o elogio del disfrute. Porque es el que nos va a dar la clave de que estamos conectados con la vida, fluyendo con ella. Y cuando disfrute, servicio y crecimiento interior van de la mano, en armonía y equilibrio, se acabaron los tabúes sobre el placer o el gozo en todo, incluso en el sexo. Todo forma parte del gran regalo de la vida. Porque a fin de cuentas, la llave para disfrutar de la vida es aceptar cada situación tal como es y hacer lo mejor con lo que tienes.

Eva, 2021
Nuestra hija Eva no lo pudo expresar mejor durante la pandemia. En aquellos meses de zozobra, de miedo generalizado, y de estrictos confinamientos, mascarillas y pinchazos, ella no paraba de decir que estaban siendo los mejores días de su vida. ¿Cómo íbamos a extendernos mucho hablando de ello en el blog en aquellos momentos? Hubiera parecido una herejía. Sin embargo, no había nada más auténtico que su disfrute entre tanto sinsentido. Estaba riendo, gozando, aprendiendo y exprimiendo la vida a cada minuto en aquella familia extendida de ocho en que nos convertimos durante meses. Por supuesto que era incómodo compartir el poco espacio que teníamos entre tanta "peña". Por supuesto que todo era más ruidoso. Y por supuesto que había inquietud ante tanta noticia alarmante. Pero ¿y aquellas comidas interminables? ¿Y aquellas tertulias apasionantes? ¿Y aquellos relatos de lugares lejanos? ¿Y las sesiones de cine apiñados en el sofá? De eso va el disfrute.

Mey, 2021
A Mey se le acercaron el pasado jueves un grupo de estudiantes a la salida de clase. Todos ellos eran adultos. Y venían a darle un mensaje: tras estos primeros meses de curso, jamás habían conocido a nadie que disfrutase tanto de su trabajo como ella. Desbordaba entusiasmo y energía en cada sesión. Y eso les contagiaba para involucrarse no sólo en el aprendizaje del idioma, sino en superar sus zonas de confort y sus creencias limitantes. ¿Os imagináis lo que sería de este mundo si todos pudiéramos desparramar ese disfrute en nuestros respectivos trabajos? ¡Sería la "leche"!

En casa no somos buceadores profesionales. Ni mucho menos. Pero una o dos veces al año vamos a algún lugar especial para hacer snorkel, como la playa de Rijana o este año el Gran Arrecife de Coral. Y cuando lo haces tan esporádicamente, sumergirte en aguas plagadas de vida, de miles de peces de colores o de corales y algas que derrochan belleza, te transporta a este sentido del disfrute. Es como adentrarte en otro mundo viviendo en éste, porque te introduces y fluyes con ese mundo que tu "día a día" casi te hace olvidar. El disfrute te invita a otra visión del mundo que ya habitabas, pero al que habias dado la espalda. Simplemente haciéndote uno con esas aguas o esa vida que te acoge. 

Torrox, 2023
Seguro que habrá algún avezado lector o lectora que piense: "sí, claro, pero a veces la vida trae calabazas, y en esos momentos, pocas ganas de disfrute le quedan a uno/a".  Tan sólo recordar ahí, lo que decía Charles R. Swindoll: "La vida es 10% lo que nos sucede y 90% cómo reaccionamos ante ello". Quizás incluso esas calabazas sean una buena llamada para observarnos y replantear cómo reaccionamos ante ellas, y si entre calabaza y calabaza hay espacio para algún que otro disfrute.  

"El Cielo se ha pensado para disfrutar todo lo que, por tontos, no hemos disfrutado en la Tierra". Cuando estas palabras las pronuncia un sacerdote católico como D´Ors, su fuerza es aún mayor. Porque quizás la vida no es un valle de lágrimas, como tantas veces hemos escuchado. Quizás no se trata de "ir tirando", como se suele responder cuando te preguntan cómo estás. Y quizás debamos salir de la espiral permanente de "la que está cayendo", y crear nuestra propia realidad. Una realidad bien cargadita de disfrute hasta los bordes. Toca zambullirse en el disfrute más profundo. Porque nos lo merecemos. Porque ese es uno de los motivos por el que existimos.

PD: Prometemos que habrá más disfrute de aquí en adelante en este blog ;)

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sábado, 18 de noviembre de 2023

Ironías de la vida tomando alguna bebida

Ya he perdido la cuenta de las preocupaciones que debería tener. Arrimar el oído en tu bar o cafetería de confianza mientras te tomas algo es hoy un deporte de riesgo. Valgan unos cuantos ejemplos de conversaciones que he presenciado esta misma semana:

Foto de StockSnap en Pixabay

-Mi presentador favorito dice que lo de la amnistía amenaza peligrosamente mi convivencia democrática. Dice que es todo un golpe de Estado, aunque yo no entienda muy bien de lo que habla. Y lógicamente me indigno. Tanto como para salir a la calle, portando la bandera del Mundial, a defender el Estado de Derecho, aunque no tenga muy claro qué es exactamente eso. Pero mi presentador favorito sí que lo sabe perfectamente. El presentador favorito de mi vecino le dice que es una oportunidad histórica para superar conflictos del pasado, que es momento de defender la pluralidad del país, y que nada de "donde dije digo, digo Diego". Mi vecino, aunque tampoco se aclara mucho, lógicamente, le hace caso también. Por eso, mi vecino y yo ni nos miramos en el ascensor. Al menos hasta que nuestros presentadores favoritos se pongan de acuerdo en algo, como hicieron cuando lo del pinchazo en el brazo. Ahí mi vecino y yo sí que hacíamos "piña". Aplaudíamos "a rabiar" a las ocho. Y gritábamos como "descosidos" desde el balcón a los que sacaban el perro a pasear con demasiada frecuencia.

Foto de Surprising_Shots en Pixabay

-No sé cómo la gente no espabila. ¡Con la que está cayendo! Si hasta escuché esta mañana que este 2023 ha sido el año más cálido desde el inicio de los tiempos. ¡Qué barbaridad! ¡Y que la gente no se dé cuenta! ¡Despertad, hombreeee! Que como no hagamos algo, nos acercamos al Armageddon... Creo que debería ser obligatorio saber en qué se gasta la gente los "cuartos", y al que se pase de viajar en avión, de comprar filetes de cerdo en el "súper", o de llenar de diésel el depósito constantemente, que le penalicen o le corten el "grifo". ¡Hombre! ¡Tanto CO2, tanto CO2! Menos mal que por ahí van los tiros con lo de la identidad digital europea que acaban de aprobar. ¡A ver si esta gente de la Unión Europea, que son los que de verdad saben, ponen a la gente "en cintura" y controlan lo del calentamiento global y de paso a los que trafican con los datos personales, hombre!

Foto de Glidagida en Pixabay

-El otro día, esperando a los niños en la puerta del colegio, oí "de refilón" que estaba negociándose un Tratado de Pandemias, impulsado por la OMS. Y que si se aprobaba en mayo de 2024, los países cederían su soberanía en materia de salud, de modo que sería la OMS la que tomaría las decisiones de obligado cumplimiento por todos, en plan "Gobierno Mundial". Dudo que eso sea verdad. Son las mismas madres que la semana pasada hablaban de que se había descubierto que el proceso productivo masivo de las vacunas del Covid se había cambiado respecto al de los ensayos clínicos, y que eso podría tener consecuencias muy graves. El grupillo de "negacionistas" conspiranoicas de siempre, vamos. Igualitas que mi cuñada: que bastante nos costó en casa que no viniera a las cenas de navidad por anti-vacunas e irresponsable. De todos modos, estoy segura que serán "chismorreos" de madres. ¡Fijo! Porque si yo, que estoy al día de todo, no lo he oído ni en la "tele" ni en TikTok, seguro que es una "fake news" de esas. En cuanto llegue a casa se lo pregunto a los de Newtral o a Maldita.es. ¡Menos mal que tenemos a estos verificadores, alejados de conflictos de intereses, que nos aclaran definitivamente la verdad de todas las cosas! De todos modos,  si fuera verdad, tampoco es tan importante, porque durante la pandemia, la OMS recomendó lo que había que hacer y todos los países, disciplinadamente, hicieron exactamente lo que sugería. Así que para el caso, daría igual, ¿no? 

Foto de Life-Of-Pix en Pixabay

-Voy a tener que hacer algo. El grupo whatsapp de las compis de "crossfit" no para de enviar vídeos con los horrores de la guerra en Israel y Gaza. El de los padres de la guardería no para de enviar estudios sobre ictus, miocarditis y cánceres provocados por las vacunas. El de las "cervecitas" del viernes, no para de enviar "chistecitos" y memes sobre la subida de precios y el encarecimiento de las hipotecas. Y los pesados del trabajo no paran de enviar manifiestos contra la ley de amnistía en ciernes. Y para colmo en cada grupo, unos dicen lo contrario de los otros, y así andan todo el día "a la gresca" con centenares de mensajes ¡Me acabarán obligando a jubilar el móvil, como sigamos así! ¡Ya verás! Bastante tengo con tratar de estar al día con tanta desgracia, como para tener que estudiarme cada asunto y dilucidar quién lleva razón. Yo que había decidido ceñirme sólo a los titulares de la prensa en el móvil, cuando estoy en el baño, para evitar los ardores...Terminaré dedicándome a la meditación contemplativa. Ya verás. Luego que no digan las tecnológicas que no avisamos, cuando a todo el mundo le pase lo mismo y mandemos los móviles y las pantallas "a tomar por saco"...


(Las anteriores reflexiones o afirmaciones son completamente ficticias. No están basadas en hecho reales, "ni por asomo". Son pura dramatización literaria. Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia...o no)


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jueves, 26 de octubre de 2023

La nueva historia


Será la edad o los tropiezos.

Quizás estemos despertando.

Pero no sirve ya lo de antes.

Algo nuevo nos aguarda.

Sólo quedan ya unos pasos,

una puerta, un escalón…

Sólo un "sí", sólo un "vamos"...


Dijeron que estamos solos.

Que tus genes son egoístas.

Que existimos lejos del resto.

Que sólo gana el más fuerte.

“Naturaleza” es sólo “lucha”.

¡Domina toda la Tierra!

¡Somete, estruja, muerde!


Dijeron que todo es caos, 

aleatorio, pura química.

Sin control, no hay bienestar.

Falta orden y concierto.

Sin fuerza, nunca hay progreso.

Nos rodea todo lo hostil.

Sin castigo, todo es exceso.


Nos tragamos esa historia.

Que sólo es real lo medible.

Al “todo” llegas por partes,

y desconfía: si no, ¡imposible!

Mente es más que emoción,

lo alto mejor que lo bajo,

y Dios vive lejos... si existe.


Ganaba sólo uno entonces:

o la vida o la muerte,

o uno mismo o lo demás,

o cabeza o corazón,

¡Viva así el propio interés!

Objetivo: supervivencia,

Argumento: la escasez.


En esa historia alocada

caben cuerpos "equivocados",

la realidad, según te sientas,

relativismo por todos lados.

No creas a tu conciencia.

Escucha y haz lo que te dicen.

Ten miedo por tu "carcasa".

Sin libertad, sí te bendicen.


Pero esa historia cambia.

Muchos hay con otro guión.

Mucha gente en muchos rincones

Nuevas historias de Creación.


Somos UNO en esa historia.

Espejos de lo que ES.

Hologramas de lo que existe.

Conectados, fuertes en red.

Ahora cuentan nuestros dones,

aportando vida y belleza,

únicos e imprescindibles,

un MUNDO NUEVO que empieza.


Gran Universo generoso,

dando orden, luz y vida.

Frente al caos, ayuda mutua,

comunidades, sendas compartidas.

Más caUsalidad que casualidad,

sincronicidad más que dispersión,

más intimidad, más intercambio,

más bienestar y participación.


Ante esa VIDA rica y plena,

olvidemos ya visiones parciales.

Somos únicos, muchas relaciones,

distintas escalas, interconexiones.

Mariposas que aletean aquí,

causan secuelas, lejos, allí.

¿Pones tus dones sirviendo a la vida?

¿Creas belleza, más luz encendida?.


Claro que hay Principios Universales.

Sí que hay saber más allá de la Ciencia.

Dios está en todo, todo es sagrado.

Sí que en nosotros habita la Esencia.

No entregues nunca tu libre albedrío.

Jamás delegues tu voluntad.

No olvides nunca que el cuerpo es templo,

y sana, cura, tanta necedad.


Quizá esta historia tenga aún poco eco.

Quizás aún creas falsas "verdades".

No son los humanos quienes crean historias.

Las HISTORIAS son las que crean REALIDADES.


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sábado, 7 de octubre de 2023

Miami

Lo habíamos aceptado ya. De verdad. De corazón. No era resignación. Y visto lo que pasó después, desde luego no era rendición. Pero sí era aceptación. De esa que la vida te enseña, cuando te trae "calabazas"

Sería uno de los primeros veranos en que no estaríamos juntos. En que no practicaríamos esa liturgia familiar anual de aislarnos de todo y de todos, para reencontrarnos, coger fuerzas y seguir así conectados el resto del año, a pesar de la distancia. Pablo trabajaba. Le habían dado unas prácticas de empresa cerca de Dallas y no podría volver a España. Estaba ya preparando el puente laboral que desea para volver a Europa el año próximo, y no era plan de dejar pasar una oportunidad así. Así que por mucho que deseáramos aquellos abrazos, aceptamos que esta vez no podría ser.

Pero una vez que aceptas sin fingimiento, te abres a lo que la vida de verdad pueda traerte o enseñarte con esa aparente contrariedad. Porque sabes que, en realidad, nada es bueno ni malo, sino que todo es como debe ser: perfecto. Y que somos nosotros los que ponemos las etiquetas de lo que nos sucede, y añadimos sufrimiento cuando no pasa lo que nos gustaría que pasara.

Quizás a muchas personas esto les pueda parecer muy etéreo. O quizás algo filosófico o intelectual. Pero hemos experimentado tantas veces y con tanta rotundidad la magia que la Vida trae cuando te abandonas a ella, sin exigencias ni sufrimiento respecto a lo que te apetecería, ¡que como para no fiarse!

Una vez que aceptamos que este año no nos veríamos, nos lo tomamos con buen humor, y empezamos a jugar...¿Y si...? ¿Te imaginas que...? ¿Y si...? Y empezamos a dejar volar la imaginación hacia territorios donde encontrarnos, no aptos para nuestro bolsillo. ¿Te imaginas que en vez de venir tú a España, fuéramos toda la familia a verte a ti? Y entre carcajada y carcajada, dejamos correr la ilusión...¿Cuál sería el sitio más barato de EEUU para volar desde España si fuéramos a verte? Y en el buscador de vuelos apareció de repente Miami...Jajaja...¿Te imaginas que nos viéramos en Miami? Jajaja....Y empezamos a ver playas paradisíacas, mansiones de lujo, y enclaves de esos que aparecen en las películas o en las series de televisión...

Poco a poco, el juego empezó a hacerse realidad. De la aceptación sincera, pasamos a la ilusión desbordante ante la posibilidad de que Mey y yo nos reencontráramos con Pablo allí, al menos unos días. Él y Estela, que también estaría allí, miraron vuelos internos de Dallas a Miami, y también resultaban sorprendentemente baratos. No estaríamos los seis juntos. Pero eso ya era mucho pedir. Aceptamos lo que teníamos ante nosotros y reservamos los vuelos. La primera fase del juego estaba culminada. Viajaríamos a Miami.

Todo lo demás estaba en el aire. Mey estaba en plenos exámenes de junio. Así que Pablo, Estela y yo nos conjuramos en la búsqueda de hospedaje y de planes para compartir allí. Reservamos un motel "de mala muerte", aunque no por ello barato, con cancelación anticipada, y seguimos jugando. Aún faltaban muchas semanas. Y podían pasar muchas cosas.

El juego acababa de empezar. Y nosotros continuamos haciéndonos la pregunta mágica, y dejándonos arrastrar por ella: ¿Y si...? ¿Y si...? Hasta que se nos ocurrió que, quizás con algún sistema de intercambio de casas o similar, podríamos encontrar algo más decente y económico. Y allá que nos metimos ilusionados. Durante semanas, desfilaron ante nuestros ojos mansiones de lujo, jardines de ensueño y apartamentos de precio indecente. Hasta que, de repente, apareció el mensaje de Michael. Y nada más leerlo, le dije a Pablo, que intuía que habíamos encontrado casa. Él y su familia llevaban 25 años compartiendo e intercambiando casas, viajaban a Alemania justo en los mismos días en que nosotros estaríamos en Miami, y les cuadraba perfectamente que su casa no pareciera desocupada y que alguien cuidara de su gato Bandit, por entonces enfermo. En un par de mensajes más ya teníamos casa en South Miami. Michael nos prestaba su pequeña mansión para nueve personas, con piscina y un jardín plagado de palmeras de ensueño. Así se cerraba la segunda fase del juego.

Aquella noche, Mey y yo no pegamos ojo. Ninguno nos dijimos el motivo. Pero ya en el trabajo, nos cruzamos por whatsapp un audio casi idéntico, que de nuevo empezaba con la pregunta mágica: ¿Y si ya que no vamos a pagar por el hospedaje, intentamos que puedan venirse también Samuel y Eva? Lo más bonito es que Pablo también había pensado exactamente lo mismo. Y cuando vio que coincidía con nosotros, se puso "como loco" con Estela a buscar vuelos, sin decirles nada a ellos. Nos pareció preciosa esa ilusión por reencontrarse con los hermanos. Pero ya habían pasado bastantes semanas, y los vuelos habían subido ya mucho. La cosa no estaba fácil. Había que practicar de nuevo el "Y SI". Y así lo hicieron. El reencontrarse supondría una combinación total de siete vuelos entre la ida y la vuelta. Y muchas horas de desplazamientos y de esperas en los aeropuertos. Pero ¿quién dijo que los sueños no cuesten? La tercera fase del juego también se había superado. Habría reencuentro familia. En Miami. De los seis.

Podríamos contaros nuestras aventuras buceando en los arrecifes de coral, bailando salsa en la Pequeña Habana, abriendo los cocos que recogimos en la playa, o viajando a base de "bocatas" por los Cayos o por el Parque de los Everglades. Pero este sueño hecho realidad no va de los sitios que visitamos, o de las cosas que hicimos. Va del reencuentro que tuvimos. Va de las inolvidables conversaciones en aquel porche de la casa tras los desayunos, contemplando aquellas impresionantes tormentas veraniegas. Va de las horas que dedicamos a compartir nuestros respectivos despertares. Va del orgullo de unos padres que contemplan cómo sus hijos les adelantan por la derecha en entender "de qué va todo esto" (por cierto, ese el nombre de un nuevo grupo whatsapp de los seis, creado desde entonces). Va del proceso iniciado en Miami para saber leer lo que ocurre en estos tiempos que corren, y prepararse para lo que puede venir. Va de complicidades maravillosas. Y de las sorpresas que trae la vida, cuando aceptamos lo que toca, y nos dejamos ilusionar por lo que pueda venir. 

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viernes, 22 de septiembre de 2023

El que más lo necesita

"Al que tiene, se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, aun lo que tiene, se le quitará". Si hay un mensaje aparentemente contradictorio con el mensaje del libro que lo alberga es éste, recogido en el Nuevo Testamento, en Mateo 25:29. ¿Cómo? ¿Que a los ricos y opulentos todavía se les dará más, y a los pobres, hasta lo poquísimo que tienen, se les quitará? No suena muy "católico" ese mensaje...¿Cómo va a ser eso? ¿Cómo se va a ensalzar a los ricos y se va a hundir a los pobres? Con razón, cada vez que toca leer la parábola de los talentos, en muchos púlpitos se suele pasar de puntillas por esa frase, o se hacen piruetas dialécticas para no evidenciar esa aparente incoherencia, ese aparente desliz de quien escribió o tradujo al latín el texto. Pero no. No hay error. No hay desliz. La frase es así. Y en ella se encierra un potente mensaje que está en el centro de buena parte de lo que nos está sucediendo como Humanidad.

Geralt en Pixabay

Ese mismo concepto ha coincidido que se ha repetido hasta la saciedad en los últimos meses en distintas conversaciones que hemos tenido con familiares y amigos. Era como una llamada a prestar más atención a este asunto. Siempre la dinámica era similar: justificar actitudes o tratamientos discriminatorios en favor de alguien "porque es quien más lo necesita". Y esa decisión tenía consecuencias claras en cuanto a un tratamiento desigual a nivel económico, de dedicación o de cualquier otra índole. Pero ¿quién reparte los certificados de necesidad? ¿Estamos seguros de que el otro necesita lo que le damos? ¿No estaremos perpetuando su sensación de carencia y sus quejas victimistas? ¿No estaremos siendo paternalistas y sobreprotegiendo, en vez de ayudar a dar alas a quien pretendemos ayudar? ¿Qué significa "tener" o "no tener" en realidad para la VIDA con mayúsculas? Justo de eso va la frase de Mateo 25:29.

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En un mundo tan materialista como el que vivimos, se nos está tratando de convencer por todas las vías posibles de que somos exclusivamente cuerpo y mente. De que lo importante es ser conscientes de la forma, de las cosas y de lo que sucede. Como si esa fuese la única realidad. Pero puede que no sea así. Este verano hemos pasado horas en Peponi contemplando el cielo en la oscuridad de la noche. Era imposible no sentirse sobrecogido ante la inmensidad del espacio y los millones de estrellas que alberga. ¿Cómo no sentir una especie de reverencia ante el misterio incomprensible que contemplábamos, ante nuestra pequeñez dentro de tanta inmensidad? Especialmente cuando llega un momento en que renuncias a identificar esta o aquella estrella, este o aquel planeta... Y en lugar de tratar de explicar, nombrar o señalar esos objetos en el espacio, tomas conciencia de la profundidad infinita del espacio mismo. Llegado ese punto, la cercanía con el éxtasis es casi total, y no se produce por el número de estrellas, planetas, o galaxias que intuyes, sino por la profundidad misma que los alberga a todos. De este modo, cuando tenemos conciencia del espacio, realmente no tenemos conciencia de nada, salvo de la conciencia misma, del espacio interior que todos albergamos en nuestro interior. Es como si se evidenciara que hay algo dentro de nosotros que tiene total afinidad con el espacio. Eckart Tolle lo expresa de este modo: "Cuando el ojo no encuentra nada para ver, la nada se percibe como espacio. Cuando el oído no encuentra nada para oír, el vacío se percibe como quietud. Cuando los sentidos diseñados para percibir la forma se tropiezan con la ausencia de la forma, la conciencia informe que está detrás de la percepción y de la cual emana toda percepción, toda experiencia posible, ya no se oculta detrás de la forma. Cuando contemplamos la profundidad inconmensurable del espacio o escuchamos el silencio en las primeras horas del amanecer, algo resuena dentro de nosotros como en una especie de reconocimiento. Entonces sentimos que la vasta profundidad del espacio es nuestra propia profundidad y reconocemos que esa quietud maravillosa es nuestra más profunda esencia, más profunda que cualquiera de las cosas que conforman el contenido de nuestra vida"

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No ser conscientes de ello supone anular en la práctica nuestro componente espiritual y trascendente como seres humanos. Y desde esa perspectiva, se nos hace creer que cuanto más consumamos, más bienes acumulemos, más reconocimiento, fama o poder busquemos, y más nos centremos en nuestro "bien-estar", más felices seremos. Es el culto al "ESTAR", al componente perecedero y mortal que somos. De ahí que, cuando sucede algo como la pandemia, que nos recuerda que ese componente tiene fecha de caducidad, todos salgan corriendo a hacer lo que se les diga, por muy absurdo que sea, para que ese "ESTAR" en este mundo se prolongue sea como sea. Pero ¿y el componente del "SER"? ¿Y ese otro componente imperecedero e inmortal que atesoramos, esa profundidad interior que todos albergamos? ¿Tan olvidada la tenemos?

Esa carcasa que todos somos acabará. ¡Asumámoslo! ¡Aceptémoslo! Tarde o temprano todos dejaremos de ESTAR aquí. Y todo ese esfuerzo por buscar placeres, riquezas y "cosas" de lo más variopintas no habrá servido para nada. Se esfumará entonces toda esa NECESIDAD de tantas y tantas cosas o experiencias, que nos hacen tan dependientes de lo que digan la publicidad, el instagram, nuestros familiares y amigos, o el gobernante de turno. Será ahí cuando quizás nos daremos cuenta de que si no hemos cultivado nuestra parte imperecedera, ese SER que somos, nos vamos a sentir muy vacíos.

El "SER" es el que te conecta con todo. Por eso el espacio que alberga las estrellas y los planetas conecta tan bien con el espacio interior que alberga nuestro SER. Es el que te hace no sólo ver a Dios en todo lo que existe, sino ver todo lo que existe con los ojos de Dios. Es el que te hace sentirte UNO con la realidad que nos rodea. Y para el SER no hacen falta muchas cosas materiales, no hace falta tanta "forma", tanta cosa, tanto acumular ni tanta "parafernalia". Así, las necesidades se diluyen. Casi sobra todo. Es lo que decía San Francisco de Asís: "Necesito poco, y lo poco que necesito, lo necesito poco". Pero por desgracia, vivimos en la cara opuesta de esa realidad.

Por eso, podemos llegar a perjudicar a quienes queremos ayudar, si con nuestro apoyo, acaban necesitando muchas cosas, y todas esas cosas las necesitan mucho. Ese parece ser el mal de nuestro tiempo. Necesitar, desear y anhelar más y más, pensando que con ello vamos a ESTAR bien, pero olvidando que eso poco va a ayudar a nuestro SER. 

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Este post no es una apología en contra de la solidaridad o en contra de la ayuda mutua o el apoyo al prójimo. Ni mucho menos. Todo lo contrario. Es una llamada para que nos ayudemos a ser mejores, enriqueciendo nuestra consciencia de lo que no tiene forma, y para que no nos conformemos con ayudarnos a estar mejor con lo pasajero, con la forma o con lo que nos esclaviza. Es una invitación a preguntarnos qué nos hace mejores, aunque precisamente por eso salga poco en la televisión o lo practique poca gente. Un cortometraje y un documental que veíamos hace poco ponía justo "el dedo en la llaga": ¿el tener más y más cosas y comodidades, el ser más independientes de los demás, realmente está enriqueciendo nuestro SER, nos está haciendo ser más felices? ¿O realmente cada vez nos sentimos más vacíos, quizás precisamente por esa búsqueda desaforada de confort, de bienes y de independencia de los demás? 

Por eso, tantos y tantos sabios, tantos gigantes del pensamiento y de la espiritualidad han apuntado en la misma dirección, que se podría resumir en la frase: "¡Qué poco se necesita para sentir la felicidad!". Quizás porque descubrieron que las cosas o "lo que pasa" no dan la felicidad, aunque lo parezca de inicio. Por el contrario, las pequeñas cosas, lo poco, lo más sencillo, ocupan poca forma, y con ello se deja espacio para el espacio interior, y para la conciencia no condicionada, que es de la que emana la verdadera felicidad, la alegría de SER, la sensación de estar llenos, y de no parar de recibir de la vida. El siguiente paso es inevitable: una creciente oleada de gratitud, que acaba atrayendo más y más a esa vida ya plena y llena de sentido. 

Al que tiene su SER pleno, al que es consciente del espacio sin forma, al que se siente feliz con lo que la vida le da, tiene con ello mucho, muchísimo. Y "se le dará y le sobrará". Pero al que ignora a su SER, centrándose en el ESTAR, quejándose de la vida, anhelando y necesitando siempre más y más, aunque puede haber acumulado mucho en lo material y en la forma, tiene poco, poquísimo. Y "aún lo que tiene, se le quitará". Y donde se constata con mayor fuerza todo esto es ante el espejo de la muerte: el que ha estado obsesionado con acumular cosas y caprichos, poco se va a poder llevar "al otro barrio", la verdad; mientras que quien está lleno de su SER, tendrá sus alforjas preparadas para lo que tenga que venir. 

Todo esto no lo decimos nosotros. Ni mucho menos. Aunque cada vez tenemos más claro que debe funcionar así. Sólo hay que observar cómo viven la vida quienes nos rodean, y cómo abandonan este mundo cuando les llega su hora.


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sábado, 9 de septiembre de 2023

Regresos

Hace mucho que decidimos dejar de actuar como si la vida fuera un ensayo. A fin de cuentas, lo que importa no son los años de vida, sino la vida de los años. Dicen que los cuarenta son la vejez de la juventud. Y que los cincuenta (en que algunos andamos ya) son la juventud de la vejez. Por eso toca vivir cada día como si fuera el último. Vivir el presente con intensidad, ese es el gran objetivo. Y cada vez evitamos más lo que nos distraiga de ello, incluidos los deberes autoimpuestos, como la regularidad en compartir nuestras reflexiones y posts. Disculpad por ello.

ebpilgrim en Pixabay
Desde mayo, esa vida ha sido ciertamente intensa en casa. Eva superó con éxito tanto el Bachillerato Internacional como el Bachillerato LOMCE, y tras la Selectividad, ha podido acceder a su primera opción para la Universidad: Ingeniería de Telecomunicaciones. Samuel sigue "flipando" en Física, y en unos días se va de Erasmus a Italia para este curso, trabajando en paralelo en la oferta que ha recibido para cursar el máster en EEUU el curso siguiente. Y Pablo compagina en Oklahoma su último curso de grado con el máster, anda con la tesis tras iniciarse en tareas de investigación, y durante este verano ha estado trabajando cerca de Dallas para Ericsson, con los que ha extendido las prácticas hasta mayo, con la intención de incorporarse a su plantilla después, ojalá que en Estocolmo (que es lo que Pablo desea para estar allí con Estela, tras estos años de noviazgo en la distancia).

En definitiva, se acabó la etapa escolar y de bachillerato en esta familia. Y sin añoranzas ni "nidos vacíos". Cada cosa tiene su tiempo. Y el actual de nuestros tres "churumbeles" es apasionante. Samuel y Pablo están actualmente colaborando en asuntos relacionados con computación cuántica e inteligencia artificial, justo en el "ojo del huracán" de estos tiempos "locos" que vivimos. Ver su complementariedad y cómo se apoyan y ayudan, nos llena de orgullo. Y Eva empieza a volar ya en la Universidad, habiendo superado las pruebas más difíciles en estos dos años.

Grey85 en Pixabay
Eso en el ámbito académico y profesional. Y por mucho que nos alegren sus respectivos logros en él, ese ámbito no es, ni de lejos, el más importante. Lo más importante es observar cómo estos tres seres, que quizás un día decidieron venir a esta familia para que les acompañásemos por el camino de la vida, han empezado a desplegar con fuerza sus alas y sus respectivos dones y talentos, que es a lo que quizás vinieron. Han entendido con apenas 20 años de qué va la vida y este mundo, cosa que, quizás nosotros no entendimos hasta los 40. Y están trabajándose interiormente para lidiar con lo que probablemente vendrá, que no será "moco de pavo". Atrás quedaron las pugnas y alejamientos de los padres para reafirmar su personalidad, habituales en la adolescencia. Ahora viven el regreso a la familia, el regreso a los principios y valores que nos unen, y el disfrute pleno del tiempo que compartimos (ya contaremos detalles de la magia vivida este verano).

No es el único regreso. Con mucha pena, falleció en Francia la bisabuela de la familia a los 102 años. Y en lo cotidiano, estamos ya en septiembre. La operación regreso de vacaciones ya finalizó. El regreso a las aulas y a las oficinas es inminente o ya se ha producido. Y hay muchos indicios que indican también el regreso a la manipulación informativa y a la paranoia de mascarillas, confinamientos e inoculaciones, lo que pondrá a prueba nuestro dominio del miedo y si hemos aprendido algo de todo lo sucedido en los tres últimos años.

Es tiempo de regresos. Pero quizás el mayor regreso al que estamos llamados es el regreso a nuestra esencia como seres humanos. El regreso a los principios inmutables y universales que nos conectan con todo lo divino que nos rodea. El regreso a ejercer de verdad nuestro libre albedrío y nuestra esencia como seres libres, sin chantajes ni miedos interesados desde los medios de comunicación, las redes sociales, las corporaciones o las instituciones públicas. El regreso a nuestra mente abstracta, que nos conecta con el "yo imperecedero". El regreso a lo que somos, y no al "rebaño" o al infra-humano en que parecen querer convertirnos. ¿Regresamos a ello?


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sábado, 13 de mayo de 2023

No encajo


Miro a mi alrededor y nadie se extraña.

Nadie se inmuta ante lo que yo observo.

Siento con fuerza que nada cuadra.

Quizás sea yo el que ya no quepo.


No discernir parece la norma.

No distinguir verdadero y falso.

Todo es la "agenda", que ya ni es oculta.

De nuevo fines justificando medios.


La verdad y los humanos son ya prescindibles.

La justicia, arrestada, con excusas baratas.

Libertad poca existe, y si existe es bien falsa.

Titulares, panfletos, estadísticas vanas.


Reparten pastillas para no ir al origen.

Nos asustan con guerras, inflación y pandemias.

Nos hablan de malos, de que viene el lobo.

Tras mi voto y bolsillo, se inventan tragedias.


La verdad se esconde detrás de algún velo,

y a quienes la dicen les zurran sin piedad.

No hay ningún sitio para ser sinceros.

No hay escapatoria en la falsedad.


Sé que me rodea postverdad y apariencia.

Sé que estoy en medio de ruido y bullicio.

Aunque mi voz débil no llegue muy lejos,

que no cuenten conmigo para este artificio.


Ya no me vale lo que dice la "tele".

Rechazo de plano las modas de opinión.

Investigo, cuestiono, analizo, pienso.

Y construyo por mí mi propia convicción.


Me siento a años-luz de quienes me rodean,

cargados de etiquetas y de ideologías.

No veo ningún sentido a las líneas trazadas,

por quienes amenazan todas mis alegrías.


La mente abierta, mi mejor arma.

El pensar libre, mi gran verdad.

Nunca detrás de la masa informe.

Nunca venderme en mi identidad.


Este es el mundo que exalta al ego,

de la falsa estampa, de la vanalidad.

Campo de batalla de enemigos fieles.

¿Hablamos del presente y de la realidad?


No encajo bien cuando me imponen.

De lejos detecto la manipulación.

Quiero ser libre en mis decisiones.

Prefiero ser "yo" a una imitación.


Ganaron la batalla de ser mayoría,

confundiendo "frecuente" con "lo normal".

Me tachan de loco, de "perroflauta".

Pero ser yo mismo para mí es vital.


Visto lo visto, y ante tal locura,

no encajar aquí me hace estar cuerdo.

Que se pare el mundo, que no continúe.

Que se bajen otros. Yo sigo mi rumbo.


Si  tampoco TÚ sientes que encajas,

mas vale solo que mal acompañado.

Pero hay más de uno. Quizás millones.

Gente que no encaja en un mundo acomplejado.


Ya no hay gurús. Ya no hay líderes.

Nadie a quien seguir con una fe ciega.

Mi despertar sólo de mi depende.

No encajar o estar solo es lo que me espera.


Cuando de nuevo vengan a por nosotros,

los que NO encajan, los que NO tragan,

estarán a la altura de sus convicciones,

sabrán quiénes son, no temerán a nada.


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sábado, 15 de abril de 2023

El talismán

Creen que les traemos suerte. Dicen que desde que nos hicimos amigos, hace algo más de un año, les va mejor, y que las cosas les empiezan a fluir. Nos ven como una especie de talismán. Y nosotros reímos por dentro.

Benjamin Nelan - Pixabay
Y reímos, por un lado, porque es verdad que las cosas les van mejor a esta queridísima pareja de amigos. Y siempre agrada ver mejor a quien quieres. Pero también reímos porque normalmente casi todos somos ajenos al enorme poder que existe dentro de nosotros. Y cuando accedemos mínimamente a esa enorme y divina fuente de energía que todos atesoramos, por supuesto que las cosas cambian. Especialmente cuando dejamos de buscar fuera lo que siempre tuvimos dentro. Y cuando dejamos a un lado ese dichoso miedo que nos lastra. Si una amistad, unas conversaciones, o una "loca" forma de ver la vida ayudan a alguien a mirarse por dentro, y de eso florece vida e ilusión, no hay amuleto por ningún lado. Sólo está uno mismo sacando de sí mismo lo que siempre tuvo, pero quizás tenía algo olvidado o no se atrevía a sacar.

Dicen que son tiempos de cambios. De muchos cambios. ¿Y cuándo no fue así, acaso? La vida es puro cambio. Pura evolución. No se detiene. Y a veces va a un ritmo frenético. Fito lo dice claro: "La vida se nos va tan rápido, no hay tiempo de sentir el vértigo". Cambios y más cambios se amontonan en los telediarios. Y sin embargo, nos desesperamos esperando que cambien nuestras circunstancias, el gobierno, nuestro jefe, o aquel vecino insufrible...Todo parece cambiar ahí fuera, y sin embargo aquí dentro a veces nuestra vida parece detenida, a la espera de algo o de alguien. Quizás a la espera de un nuevo partido, de una nueva ideología o de una nueva creencia; anhelando una nueva técnica de mindfulness; aguardando un nuevo gurú o un nuevo gran líder carismático... Puede que quizás a la espera de una nueva pareja, de un nuevo libro o de un nuevo lugar que nos inspire más. Deseando que nos digan qué debemos hacer. Qué camino hemos de elegir. Que nos traigan la felicidad de una vez por todas. Que llegue el cambio, pero sin que yo tenga que moverme mucho, vamos. Quizás simplemente a la espera de ese talismán que nos saque de ésta, en definitiva.

Ewa kunicka Zumimak - Pixabay
En Peponi, nos pasamos horas contemplando las ovejas que pastan justo delante de casa. Cómo se arremolinan en un mismo palmo de terreno alrededor de una misma brizna de hierba; cómo se apelotonan unas con otras para ir y venir juntas a todos lados; cómo esperan a que nuestro vecino les eche las ramas cargadas de tiernas hojas. Es una vida aparentemente plácida, pero siempre esperando a lo que hagan los demás. Una vida con un destino cierto, y quizás trágico, también marcado por otros, como les ha pasado recientemente a los dos últimos corderillos que nacieron hace unas semanas y que reposan ya en la nevera del vecino. Por eso siempre nos hemos identificado más con el lobo que con la oveja. Pero no por la imagen depredadora o agresiva que se le atribuye al lobo, sino por su capacidad de buscarse la vida y el sustento. Y si se queda esperando a que le caiga del cielo, pues no le queda otra que aguantarse con las consecuencias. Por eso, en caso de elegir, lo tenemos claro: siempre optaremos por lo que nos permita trazar nuestro propio destino, más que esperar a que nos lo tracen otros.

A muchos también les puede suceder que se hayan cansado de esperar a que llegue ese cambio. Que estén hartos de delegar en otros ese giro del timón de sus vidas. Y puede que se hayan enrolado en la enésima revolución para cambiar el mundo, esperando a que sea la definitiva. Sin darse cuenta, quizás, de que se acaban enganchando a otra forma de talismán, y sin que el mundo cambie, como podemos observar tras todos estos siglos de Historia. Quizás porque, como dice Emilio Carrillo, el mundo es holográfico, y las revoluciones, hasta ahora, se mueven en lo exterior. Por eso el mundo no puede cambiarse desde fuera, debe cambiarse desde dentro, desde cada uno de nosotros, y no obsesionándonos ni en combatir el mundo antiguo ni en alcanzar un resultado u otro. 

Hace unos años, cuando publicamos un libro con nuestras vivencias familiares, nos invitaron a Mey y a mi a un gran número de actos y presentaciones en asociaciones y centros educativos y culturales. Durante semanas estuvimos compartiendo experiencias con un montón de gente "bonita". Pero llegó un momento en que nos empezaron a saltar las alarmas. Por un lado, empezamos a notar que esas presentaciones cada vez nos dejaban menos tiempo para nosotros, y nos pareció incoherente que el compartir vivencias acabase impidiendo que siguiéramos teniendo esas vivencias. Pero aún nos removió más el observar cómo muchas personas acudían a las charlas buscando su talismán en forma de una receta, una solución o un experto que les solucionase su problema existencial, ya fuera en la educación de los hijos, en la conciliación familiar o en las relaciones de pareja. Y ahí decidimos dejarlo. Nuestro objetivo no era vender esos libros solidarios, ni convertirnos en "influencers" ni referentes de nada. Sólo era compartir. Y sin embargo eran muchas las personas que buscaban su talismán, más que indagar y replantearse desde dentro cuestiones importantes para su vida.

Es una evidencia que tendemos a buscar remedios rápidos que nos solucionen la "papeleta", sin profundizar en las causas de lo que nos pasa. Esa "pastillita" que nos quite el dolor de cabeza, en vez de preguntarnos por qué nos duele la cabeza. La propia pandemia y sus vacunas "milagrosas" lo han evidenciado. Pero esa tendencia al remedio milagroso se impone incluso en el marketing, donde ya se anuncian "a bombo y platillo" vacunas contra la soledad. Sí, como lo oyes. 

Ri Butov - Pixabay
El oráculo de Delfos, situado en un gran recinto sagrado consagrado al dios Apolo, fue uno de los principales oráculos de la Antigua Grecia. A él acudía gente de todos los rincones, ansiosa por encontrar respuestas, por conocer su futuro. Y se llevaban un "chasco". Porque en la entrada del Templo de Apolo en el Monte Parnaso, les recibía la inscripción "Nosce te ipsum" que rezaba así:

“Te advierto, quien quiera que fueres. Oh, tú que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el tesoro de los tesoros. ¡Conócete a ti mismo y conocerás al universo y a los dioses!”. Parece que el "Nosce te ipsum" se nos ha olvidado un poco. Porque aquí seguimos "dale que te pego", preguntando al oráculo de turno o buscando fuera de nosotros ese talismán que nos dé suerte, que nos evite el sufrimiento, que aleje el "mal fario"... 

¿Es malo tener un talismán o un amuleto? No, en principio no. Salvo que suceda una de estas dos cosas. Que el apego a tu talismán haga que se aprovechen de ti, quienes "comercian" con amuletos y talismanes, tengan éstos la forma de gurús, experiencias religiosas, libros, redes sociales, productos de todo tipo, recetas milagrosas, vacunas, remedios de todo pelaje, o incluso amigos o parejas. O que te enganches tanto a tu amuleto, que pierdas tu autonomía, tu libertad o tu capacidad para conectar con la esencia que hay dentro de ti y con las respuestas para tu vida. Entonces el talismán, mejor tirarlo a la basura. Pero por desgracia, hay millones de talismanes "pululando" por nuestra civilización. Y cada vez más. Indaguemos si nos hemos aferrado a alguno, por favor.

Decía G.Bernard Shaw que la vida no va de encontrarse a uno mismo, sino de crearse a uno mismo. A fin de cuentas, nuestra vida no es más que una escuela donde aprendemos a recordar lo que nuestra alma ya sabe. Por eso, habrá que hacerle caso a Marcel Proust, que decía que "el verdadero viaje de descubrimiento consiste no en ver nuevos paisajes sino en tener nuevos ojos". Pues con ellos, "conócete a ti mismo"


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viernes, 10 de marzo de 2023

Entrenar la mirada

¿Qué buscamos cuando miramos al cielo? El pasado lunes 27 de febrero, el piloto de Easy Jet del vuelo EZY1806 entre Reykjavik y Manchester inesperadamente dio un giro de 360 grados para deleite de sus pasajeros. El motivo era exactamente el mismo que hizo que, ese mismo día, Mey y yo, junto a decenas de universitarios, estuviéramos pasando frío a 10 grados bajo cero en un bosque de las afueras de Estocolmo, en plena oscuridad, a las 12 de la noche, junto a un lago completamente helado. Una locura, sin duda...o quizás no tanto.

Tor_Ivar Naeess
El piloto se topó con el inesperado regalo de una aurora boreal en pleno vuelo, y quiso compartirlo con los pasajeros y la tripulación. Y a nosotros ese mismo fenómeno nos pilló de escapada "de novios" en Estocolmo, donde las auroras boreales no suelen prodigarse. Y quisimos acudir a la cita, animados por las probabilidades de visualización que se anunciaban para ese día. Nuestra vista no captó el espectáculo con tanta intensidad como nuestros móviles, saturando la luz, o como los viajeros de ese vuelo. Pero era lo de menos. Mientras esperábamos mirando al cielo, no podía evitar pensar en esa fascinación que nos provoca el espectáculo del firmamento. En el caso de las auroras, va mucho más allá del fenómeno físico que hay detrás, cuando partículas solares cargadas chocan con la magnetósfera de la Tierra. ¿Por qué nos emociona tanto? ¿Por qué el mundo parece detenerse? ¿Por qué los amigos alucinan al contárselo? ¿Es simplemente por un afán de coleccionar rarezas, experiencias o fotos bellas? ¿O hay algo más?
Esa misma sensación de deleite y gozo colectivo siempre nos ha sorprendido en los mágicos atardeceres de bellos lugares. Da igual que sea en las playas de Tarifa o en el cabo de Finisterre, tras finalizar el Camino de Santiago. Decenas o centenares de personas se congregan en un mismo lugar, a la misma hora. Y en los momentos finales en que el sol está a punto de desaparecer, se hace el silencio, las parejas se abrazan, aquello que siempre nos separa de los demás de repente desaparece, hasta que la atención se concentra sólo y exclusivamente ahí, en el cielo. Y finalmente una fuerte ovación de "todos a una" culmina ese instante mágico. Como si de repente, todas las disputas, las prisas, y las paranoias de nuestra Humanidad se detuvieran en seco, para poner toda la atención en un mismo propósito. Igual que ante una enorme luna llena apareciendo gigante en el horizonte o ante un gran eclipse solar. Decenas de veces hemos visto a gente pararse en la carretera sólo para contemplar esos instantes. Quizás sea que cuando algo no es tan frecuente, le prestamos atención y casi veneración, como veíamos hace unos días a la gente en Estocolmo poniéndose al sol en mangas cortas, en cuanto salía un pequeño rayo, estando bajo cero, como si fueran caracoles. ¿Pero por qué? ¿Qué hace que Netflix, Instagram o Facebook resulten tan secundarios frente a la inmensa belleza y hechizo que ofrece la bóveda celeste en esos momentos? ¿Es quizás la veneración a la magia que le atribuían nuestros antepasados a esos fenómenos? ¿Es quizás la toma de conciencia de que pocos instantes como ese se repetirán en nuestras vidas? ¿O es que logran sacarnos, a base de luz, color y belleza de una vida quizás demasiado repetitiva?
Vuelo EZY1806 Reykjavik-Manchester

No es que el sol, la luna, las nubes o el cielo en general se merezcan ese asombro y las demás cosas no. Quizás debamos preguntarnos por qué no nos sorprendemos tanto contemplando el resto de cosas. Por qué nuestra vida no es puro asombro. Qué hemos hecho con nuestro don para maravillarnos de las pequeñas cosas. ¿Qué pasaría si tuviéramos la capacidad o la costumbre de observar la vida como observamos el cielo en esas ocasiones? Yo, a veces, me quedo largos ratos extasiado contemplando desde la distancia cómo Mey acaricia sus plantas en el campo, cómo les habla, como las anima a recuperarse y coger fuerza. Me parece un milagro ver su capacidad de hacerse "UNO" con lo que le rodea, de intercambiar energía con su entorno, y de desparramar gratitud por poder disfrutar de cada instante. Y muchas veces, cuando salgo del ensimismamiento de mirarla, me doy cuenta de que esa misma gratitud está brotando también dentro de mí al observarla, sintiendo la suerte de tenerla a mi lado, y de poder disfrutar con ella de tantos pequeños placeres de la vida.
Estocolmo, 27-2-23

Sería maravilloso cultivar esa capacidad de admiración en lo que hacemos y vivimos cada día. Nos llevaría a apreciar lo bello que hay en todo. A valorar lo efímero de nuestra existencia. Y probablemente, sería una hermosa excusa para centrarnos en el aquí y ahora, sin hacer nada. Sin mirar al reloj. Sin tratar de llegar a un resultado. Simplemente siendo agradecidos. Porque en el fondo: ¿cuándo fue la última vez que sentimos la fuerza de la gratitud ante el milagro de poder tener un techo, una cama, un bocado que echarnos a la boca o quizás el abrazo de quienes nos quieren o nos cuidan? ¿Acaso eso no debería sorprendernos mucho más que las auroras boreales, las estrellas fugaces o los eclipses lunares? ¿No es un auténtico milagro que forma parte de nuestro "día a día" y que sin embargo, parecemos obviar?
Quizás la gratitud esté mucho más cerca de la capacidad de asombro de lo que imaginamos. Y quizás sumando asombro y gratitud puede que nos encontremos a nosotros mismos, que de vez en cuando andamos algo perdidos por la vida. Por eso, a lo mejor no viene mal hacer el ejercicio de entrenar la mirada, y ver auroras boreales en todo lo que nos rodea. Porque como decía Alan Watts, "cuando miras al cielo, no buscas a Dios, te buscas a ti".

 

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