martes, 30 de abril de 2024

¿Luchar por la Paz?

Vivir ajenos a la prensa, la radio y la televisión tiene sus ventajas. Y cada vez somos más los que las disfrutamos, creando nuestra propia realidad, y no la que intentan imponernos a golpe de titular. Son tiempos de alejarse de las noticias para encontrar tu centro, tu equilibrio. Pero como a veces me hablan de lo que está pasando y me suena a ciencia ficción, dedico unos minutos a leer las portadas. Y hace unas semanas me topé con una enorme de El País que decía: "Europa se prepara ya para un escenario de guerra". Me pareció tan apocalíptico, que pensé que sería una broma de mal gusto, e indagué más. Pero lo que me encontré fue yendo de mal en peor. Que si Charles Michel, Presidente del Consejo Europeo, diciendo que "si queremos la paz, debemos prepararnos para la guerra". Que si la Presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von del Layen diciendo que "la amenaza de guerra puede no ser inminente, pero no es imposible", y que hay que prepararse ya. Que si Josep Borrell, Alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad diciendo que no apoya a Ucrania por "amor al pueblo", sino por "interés propio". Que si el Presidente francés Emmanuel Macron diciendo que "no descarta el envío de soldados a Ucrania". Que si Donald Tusk, Primer Ministro de Polonia, afirmando que "estamos en una época de preguerra, y Europa debe prepararse". Que si Kaja Kallas, primera ministra de Estonia, diciendo que “para evitar la tercera guerra mundial, Rusia debe perder”. Que si incluso se ha abierto ya el debate sobre el intocable asunto de los "bonos de guerra" en la UE. Que si hay "expertos" que cifran ya en 300.000 los soldados europeos necesarios para proteger el flanco oriental del continente. Que si, por supuesto, la propia Ucrania amenaza con multas a aquellos jóvenes que no estén dispuestos a ir al frente. Y de colofón, para subir el nivel, que si nuestra Ministra de Defensa, Margarita Robles, diciendo que "la amenaza es total y absoluta", tras repetir innumerables veces la palabra "Putin" y "amenaza nuclear" en su entrevista. Y si repasas los titulares en relación al conflicto palentino-israelí algo parecido, si no peor. Como si hubieran pasado siglos desde que hace nada, conmemorando los 70 años del fin de la II Guerra Mundial, todos esos mismos líderes se comprometieran con la paz, dándose golpes en el pecho.

Foto de Emilio Morenatti
Puedes acabar pensando que el mundo es un auténtico desastre si permanentemente estás recibiendo información de este tipo, y te recreas en ese parloteo mental. Lo acabo de experimentar con fuerza recabando simplemente esos titulares. ¿Qué alimento metemos en la mente?  Y eso sin entrar ni siquiera a profundizar en lo interesado del mensaje que recibimos: lo de las "armas de destrucción masiva" para conseguir el apoyo a la invasión de Irak hace unos años; lo del concepto de "One Health" para convencernos de aceptar el Tratado Global sobre Pandemias y el fortalecimiento del Reglamento Sanitario Internacional que ya tenemos en puertas; o este concepto de "si quieres la paz, tienes que batallar" de todos estos titulares, que buscan sólo incrementar el gasto en Defensa y apoyar intereses geopolíticos difíciles de confesar abiertamente. Siempre que se quiere manipular a la población se apelará a grandes principios que no dejan de ser un anzuelo. Pero cuidado con lo que vemos, lo que oímos, con quién y de qué hablamos. Porque si no cuidamos ese alimento que nutre nuestra mente, la mente se oscurece. Y debemos dar la voz de alarma sobre a cuánta gente cercana observamos que se le está oscureciendo la mente, gente queridísima que no encuentra un sentido a la vida con tanta amenaza y tanta presión.
Si no fuera porque hay centenares de miles de personas muriendo en esos conflictos, con nombres, apellidos y familias que los aman, bien parecería que todos estos líderes están en un patio de colegio, jugando con nuestras vidas. Les da igual que sea en Ucrania, en Gaza, o en la infinidad de escenarios bélicos que hace poco recordaba el propio Papa Francisco. Ellos azuzan con coordinación y precisión calculada el miedo, la inseguridad y la incertidumbre necesarias para implantar quizás de aquí a pocos años (¿2030?) un nuevo orden mundial que pueda ser mayoritariamente aceptado como teórica solución a tanta distopía. Apretar, apretar y apretar para luego ofrecer la solución "mágica" y que, ya exhaustos, simplemente nos preguntemos: ¿dónde hay que firmar? Para ello, nada mejor que este "martilleo" en el inconsciente colectivo que tan buenos resultados les está dando en los últimos años. Hace poco leía en alguno de mis grupos whatsapp a viejos amigos diciendo barbaridades contra palestinos, israelíes o rusos, por las atrocidades que dicen que hicieron en el pasado, y justificando por ello el "ojo por ojo" del bando contrario en el presente. Mientras otros, amigos y familiares cercanos también, están sufriendo de problemas mentales y de ansiedad en estos contextos tan premeditados de presión asfixiante. 
Mirémosnos. Paremos un momento. Dejemos de señalar siempre a los que mandan, como si nuestras vidas realmente les pertenecieran. Si de verdad nos preocupa todo esto, ¿qué es lo que nos conmueve y remueve ante hechos tan desoladores y que causan tanto dolor a tanta gente, sea en Ucrania y su posible expansión a Europa, sea en Gaza o en Israel? Si de verdad nos miramos por dentro, lo que nos conmueve y remueve no puede ser otra cosa que el sufrimiento del prójimo. No cualquier inclinación emocional o mental (favorable o contraria, de simpatía o de animadversión) hacia alguno de los teóricos “bandos” en conflicto, sea Israel o Palestina, Ucrania o Rusia. Por eso, la teoría de los bandos es consecuencia de la inconsciencia, que rompe a la humanidad en banderas y fronteras, en creencias e ideologías fanatizadas, en juicios y ficciones mentales impregnados de egoísmo y ciegos hacia el otro y lo otro. Por el contrario, para la consciencia, lo único que existe es la compasión y la consiguiente movilización ante los que sufren, dando además igual su nacionalidad, su religión, su color, su cultura, su lengua, sus costumbres.

Como recalca Emilio Carrillo, es muy fina, aunque categórica, la línea que separa lo que es compasión de lo que no. No es compasión la que, casi sin darnos cuenta, derrapa hacia el enfrentamiento, al nivel que sea, contra el que causa el daño, convirtiéndolo así en el protagonista de esa falsa compasión, mientras el dañado queda relegado a un papel secundario, a una mera excusa para justificar nuestra baja vibración contra el causante del dolor. Sin embargo, sí es compasión la que se centra por completo en el que sufre, llenándonos de ternura y empatía, para, si es posible, procurar paliar su dolor y practicar el apoyo, el acompañamiento o la escucha.

No podemos permitirnos que otros decidan por nosotros. El mundo sólo cambia si cambias tú. No podemos estar siempre esperando que suceda algo para movernos de donde estamos. Porque los conflictos que subyacen en esas guerras son exactamente los mismos que subyacen dentro de ti y de mi. Por eso es tan absurdo dedicar horas y horas a ver las noticias, y no dedicar ni cinco minutos a conectar con nuestro Yo más profundo, con nuestro Propósito de Vida. Tenemos problemas con el mal que azuza las guerras porque pensamos que ese mal no tiene nada que ver con nosotros. Pero sí. Lo siento. Dentro de nosotros hay fuerzas que nos construyen o nos destruyen. Esa sombra que alienta esas guerras también está dentro  de nosotros. Y quizás, en lugar de mirar tanto hacia afuera, toda esta locura debería provocar en nosotros esta pregunta interior: ¿Qué hay de mí en todo esto? Si no dedicamos energías y esfuerzo a la enorme tarea de superar esos conflictos internos nuestros, ¿cómo pretendemos que se superen los conflictos externos de esas guerras? Como dice Pablo D´Ors, quizás no quede otra alternativa que descubrir en nuestra propia herida la herida del mundo. No se trata de mirar para otro lado. No se trata de no pensar o de no cuestionarse las cosas. Se trata de darnos cuenta, quizás, de que vivimos en guerra con nosotros mismos. Que todos tenemos dentro demonios que van minando nuestra confianza en la vida y ensombreciendo nuestro rostro. Y que el reto es recuperar el sentido común y la victoria de la armonía.

Por ello, seamos conscientes de nuestras emociones, pensamientos y actos. Y a la vista de lo que nos conmueve y remueve ante estos tambores de guerra y esas amenazas que suenan por doquier, la pregunta sería: ¿nuestra actitud o inclinación interior tiene que ver con esta compasión de verdad o con su falseamiento? Puede ser que en un momento dado, te toque parar con tu mano el brazo del que golpea al vulnerable o al excluido. De acuerdo. Pero que, como base de ello, nunca deje de estar la compasión, ese deseo de paliar el dolor del que sufre. Y que, por favor, jamás sea adulterada y sustituida por el enfrentamiento, la lucha o la confrontación contra el perpetrador del daño. Eso que llaman: "Luchar por la Paz", y que justifica desde el sofá la entrega de ingentes cantidades de armamento para machacar al contrario. Huye de esos alineamientos que pretenden dividirnos, y de ese "yo con...", acompañado de la banderita o de la foto de tu bando. Solo así mantendremos la alta frecuencia vibracional propia de nuestro Ser y evitaremos contaminarnos de la baja vibración del agresor, y de este coro de "líderes" y medios de comunicación, que tratan de impulsar ciertas agendas belicistas.

Foto de Emilio Morenatti

Como decía, Jiddu Krishnamurti en "La Libertad Primera y Última": "Discutiremos sobre la paz, proyectaremos leyes, crearemos nuevas ligas, las Naciones Unidas, y lo demás. Pero no lograremos la paz porque no queremos renunciar a nuestra posición, a nuestra autoridad, a nuestros dineros, a nuestras propiedades, a nuestra estúpida vida. Confiar en los demás es absolutamente vano; los demás no nos traerán la paz. Ningún dirigente, ni gobierno, ni ejército, ni patria, va a darnos la paz. Lo que traerá la paz es la transformación interna que conduzca a la acción externa. La transformación interna no es aislamiento; no consiste en retirarse de la acción externa. Por el contrario, sólo puede haber acción verdadera cuando hay verdadero pensar; y no hay pensar verdadero cuando no hay el conocimiento propio. Si no os conocéis a vosotros mismos, no hay paz".  Más claro es difícil decirlo. Todo lo demás es "manosear" la palabra Paz, dándole la vuelta a su sentido profundo, como quien le da la vuelta al calcetín para conseguir algo de nosotros: sea un voto, un silencio, un puñado de euros, o un soldado...Lo que en cada momento interese.

Ese tipo de "pacifismo de solapa"  o de lo políticamente correcto debe ser superado. Si los líderes, los poderes fácticos o los gobiernos quieren jugar a ese pacifismo de "darle la vuelta al calcetín", ¡allá ellos! Nosotros, como mayoría que puebla este planeta, apostemos por esa "Reverencia por la Vida", que tan bien describía Albert Schweitzer, Premio Nobel de la Paz en 1952: “

Foto de Evgeniy-Maloletka
Respetar la inmensidad sin fin de la Vida (…) Respetar todo lo que vive (…) Sentir compasión hacia todo lo que vive: he aquí donde radica el principio y fundamento de toda ética. Quien un día haya realizado esta experiencia, no dejará de repetirla, quien haya tenido esa toma de consciencia una vez, ya no podrá ignorarla jamás. Este es un ser moral que lleva en su interior el fundamento de su ética, porque la ha adquirido por propio convencimiento, porque la siente y no la puede perder. Pero aquellos que no han adquirido esta convicción, no tienen más que una ética añadida, aprendida, sin fundamento interior, que no les pertenece y de la que fácilmente, según las conveniencias del momento, pueden prescindir. Lo trágico es que, durante siglos, la humanidad sólo ha aprendido éticas de conveniencia, que cuando hay que ponerlas a prueba no resisten: son éticas no sentidas. El resultado es la grosería, la ignorancia, la falta de corazón… Y, no lo dudemos, esto es así porque todavía no es general la posesión de la base de toda ética: el sentimiento solidario hacia toda vida, el respeto total a la vida”. 

Si ese concepto de PAZ, con verdaderas mayúsculas, no ha calado en los habitantes de este planeta, no habrá otro remedio que apostar por lo que decía María Montessori en "Educación y Paz": “Todo el mundo habla de paz, pero nadie educa para la paz. La gente educa para competir y este es el principio de cualquier guerra. Cuando eduquemos para cooperar y ser solidarios unos con otros, ese día estaremos educando para la paz”. Es lo que insistía Schweitzer, “mientras el círculo de la compasión no abarque a todos los seres vivos, el hombre no hallará la paz por sí mismo”. Esto también lo recogen de otro modo los Evangelios: "Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeñuelo de mis hermanos, lo hicieron conmigo" (Mateo, 25:40). 

Foto de Yuri Dyachyshyn
Ojalá que, tras todo este proceso interior, nuestra vibración sea alta, y no nos dejemos arrastrar por este frenesí belicista. Pero no seamos inocentes: aunque hagamos ese trabajo interior fundamental, salvo que seamos mayoría, desde fuera van a intentar forzarnos a participar de ese "luchar por la paz", de ese "prepararnos para la guerra, si queremos la paz", de ese concienciarnos de la "amenaza total y absoluta" que se cierne sobre nosotros. Y será entonces cuando debamos ser conscientes de que nos ha tocado vivir en este mundo y en este momento, y de que no tenemos más remedio que asumir la convivencia con toda esta locura. Pero que no nos pidan ir más allá. Convivencia con toda esta locura sí, no queda otra. Connivencia no. Que no nos pidan ser cómplices de esta barbaridad o indiferentes a ella. No seamos tan estúpidamente correctos como para tolerar un mal así. Y aunque nunca nos hubiéramos imaginado plantearnos esto, quizás no quede otra que hacer como padres, lo que ya hemos acordado con nuestros hijos. Lo recoge muy bien una estrofa de esta bella canción en alemán (ver con subtítulos en español), para evitar lo que tantas familias ucranianas, rusas, palestinas o israelíes ya están sufriendo:

"Prefiero irme a un lugar desconocido, siendo pobre o ladrón de la noche.

Prefiero huir con ellos yo mismo a que ustedes les hagan sus siervos.

Prefiero que nos vayamos lejos, y vivir pobres o como ladrones de la noche.

Sólo tenemos esta corta vida.

Lo juro, y se lo digo directamente a la cara:

NO darán su vida por su locura.

NO. No daré a mis hijos".


Ojalá que, junto a nuestros hijos y nietos, seamos mayoría, y nadie pueda imponernos la locura de la división y de la lucha.

Ojalá que cada vez seamos más quienes tengamos interiorizada esa PAZ con mayúsculas que tanto y tantos anhelamos. 


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sábado, 20 de abril de 2024

¿Tiempos de preocupación?

Nos quedamos totalmente aislados. La tormenta no amainaba. El viento rugía sin cesar, y la lluvia acabó provocando lo que presagiábamos: el desmoronamiento de una colina cercana a la cantera, y el consiguiente bloqueo de la carretera que nos unía a la civilización. Los vecinos, con sus "todoterrenos", tuvieron que desistir de subir y nos avisaron por whatsapp de que no nos moviéramos de casa. Nada más lejos de nuestra intención. Nuestro pequeño C3 poco podía hacer frente a aquel derrumbe y a aquella inmensa crecida del río. Mey y yo nos pertrechamos junto a la chimenea, revisamos que teníamos leña y víveres para aguantar el tiempo que hiciera falta, y contemplamos sobrecogidos el diluvio y el poder de la Naturaleza a través de la ventana. Nos sentimos pequeños, muy pequeños, ante aquel espectáculo. Pero sin embargo no había preocupación.

Peponi, marzo 2024

Antes de lo que esperábamos, las máquinas desbloquearon las toneladas de tierra y barro acumuladas en la carretera, y pudimos regresar a casa. Y entonces volví a reparar en aquella ausencia de preocupación al saber que estábamos atrapados allí arriba, solos en Peponi. Años atrás, cuando mi mente no paraba de martillearme con el eterno mantra de "estoy preocupado", esa situación habría supuesto quizás la gota que hubiera colmado el vaso. ¿Qué pasaría con la vuelta al trabajo? ¿Y los niños? ¿Tendríamos comida suficiente? ¿Iría la cosa a peor? Eran tiempos entonces en que creía que debía resolver cada obstáculo o injusticia que se cruzase en mi camino. Y lo debía hacer con voluntad de hierro y nervios de acero. Para ello, mi mente siempre debía estar alerta repitiendo una y otra vez: "estoy preocupado....estoy preocupado". Sin embargo ahora, quienes me conocieron hace años, me ven distinto. Quizás aceptando mucho mejor nuestra fugacidad, nuestra fragilidad, nuestros límites, nuestras imperfecciones, nuestra vulnerabilidad... Dándome cuenta que a las contrariedades que ya de por sí nos trae la vida, le solemos añadir innecesariamente la carga del sufrimiento y la preocupación, que es sólo y exclusivamente responsabilidad nuestra. Y todo por no saber aceptar lo que la vida depara, y por no saber respetar los tiempos y el grado de evolución de cada situación, de cada persona.

De un tiempo a esta parte, he tomado medidas. He decidido no andar tan preocupado por dentro, y contemplar más y mejor lo de fuera. Me he dado cuenta que es imposible aspirar a un mundo diferente para vivir y estar al mismo tiempo permanentemente preocupado por lo mundano.

Peponi, marzo 2024
He decidido emocionarme hasta llorar contemplando el paso de las nubes, el olor del azahar de nuestros naranjos, la belleza de nuestros cerezos en flor, o el milagro de las habas regalándonos su alimento semana tras semana. Creo que maravillarse por los pequeños detalles de los cambios de estación o de los ritmos de la Naturaleza es lo que más y mejor sana la mente.

He descubierto que moriremos según hayamos vivido. Y que preocuparse tanto por lo material, e incluso por lo espiritual, no sirve de verdad a la hora de la verdad. Ya que tanta preocupación endurece el corazón como la borrachera o las adicciones. Tan sólo sirve el presente. Sólo el presente. Y para eso hay que conjugarlo mucho, practicarlo mucho.

Para mi sorpresa, en estos 3 ó 4 últimos años, he descubierto también que si ando siempre preocupado no tengo claridad mental suficiente ni la distancia emocional necesaria para analizar fríamente, todo lo que está pasando en el mundo. Y como quiero a toda costa evitar ser presa de la manipulación, viéndose tan "a las claras" que nos quieren preocupados y miedosos, me toca a mi cuidar ese equilibrio dentro de mi.

Peponi, marzo 2024
También he decidido relajarme con mis errores y con los de los demás. Mi inercia es la de tratar de ahorrar el tropiezo a mis hijos o la gente a la que quiero, en base a la experiencia de mis infinitas caídas. Ya he descubierto que la cosa no va así. Aunque aquí aún me queda mucho recorrido, la verdad. Reconozco que esto es de lo que más me cuesta, yo que he estado toda la vida de "resolvedor", siempre con una espada en la mano luchando frente a "marrones" y problemas. Pero ahora entiendo que debo intervenir menos, porque acabo entorpeciendo procesos y aprendizajes que deben producirse, y que yo mismo he experimentado tropezando. Más aún cuando hay fenómenos y circunstancias que se producen mucho más allá de mi comprensión y de mi capacidad de anticipación. Así que me esfuerzo por callar y por no hacer. Aunque cueste.

En definitiva: he decidido despertar por fin. No sé si a todo, pero prometo que a todo lo que puedo, y cada día observo que puedo más. ¿Que a qué estoy despertando? A lo único que realmente existe. A la nube, al árbol, a la tierra, a los lirios, a los pájaros, a quien está a mi lado...a lo que tengo justo delante y antes no veía.

Durante los días que estuvimos atrapados en las montañas hace dos semanas Mey y yo, mi mente no pronunció ni una sola vez lo de "estoy preocupado". Sin embargo no paró de dar gracias y de repetir lo de "¡Qué maravilla!". El aguacero y la ventisca se fueron. El aislamiento también. Los obstáculos del camino desaparecieron. Y volvió a salir el sol e incluso un maravilloso arco iris doble fue el impresionante colofón a toda aquella experiencia. Quizás como en la vida. Quién sabe si algo tuvo que ver la ausencia de preocupación.

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