martes, 20 de febrero de 2018

De puntillas

Ya han pasado seis meses. Y uno no acaba de acostumbrarse a la ausencia de un hijo. Por mucho entrenamiento que tuviéramos con el otro el pasado curso. Aún nos levantamos y lo primero que hacemos es mirar si hay un audio, una foto o un vídeo suyos en el whatsapp. Algo que nos conecte con él al otro lado del "charco".
Sorprende ver hasta qué punto los hijos crecen en la distancia. Cuando los ves a diario, los avances son difíciles de advertir en el "día a día". Pero en plena adolescencia y con tantos meses de por medio, los cambios son abismales. Y de repente te lo encuentras hecho casi un hombre a la vuelta de un skype. Casi de puntillas. Casi sin darte cuenta.
Francia, verano de 2006
En la mirada lejana, alucina comprobar hasta qué punto cada hijo es distinto. Por mucho que los hayas educado igual. Por mucho que se hayan ido con la misma edad, al mismo país, o bajo las mismas premisas. Siempre hay un hijo que prefiere pasar inadvertido. Como esos valiosos libros que, como diamantes, se ocultan en los rincones más recónditos de las grandes bibliotecas. El nuestro busca a conciencia el anonimato. Siempre lo ha hecho. Incluso cuando mentía a su profe de lengua sobre lo poco que leía, para no tener que hablar del "libraco" de mil quinientas páginas que le esperaba debajo de la almohada cada noche. Despliega todas sus artes para mimetizarse con el entorno. Y cede el protagonismo a otros. Quizás por timidez. Quizás por convicción. Quizás por guardar celosamente su intimidad.
Lo más difícil es cuando, como padres, tratamos de desentrañar cómo está por dentro a seis mil kilómetros de distancia. Qué siente. Qué anhela. Qué ansía. Y nos toca descifrar los mensajes en clave que nos llegan sueltos. Es cierto que la comunicación se llena de pequeñas anécdotas. Pero el corazón sigue ahí, escondidito. 
En ese proceso oculta sus dones y no acaba de descorchar el manjar de su alma. Por si acaso. Pero siempre, como padres, nos preocupa pensar hasta qué punto estará reservando parte de su tesoro. A lo mejor porque piense que con el talento es suficiente. Por ahorrarse esfuerzos baldíos. O quizás porque no le interesen los trenes que a veces pasan ante nosotros en la vida.
Sin duda pertenece a ese grupo de personas que, probablemente tienen más controlado su ego. A fin de cuentas no van vanagloriándose de sus logros. Aunque hayan sido escogidos entre todos los estudiantes de piano de Pensilvania para una masterclass. O aunque se estén desenvolviendo de maravilla en territorio forastero,con notas espectaculares, y con asignaturas en inglés. 
Nunca sabes, como padre, si deberías apretar un poco para que el trabajo haga el tándem perfecto con el talento. O si debes simplemente observar el devenir de los procesos personales de cada hijo. Aunque puedan pasar de largo maravillosas oportunidades ante ellos. Las oportunidades, en definitiva, pueden estar a tu lado o dentro de ti. Y a veces podemos obsesionarnos con grandes retos, grandes proyectos o lugares lejanos. A fin de cuentas sólo somos sus compañeros de viaje. Quizás unos compañeros algo pesados, eso sí. Pero simples compañeros de aventuras, a fin de cuentas.


NOTA: Este post se publica, como todo lo que escribimos, de forma gratuita y en abierto tanto en nuestro Blog como en nuestro Patreon. Pero si te gusta lo que escribimos, te ayuda, te sientes en gratitud, y quieres también impulsar un mundo diferente para vivir con nosotros, puedes colaborar en nuestros proyectos solidarios colaborando con una cantidad simbólica (desde 1€/mes) en nuestro Patreon Solidario. Actualmente estamos apoyando a los Ángeles Malagueños de la Noche, uno de los Comedores Sociales más importantes de España. 

miércoles, 14 de febrero de 2018

Es broma

No hay nada más fácil. En serio. No, en serio no. En risa. Repito: no hay nada más fácil. No cuesta dinero. No cuesta esfuerzo. Activa las endorfinas. Y nos coloca las gafas para ver la vida color de rosa. Reír, reír y reír. Es lo que hacen los niños sin parar. Porque la vida está para eso. Para reír sin parar. Sin embargo, nos empeñamos en hacer lo contrario. Nos tomamos la vida muy "a pecho". Sobre todo cuando nos hacemos adultos. Consigue un trabajo para toda la vida. Sé políticamente correcto. Cuidado con el "qué dirán". No toques esto. No digas lo otro. No hagas aquello. No te salgas del camino. Eso no es posible. Aquello no puede ser. Haz como el resto. Sé alguien de provecho...
Tres bromistas en la granja de la bisabuela. Francia, 2007.
Estamos hasta las narices de tanta seriedad. De tanta rigidez. De tanto encorsetamiento. Y nos encanta reír. Es algo que Mey practica con desenfreno. Y probablemente es el mejor regalo que podamos dar a los demás, incluso si no los conocemos.

Hace algo más de un mes, lo practicamos con auténtica desvergüenza. No recuerdo un almuerzo más divertido en mi vida. Y eso que era un almuerzo en plan "novios". Era 28 de diciembre, Día de los Inocentes. El día anterior habíamos compartido aventuras con Magdalena y David, no sólo sobre su éxito literario y poético, sino sus desventuras en el mundo del celuloide. Nos narraron cómo, para salvar su negocio de restauración familiar, se habían embarcado en una serie y en una película con actores de primera línea. La primera película de la historia en la que los actores principales eran todos de la misma familia. Un precioso proyecto de ilusión. Una pena que a veces las cosas se tuerzan y que la vida acabe gastando bromas pesadas. Es sorprendente la conexión que sentimos con esta pareja: familias de tres hijos, avidez por un mundo mejor, complicidades a través de la escritura...Impactados por su relato de cine, decidimos conjugar el verbo "bromear" en todas sus conjugaciones, y anunciamos "a bombo y platillo" la buena nueva: habíamos recibido una oferta para hacer una película con ellos. Las dos familias juntas. El cartel de la primera y el enlace a su serie nos lo dejó "a huevo". Y los primeros en caer fueron nuestros hijos. Ya se veían los pobres pisando las alfombras rojas de Hollywood, y firmando autógrafos. Pero lo cierto es que la práctica totalidad de las personas a las que les anunciamos la buena nueva se lo tragaron por completo. Y fueron un buen puñado. Ni se acordaron de que era el día que era. Ni titubearon. El "mosqueo" fue generalizado cuando les enviamos el borrador de cartel para la "peli", que no era otro que el monigote del día de los inocentes. Y aunque nos partíamos con esa inocencia colectiva, en la situación había mucho más que jarana o cachondeo por la gamberrada.
Había una confianza extrema en nuestras posibilidades. Quizás por sintonía, por cariño o por puro amor. Pero casi nadie titubeó ante la noticia y la dieron por buena. Probablemente ha pasado lo mismo en tantas y tantas de nuestras aventuras de los últimos años, que podrían parecer mentira y que se han hecho realidad: el libro, la televisión, pequeñas revoluciones solidarias, los logros de nuestros hijos... Y eso significa sobre todo una cosa: que cuando te rodea gente que cree en tus posibilidades, no tienes límites. ¿O acaso es que alguien piensa que lo que hemos conseguido, y que a tantos les parece mágico, es por mérito nuestro? Sentimos desilusionaros. No. El mérito es de tantísima gente que cree en nosotros. El mérito es de quienes visualizan que no hay obstáculos que nos paren. El mérito es de quienes te aúpan hasta los confines de las utopías y de los imposibles. Así que lo tenemos claro: rodéate de gente que te quiera tanto como para creer en ti hasta la locura. Y haz tú lo mismo con ellos. Rodéate de gente que no dude en encumbrarte hasta las cimas más altas. Y si aún no has tenido la enorme suerte de poder rodearte de gente así, haz oídos sordos. Que lo que piensen o digan los demás, no coarte tus posibilidades, porque éstas son infinitas. Será más difícil quizás. Pero también es factible hasta que puedas encontrar a gente así.

Lo decía Le Bouvier de Fontenelle: no te tomes la vida demasiado en serio; al final no saldremos vivos de ella. Habrá que tomarse en serio la broma. Habrá que reírse más de la vida. Y habrá que rodearse de gente cuya fe en nosotros nos mate de risa. ¿No os habíamos dicho nunca que creer es crear? Jajaja

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martes, 6 de febrero de 2018

El sueño de un hijo

Dos lagrimones cayeron por sus mejillas. Es difícil verla llorar, pero el momento lo merecía. Lágrimas de orgullo, de satisfacción y quién sabe si de sentir que estábamos cruzando una puerta sin retorno. Es algo a lo que te preparas desde que nacen, pero cuando llega un momento como el del sábado, te pilla desprevenido.
Este fin de semana nos fuimos de excursión a las nubes. Dicen que "de Madrid al cielo", y allí estuvimos. Sí, también en Madrid. Tuvimos nieve en la capital. Pero sobre todo tuvimos la carne de gallina casi todo el tiempo. Unos días que habíamos estado visualizando durante meses y que no defraudaron ni un ápice. Patricia y Alfonso nos mimaron de lo lindo en su hogar. Y la vida nos había regalado dos días antes una maravillosa sobrina, Julia. Todo parecía ir a favor de algo mágico.
Nos enteramos de esta historia hace poco más de un año. Nuestra amiga Ana Isabel nos contó que había una organización internacional cuya vocación era educar a jóvenes de 16 a 19 años en la cultura de la concordia, la paz, y el encuentro. Luego nos enteramos que Mandela presidió en su día esta locura, y que hay 159 países involucrados, con 17 colegio repartidos por todo el mundo, y con unas 90 nacionalidades conviviendo en cada colegio hasta un total de 8.000 jóvenes por año. Un sitio en el que compaginar el bachillerato internacional con el compromiso solidario y social. Un sitio en el que unirse a otros chavales utópicos, dispuestos a cambiar el mundo. Una cantera de soñadores por un mundo unido y mejor. Pero un sitio reservado para unos pocos. De hecho, cada año, desde España, sólo entre 10 y 20 jóvenes acceden al privilegio de esas becas, entre cientos o miles de solicitudes ¿Imposible? Sin duda: imposible. Por eso había que ponerse manos a la obra.
Pablo en Ordesa (agosto 2016)
Llamamos para informarnos y de entrada ya nos chocó que nos pasaran con la Directora General, y que durante casi media hora se preocupara por la hipotética posibilidad de que nuestro hijo Pablo, en aquel entonces en Estados Unidos, pudiera presentarse al proceso de selección y probar. No nos sentimos un número. Sentimos conexión con esa aspiración superior. Y ahí se inició algo. Hace unos meses, un simple anuncio de facebook reactivó el tema, y Pablo retomó ese imposible . Daba igual que ya estuviera en primero de bachillerato y que si esto salía, accediera a la universidad más tarde. No hay prisas ni hora de llegada para un cometido así.
Durante meses estuvo interiorizando, redactando y revisando hasta la última coma del formulario de solicitud, muy atípico porque no iba de méritos académicos, de sobresalientes, o de medallitas, sino de anhelos y de ansias por comerse el mundo. Y cuando pulsó el botón de "enviar", nos olvidamos de esta historia. Es lo bueno de no aferrarse a nada: no desperdicias energías en "pre-ocuparse", y las reservas para cuando toque "ocuparse". En diciembre llegó el primer "subidón": había superado todas las fases de evaluación y estaba en la gran final de los últimos 60 aspirantes, ya en Madrid. Pero desde navidad aún tocaba lo más difícil, el triple salto mortal: preparar un proyecto solidario para ser implementado en la realidad y exponerlo ante un tribunal. Todo ello junto a entrevistas, dinámicas de grupo, tests psicológicos y pruebas de conocimiento general y actualidad. Menudo reto a los 16 años. Evidentemente me diréis que soy poco objetivo. Así es. Es lo que tiene ser padre. Pablo desplegó todo su talento hasta límites que desconocía. ¿Hacer el resumen del proyecto en rima? ¿Darle nombre a cada objetivo con guiños a su aspiración por ese mundo mejor? ¿Unir su pasión por la música con los proyectos solidarios con los que trabajamos en casa? ¿Ponerse un apodo que conectara con su sinfonía favorita? Con un par. Pero el talento no es nada sin esfuerzo. Y ahí ha estado "currándoselo" día y noche durante semanas hasta asentar argumentos, tiempos y expresiones. Evidentemente hemos compartido su ilusión y también nos ha tocado dar el callo: con el cronómetro, haciendo de tribunal, de abogados del diablo, de motivadores... Y también tirando de las orejas cuando ha hecho falta.
El sábado hubo más que nervios. Hubo gritos. Hubo risas. Hubo tensión. Hubo dolor. Y hubo que dar el cien por cien para alcanzar ese imposible.Y cuando a las ocho de la tarde, en una sala abarrotada de jóvenes acompañados de sus familias, junto con otros elegidos, se pronunció el apodo de Pablo para la entrevista final, la cosa no estaba ya para reprimir lágrimas, la verdad.
Uno espera que cuando reúnes a 60 personas que van a competir por 10-15 plazas de un sueño único, puede haber puñaladas traperas de todo tipo, como en las oposiciones. No se te ocurre pensar que esos 60 chavales van a crear un grupo whatsapp, y van a organizar una quedada después de que muchos hayan sido descartados. Es lo que hicieron el sábado. Quizás es que son gente de otro planeta. Quizás son madera de un nuevo mundo. Quizás los liderazgos que están por venir van de colaboración y de "hacer piña", más que de lo que vemos hoy en las portadas de la actualidad. Quizás es que debemos ser más optimistas. Cualquiera de los chaveas que no han entrado en este sueño este fin de semana tienen miles de puertas por abrirse ante ellos, y toda la capacidad para cambiar este mundo. Sin duda alguna. 
Luego el domingo tocó esa entrevista final, ya con miembros del patronato, gente del más alto nivel de la carrera diplomática y de las relaciones internacionales, atentos a lo que un chaval adolescente tenía que contarles. Y después hacer números y cuadrar las becas donadas por las distintas fundaciones con los elegibles. Hasta en eso esta historia es revolucionaria: antes, si había 10 becas, iban 10 jóvenes. Pero se dieron cuenta que podían estar becando a gente que podía sufragarse ese sueño, y entonces decidieron ofrecer la posibilidad de regalar ese sueño a otras personas. Así que las familias elegidas, y sólo ellas, podrían decidir aportar algo para beneficiar a los siguientes en la lista que hubieran quedado descartados. El año pasado había becas para 9 jóvenes. Al final fueron 19. La magia de apostar por un mundo mejor. El "deja lo que puedas, coge lo que necesitas" desplegándose y aterrizando de lleno en la realidad. Nosotros también participaremos en ese esfuerzo económico. Todo lo que se da, el Universo lo devuelve con creces. A ver quién nos va a decir lo contrario...
Hechos todos esos cálculos, y abiertos los sobres de los primeros elegidos con su posible aportación en beneficio de otros, tocaba dar una respuesta. Pero esa respuesta final sólo la iba a saber cada uno de los elegidos por teléfono hoy martes. Ni padres ni gaitas. Sólo ellos podían recibir esa llamada. Su máster en imposibles les ha dado ese privilegio. Y esa llamada se ha producido hace media hora. Pablo está dentro. En agosto partirá hacia ese nuevo mundo.
No sabemos si compaginará su pasión por la música con todo lo que ahora se le abre por delante. No sabemos si su billete para los dos próximos años será para Italia, Armenia, India, Canadá o Singapur. No sabemos si acabará fichado por alguna lejana universidad de las que buscan talentos inquietos en estos colegios. Y la verdad, poco nos importa ahora. Esa será otra historia. Ahora toca disfrutar del presente. Toca flipar con el imposible hecho realidad.
Tener un hijo es hacerlo compañero de camino. Es ayudarle a tener alas para cuando toque volar, aunque se antoje muy temprano. Es donarle parte de tu alma para lo que tenga que venir. Es hacer magia a través de sus manos, de su talento, de su esfuerzo. Es dejar una semilla al futuro, cargada de sueños, aunque toque empaparla con lágrimas, para que acabe creciendo. Lágrimas como las de este sábado.

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