viernes, 27 de abril de 2012

Oda a la Indignación

Este pasado fin de semana viví una experiencia personal que me ha hecho reflexionar sobre el fenómeno de la Indignación. Había quedado en el campo con unos familiares tras visitar en el hospital a un familiar. Iba con pocas ganas, cansado y algo afectado por la visita hospitalaria. No me enteré bien de las indicaciones. Llegué al pueblo en cuestión. No había nadie. Ninguno de los 5 teléfonos que marqué estaban operativos. Era muy tarde y el calor y hambre sofocantes. No entendía cómo nadie se preocupaba de mí, al menos para coger mis llamadas. Pasó media hora, y cuando por fin me llamaron, saqué toda mi indignación a relucir. Una buena amiga mía diría que como soy "Leo"...Estaba a 5 ó 10 minutos del punto de encuentro, pero  
me sentía muy indignado, y las pocas ganas de día campestre ya habían desaparecido por completo. Para sorpresa de todos, decidí volverme a casa, sin ni siquiera llegar al punto de encuentro.

Ya en casa, con menos hambre, menos calor y más sosiego, y tras pedir disculpas por mi inexplicable actitud, pude reflexionar sobre lo sucedido. Y no pude evitar pensar en las enormes oleadas de Indignación que recorren nuestro Planeta. Creo sinceramente que la Indignación no sólo es sana, sino que en el momento presente es muy necesaria. Pero a diferencia de lo que hice yo este fin de semana, es preciso encauzarla adecuadamente. De lo contrario el estallido social sólo logrará represión y justificación de medidas cohercitivas de los poderes públicos en contra de nuestras libertades civiles. Sin un encauzamiento adecuado, el vaso se desborda, y recibimos nuestra reprimenda o sanción. En mi caso, quienes me esperaban tenían toda la razón del mundo para sentir que había sido un maleducado, un exaltado o que me había pasado "7 pueblos".

Hay mucha Indignación flotando en el ambiente. Y la mayor parte de ella es más que justificada. Pero si no sabemos encauzarla, surgirán brotes aislados de violencia que justificarán medidas extraordinarias. Y a todos los indignados se nos meterá en el mismo saco: el de gamberros, violentos, "perroflautas" o incluso terroristas. Ello para mí no significa que la Indignación deba tomar la forma de un partido político, una asociación o una determinada forma jurídica. Creo que a veces, el adoptar tales formas convierte a la Indignación en maleable, manipulable, y fácilmente encauzable hacia los intereses del partido político de turno (basta con recordar ejemplos de asociaciones de jueces o incluso de víctimas del terrorismo, con aspiraciones legítimas, pero que rápidamente han sido tildadas de una u otra forma por su mayor o menor cercanía con ciertas siglas políticas).

Creo que la Indignación tiene mucho poder tal y como es: anárquica, encauzada y no-violenta. Se ha visto en todo el mundo que siendo así, suma adeptos incluso entre gobernantes y fuerzas del orden público. Sobre todo porque en los momentos actuales está más que justificada. Y porque con las democracias tan deficientes en las que vivimos, a veces se convierte casi en el único contra-poder y contrapeso de decisiones arbitrarias, injustas o totalmente insensibles con el drama de millones de personas. Sin Indignación colectiva siempre nos tratarán de vender la zanahoria de la visita a las urnas cada 4 años, y los cheques en blanco posteriores. ¿Estamos dispuestos a dejarnos encerrar en ese corral? ¿Se sienten legitimados por las urnas incluso para contradecir sus promesas? ¿Acaso nos imaginamos a un Rey pidiendo disculpas (poco sinceras y muy forzadas, la verdad) si no notase el resoplido de una multitud indignada en su "cogote" por su actitud? ¿Acaso sería posible de otra forma que los anti-disturbios no se hubieran movido contra la multitud de Sol cuando la Junta Electoral Central dictaminó que la concentración era ilegal hace un año? ¿Acaso nos imaginamos medidas como la dación en pago voluntaria (que aún debe aspirar a más) sin miles de personas reclamándola en la calle?  

Hay muchas razones para indignarse. Y ello supone un sano contrapeso en el equilibrio de poderes de nuestros sistema, claramente descompensado en la actualidad en favor de unos pocos. El éxito de la Indignación radicará en su capacidad para no dejarse manipular bajo ninguna fórmula, sigla o partido, su indeclinable carácter no-violento, y su capacidad de priorizar reclamaciones que aúnen a millones de personas por su claro sentido común y por su asentamiento en principios éticos y morales, no ideológicos.

martes, 24 de abril de 2012

Cuando el tamaño sí importa

En una etapa laboral anterior tuve la enorme suerte de trabajar como técnico coordinando las estrategias y políticas de los pequeños comerciantes de una ciudad de 70.000 habitantes. Fue un trabajo apasionante por la creatividad que había que desplegar para competir con las grandes superficies coordinando los esfuerzos de muchos. Se trataba de emplear las mismas armas que los grandes, pero desde los pequeños. Una especie de lucha de David contra Goliat, aunque fuera a nivel de marketing y de técnicas comerciales. Las enseñanzas fueron muchas, y creo que aplicables no sólo al comercio, sino a los ciudadanos de a pie y a nuestra actual situación:
Por un lado aprendí que los pequeños, a veces, andamos entretenidos y peleados entre nosotros (¡qué buenas estrategias se articulan desde arriba para dividirnos!). Ello nos impide poner el foco en la lucha contra el grande o manipulador. Me resultaba inconcebible que una zapatería creyera enemiga a la zapatería de enfrente y no quisiera compartir gastos, logotipos, o bolsas de compra para competir con El Corte Inglés. Mejor discutir con el de siempre. Resulta, pues, imprescindible despertar de nuestras inercias y divisiones, y darnos cuenta de la necesidad de poner el foco en nuestros verdaderos objetivos.

Por otro lado, me sorprendía también observar cómo los comercios seguían en sus batallas internas por ver quién podía mandar más en la asociación de comerciantes, cuando unidos se le estaba plantando cara a gigantes comerciales. En lugar de buscar la fortaleza de la unidad de los pequeños, se prefería tratar de medrar o ascender, para tratar de liderarlos a todos bajo un mando politizado e ideologizado, en lugar de regirse por principios de idoneidad comercial. Las luchas de poder de los pequeños...¿os suena?

Había muchos comercios que luchaban encarnecidamente por evitar que alguna gran superficie comercial se instalase en la ciudad, como forma de ahuyentar sus miedos. No se daban cuenta que la reducción paulatina de su clientela venía provocada por la huida masiva de clientes a otras grandes superficies en localidades cercanas, y que su oferta se había quedado obsoleta para lo que los clientes piden en la actualidad. Había, pues, que hacer autocrítica, ver si la oferta de cada tienda correspondía con lo que los clientes buscaban, y tratar de aprovechar los enormes flujos de visitas que una gran superficie genera en su entorno para captar clientela que, de otra forma no pasaría por nuestra puerta. La autocrítica y la astucia eran, pues, imprescindibles. Sin embargo, pocos comercios se planteaban que lo que les había permitido subsistir durante 50 años, quizás ya no atraía clientela. Era más fácil echar la culpa a otros. QUizás como en la crisis actual, en la que es más fácil culpar a los culpables (¡que los hay!) pero sin recapacitar en que deberemos cambiar muchos de nuestros hábitos anteriores.

Pero lo que quizás más me sorprendió fue darme cuenta del enorme poder que la agrupación y unidad de los pequeños tiene. Se convierte en un arma sorprendente que se usa muy poco, quizás porque los pequeños andamos demasiado enredados en divisiones absurdas. El agrupar a centenares de pequeños comercios bajo mi coordinación traía a mi despacho a decenas de grandes empresas dispuestas a negociar condiciones preferenciales. A fin de cuentas se podían dirigir de una sola vez a todos, y ello me permitía luchar por descuentos y condiciones preferenciales para todos. Pero eso no era todo. Si yo alzaba la voz contra el Ayuntamiento por alguna gestión desigual en favor del grande (p.ej. unas Navidades autorizaron banderolas de El Corte Inglés por toda la ciudad, usurpando el espacio de la iluminación del pequeño comercio), el miedo a que todos los pequeños se enfrentaran al Consistorio, le hacía retroceder de inmediato, quizás por el miedo a tantos votos, a tantas voces, o a tantos potenciales consumidores y sus familias. Incluso para mi sorpresa, Goliat me invitó a mí, David, a llegar a un acuerdo para de forma conjunta atraer a los miles de japoneses que anualmente visitaban una ciudada cercana, patrimonio de la Humanidad. Comercialmente eramos enemigos, pero a ambos nos interesaba conseguir el máximo de visitantes a nuestra ciudad. Y eso nos podía hacer aliados en ciertos momentos, en beneficio de todo el comercio de nuestra ciudad. Era la constatación de que el grande sin los pequeños, no es nada. Que los pequeños, usando algunas armas de los grandes podemos ser más eficaces. Y que los pequeños unidos consiguen mucho más. Que el pueblo unido, por muchos es temido. Una pena que no lo veamos, o no nos lo creamos.

viernes, 20 de abril de 2012

La realidad que nos hemos inventado

Vivimos una realidad ficticia. Parece una incongruencia, pero cada vez que me paro a cuestionar lo que me rodea, compruebo que muchas de las reglas o convenciones se basan en una decisión arbitraria que nos separa cada vez más del mundo natural o de la realidad tal cual es.
No sé  que tiene el ser humano que no es capaz de adaptarse y vivir con la pura  realidad a su alrededor.

Tomemos por ejemplo, algo tan simple como el tiempo. En nuestro afán de analizar y controlar cada aspecto de nuestras vidas, vivimos siempre pendientes del reloj. A tal hora me tengo que levantar, a esta otra llegar al trabajo y a las tantas he quedado con Fulanito... Sí, un reloj es algo muy práctico, porque a nadie le gusta que le hagan esperar en una cita, ni llegar tarde a la peli en el cine o perder un tren. Sin embargo, este pequeño objeto ha logrado separarnos del tiempo natural, de aquellos días en los que los seres humanos se levantaban con el salir del sol y se recluían con sus familias al anochecer. Nuestro ritmo, en nada se acompasa al del resto de la vida que nos rodea. Muestra clara de ello es el famoso cambio de hora que dos veces al año se nos impone: nosotros vamos a nuestra bola. Vamos, el tiempo se doblega a nuestro antojo.

Otro aspecto inquietante es el del dinero. No pongo en duda su utilidad material y social. Sin embargo, es una de las grandes mentiras sobre las que se sustentan nuestras vidas. En realidad, es un instrumento que permite separarte del verdadero valor de las cosas, del trabajo e incluso de las personas. Un trozo de papel o unas cuantas monedas de metal, que carecen de valor en sí mismos, son capaces de levantar países, hundir estados y corromper las almas. Y si nos paramos a pensar ¿quien les ha dado ese valor? En algún momento, simplemente, se decidió. En ese preciso instante, vendimos nuestra alma al diablo y pusimos precio a nuestras vidas. Porque ya fuimos capaces de ver, no el valor real de las cosas, sino el supuesto valor de las mismas conforme a otros factores que podían ser, o no, acordes con la realidad (sirva de ejemplo el boom inmobiliario) Todavía más en nuestros días, cuando ya muchos de nosotros ni siquiera usamos el papel moneda, sino que todo se reduce a meras anotaciones en cuenta. Esto mismo puede aplicarse a los números. No es lo mismo ver la cifra de parados, que las caras de los mismos.
Finalmente, a veces me sobrecoge el uso de algunas palabras, que pasan a describir una situación que en nada tiene que ver con la realidad. Una de ellas es "la liberación de la mujer", algo que, se supone, debo disfrutar. Soy una mujer trabajadora y madre de tres hijos. Soy mujer liberada y ama de casa. No sé si a muchas este panorama os resulta familiar, pero me paso el día organizando la logística de las comidas, las compras, los niños y el cole, la casa... una ama de casa y maruja ejemplar. Y luego, ¡al trabajo! (tengo turno de tarde), donde, además de estar "monísima de la muerte", debo estar a la última y mantenerme a la altura de las expectativas... Ni que decir tiene, que cuando llego a casa, no estoy para muchas bromas, porque caigo exhausta en el sofá... ¿A esto llaman liberación? Antes las mujeres eran esclavas del hogar, ahora lo somos del hogar, del trabajo y de esa imagen de superwoman que esta sociedad ha creado. ¡Vivan las FamilyFlautas!
Cada vez estoy más convencida. Hay que mirar el mundo con ojos nuevos. Hay que cuestionar lo establecido. Hay que ser capaz de ver más allá de lo que tenemos delante de nuestras narices y ver la realidad que hay detrás. Hay que ser consciente del verdadero valor y significado de nuestros actos y palabras. NO hay que tener miedo a buscar la realidad más allá de la que nos hemos inventado o nos han impuesto.






miércoles, 18 de abril de 2012

La teoría del mosquito nocturno

Este fin de semana hemos vivido una experiencia que me ha reconciliado con la Humanidad. Desde que mi mujer y yo iniciamos este blog hace un mes, hemos recibido multitud de felicitaciones y ánimos para continuar. "Hace falta mucha gente que levante la voz...." nos dicen. Pero cuando animamos a esas mismas personas a participar, a alzar la suya, a actuar para mejorar su entorno, nos encontramos casi siempre con el mismo muro: "Es que una persona no puede hacer nada". "Es que por mucho que me mueva, la realidad continúa igual"...
Hemos conocido a Mariló, una de esas personas que nada más verla, te das cuenta que es alguien especial. Pero no porque tenga tres brazos o super-poderes, sino porque transmite una luz que evidencia que en un momento de su vida decidió ser coherente con esa llamada que todos, absolutamente todos, hemos recibido alguna vez en nuestro corazón para mejorar este mundo. En su caso, ella estaba a punto de convertirse en alcaldesa de un pueblo onubense. Era ya teniente-alcalde, y su carrera política prometía. Sin embargo a raíz de hospedar en su casa a un chaval de un  centro de menores, decidió dejarlo todo para dedicarse a las personas olvidadas de este mundo. Eso fue hace 15 años. Actualmente impulsa un centro de reinserción de personas olvidadas por nuestro sistema (mujeres maltratadas, ex-drogodependientes, personas con problemas psicológicos, etc) en Alozaina (Málaga). Los recortes y la ausencia casi total de fondos que apoyen el centro no lo han paralizado, y siguen conviviendo en él 20 personas en una gran familia. Ella no vive DE eso, vive PARA eso. Y aunque han iniciado algún mes con 18€ en la cuenta, no está dispuesta a dejarse vencer. Han logrado rehabilitar una antigua fábrica, y tienen talleres de cerámica, madera o cobre, para que las personas que acoge aprendan un oficio y puedan mantener el centro con la venta de los productos que realizan. No deja de pensar nuevas posibilidades para conseguir apoyos en forma de voluntarios o fondos para mantener el centro, y que las más de 100 personas que ha salido de él y han rehecho sus vidas no queden en la historia o en una anécdota. También cuentan con habitaciones para visitantes, y un magnífico restaurante con sala de celebraciones.
Mientras eramos atendidos por voluntarios que habían salido de su infierno particular, sentíamos que nos alimentaban no sólo con magníficos manjares preparados con todo el cariño, sino con auténticos ejemplos de vida y superación personal. Mientras mis 3 niños disfrutaban jugando con ellos y con su perrillo "Rambo" sentía que el  Universo escribía recto con renglones torcidos.
Pero Mariló se topa con el muro del que hablaba al principio. Con ese que nos lleva a acudir a la cadena hotelera de moda en nuestras escapadas de fin de semana. Con ese que nos incita a acudir a la multinacional de comida rápida o al restaurante "chick" en las comidas de empresa o de nuestra asociación. A ese que nos lleva a las grandes superficies o a las tiendas de todo a 1€ para comprar regalos. Quizás no se trate de ser unos auténticos héroes, como Mariló. Quizás sea cuestión de darnos cuenta que sí que cada uno/a de nosotros/as podemos hacer mucho con nuestras acciones individuales. Que, nos convirtamos en mosquitos nocturnos en este sistema (“Si piensas que eres demasiado pequeño para causar impacto, intenta dormir con un mosquito en la habitación.” Anita Roddick).
Ver más sobre proyecto Arte de Mis Manos: 1, 2, 3 y 4. Tfno: 952480228/ 647154024

domingo, 15 de abril de 2012

Si yo no, ¿quién?. Y si no ahora, ¿cuándo?

Mi marido siempre ha dicho que soy la persona más políticamente incorrecta que conoce... y está en lo cierto. No me gustan las etiquetas: creo que todos tenemos derecho a cambiar y tenemos un corazón creativo. No me gusta el sistema establecido: soy ser humano y no oveja. No me gustan las frases hechas: son a las que se recurre cuando se está falto de ideas...
Ahí va una de esas frases lapidarias: "Dejemos a los jóvenes cambiar el mundo". Ante la situación que vivimos y cuando se discute acerca de los cambios que esta sociedad necesita, no he parado de escuchar en los medios, en la gente que me rodea (incluso yo misma en un principio) esta reflexión tan poco práctica y tan sutilmente escaqueadora. Sí, lo confieso, yo misma me sorprendí recurriendo a este manido cliché: ¡Vamos, es evidente! Con mi ajetreada vida de maruja trabajadora no tengo tiempo de ocuparme de otras cosas: eso para los jóvenes, que, como están parados, tienen más tiempo.

Sin embargo, si yo no, ¿quién?. Si yo, que tengo el poder de decidir en mis compras, de influir en la educación de mis hijos, de hablar  y difundir ideas sin que me califiquen de perroflauta o vago, ¿quién si no? Recurrir al socorrido "yo no puedo porque ... no valgo para eso, porque los jóvenes tienen más energía, porque no tengo tiempo, porque no me siento preparado, porque no tengo nada que aportar..." es una excusa pobre y un solapado intento de no arrimar el hombro y dejar a otros que hagan parte de lo que a uno, y sólo a uno, le toca cambiar. Hagamos un poco de autocrítica de esa que llaman constructiva y que yo llamo simplemente reflexión y sentido común: cambiar las cosas es cosa de TODOS.



Hace varias semanas preparé una clase usando el vídeo de "Un mundo en miniatura". Mis alumnos (media de edad: 25-30 años) quedaron impactados con las cifras, hablamos sobre la necesidad de apreciar lo que tenemos porque somos seres afortunados..., pero a mí, lo que más me impactó, es que a la pregunta "¿Que puedes hacer para mejorar el mundo?" todos, TODOS, a excepción de un alumno (cura, por cierto), opinaban que los cambios deben hacerlos otros: gobiernos, instituciones y un largo etcétera que no hace sino eludir la responsabilidad propia sobre lo que nos ocurre aquí y ahora. Ese día yo también aprendí una lección.

"El hombre emplea la hipocresía para engañarse a sí mismo, acaso más que para engañar a los otros." dice  Jaime Blames. Por eso, es necesario dejarse de tapujos y preguntarse abierta y honradamente: Si yo no, ¿quién?. Y si no ahora, ¿cuándo?.



viernes, 13 de abril de 2012

Tengo familia y estoy Indignado. Soy un FamilyFlauta


Tengo varios familiares y amigos entre preocupados y perplejos con nosotros. No saben si nos hemos metido en una secta, si se nos ha aflojado algún tornillo o si nos hemos vuelto anti-sistema. No entienden muy bien cómo teniendo 3 niños, 3 carreras universitarias, trabajo estable y una casa, estamos mi mujer y yo reclamando cambios en el sistema. Algunos de ellos, con esos pensamientos, no se dan cuenta que quizás estén muy metidos en "la rueda de la rata" que les reduce a guardianes del sistema.
Me considero un privilegiado por no estar en las larguísimas colas del paro. Por no tener que estar acudiendo a los comedores de Cáritas. Por no ser de los cientos de personas desalojadas de sus casas. Por no ser de los millones de personas que no tienen ingresos en su hogar....A mí no me ha tocado, pero me niego a que mi silencio y el de mi familia nos hagan cómplices. Cómplices de una manipulación que nos lleva a una ficción de democracia. Cómplices de un sistema que no encontraba dinero para erradicar la pobreza, pero que en cuestión de meses puso 92 veces más para salvar a la banca. Cómplices de un sistema que nos quita libertad, y nos divide a base de ideologíasVa a ser que no.
Son inaceptables los intentos de manipulación que se están intentando realizar para reducir a la inmensa mayoría de personas que exigimos cambios y estamos indignados a gamberros, guerrilleros urbanos y violentos incontrolados. Es parte de la estrategia del poder. Ya se vio claramente hace un año cuando se intentó reducir a las grandes multitudes que se movilizaron con el 15M a un grupo de "perroflautas".
Mis 3 niños, mi mujer y yo no somos anti-sistema. El sistema es anti-nosotros. Y creo que es momento de dejar de esperar a que otros nos salven. Sea un político, un partido, un sindicato, la Unión Europea o el dichoso Eurovegas. Cada uno de nosotros/as tiene mucho por hacer: con su dinero, con su trabajocon su consumo, con su capacidad para movilizar a su entorno...
Por eso es preciso desactivar esa manipulación, y evidenciar que somos muchísimas familias las que exigimos cambios. Es necesario que se visibilice que queremos un mundo mejor para nuestros hijos. Y para mejorar este Mundo es crucial que les demos ejemplo a nuestros hijos. Y el momento es ahora. No toleramos que nos llamen gamberros, violentos o guerrilleros urbanos. Nos merecemos que no nos traten como a borregos o estúpidos.
Tengo familia, 3 hijos y estoy Indignado. Me considero una de las muchísimas piezas del sistema que "chirrían". Soy un FamilyFlauta
(#SoyFamilyFlauta)

lunes, 9 de abril de 2012

La rueda de la rata y los guardianes del sistema



Todos tenemos algún familiar o conocido que trabaja en alguna gran empresa o multinacional. O si no, oímos noticias de estas corporaciones en las noticias. Muchas de ellas despiden a cientos o miles de trabajadores, mientras siguen ganado millones de euros por todo el mundo. Y es curioso cómo se habla de despidos o de EREs con una ligereza "pasmosa", sin pensar que se trata de personas de carne y hueso. Los convierten en meros números, para tratar la cuestión de forma aséptica. Igual que cuando se nos habla de déficit y de parados. Y a duras penas se plantean como alternativas para luchar contra tantos dramas familiares reducir pequeños porcentajes de sueldos en vez de despedir a gente, reducir los sueldos estratosféricos de sus altos ejecutivos, o evitar las diferencias abismales entre los sueldos de la élite empresarial y los trabajadores "de raso" (que a veces llegan a multiplicarse por 400 vecez cuando hace 15 años no llegaban al multiplicarse por 10, ¡y ya era mucho!)
Observo con estupefacción que muchas personas cercanas llegan a entender y comprender estas prácticas como normales en su quehacer diario. Lo habitual se vuelve normal. ¡Qué peligroso! Me doy cuenta que el sistema te atrapa de tal forma que torna en normal lo que tu conciencia nunca habría tolerado. Te convierte en guardián del sistema. Conozco personas que tratan de salir de esos círculos viciosos que hemos creado a nuestro alrededor. Esos círculos que, a modo de rueda de la rata, nos hacen estar trabajando todo el día, por tener un sueldo, con el que mantener un status, una hipoteca, uno o dos coches, y 20.000 necesidades auto-creadas. Y luego los fines de semana, con el espejismos de salir de esa rueda, acudimos en peregrinación a los centros comerciales, a zonas de "botellón", o al fútbol....
Conozco personas que llevan tiempo tratando de salir de esa rueda, pero no pueden dejar de correr en ella. ¿Quién iba a pagar el carísimo colegio de los niños? ¿Cómo afrontar la hipoteca mayúscula de una casa que supera lo que podría esperarse de mi sueldo? ¿Cómo mantener el ritmo de vida de mi entorno y amigos? Mejor seguir corriendo en mi rueda que buscar por dónde escapar. Y si además, para escapar, en vez de por cualquier rendija, espero que me hagan una puerta y del color que me gusta, ¡estoy apañado!
Es inevitable tomar decisiones para salir de la rueda. Y esas decisiones exigen sacrificios. A veces nuestra salida de la rueda supondrá renunciar a un status o a unos lujos. ¿Estaremos dispuestos a hacerlo o mejor seguir corriendo hasta que las circunstancias nos permitan salir manteniendo el mismo nivel de vida? (si eso fuera posible)
Con gran frecuencia rememoro con mi mujer una escena de un documental que vimos de una tribu de una isla del Pacífico que se dedicaba a disfrutar de la vida, tomar el sol, charlar, gozar de su entorno, y tan sólo cuando necesitaba comer, salía en busca de alimento. Se dedicaban a gozar de su existencia y del presente. Sin embargo, nosotros nos hemos complicado tanto la existencia...
Muchas personas sufren por no poder escapar de su rueda, y por verse guardianes y defensores del sistema sin quererlo. Pero también observo que otras personas entran en clasificaciones estériles entre obreros y profesionales, trabajadores y desempleados,  empleados públicos y los que no lo son, huelguistas o no... Y a veces parece como si esas divisiones nos hicieran diferentes a la hora de reclamar un mundo mejor para todos. Que cada uno pertenezca a un colectivo, y haya tenido una trayectoria u otra, con un esfuerzo u otro, no nos debe impedir trabajar "codo con codo" por mejorar un mundo y un sistema que no hace más que buscar la división y la confrontación, para tenernos entretenidos. Estemos donde estemos, y aunque a algunos nos toque renunciar a ciertos "lujos", debemos tratar de salir de nuestra rueda. Debemos de renunciar a nuestra condición de guardianes, en un lado o en el otro. Debemos replantearnos el sistema en sí mismo.
Quizás debamos hacer caso a las "verdades como templos" que mucha gente empieza a reclamar para cambiar nuestros esquemas de vida, aunque sea de boca de un banquero. Quizás esta crisis que algunos califican de "sistémica" sirva para que las instituciones basadas en el "ego" y la división tengan sus días contados.

domingo, 1 de abril de 2012

De mayor quiero ser un desobediente civil

Tengo 39 años, 3 hijos,casa, hipoteca, un tesoro (¡trabajo!) y soy "antisistema". Probablemente no de esos que describen los medios de comunicación como vándalos que destrozan el mobiliario urbano en un intento de desacreditar todo un movimiento general de descontento. Pero sí abiertamente partidario de que este sistema no puede continuar como está.Y por lo que veo y escucho a mi alrededor, el 99% de la población también es antisistema. La pena es que tanto sentimiento de indignación contra el "status quo" caiga en el desánimo de que "nada se puede hacer". ¿Tan domesticados estamos? Creo que como sociedad aún estamos en pañales. Por eso, como el resto de la población, creo que debo crecer y madurar para ser "de mayor" un desobediente civil.  Alguien que se queja, pero que hace algo por cambiar la situación. Me encantaría que mis hijos lo fuesen. No como tantos exaltados que usan piedras y cócteles molotov. Sino con la fuerza de la no-violencia y de la razón en la búsqueda de un mundo diferente, más justo y equilibrado.
En las decenas de conversaciones que he mantenido en los últimos meses no me he topado con una sola persona que no se muestre contrario a este sistema. Los hay contra una crisis que tiene más de estafa que otra cosa (no dejéis de ver el documental "Yo pago, tú pagas, ¿quién se lo lleva" o "Inside Job"). Los hay indignados por la subida del 7% de la luz. Los hay por las ayudas a la banca mientras se desangran los parados. Los hay por los privilegios e incoherencias de los sindicatos. O por una reforma laboral abusiva. Los hay por la reciente amnistía fiscal que privilegia a los defraudadores, mientras hablar de amnistía hipotecaria (como en Islandia) parece de otro planeta. Los hay por la sangría de ayudas a Grecia con los intereses militares y de los bancos alemanes y franceses de trasfondo. También hay quien denuncia que todos parezcamos defender "lo nuestro" (pesca, cultivos o trabajo) frente a "los de fuera", como si haber nacido 25 kilómetros más al sur los convirtiera en invasores o escoria. Indignación contra el sistema por doquier....
Herramientas para manifestar nuestro descontento y nuestra indignación tenemos. Muchas. A veces simbólicas. Como cuando hace pocos meses, en una representación de Nabucco en Roma, tras el coro “Va, pensiero” que simboliza para los italianos la rebelión contra la opresión, el director Riccardo Muti, se volvió hacia el público y lo animó a no callar más ante la vergonzosa situación con el mismísimo Berlusconi en el palco de honor. O como cuando la semana pasada el ciudadano israelí Ronny Edry de 41 años de edad, diseñador gráfico y su pareja, de 36, Michal Tamir, lanzaron una iniciativa mediante la publicación de fotos y un vídeo de ellos mismos con sus hijos en una página en Facebook con un mensaje simple: “Los iraníes, nos encantan. No queremos bombardear a su país”. Tamil dice que la página ha derribado “un muro” y ahora la gente de ambos lados se pueden comunicar directamente sin pasar por los políticos. Se trata de levantar la voz en contra de “una guerra que nadie quiere”. Ya suman casi 60.000 apoyos.
Ponernos de acuerdo en todo un programa de cambios quizás sea complicado, porque aún nos regimos por ideologías y no por principios. No nos conformemos con una participación puntual en una huelga. Quizás sea cuestión simplemente de empezar por alzar la voz o decir NO en tu trabajo por las injusticias que observas. De denunciar manipulaciones en tu blog o Facebook. De empezar a desentumecer nuestro cerebro y nuestra alma. Despertarla de tanta tele-basura, de tanto ERE resignado, y de tanto "pan y circo" (fútbol, fórmula-1..). Y empezar a desobedecer la programación que tratan de imponernos.
Hay razones para la esperanza. Hace menos de un año en España se vivió el mayor acto de desobediencia civil de la Democracia, cuando la Junta Electoral Central, con motivo de las elecciones municipales y autonómicas, prohibió la concentración en Sol. Miles de personas se sumaron y desacataron las órdenes. No hubo represalias ni castigo. El pueblo unido jamás será vencido.