sábado, 11 de septiembre de 2021

Retomar la palabra

Hay momentos en la vida en los que uno no puede ponerse de perfil. Por eso decidimos dar la cara. Por eso y porque dicen que no hay mejor forma de educar a los hijos que mediante el ejemplo, especialmente si son jóvenes o adolescentes. Mejor que la confrontación, las regañinas, o los castigos. El ejemplo. Aunque éste pueda tardar años en calar.

Greyerbaby en Pixabay
Pero, ¿qué ejemplo dar en un momento en el que el mundo entero parece haberse vuelto loco? No nos bastaba con mantener la calma y evitar precipitarnos entre tanto miedo e histeria colectiva. No basta con estudiar inmunología o virología y contárselo. No basta con "empaparse" los estudios científicos, y desmontar punto por punto el sinsentido de las decisiones adoptadas. No basta con analizar en profundidad las estadísticas, y mostrar a los hijos lo absurdo de lo que está pasando. Había que sostener esa postura públicamente. Porque bajar la mirada, callar y obedecer cuando todo por dentro se rebela ante lo que está pasando, sólo crea desequilibrio entre el pensamiento, la palabra y la acción. Muchos han hecho lo que no querían por la presión y han sucumbido por superarse límites de aguante específicamente diseñados para "convencer" a cada colectivo. Menudo legado para las nuevas generaciones.

Un mundo diferente requiere brazos y bocas para construirlo. La realidad no es un regalo o un don. Nos toca construirla día a día. Pero a veces, ese proceso es doloroso. Y expresar ciertas cosas en público cuando casi todo y casi todos están en contra no es fácil. Sabíamos que muchos nos darían la espalda. Que quizás quedarían por el camino algunas amistades. Que seríamos señalados, criticados y quizás estigmatizados. Pero ¿acaso hay algo más importante que cultivar en un hijo o una hija la coherencia contigo y la valentía para no achicarse, cuando la conciencia así te lo dice? 

Tama66 en Pixabay
Nuestros once vídeos tuvieron ese objetivo. También el de posicionarnos con claridad desde un principio, por si todo esto iba a peor. Y por supuesto, darle a cada cosa la importancia que tiene, viendo que las masas sólo se movilizan por el fútbol o por ver a un famoso, pero no por la salud y el futuro de los hijos. ¿Acaso es tan grave mirar a la muerte de frente o preguntarnos en qué consiste vivir? ¿De verdad que no nos hace falta replantearnos nuestra actitud ante la vida o cómo enfocamos nuestra existencia? ¿Ni siquiera cuestionarnos sobre esta realidad que estamos viviendo, sus injusticias y cómo nos relacionamos con los demás en ella? ¿Tan malo es hacerse preguntas de sentido común? Sólo quisimos hacernos esas preguntas. Sí, en voz alta. Pero sólo eso.

El gran Eduardo Galeano decía que "ojalá podamos ser desobedientes, cada vez que recibimos órdenes que humillan nuestra conciencia o violan nuestro sentido común". Y hoy hacerse preguntas sobre lo que está pasando, o simplemente reflexionar sobre la realidad y actuar en coherencia con esa reflexión, parecen haberse convertido en actos de desobediencia. ¿Acaso los pasaportes o certificados de vacunación no son unos certificados de obediencia, cuando ya todos sabemos que las vacunas "COVID-19" ni bloquean la infección ni evitan la transmisión?

No queríamos entrar en guerra con nadie. Ni queríamos convertirnos en influencers o youtubers. Ni queríamos alimentar nuestro ego. Ni queríamos ser líderes o impulsores de ningún bando. No. Y eso que muchos quisieron colocarnos ahí, desde uno y otro lado, a base de críticas o de alabanzas. Sólo queríamos ser coherentes y dar ejemplo de coherencia a nuestros hijos. Y ya ellos dirán un día qué hacer con todo esto, construyendo y defendiendo su propia versión de la realidad. Y si de paso le sirve a alguien nuestro testimonio, por supuesto, mejor que mejor.

Nile en Pixabay

Pero llegó un momento en que sentimos que nuestros vídeos acabarían generando miedo y frustración, en lugar de paz y equilibrio, entre los que masivamente se están posicionando y dando pasos en dirección contraria a lo que íbamos descubriendo, siendo muchos de ellos amigos y familiares. Algunos nos daban explicaciones y casi se disculpaban por tomar direcciones opuestas a las nuestras. Otros mostraban su frustración al comprobar que en sus entornos se daban eventos que ya habíamos anticipado que se podrían dar. Percibíamos que tras año y medio de pandemia, todos habíamos tenido tiempo de sobra para construir nuestra interpretación de lo que está pasando. Que las creencias y los dogmas alrededor de la pandemia se habían asentado ya. Que poco o nada parecen importar los hechos, los datos o las evidencias científicas verdaderas, ya que cada uno las interpreta a su gusto y saca sus conclusiones amoldadas a su decisión. Que tras todo este tiempo, la gran mayoría ya tiene completamente decididas las fuentes de las que nutrirse en este proceso, desdeñando las contrarias. Y lo que es más importante: que éste es un proceso absolutamente individual en el que a cada uno de nosotros/as, con plena consciencia y responsabilidad (o abiertamente sin ellas), tendremos que elegir un camino u otro. 

¿Qué sentido tenía, por tanto, seguir compartiendo vídeos? ¿Valía la pena señalarse tan abiertamente en un contexto de clara censura y "caza de brujas" contra el inconformista o desobediente (por no darle los apelativos e insultos que se han venido escuchando). Era momento de optar por el silencio, y de cultivar el recogimiento o incluso la meditación. Y así lo hicimos.

Pero el mundo no se para. Y evidentemente todos nos hacemos las mismas preguntas. ¿Y ahora qué? ¿Qué va a pasar? ¿Cómo estaremos de aquí a cinco o diez años? ¿Cómo estarán nuestros hijos o nietos? Y es ahí donde quizás nos toque escribir o pintar sobre ese maravilloso lienzo que es el silencio, y retomar la palabra. Y con ella construir realidad. Tengas la etiqueta que tengas, y hayas decidido lo que hayas decidido. Porque quizás el principal déficit que podemos estar viviendo hoy día es el pensar que la realidad se cierne sobre nosotros como un fatalismo. Como algo prexistente que simplemente "nos sucede". Como si fuéramos simples espectadores pasivos que pagan su entrada, que ven con resignación el espectáculo de una vida que otros les escribieron, y que limpian y desmontan al final el escenario según lo que otros ordenan. Como si estuviéramos esperando a que nos digan qué va a pasar para tratar de ajustar nuestra existencia a lo que otros ya decidieron. Eso sí, sin molestar mucho, por supuesto.

Iwannaen Pixabay
Pero, ¡ahí va la buena noticia! (y lo decimos por propia experiencia). Hay otra forma de plantear todo esto. De crear un discurso, una narrativa o una historia, (la de cada uno de nosotros/as, por supuesto) en la que el mundo y yo, lo de fuera y lo de dentro, espectador y espectáculo, no van separados. Y ahí, la pregunta sobre el futuro pasa inexorablemente por nosotros y por nuestra voluntad. De modo que nuestra palabra transforma potencialidades en realidades. Y con la fuerza de esa palabra ya no diremos: "Dime qué va a pasar para acoplar mi vida a lo que vaya a pasar". Todo lo contrario. Ya diremos: "Esto es lo que va a pasar, y por eso sé lo que tengo que hacer". Llámalo como quieras: "discurso profético", "comunicación creadora"...Pero os aseguramos que permite crear realidad. Y de eso van a ir esta temporada buena parte de nuestros posts, dadas las experiencias que hemos venido teniendo en este sentido, y la gran necesidad de crear realidad que existe en estos momentos.

Eisenstein identifica tres condiciones para esta forma de afrontar la vida, retomando con fuerza la palabra. Primero, visualizar bien lo que va a suceder, para poder transformar cientos o miles de posibilidades en eso que estás visualizando. Segundo, estar dispuestos a aceptar lo que implique, sabiendo que habrá mucho que ganar pero también cosas que perder, y sintiéndote una pequeña parte o un simple instrumento de algo mucho mayor. Y por último, por supuesto, buscar aquella comunidad, aquel grupo de almas afines, capaces de compartir contigo esa visión y "hacer piña" para transformarla en realidad junto a ti.

Son muchísimas las personas que usan la palabra para quejarse y regodearse en "lo mal que está todo". Nosotros siempre respondemos lo mismo: "Hay muchas personas construyendo y creando otra realidad mejor". Pero no es una frase hecha. Es cierta. Y lo es, porque visualizamos otra realidad de verdad. Porque nos ponemos en plena disposición a crearla, suponga lo que suponga. Y porque siempre nos rodeamos y andamos en búsqueda de "locos" como nosotros, dispuestos a construirla.

Vienen tiempos en que deberemos sentirnos válidos y capaces para afirmar con rotundidad, cómo va a ser el futuro. Es nuestro derecho hacerlo. Y nadie nos lo puede quitar, por mucho que quieran. Retomar la palabra para crear un mundo diferente es toda una llamada a otros para unirse a ese mundo. Como dice Eisenstein: que ¿qué va a suceder? Dejemos de preguntarlo. Contémoslo.


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