domingo, 31 de enero de 2021

Discrepar con consciencia (Érase una vez una pandemia- 6ª parte)

Sabemos que quizás a partir de ahora haya personas que dejen de leernos o de seguirnos en las redes sociales. Hoy, 31 de enero de 2021, son algo más de 258.000 las visitas que tenemos en nuestro blog familiar y más de 4.500 seguidores en twitter. Y quizás se estanquen desde lo de hoy. Pero hace ya años que esas cifras dejaron de preocuparnos, y sobre todo, dejamos de alimentarlas con nuestro tiempo y nuestra dedicación, como un objetivo en sí. De hecho en una reciente entrevista por internet, nos ofrecieron hacernos publicidad del blog, del Patreon y de las redes sociales, y decliné amablemente el ofrecimiento. No queremos ser esclavos ni dependientes de nada ni de nadie. Y menos aún de los "likes" o los "me gusta". Y precisamente por eso, hoy sentimos que debemos hablar con contundencia, y mucha gente nos abandonará, echando en falta, quizás, el tono familiar o distendido de otras veces. Lo sentimos mucho, pero percibimos con mucha fuerza que debe ser así, al menos hoy. Y es el precio que estamos dispuestos a pagar. Sin abandonar la búsqueda del equilibrio. Pero es momento de que, desde la consciencia, alcemos aún más la voz. Y lo hagamos con rotundidad. No podemos permitir que nuestros hijos o nuestros nietos nos reprochen un día que no lo hicimos. O al menos que no lo intentamos. Es demasiado lo que hay en juego.

Hay dos razones para hacerlo. En primer lugar, porque no queremos que la indignación y la rebeldía que nos genera todo lo que estamos presenciando, se nos enquiste dentro, se somatice, y nos acabe generando una úlcera o algo peor. Y en segundo lugar, porque más allá de las reacciones de familiares, amigos y compañeros de trabajo, todos tenemos una misión en esta vida, algo superior que nos guía y ante lo que dar cuentas, y en estos momentos, eso es más importante que lo que puedan opinar de nosotros, viendo lo que se está poniendo en juego en este tablero.

La Humanidad está pasiva. Vive impasible uno de sus momentos más importantes. Y muchísimos seres humanos asisten al espectáculo como si no fuera con ellos. No queremos formar parte de esa masa conformista. Y queremos ejercer con la mayor rotundidad nuestro derecho a disentir, sabiendo que podrán censurarnos (como ya han hecho con personas cercanas). O que incluso algunos de los que os habéis sentido cómplices de nuestras andanzas y testimonios durante estos nueve años, decidiréis darnos la espalda. Pero las injusticias y amenazas que todos estamos presenciando no serían posibles sin nuestro silencio colectivo y cómplice. Por eso, desde luego, nosotros no vamos a callar. No queremos ser cómplices de esta canallada.

Es cierto, como muchos dicen, que todo lo que está pasando es perfecto y debe suceder así. Y quizás tiene que serlo, como forma de que muchas personas den un salto consciencial ante tanto atropello y "sinsentido". Siempre ha sido así. Millones de personas sólo dan el paso necesario cuando las cosas no pueden ir a peor. Pero quizás en ese proceso tengamos también, cada uno de nosotros, un papel que jugar. Y debemos jugarlo.

Hace unas semanas discutíamos con uno de nuestros hijos sobre el coronavirus y las vacunas. Siempre procuramos aportarles continuamente todo tipo de informes, estudios y actualizaciones legislativas dentro de esta locura en la que vivimos. Y llega un momento en que ante la saturación por tanta información, no leen lo que les filtramos, y se limitan a reproducir como propios los argumentos superficiales de amigos, instagramers y medios de comunicación de todo "pelaje". Es, en definitiva, lo que hace el 99% de la población. Pero en este caso Mey le paró en seco: si sus argumentos no se basaban en hechos y en un debate en profundidad, no había nada de qué hablar. No tiene sentido discutir sobre opiniones, ideas, rumores, o noticias sesgadas, partiendo de creencias limitantes y difícilmente modificables. Ese es el terreno que lo empantana todo. Debemos seguir trabajando por buscar la verdad, a pesar del enorme esfuerzo que supone hallarla entre tanta mentira y tal volumen de información permanentemente actualizada. Es el precio de la consciencia hoy día.

Por eso, aunque no es nuestra especialidad, nos estamos haciendo "expertos" en microbiología, en epidemiología y en medicina, a base de tanto estudiar para entender, de verdad, lo que está pasando. Y procuramos huir de las "opiniones" o de las "posiciones" en un sentido u otro. Cuando alguien nos pone una etiqueta, quizás no se da cuenta de que realmente se etiqueta a sí mismo/a. Porque la realidad es tan compleja que sin acudir a los hechos es imposible entender todo esto. Y para nuestra sorpresa, cuando hemos tratado de descender a las fuentes y a los hechos, con estudios científicos muy concretos y con cifras oficiales, nos hemos encontrado con dogmatismos incluso desde el mundo científico, descalificando un estudio o un análisis porque lo decía "fulanito" o un "don nadie", sin entrar ni siquiera a leerlo para refutarlo. También hay quienes se niegan a complicarse la vida, y prefieren no saber, o repetir tal cual lo que su radio o tele "amiga" les dice al oído. Bien. Que cada cual aguante su vela.

El 23 de agosto de 1973, Erik Olsson entró en una sucursal del Banco de Crédito de Estocolmo para atracarlo. Tras disparar a dos agentes, tomó como rehenes a cuatro empleados, tres mujeres y un hombre. Después de seis días de negociaciones, la policía puso fin al asalto sin que nadie más resultara herido. Pero lo peculiar de este atraco fue que una de las rehenes, Kristin Enmark, de 23 años, que había sido la portavoz de los retenidos, paradójicamente mostró abiertamente su simpatía y plena confianza hacia el secuestrador, a pesar de que éste había amenazado con matar a los rehenes durante el cautiverio y había llegado a ponerles una soga al cuello. Pese a todo, ella se ofreció a acompañar a Olsson en un viaje, a cambio de que liberara a dos de los rehenes, algo que las autoridades suecas descartaron. Tras este episodio, el psiquiatra Nils Bejerot, que asesoró a la Policía sueca durante el atraco, acuñó el término "síndrome de Estocolmo" para referirse a la desconcertante reacción de la rehén. Y al margen de su catalogación en la Psiquiatría o Psicología actual, lo cierto es que puede considerarse una reacción no exclusivamente humana, que puede observarse en otras especies, como respuesta universal a una amenaza ineludible para la supervivencia.

La sumisión puede favorecer la supervivencia genética. Y quizás, por ello, no surge exclusivamente en casos de secuestro, sino también en casos de abuso sexual, violencia de pareja, miembros de sectas, actos terroristas o prisioneros de guerra. Desconozco si hay estudios durante una pandemia de tamaño universal, como la que se supone que estamos viviendo, sea la amenaza real o inducida. Probablemente no. Aunque las consecuencias psicológicas que estamos observando parecen muy similares a las que mostró hace casi 50 años  Kristin Enmark tras aquel atraco.

Las restricciones de derechos y libertades que estamos experimentando, con la coartada de un virus asesino, resultan alarmantes. El aparato coercitivo que se ha desplegado para mantenernos "a raya" inédito. Y al régimen cuasi-policial, se le añade un respaldo mediático a las consignas de "la verdad oficial" como nunca se habían visto. Ya se ha generado más desgracia con las medidas tomadas que con el virus que dicen querer combatir. Buena parte de la Humanidad se siente, de verdad, amenazada. Y con independencia de que todo haya sido planificado desde el inicio, o se estén aprovechando del "río revuelto" (ya quizás es lo de menos), miles de millones de personas, simultáneamente, y quizás por primera vez en la historia, se muestran sumisas ante lo que perciben como una maldición para su supervivencia, en un "síndrome de Estocolmo" de dimensiones planetarias. Y en esa confraternización con lo que nos subyuga, parece que una enorme mayoría está dispuesta a todo: sea a reproducir como "papagayos" las cifras o las consignas de los noticieros, o sea a arrimar el brazo a la jeringa que les pongan por delante, lleve lo que lleve, y sea de la farmacéutica que sea. Cosas del "síndrome de Estocolmo" y de la lucha por la anhelada supervivencia.

El lavado de cerebro resulta ya obsceno. La Humanidad asiente sin atisbo de crítica. A base de vilipendiar a los cargos públicos que se han saltado el orden de vacunación, nos hacen ver la vacuna como un bien escaso que peligra, y han conseguido en sólo un mes, que la población española dispuesta a vacunarse haya pasado del 40,5% al 72,5% según el barómetro de enero 2021 del CIS, con un aumento de 32 puntos. Cifra récord en tiempo récord. Y por otro lado, a pocos parece escandalizarles la negociación de la Comisión Europea con las farmacéuticas, y la total opacidad de los contratos (no sólo en precios y cantidades, tachadas expresamente, sino en el ámbito de las responsabilidades), escándalo investigado por la propia Defensora del Pueblo Europeo. Tampoco la nula difusión que se ha dado a la resolución 2361 de 2021 de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, aprobada hace 4 días, que confirma con contundencia que la vacunación es voluntaria y no puede haber discriminación a los renuentes. Ni tampoco cómo las autoridades sanitarias se arrogan la palabra de "LA" Ciencia, cuando las voces discrepantes son ya numerosísimas, a pesar de complicidades o silencios clamorosos, como el de los Colegios de Médicos. Podemos seguir tragando. O quizás plantearnos una simple pregunta: ¿Y si esto no fuera como nos lo están vendiendo?

Queremos discrepar. Queremos unirnos a otros discrepantes. Pero no por ir contracorriente. Sino porque resulta imprescindible el contraste de pareceres para alcanzar LA VERDAD. El debate es sano y fundamental. Y vivimos tiempos donde el debate se silencia. Por eso usamos el altavoz que tenemos: nuestro blog y nuestras redes sociales. Y compartiendo y organizando la información que hemos ido analizando y filtrando. Valga a continuación un amplio listado de evidencias científicas y hechos constatables para ayudar a quien quiera dar el paso de actuar con libertad y discrepar también, a raíz de uno de los análisis más exhaustivos que hemos encontrado: el de las Doctoras Teresa Forcades,  especialista en Medicina Interna por la Universidad de Nueva York, y Dra. Karina Acevedo, Doctorado en Inmunogenética por la Universidad de Cambridge. AQUÍ puedes ver su vídeo completo, y en los siguientes enlace el acceso a los contenidos que hemos resumido en estos 36 puntos:

1.-Cuidado con el conocimiento científico como si fuera un dogma: hace falta un debate de contraste científico y verdadero

2.-No debe ni puede haber bandos (pro vacunas y antivacunas): todo debe basarse en la veracidad de los hechos.

3.-La propia OMS reconoce que las vacunas NO garantizan la erradicación de la Covid-19, y por tanto, la vuelta a la normalidad

4.-Es radicalmente falso que el virus no discrimine por edades: a nivel global la letalidad es del 2%, pero para los mayores de 80  años es del 18%

5.-Hay distintos tipos de vacunas, y debemos conocer los 4 grandes grupos de vacunas que se están desarrollando frente al Covid-19: ARN mensajero, de vector, péptidos e inactivada

6.-Las vacunas, a día de hoy NO están aprobadas, y siguen en fase EXPERIMENTAL, reconocido por la OMS: se ha permitido su distribución por emergencia, y justo la fase 4 de dicha experimentación la constituye la vacunación masiva que ya se ha iniciado, como ensayo clínico voluntario, en realidad.

7.-A nivel científico NO hay consenso sobre la eficacia y la seguridad de las vacunas que actualmente han empezado a administrarse, sobre todo porque el tiempo de experimentación ha sido mínimo, de sólo 2 meses (posibles problemas a largo plazo y de inmunopatologías)

8.-Es crucial saber FRENTE A QUÉ nos protege la vacuna de Pfitzer, por ejemplo: pues ni evita la infección, ni evita la transmisión, ni evita la muerte, ni evita la hospitalización; sólo evita la enfermedad (el positivo del test y los signos clínicos más leves)

9.-Es importante conocer realmente la fiabilidad de las pruebas PCR.

10.-Todo lo anterior se complica aún más, si analizamos los añadidos que se hacen a estas vacunas, con nanopartículas que generan reacciones anafilácticas por PEG

11.-En experimentos de 2017 con vacunas de ARNm en animales, aparecieron restos en distintos órganos de todo el cuerpo, con lo que la degradación que se cree que se producirá, entonces NO se produjo, y persistieron restos.

12.-No se deben desconocer los efectos adversos ya documentados, especialmente tras la segunda dosis, siendo especialmente peligroso el síndrome de magnificación de enfermedad respiratoria.

13.-Resulta crucial, por tanto, analizar el principio precautorio en Medicina: no causar daño a alguien que está sano.

14.-Resulta llamativo el relativismos de minimizar las muertes derivadas de la vacunación, porque eran de personas mayores con patologías previas, y sin embargo, ese mismo colectivo es el argumento principal para la vacunación.

15.-Es imposible afrontar este problema sin enfrentarnos con el propio problema de la muerte.

16.-Para analizar los efectos adversos de las vacunas, sería crucial proteger a los GRUPOS PLACEBO, y no vacunarlos para hacer el contraste. Pero, paradógicamente, y sin sentido alguno, ya se les ha empezado a vacunar.

17.-Empiezan a ponerse en tela de juicio las vacunas para ciertos grupos de edad. E incluso en países como Noruega se hacen advertencias para los mayores de 70 años.

18.-La clave, por tanto, está en que cada uno de nosotr@s analice los riesgos de aplicarse la vacuna, y el grupo de riesgo al que se pertenece, para tomar una decisión entre los pros y contras de ponérsela o no ponérsela. Pero no dejarse llevar por la inercia colectiva y por los medios de comunicación.

19.-Debemos olvidar el pensamiento infantil de que las vacunas son la panacea que nos va a devolver "una vida normal" : ya se habla de 3 dosis y de las 33.000 mutaciones que el virus ya ha tenido

20.-Cada persona es responsable de su cuerpo y de sus decisiones.

21.-Se hace preciso denunciar la desprotección de la Ciencia y de la salud pública de la población frente a intereses económicos en esta materia.

22.-Hay advertencias importantes a quienes ya se han vacunado respecto a evitar mezclar dosis de distintas vacunas.

23.-No debe ignorarse, según los estudios, los posibles efectos adversos sobre el aparato reproductor, especialmente el masculino, en los embarazos y durante la lactancia.

24.-Posibilidad de que el ARN viral siga sintetizando la proteína con falsos negativos positivos.

25.-A la hora de decidir, es crucial diferenciar entre el riesgo absoluto y el riesgo relativo.

26.-¿Cuántas personas tienen que vacunarse para que una sola tenga el beneficio (limitado) que se le atribuye a las vacunas? Ya está estudiado. Y es preciso poner en riesgo a 118 personas para beneficiar a 1, y de forma limitada.

27.-En la vacuna de Pfitzer hay 36.000 participantes, pero los datos de seguridad son sólo de 19.000.

28.-Hay estudios muy concretos que ya han verificado los daños a largo plazo en ciertos tipos de vacunas, siendo crucial hacer estudios específicos para buscar esos efectos, porque de lo contrario nunca se caerá en tal correlación, por el mero paso del tiempo.

29.-Hay estudios y evidencias científicas de 2015 que respaldan que instituciones como la OMS en casos muy concretos NO priorizaron la salud pública frente a otros intereses, con un informe al respecto del Consejo Europeo.

30.-Hay estudios de nanotecnología del 2017 que han evidenciado la existencia de contaminación por metales pesados en las vacunas, con las consecuencias para la salud de ciertas personas que ello acarrea.

31.-Junto a todas las evidencias científicas anteriores, es importante tener en cuenta otras consideraciones socio-políticas como que la "oficialidad" o la "administración sanitaria" NO se pueden identificar con la Ciencia.

32.-Debe lucharse hasta el extremo contra la obligatoriedad de la vacuna.

33.-Los antecedentes de la osadía de la ministra polaca Ewa Kopacz en 2009 que se opuso a la opacidad de los contratos con las farmacéuticas, debe alertarnos para evitar que se vuelvan a producir esos abusos. Pero ya los tenemos aquí, de nuevo.

34.-Existen estudios muy contrastados de 2004 sobre la colisión de intereses de las farmacéuticas y los daños causados a la población, como sucedió con el fármaco Vioxx de Merck y la muerte de 29.000 personas. Y sin embargo, ahí no existe responsabilidad penal personal, sino corporativa, que se salda con una multa de un importe muy inferior a las ganancias logradas.

35.-Existen alternativas médicas y de investigación, que como mínimo, deben explorarse

36.-NO debe aceptarse, bajo ningún concepto, la ideología que empieza a imponerse de que la salud pública no es una decisión personal. Es un argumento muy peligroso. (CONTINUARÁ)

domingo, 24 de enero de 2021

Érase una vez una pandemia (5ª parte): La que está cayendo...o no

Cuando mi padre murió, yo tenía cuatro años y mi hermano sólo dos. Tuvo problemas de corazón. Le tuvieron que operar y en la operación se contagió con una hepatitis que sería la que se lo llevaría finalmente. Por eso siempre odié profundamente el 19 de marzo, el "Día del Padre". Cada año, desde 1º de EGB, era el mismo ritual: el dibujito o la manualidad para papá. Pero yo lo hacía para mamá. Y ello me obligaba cada año a responder sobre los detalles de su muerte al "profe" de turno y a mis compañeros. Siempre era la misma cantinela: caras de sorpresa y preguntas de pena. Todo aquello me hacía sentirme un "bicho raro" por no tener padre. Pero su muerte ya formaba parte de mi vida.

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Mi madre tuvo una enorme virtud. Quiso que esa muerte no hipotecase nuestras vidas. Quedarte viuda con treinta y pocos años, y con dos enanos tan pequeños, sin duda, no fue fácil. Pero ella se propuso no llevar luto, sino colores alegres. No dejó de viajar con nosotros, de reír y de abrirnos todas las puertas que pudo y supo. Y gracias a ella, la muerte estuvo ahí, pero no condicionó nuestras vidas.

Ella murió también, hace ahora ocho años. Se la llevó un cóctel de enfermedades. La fibrosis pulmonar idiopática poquito a poco. Pero luego el cáncer también. Y quién sabe si los efectos secundarios de tantísimas pastillas que tomó durante aquellos largos años en que se fue apagando. Años en que lloré muchas veces, pero que me prepararon para lo que vino cuando ella se fue. Años en que tuvimos que convivir con su enfermedad, y luego con su muerte, sin que lastrase la alegría de vivir de nuestros hijos, sus nietos.

Mis abuelos también se fueron hace mucho. Alguno por una gripe estacional, de esas que dicen que ha desaparecido ahora. En el entierro de mi abuelo paterno descubrí que algo tenía que trabajarme por dentro. No fue normal cómo lloré. Mis primos estaban sorprendidos. Las cicatrices por las ausencias a veces tienen eso.

Si en cada telediario, en cada periódico, o en cada emisora de radio hubieran retransmitido cada minuto de las enfermedades de mis padres, o cuando se marcharon, o los momentos de íntima pena que viví después, hubiera parecido que la vida era sólo eso: enfermedad, dolor, pena y ausencia. Y sería igual si preguntamos a amigos nuestros que trabajan día a día en Urgencias y han tenido que presenciar muertes de Covid cargadas de pena y soledad durante todos estos meses. Pero los que nos leéis desde hace años ya sabéis que, al menos en esta familia, no es así. Hemos decidido que ni la muerte ni la enfermedad nos van a supeditar, por mucho que hayan pasado por nuestras vidas a través de los seres que las padecieron. Sin embargo con esta pandemia se está haciendo precisamente todo lo contrario. La enfermedad está eclipsando nuestras vidas. Se está dejando de vivir para no enfermar. El miedo está atenazando a la Humanidad. Sólo existe Covid. 

Por supuesto ni somos ni podemos ser negacionistas. Y creemos que el peor negacionismo es el de los que se encierran radicalmente y se niegan a vivir por miedo. La Covid-19 existe. Quizás en diversas variantes y con cuadros clínicos radicalmente distintos, que es lo que conviene atender. Pero existe. Que se lo digan a alguna buena amiga que lo ha pasado hace meses y sigue arrastrando secuelas. Y existe como existen las enfermedades y las dolencias cardiovasculares o la hepatitis que se llevaron a mi padre, la fibrosis que se llevó a mi madre, o la gripe estacional que se llevó a mi abuelo. No sé si estamos ante un virus o ante un síndrome, si se ha aislado o secuenciado, o si es natural o creado en laboratorio. La verdad es que a estas alturas "me importa un pimiento". Lo que sé es que hay gente que lo está pasando muy mal. Gente que está sufriendo y muriendo por ese virus, y que merece respeto y consideración. Pero exactamente el mismo respeto y consideración que los enfermos y fallecidos por otras afecciones cuyos procesos, por desgracia, muchos hemos sufrido muy cerca. Y el mismo que el resto de seres humanos, que están sufriendo problemas mentales, suicidios, privaciones en sus derechos y graves problemas económicos por una toma de decisiones totalmente injustificada, viendo las cifras.

Como dice el Dr. Benito, si estuviéramos todo el día mirando con un microscopio binocular un cultivo de paramecios, y nos entretuviésemos en sus minúsculas formas, sus batallas o sus procesos, pensaríamos que esa es la única realidad que existe, por muy llamativa que sea, olvidando que si levantamos la vista del microscopio, hay vida alrededor. Por eso no entiendo lo que está pasando. No entiendo esa frase en boca de todos sobre "la que está cayendo". Estará "cayendo en el Telediario o en algunas Urgencias, pero ¿de verdad también en todas y cada una de nuestras vidas y nuestras cabezas? Porque el miedo es tan peligroso como el bulo, y se acaban extendiendo noticias, como la que corrió como la pólvora esta semana por nuestra zona, alertando de que había tantos contagiados, que el hospital comarcal estaba creando un hospital de campaña en su zona de aparcamientos, cuando la realidad era que se está habilitando una cafetería en los exteriores del edificio. O se acaban haciendo interpretaciones como la de nuestra felicitación navideña, imitando a John Lennon y Yoko Ono, con los mejores deseos de que este virus se acabe, que ha sido vista por algunos como un alegato negacionista por las caras serias que mostrábamos en la imitación.

Somos afirmacionistas. Profundamente afirmacionistas:

-Afirmamos que nunca jamás debe dejarse de vivir porque haya personas que enfermen o mueran.

-Afirmamos que no debe dejarse en la estacada, como está sucediendo, a personas con enfermedades "de toda la vida", en una intolerable discriminación entre enfermedades "de primera y de segunda", como han alertado esta semana con los diagnósticos del cáncer de mama, colon y cervix (ver estadísticas del INE más reciente donde las enfermedades del sistema circulatorio siguen siendo la primera causa de muerte, con el 23% del total, y sin embargo, parecen no existir)

-Afirmamos que es completamente innecesario que, con unas tasas de mortalidad del 1% por Covid, se esté impulsando una vacunación masiva de toda la Humanidad, y a contrarreloj, cuando el nuevo sistema de ARN mensajero está a años de estar testado y ser seguro a largo plazo. ¿De verdad es necesario y tiene sentido poner en riesgo, por pura precipitación, al 99% restante de la población que, o va a estar inmunizada tras pasar la enfermedad o apenas tiene o tendrá síntomas? ¿Se nos ha olvidado cuando de pequeños alguien se contagiaba de sarampión o la varicela, y lo ponían junto a primos, vecinos o hermanos para que lo cogieran y se inmunizaran?

-Afirmamos que es inaceptable e intolerable que se tache de irresponsables a los que no tenemos miedo, o de insolidarios a los que NO queremos vacunarnos hasta que la vacuna esté completamente testada y sea de verdad necesaria. La libertad es lo opuesto al miedo, y con libertad y sin miedo es cuando realmente puedes actuar con verdadera responsabilidad. Observamos a nuestro alrededor, y las personas que conocemos con menos miedo en esta pandemia, son las que perciben que han vivido con intensidad y sentido, que su vida es plena, y afrontan lo que les quede por delante como un verdadero regalo. Y al contrario, observamos mucho miedo en muchas personas que esperan que la vida les dé una prórroga o una segunda oportunidad, pero no acaban de tomar las riendas o las decisiones que den sentido de verdad a esas vidas. Quizá ésa sea la verdadera llamada de esta pandemia.

-Afirmamos que la crispación, el miedo y la histeria que todos estamos presenciando en familiares y amigos, como síntomas del deterioro mental colectivo que se está causando, vienen impulsados por las radicales medidas de aislamiento social, y por un respaldo mediático como nunca ha existido en la historia a una enfermedad concreta. Y que ese deterioro mental y el económico causados por decisiones inapropiadas, repetitivas y encadenadas de país en país, es mucho más grave que la enfermedad que teóricamente se quiere combatir. ¿Cómo se nos puede olvidar que nuestros abuelos y bisabuelos vivieron, se casaron, rieron y "tiraron para adelante" en medio de guerras, miserias y todo tipo de calamidades?

-Afirmamos que el principal aprendizaje de esta pandemia es que la vida, aunque haya muerte y enfermedad, debe ser vivida con intensidad. El miedo y la reclusión anulan el sentido de la vida que muchos dicen tratar de preservar.

He experimentado la muerte y la enfermedad en mi familia desde mi más tierna infancia. Y afirmo con rotundidad, que ni pueden ni deben lastrarnos como lo están haciendo en estos momentos. Al menos así está sucediendo con buena parte de la Humanidad, en este mundo actual, que parece haberse vuelto loco. Impulsemos un poco de cordura. De nosotros depende dejarnos arrastrar o no. Apliquemos un poco de sentido común, que parece ser poco común en estos tiempos que corren. (CONTINUARÁ)

miércoles, 20 de enero de 2021

Compartiendo experiencias en "El Punto BE"

Hoy, en lugar de un post, os compartimos la agradable charla que hemos mantenido en directo, compartiendo experiencias y vivencias, con Sonia Marín y Abel Fernández en el programa "El Punto BE":


(pulsa sobre la imagen para acceder al vídeo)