martes, 14 de enero de 2014

La injusticia llama a tu puerta: ¿carretera y manta?

Aunque hace tiempo que no escribimos porque consideramos que buena parte de lo que había que decir ya está dicho, y es momento de Vivir y Ser, más de que hablar y opinar, hay cosas que claman al cielo y de las que podemos aprender mucho. Sobre todo cuando son experiencias tan cercanas a nosotros.
A pesar de que apenas nos vemos una vez al año, J. y M. son parte importante de nuestra historia. Y no porque tengamos edades y situaciones similares, o porque hayamos vivido muy cerca durante varios años, sino porque a pesar de ya vivir alejados, nuestras energías han seguido confluyendo en esa búsqueda de un mundo mejor. Son gente muy "currante", abnegada, y dedicada a sus 2 hijos, ahora en 5º de primaria y 1º de bachillerato respectivamente. J. perdió su trabajo en la fábrica hace ya bastantes meses, pero al menos les consolaba el apoyo económico que recibían por la invalidez de M., postrada largo tiempo en la cama durante más de 2 años, tras varias intervenciones en su columna vertebral. Ese consuelo también ha desaparecido: los dichosos recortes han hecho que se revise su invalidez, pasados 2 años, y aunque todos los informes médicos evidencian un deterioro de su estado de salud, le han quitado la invalidez. Resultado: deja de cobrar la pensión; su anterior empresa no la readmite (aparte de que no está en condiciones físicas para ello); y ni siquiera podrá cobrar el paro. Es decir: se quedan con cero euros de ingresos al mes.
Es más que probable que la historia finalice con una sentencia condenatoria para la Seguridad Social, como acaba de suceder con otra amiga nuestra, con un cáncer cerebral y con graves secuelas oculares, obligada a trabajar durante casi 2 años, y que ahora ha recibido su sentencia favorable. Pero quizás no todos puedan aguantar el envite de estar años en un pulso con la Administración, que sólo juega a ganar tiempo a costa de personas que sufren. ¿Cómo puede ser posible que este aparato burocrático al que llamamos “Sistema” asiente una situación durante más de 2 años, cerrando las puertas a otras posibilidades, para de repente, y sin ningún fundamento médico ni legal, quitártelo todo, en una estrategia de dilatar plazos aún a costa de las vidas de tantas familias?
J. y M. no son como los miles y miles de personas que esperan a que "algo suceda", o a que "venga alguien a sacarnos de ésta". Ellos afrontan su presente, no quieren o no pueden quedarse con los brazos cruzados esperando a que alguien les ayude, y saben que si no hay ingresos hay que recortar gastos. Y aunque ya viven en un alquiler muy barato, nos cuentan la dureza de tener luz o gas y no querer encenderlos en pleno invierno sabiendo que quizás no vas a poder pagarlos. Por eso han decidido "echarse al monte": irse a la sierra a una casa antigua en pleno campo, y tratar de vivir de lo poco que la tierra pueda darles. No quieren limosna. Quieren ser dueños de su presente y de su futuro. Aceptan y afrontan su presente. Pero ese presente no tiene nada de bucólico ni de la idealización por un mundo mejor. Saben que las circunstancias les abocan a ello. Y el precio que han de pagar es enorme: dejar a sus hijos con los abuelos, hasta que puedan estabilizar su situación, J. pueda empezar a cultivar algo, y puedan encontrar escuela para la pequeña el próximo curso.
Les pedí hablar de ellos, pero no por idealizar su apuesta por el campo, sino porque nos parece un ejemplo muy cercano de coraje, de valentía, de coherencia, de responsabilidad y de aceptación. Pero éstos no están exentos de sufrimiento. Y el alejamiento de los hijos, ahora, les va a traer muchas lágrimas. Estamos seguros que todo esto tendrá sentido en su evolución, aunque ahora sea muy difícil verlo. Y ahí nos van a tener para todo lo que necesiten.
Lo que es indudable es que todos tenemos “papeletas” para que algo así pueda sucedernos en este “maravilloso” y “justísimo” sistema en el que estamos. Quizás debamos estar preparados, y fijarnos en ejemplos reales como este, para estar dispuestos a desapegarnos de nuestro pasado y plantearnos nuevos horizontes que, ojalá, se tornen en oportunidades.