Para que mis hijos no me planteen muchos problemas con la comida, siempre tengo un truco infalible. "Mamá, ¿qué hay de comer?" "Pues mira hijo, puedes elegir, o pescado con pisto, o pisto con pescado, ¿qué prefieres?" Ya está, solucionado: dos opciones y hay que elegir una, todos contentos.
¿¿Todos contentos??
Hoy en día me parece estar viviendo esta situación a una escala diferente. No estamos contentos con nuestros gobernantes y políticos y a todas horas se nos anima a acudir a las urnas para decidir sobre nuestro futuro. Si no te gusta lo que tienes, puedes elegir con tu voto algo diferente. Pues mucho me temo que se trate del mismo truco que uso con mis hijos: la misma cosa con distinto nombre, no tengo una alternativa diferente. No soy libre de expresar mi opinión, ni de salirme de unas directrices que otros han establecido. Yo, desgraciadamente, no tomo decisiones: otros las han tomado ya por mí y me crean la ilusión de que mi voz cuenta, de que soy libre de elegir.
Y en esas estamos: ¿Pescado con pisto o pisto con pescado? ¿Y si no quiero ninguna de las dos?; ¿y si soy alérgico a las dos?
Estaba un condenado a muerte en el patíbulo, cuando se le acerca su verdugo: "Como medida de gracia se le otorga la posibilidad de elegir: ¿horca o fusilamiento?" "Elijo no morir", exclama el condenado.
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