Es la frase de la semana. Por lo menos la hemos escuchado una docena de veces estos días: "¡Qué ganas tengo de volver a la rutina!" Y suele ir acompañada de una retahíla de situaciones que conforman esa rutina: que los niños vuelvan al "cole"; que retomemos los horarios; que acabemos con tantas salidas y tantas visitas; que volvamos a comer y a acostarnos a unas horas decentes; que los niños aparten la vista de las pantallas, aunque sea durante el rato del colegio; que el marido retome su horario de oficina, y deje de inventar cosas por casa... Es la gran conjura colectiva de la llegada de septiembre: "volver a la normalidad".
Pablo, volando. |
La "normalidad" y los hábitos nos dan tranquilidad. Hacen que todas las piezas de nuestro puzzle existencial parezcan encajar. Constituyen esa tabla de salvación a la que asirse para dar sentido a lo que hacemos y vivimos. A fin de cuentas no dejan de ser esa rueda que da vueltas y más vueltas y a la que nos hemos sometido voluntariamente. Repetir unos horarios. Cumplir unas tareas repetitivas. Hacer los deberes y estar "calladitos" en clase. Fichar religiosamente al entrar y al salir del trabajo. Tener la casa limpia y la comida preparada para cuando regrese la familia. Llevar y traer a la prole a las actividades extraescolares...
Todo un gran engranaje rodea nuestras vidas. Y cada cierto tiempo descansamos de él en unas vacaciones más o menos cortas, bien diseñadas para regresar con ansias renovadas de nuevo a ese redil existencial de la "normalidad", pero sin desconectarnos demasiado (¡vaya que nos rebelemos!). Probablemente ese sea el gran mérito de nuestra sociedad actual: que sus miembros se hayan convertido en dóciles sirvientes de esa "normalidad" que, sin darnos cuenta, nos encajona y esclaviza, a cada uno según su sensibilidad.
Y lo peor es que acabamos identificando la Vida, el Vivir, con eso: con cumplir unos horarios, con realizar esas tareas repetitivas, con llenar unos años de nuestra vida de ese "cumplir lo que se espera de nosotros" formándonos, trabajando o cuidando de otros para después disfrutar del merecido descanso, si tenemos la enorme suerte de llegar a él, y no se tuerce la cosa por el camino.
También nosotros tenemos esos horarios, esas tareas interminables, esas idas y venidas desenfrenadas, y esa permanente "lengua fuera". Pero desde un tiempo a esta parte, intuimos con fuerza que eso no es la Vida. Y nos resistimos "como gato panza arriba" a que esas tareas, ese horario, o ese itinerario vital al que hemos accedido más o menos voluntaria y conscientemente, sea eso que llamamos "Vida" con mayúsculas. Puede que sea necesario en ciertos tramos de este camino existencial. Pero desde luego NO es la Vida. Sucede lo mismo que con esos pensamientos y preocupaciones que, a veces, atormentan nuestras mentes: podemos llegar a pensar que somos ese quebradero de cabeza. Pero no. No lo somos. Y si tenemos la suficiente consciencia y la suficiente práctica, seremos capaces de distanciarnos de ese problema, y ver que no somos nosotros, y que ese simple destello de consciencia, ya hace que ese dilema se afronte de forma muy distinta.
Tarifa, "de playita" y de boda |
Creemos que no hay nada más sano para la mente que cuestionarse esa "normalidad", esos horarios, y esas tareas. Es crucial hacerse consciente de lo que es Vivir, e ir metiendo en nuestras vidas, pequeñas cuñas de verdadera Vida. Quizás una escapada en pareja. Quizás una pequeña reducción de jornada. Quizás una locura abocada al fracaso. Da igual. Pero hay que encontrar ese espacio entre tareas, horarios y grilletes auto-impuestos que nos haga ser nosotros mismos. Hace falta conectar con nuestros verdaderos dones y talentos, y no resignarnos a llegar esposados, encadenados y sometidos a ese gran premio que se supone que es la jubilación, o el final que nos hayan hecho creer. ¡Menudo premio, dirán muchos! Si la Vida está en esa infinidad de pequeños momentos mágicos a los que les dimos la espalda por culpa de esa dichosa "normalidad" a la que nos rendimos. La Vida está en el Aquí y en el Ahora.
Lo siento, pero nosotros no tenemos unas ganas especiales de volver a esas rutinas de la "normalidad" de septiembre. De hecho, tenemos ganas de vivir dos o tres vidas seguidas, una detrás de otra, porque hay demasiadas cosas que nos apasionan y que tenemos que hacer antes de irnos al hoyo. Sí o sí. Y no hay horas en el día, ni años en una vida, para Vivir tanto como queremos Vivir.
En 1887, William James, padre de la psicología científica, escribió un artículo titulado "El Hábito", en el que exponía la enorme plasticidad cerebral y cómo son necesarios 21 días para la formación de un nuevo hábito. Y en 1960 el cirujano plástico Maxwell Maltz describió que aquellos pacientes que perdieron alguna extremidad como un brazo o una pierna, tardaban un mínimo de 21 días en adaptarse a este cambio en su cuerpo, igual que los que habían tenido alguna operación en el rostro tardaban también ese número de días en recuperar su autoestima y acostumbrarse a su nueva apariencia física. Estudios recientes afirman que lo de los 21 días exactos probablemente sea demasiado exagerado o rígido. Pero quizás el imponerse una disciplina de hábitos para cambiar esa "normalidad" que nos esclaviza, no sea tan mala idea. Tardes 21 días o tardes lo que tardes. Pero quizás toque cambiar de hábitos y de prioridades, para vivir de verdad la Vida.
Una alumna de Mey lleva meses en una lucha encarnizada contra el cáncer, y el simple hecho de ir a clases de inglés, y juntarse allí con sus compañeros y amigos, están siendo su mejor terapia para luchar contra la enfermedad. Y da envidia sana ver su lucidez a la hora de dar sentido a la Vida a través de los pequeños detalles cotidianos, que normalmente se nos suelen escapar entre los dedos a los demás. Menuda lección de Vida para los que la rodean. La dignidad de lo cotidiano. Curioso, ¿no? Unos deseando engancharse a una rutina que les adormece y que no les haga tener que cuestionarse muchas cosas (más allá de seguir dando vueltas en sus respectivas ruedas de la vida), y otros usando esa cotidianeidad para luchar con fiereza contra los envites de la enfermedad. Está claro que la "normalidad" la construimos cada uno/a de nosotros/as. Lo que habrá que plantearse, quizás, es si queremos una "normalidad" que nos aprisione y adormezca, o una que nos dé alas.
NOTA: Os compartimos el balance económico de algunos de los proyectos solidarios que impulsamos gracias a los granitos de arena de muchos de vosotr@s, así como las distintas vías que empleamos para ello (por si algun@ se anima a unirse ;) )
No hay comentarios:
Publicar un comentario