viernes, 20 de enero de 2017

Lumbalgia

La sucesión de días nos crea una ilusión de eternidad. Este viernes no difiere mucho de viernes pasado y quizás no mucho del próximo. Este invierno se parece mucho al anterior. Y cada día de trabajo es casi idéntico a los demás. Sin embargo la vida pasa casi imperceptible. Probablemente son los niños los que más nos confrontan con esa realidad. Un día les cambia la voz. O te superan de repente en altura. O deciden que ir a los columpios ya es de niños pequeños. Igual que meterse en la cama de los padres. Tú te ves, quizás, igual. Pero la vida pasa. ¡Y vaya que si pasa!
Ese efecto del paso del tiempo lo vivimos por la observación y la comparación. Pero es realmente nuestro cuerpo físico el que tarde o temprano te confronta con nuestra vulnerabilidad y limitaciones.
Y cuando compruebas lo indefenso que estás ante el más mínimo achaque, no puedes evitar caer en la cuenta de cuánta razón tenía Borges cuando dijo aquello de que "siempre" es una palabra que no está permitida a los hombres.
Esta semana me ha tocado comprobarlo en mis carnes. No sé si fue un mal movimiento, un rato en el que hice algo de ejercicio, la sesión de limpieza de las terrazas o que simplemente el cuerpo me tenía que dar un aviso, de lo que sea que tengo que aprender. Pero lo cierto es que esta semana me ha tocado sufrir un lumbago superlativo. De esos que te dejan inmóvil rabiando de dolor simplemente cuando te acercas a lavarte las manos en el lavabo o a sacar los pies del coche. Que situaciones tan cotidianas de tu día a día se conviertan en verdaderos castigos, te hace recapacitar. Te anima a hacerte muy consciente de cada paso, de cada movimiento y de cada instante, en una especie de liturgia a la que nuestras prisas diarias no están acostumbradas, por desgracia. Y aunque sea por puro dolor, pones todos los sentidos en el presente. Verte tan dependiente de quienes te rodean para acercarte un vaso, para hacerte un masaje, o para suplirte en las tareas caseras más básicas, te genera una mezcla de sensaciones: un profundo agradecimiento por estar rodeado de seres que te quieren y te cuidan; un recuerdo de tantas y tantas personas que sufren la enfermedad, la dependencia, el dolor...; y una llamada de atención frente a esa llamada inescrutable del paso del tiempo. Quizás sea buen momento para recordar a William Blake cuando decía lo de: "La eternidad está enamorada de las creaciones del tiempo". Quizás toque afanarnos aún más en esas creaciones del tiempo. Quizás debamos vivir con más autenticidad cada minuto. Quizás debamos recordar de vez en cuando que no somos eternos. Aunque sólo sea por si acaso esto tuviera fin.

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