Hay que reconocerlo. Calentito, se está calentito. La verdad. Y cómodo también. No hay nadie que te señale. Nadie que te reproche nada. Nadie que opine a tus espaldas. O que te ponga una u otra etiqueta. Quizás por eso tantos se quedan ahí. En ese estado de letargo, en el que el tiempo pasa sin pena ni gloria. Y en el que te ahorras disgustos y frustraciones que, a fin de cuentas, te has buscado tú solito o solita.
A veces pienso que es cuestión de condición. Que hay personas a las que les hierve la sangre, mientras otras la tienen de horchata de chufa. Pero no. A veces es cuestión de tiempo. De que llegue el momento adecuado, la llamada adecuada, el dolor adecuado. Mientras tanto, seguimos en nuestra zona de confort. Calentitos, muy calentitos.
Una pareja en la playa de Miedzyzdroje, Polonia |
El pasado jueves lo hablábamos con nuestros queridos amigos Magdalena y David. En unos días se van a conquistar las Américas con un nuevo sello editorial. Su poesía es disfrutada ya por millones de personas. Y sin embargo, en el tiempo en el que les conocemos, ni un atisbo de apoltronamiento, de conformismo, de autocomplacencia. Hace unas semanas Magda era invitada a dar el pregón de las fiestas de su pueblo. Era un buen momento para regalar el oído a muchos. Pero ella prefirió llamar "al pan pan, y al vino vino". Igual que cuando alzó la voz para insuflar ánimos a tantos y tantos enfermos de cáncer que, como ella, luchan contra esa dichosa plaga. Le faltó tiempo a algunos, con muy mala idea, para acusarla de vender libros con su enfermedad. Es lo que pasa por no quedarse en un segundo plano, de perfil.
Hubo un tiempo en que también nosotros siempre estábamos en un segundo plano. Y cuando vamos a compartir algo, nos lo pensamos mucho. Porque somos muy conscientes de que no somos ejemplo de nada ni para nadie. De hecho cada vez estamos más convencidos del trabajo callado y silencioso de "hormiguita", de ese cambiarse uno o una para cambiar el mundo. Salir del segundo plano no siempre tiene que ser "a bombo y platillo". Y con mucha frecuencia nos encontramos en la misma dicotomía cuando nos metemos en alguna nueva historia. ¿Compartir o callar? ¿Arriesgarse a engordar el ego y las acusaciones de "buenismo", o sacrificar posibles conexiones con personas que se encuentran en la misma búsqueda que nosotros? Y os reconocemos que ni hay recetas para esto, ni en casa nos ponemos siempre de acuerdo a la hora de difundir o no lo que hacemos. Cierto es que mucha gente nos agradece nuestro compartir y nos reconocen que buscaban pistas o referencias cercanas, como la nuestra. Pero huimos de los gurús, de los "salvapatrias", y de los héroes de cartón-piedra. Hace poco un escayolista que nos hizo un trabajo en casa hace años, nos llamó para pedirnos consejo: quería tener gestos solidarios y aportar su granito de arena a varias causas solidarias, y tras seguirnos la pista durante meses, se fiaba de nosotros para decidir a dónde y con quién. Gente como él es la que nos convence de que, de vez en cuando, debemos seguir compartiendo algunas de nuestras salidas a escena.
Sabemos que siempre habrá quien nos critique o nos etiquete de esto o aquello. Pero hay tanto por hacer, que no pueden pararnos quienes se aburren y se dedican a la censura o el reproche. Y cuando los focos o la conciencia te apuntan, puedes decidir quedarte detrás del escenario, o salir a actuar. Por eso esta semana hemos dado otro paso al frente. Sabemos que algunos nos tildarán de locos. Otros de exhibicionistas. Y otros de insensatos. Pero no podemos quedarnos impasibles en ese dichoso segundo plano, por muy calentito que se esté en él.
Hay muchos niños esperando un abrazo, una mirada tierna, una escucha activa, un hogar. Y hay mucha gente mirándose al ombligo, quejándose de su destino, y compitiendo en victimismos de todo pelaje. Olvidan que esas cosas resultan bobadas cuando ves situaciones así en otros. Y hay muchos "otros" que nos necesitan y que nos curan cuando les entregamos parte de nosotros mismos. Por eso ya hemos empezado los trámites. Por eso ya nos hemos ofrecido. No podemos permitir que niños como nuestro Pablo, nuestro Samuel o nuestra Eva, sin ninguna culpa, traba o pecado, vaguen por los centros de menores, sin una familia dispuesta a ofrecerles un hogar, aunque sea para arroparles durante unos días. Da igual que se llamen Cristian, Soraya o Javi. Que tengan 8 o 17 años. Son niños o adolescentes, como los nuestros. Niños que han tenido la mala suerte de que se les torció la vida a sus padres. Y necesitan familias que les hagan de puente hasta que se enderecen esas vidas. Sus profundos abrazos de este miércoles, siendo nosotros unos auténticos desconocidos, delataban esa necesidad. ¿Se puede seguir de perfil ante esas realidades, teniendo unos brazos, una cama y una sonrisa para compartir con ellos? A pesar de los pesares, hemos decidido dejar de nuevo ese dichoso segundo plano. Y salir a escena. Por estos niños. Y por otros muchos que, ojalá, puedan disfrutar del hogar o de la compañía de gente con corazón, que se movilice con este paso que damos nosotros ahora. Lo compartimos sin mayor pretensión que el conectar con quien también pueda sentir esa necesidad de ayuda. Será incómodo. Traerá dolor. Y quizás no se esté tan calentito. Pero valdrá la pena. Sin lugar a dudas. Por esos niños y también por nuestro corazón. Porque de eso va la vida.
NOTA: Ya sabéis que este post se publica, como todo lo que escribimos, de forma gratuita y en abierto tanto en nuestro Blog como en nuestro Patreon. Pero a través de nuestra escritura estamos canalizando solidaridad hacia proyectos que lo necesitan, y queremos dar cuenta de ello:
https://www.patreon.com/posts/damos-cuenta-de-21934667
Además, los beneficios de la nueva tanda de libros que nos ha llegado, irán íntegramente para material escolar de los 28 niños del orfanato de nuestro querido Herminio: https://bit.ly/2CbfnQM
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