sábado, 17 de octubre de 2015

Gestos por la utopía

Ayer, paseando por la calle, un chico joven, desde un segundo piso, vació una botella de un litro sobre la acera y luego tiró el envase a la calle desde unos 8 metros. Poco después tuve conocimiento de un movimiento a nivel mundial, que ha movilizado a miles de personas simultáneamente para, durante un minuto, mirar a los ojos a un desconocido, y experimentar la sensación de conexión y cercanía con cualquier ser humano (el "Eye Contact Movement"). Son gestos muy simples, pero que evidencian un alineamiento de quien interviene en ellos con una forma de relacionarse con los demás y con lo que nos rodea.
Ante el enorme drama de los refugiados también caben gestos. El Papa hizo uno, mostrando su consternación, y animando a todas las parroquias a acogerlos. El Arzobispo de Valencia, Cardenal Cañizares, tuvo también la ocasión de tener un gesto hacia ese drama. Representando a quien representa, podría haber tenido un gesto en conexión con las Bienaventuranzas de Jesús, o ese "fui forastero y me acogísteis". O podría haber recordado la famosa frase del "todo lo que hagáis a uno de mis pequeños, me lo hacéis a mí". Sin embargo escogió otro gesto en forma de preguntas en voz alta: "¿Esta invasión de refugiados y emigrantes es todo trigo limpio? ¿Dónde quedará Europa dentro de unos años? ¿Vienen simplemente porque son perseguidos?". La tormenta que ha desatado evidencia que el simple gesto que guardan tres simples preguntas en voz alta, implica una energía descomunal, y una alineación con una forma de vivir en este mundo. Sin pronunciarme sobre su Eminencia, lo que es indudable es que su gesto va más encaminado a crear duda, desazón, cizaña y resquemor, que a la acogida, al abrazo, al encuentro y a la solidaridad de tantos miles de personas que se han sentido UNO con esos refugiados. Su gesto implica fronteras; implica que unos tienen más derechos que otros; que unos invaden a otros; y que unos tienen más catadura moral que otros, y por lo tanto pueden permitirse juzgar a los demás como trigo limpio o trigo sucio. Sin duda ha sido un gesto feo y que descalifica a quien lo realiza, y a quien representa. Estoy seguro que, por convencimiento del error o forzado por la avalancha generada, pedirá disculpas e incluso se sentirá víctima de un linchamiento mediático. Pero de ahí la importancia de actuar con consciencia con nuestros gestos, porque tienen mucho más valor del que creemos. Estoy convencido que gestos así provocan gestos de rechazo en miles de personas para los que una Iglesia representada de esa forma deja de tener sentido. Miles o millones de personas cuyos gestos están en las antípodas, trabajando por los demás, por la bondad y el entendimiento, sin hacer preguntas, sin solidaridades condicionadas, sin grandes golpes en el pecho, sin boato vacío, y sin medias tintas. Gestos así son los que, hace ya tiempo, me hicieron ver el sinsentido de necesitar intermediarios (y menos de este calibre) para acercarme a Dios. Y en ese proceso me dí cuenta que sin intermediarios, Dios soy yo, y yo soy Dios. Y eso sucede cuando me hago UNO con el otro, y cuando me olvido de mi "yo", de mi "ego", de mis prejuicios, y de mi pensamientos y doctrinas totalizantes.
Ese simple gesto con sus tres simples preguntas en voz alta han creado energía y predisposición en una dirección u otra de millones de personas estos días. De ahí la importancia de nuestra encrucijada diaria y personal a través de nuestros gestos. ¿Nos acercan al otro o nos alejan de él? ¿Nos conectan con nuestro ser esencial o nos convierten en autómatas? ¿Nos llevan al desprendimiento, a la libertad y a la alegría, o nos abocan a la acumulación, a la esclavitud y a la tensión permanente?
El mundo se encuentra ante una encrucijada decisiva. Pero no tanto entre ricos y pobres, entre explotadores y explotados, o entre el Sur y el Norte (¡que también!). Sino probablemente ante el mayor de los cruces de caminos: aquél que enfrenta las dos caras de nuestra moneda como seres únicos e irrepetibles; esa que nos confronta con nosotros mismos. Y deberemos decidir si queremos optar por un mundo nuevo o por un mundo en decadencia; por el "yo" o por el "nosotros"; por el "ser" o por el "estar"; por la confrontación o por la aceptación inconformista; por el miedo o por la libertad... Y en ese cruce no valen etiquetas ni resultados. No valen ni notas ni medallas. Ni siquiera vale el "qué dirán" o "cuánto sacaremos de esto". Estamos solos ante nosotros mismos, ante nuestra propia conciencia. 
No se trata de grandes heroicidades, ni de lograr cambiar el mundo con giros radicales. Se trata sólo de conectarnos con la utopía de un mundo más fraterno y humano. Nuestros hijos se alimentan diariamente de esos gestos. Por eso es crucial alinear los gestos hacia la utopía, hacia un mundo mejor. De ahí que sea necesario poner toda la consciencia en nuestros gestos cotidianos: con pequeños soplos de ternura; posicionándonos contra pequeñas injusticias que perjudican la educación de nuestros hijos; priorizando otras cosas en el trabajo;  viviendo con menos sin ser menos; dando sin esperar nada a cambio; creando nuestra propia suerte; acogiendo al otro, al diferente....Nuestro día a día es un pozo sin fondo de gestos, que nos alinean con la utopía o con lo viejo. Y nuestros hijos están muy pendientes. 


PD: Si hoy te apetece hacer un gesto, te proponemos uno: súmate al grupo teaming de Proyecto O Couso, todo un laboratorio de vida hacia la utopía, lleno de bellos gestos hacia el encuentro. Algunos nos dicen que qué se va a conseguir aportando sólo un  euro al mes (menos del precio de un café al mes). Pero lo importante no es el resultado: es el gesto. Y lo bello de los gestos es que haya muchos similares. Entonces los gestos se convierten en cascadas imparables que hacen que las utopías se conviertan en realidades.

martes, 6 de octubre de 2015

La mera presencia

No recuerdo un mes de septiembre más frenético. Reconozco haber perdido los nervios más de lo que me gustaría reconocer: conflicto con la Consejería de Educación, posibles cambios laborales, problemas con los seguros y burocráticos de distinta índole, cientos de novedades en las tres "vueltas al cole" de nuestros hijos... ¡Yo que me había propuesto nunca más andar con prisas! ¡Toma 7 tazas de prisas y stress!
Cuando uno pasa un período al límite, tiene la sensación de que cualquier asunto añadido va a desbordar el vaso. Por eso cuando una chica polaca nos pidió alojarse en casa durante unos días hasta encontrar un apartamento donde acomodarse con su hija, estuvimos tentados de decirle que no. Y no sólo por el pequeño caos de este comienzo de curso, sino porque cuando alguien nos visita nos gusta acogerle al 100% y dedicarle el tiempo que se merece y éramos conscientes de que materialmente en esta ocasión no iba a ser posible. Así se lo hicimos saber, pero parecía imperiosa su necesidad y accedimos. A fin de cuentas nuestra primera experiencia como couchsurfers durante el verano había sido excepcional, y las circunstancias parecían exigir que era el momento de estrenarnos como anfitriones.
Mucha gente de nuestro entorno no entiende que nos hayamos abierto a acoger a desconocidos, teniendo en casa a tres niños. Y más aún cuando ni siquiera conocemos al detalle sus circunstancias personales o familiares. ¿Temeridad? Puede ser. Pero cada vez más sentimos que cuando alguien te necesita, el foco hay que ponerlo en su necesidad, y no en los miedos de lo que podría suceder. En el caso de Gosia y su pequeña Józia de 2 años, simplemente querían pasar unos meses en un clima benigno, comiendo buena fruta y verdura, antes de que la niña empezara a ir al colegio. Una razón tan buena como cualquier otra para encontrar nuestro respaldo. De hecho, no hemos podido evitar acordarnos de tantos y tantos miles de refugiados cuya razón para abandonarlo todo es evitar ser bombardeados o masacrados. ¿Quiénes somo nosotros para juzgar las razones de una familia para tomar la decisión de moverse por este nuestro planeta? Cada uno tiene sus razones, y cada vez estamos más convencidos de que no existen fronteras ni nacionalidades y ojalá llegue un día en que los pasaportes sean cosa del pasado.
Los cuatro días que hemos pasado con nuestras amigas polacas han sido muy agradables: buena oportunidad para practicar el inglés en casa, para conocer anécdotas de otras culturas y para que los niños disfrutaran de lo lindo con el nuevo bebé de la familia. No pudimos mostrarles sitios de interés o monumentos, pero parece que no importó. Lo crucial lo tenían: cama, comida, red wifi para la búsqueda de apartamento, y buenos consejos. Les echamos una mano con las llamadas a las inmobiliarias (ya que aún Gosia no conoce el español), y les acompañamos a la hora de visitar y decidirse entre los últimos apartamentos. Parece que nuestra mera presencia como sus amigos y traductores obró el milagro. Las condiciones draconianas que les pedían para el alquiler (6 meses por adelantado) se esfumaron; la petición de avales y de justificantes de ingresos también; y las puertas de un soleado y bello apartamento a precio irrisorio se les abrían de par en par sólo por haberles acompañado. Simplemente habernos prestado a acogerles y acompañarles era justo lo que les abría la puerta a su pequeño sueño. Algo así debió suceder con el milagro de los panes y los peces: disponibilidad para compartir, aunque sea un poco de tiempo.
Ayer les llevamos al apartamento las últimas cajas que habían llegado por mensajería a casa desde Polonia. Gosia nos manifestó que no sabía cómo correspondernos: se sentía en deuda con nosotros. La mejor forma, sin duda, es que siga floreciendo nuestra relación y amistad. Parece que el SER UNO con el prójimo no requiere ni dinero, ni esfuerzos especiales, ni grandes golpes en el pecho; quizás sí olvidarse de nuestro stress, y salir de nuestro ahogo cotidiano. A veces la acogida y la mera presencia obran milagros. 

miércoles, 16 de septiembre de 2015

(Re)Vuelta al cole

Fue sin duda premonitorio. Nuestra entrada como familia en el Sistema Educativo fue "por la puerta grande". Nuestro hijo mayor, que hoy tiene 14, iba a iniciar sus primeras clases de preescolar. Nosotros por aquel entonces vivíamos en Linares y lo apuntamos en un colegio que por calidad y cercanía nos convencía mucho. Por si acaso, planteamos una segunda alternativa en otro centro también cercano, por si no resultaba adjudicatario en ese centro. Para nuestra sorpresa, no le adjudicaron ni en uno ni en otro, sino en otro colegio a kilómetros de distancia y con fama de problemático. Como no salía de mi asombro, me estudié la normativa para ver qué había sucedido. Al margen de las familias que habían hecho "trampas" a través de empadronamientos falsos, al parecer el sistema informático no había recogido la complejidad del sistema de reparto de plazas, y por tanto ni contempló nuestra segunda opción. Pedí reunirme con el Director del Centro y después con el Inspector de Educación, y ambos me dieron la razón. Me prometieron que incorporarían ese "lapsus" que se había producido, me dieron una "palmadita en la espalda" y me agradecieron los servicios prestados por la causa educativa en nuestra región. Pero iba a ser que no. Hubo una "palmadita interruptus". No estaba dispuesto a que mi hijo, y otra veintena de familias más, fueran tratadas como cobayas y tuviéramos que asumir un error ante el que no parecían tener respuesta ni solución.
Empecé a organizar a los padres y montamos una plataforma reivindicativa. Empezamos a recoger firmas y mostramos que no estábamos dispuestos a transigir con una injusticia ante la que nos pedían agachar la cabeza. Nuestra propuesta era montar una unidad o clase más en el centro, dado el crecimiento demográfico que se estaba produciendo en la zona, y el protagonismo que ese centro estaba llamado a ostentar.
Pero nuestra "amada" administración autonómica tenía otros planes: se dedicó a llamar uno a uno a esa veintena de familias, para "bajo cuerda", ofrecerles una "valiosísima" plaza en distintos centros concertados, ¡y a coste cero!. Y como suele suceder en estos casos, el modo "chollazo total" se activó, y al grito de "tonto el último", todas las familias acogieron con los brazos abiertos unas plazas que en otras circunstancias no habrían querido "ni en pintura". Pero así es el ser humano a veces: "mejor pájaro en mano..." Y lo de "la unión hace la fuerza" prefirieron dejarlo para otro día.
Tan sólo nosotros y otra familia, que ya tenía a otro hijo matriculado en el centro, y a la que arbitrariamente habían dejado fuera de la zona de influencia del centro, dijimos un "no" rotundo. Llegaríamos hasta las últimas consecuencias, incluida la no-matriculación del niño ese curso. Además, aproveché y adelanté a la secretaria de la Delegada el borrador de una nota de prensa, que preparé para remitir a los medios de comunicación informando del caso, junto con la invitación al Inspector para debatir en un programa de radio que llevaban unos amigos las "bondades" de aquel sistema de matriculación. Casualmente esta familia y nosotros fuimos los únicos que finalmente tuvimos plaza en el centro en cuestión a las pocas semanas.
Casi 12 años después nos encontramos en otra batalla contra la misma administración educativa de la Junta de Andalucía. Parece que el tiempo ha mejorado poco su gestión. Y de nuevo ayer mismo tuvimos que "enseñar los dientes", anunciando una huelga general de estudiantes y familias, ante unos flagrantes incumplimientos en materia de educación musical en el conservatorio de mis hijos. Algún día contaré los pormenores de esa batalla. Lo que tengo claro es que, como ya nos sucedió hace años, si la causa es justa, no caben atajos, y una administración jamás podrá doblegar a un amplio número de familias, actuando al unísono en defensa de sus hijos, especialmente si tienen claro que no es posible delegar en otros la hermosa tarea de educar a su prole. Como entonces, nos toca una "vuelta al cole" algo revuelta.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Sin fronteras

Lo sé: no es bueno ponerse a escribir cuando la indignación le hace a uno perder el equilibrio y decir cosas que quizás no debería. Pero en este tema hace tiempo que me dí por perdido. Y cuando en un grupo de amigos o en algún medio de comunicación sale la cuestión de la inmigración, y empiezan a dibujarse fronteras, derechos de unos y de otros, pasaportes y argumentos de seguridad de los de aquí...Lo siento, pero pierdo todo sentido de la mesura.
Quien abra en estos días un periódico o vea un telediario y no sienta rasgarse por dentro algo muy profundo ante el enorme drama de los refugiados, quizás deba acudir al especialista y mirárselo. Sobre todo si aún le quedan ganas de argumentar sobre "los derechos de los de aquí", o sobre "si no hay trabajo aquí para todos" o sobre si la "asistencia sanitaria debe ser o no universal"...
Reconozco que hoy se me ha roto algo en el pecho cuando he visto la foto de ese niño, que apenas sabría andar, tendido boca abajo, muerto sobre la arena de una playa de Turquía. No he podido evitar imaginarme a cualquiera de mis tres hijos en una situación así. Y ante eso, no entiendo que haya quienes hablen de "reparto de cuotas de refugiados" y de "solidaridad con condiciones", en un manejo obsceno del ser humano como mero ganado o mercancía.
Prefiero tornar mi indignación en esperanza al conocer en primera persona casos como el de Adama, un chaval acogido por nuestro querido Héctor en su propia casa, y cuya visita esperamos con muchas ganas próximamente. Adama es natural de Costa de Marfil. Se fue con su hermano a la capital, Abidjan, a buscarse un futuro, y con 16 años se coló de polizón con otro amigo en un carguero de frutas a la busca de un futuro sin destino concreto. Al cabo de unos días desembarcó en lo que resultó ser Marsella, y buscando algún conocido de algún conocido, tomó un autobús para Bilbao. En la parada de Vitoria su desconocimiento del castellano y su inocencia le delataron como inmigrante ilegal, y acabó con sus huesos en un centro de internamiento para menores inmigrantes. De allí acaba de salir recién cumplidos los 18, y gracias al acogimiento de Héctor, se está forjando un futuro. No necesita caridad ni ninguna solidaridad paternalista. Sólo necesita una oportunidad, que por haber nacido unos kilómetros más allá de una raya mental que nos hemos inventado, se le niega. Y bien que la está aprovechando el bueno de Adama, todo un "crack" en los cursos de camarero y atención domiciliaria que ha realizado.
Estoy convencido que Adama saldrá adelante, y que en breve le contratarán y podrá ir regularizando toda su situación. Porque Héctor confió en él y porque está aprovechando la oportunidad que le ha dado la vida, que no es precisamente el ser futbolista, como reza en su pasaporte y en el de tantos chavales africanos engañados con ese absurdo negocio. Su sonrisa, su cercanía y su inocencia son un regalo, aunque durante el rato que compartimos con él, noté el peso de las miradas recelosas de su color de piel, mientras mis hijos se quedaban impresionados por su testimonio. Él sólo mira para adelante. Sólo quiere hacer las cosas bien. No da ningún mérito a su hazaña frente a tantos compañeros que se juegan la vida en las pateras.
Deseo con fuerza que cada vez haya menos fronteras (sobre todo mentales), menos niños tirados en una perdida playa, y más casos como el de Adama. No va a depender de gobiernos "salvapatrias". Más bien de que haya muchos "Héctor" dispuestos a "acoger al forastero" (Mt, 25,35) y a actuar "de igual a igual" con el prójimo.

sábado, 29 de agosto de 2015

Retiro familiar

A veces pienso que nuestra vida familiar es demasiado intensa, llena de idas y venidas, de encuentros , de viajes, de proyectos, de iniciativas... Es cierto que los cinco estamos cargados de energía y nos cuesta parar de hacer cosas. Pero la esencia de la vida no está en hacer, hacer y hacer, sino precisamente en no-hacer. Por eso es sagrado para nosotros esta semana de agosto en la que paramos de hacer y nos regalamos un retiro familiar los cinco juntos, alejados de todo y de todos, rodeados de naturaleza. Unos días para darnos cuenta de lo pequeños que somos frente a un Universo tan grande y hermoso. Este año nos hemos perdido del mapa en Ordesa y como todos los años está siendo una semana mágica.
El plan es muy sencillo: madrugamos y sobre las 10 de la mañana estamos ya recorriendo montañas majestuosas o impresionantes valles hasta que empieza a oscurecer por la tarde y volvemos exhaustos. Andar, andar y andar, como la vida. Pero en este caso alejados de estímulos que nos separan de lo esencial: estar en el aquí y en el ahora. Y una fórmula tan sencilla es la que cada año nos equilibra y cohesiona como familia. Son largas horas de esfuerzo compartido, de risas y de bocatas. Pero sobre todo de darnos un espacio y una atención exclusiva los unos a los otros que no siempre es sencilla. Y con algo tan simple, se obran milagros.
Hace un par de días, con mi hija menor, mientras subíamos a la "Cola de Caballo", quise hacer una prueba. Ella es el ser más vehemente, vital y enérgico que existe. Vive con intensidad los buenos momentos, pero se hunde ante el menor contratiempo. La reté a que estuviera 5 minutos seguidos sin reaccionar al menor estímulo exterior, y ser consciente de sus reacciones. Nuestro cometido era sacarla de su silencio y concentración y hacerla "saltar". Tardó más de 2 horas en conseguirlo: las bromas, la conversación ajena, el miedo a sentirse excluida, o cualquier comentario levemente hiriente la hacían revolverse y salirse de su centro, como nos suele pasar a todos con los estímulos de nuestro día a día: televisión, internet, los vecinos, los compañeros de trabajo, el siempre presente móvil... Al cabo de esas dos horas comprendió que podía ser dueña de sus reacciones y no esclava de los estímulos externos simplemente prestando atención y haciéndose consciente. Ella misma decidió seguir haciendo el juego a diario para entrenarse.
Otro bello aprendizaje surgió en los días siguientes sin ni siquiera buscarlo. Cada vez más los niños buscan su espacio e independencia, y quisieron adelantarse a la vuelta para llegar victoriosos los primeros al coche. Les dejamos, pero en un repecho del camino les vimos e intentamos acercarnos a ellos para retomar la conversación. Rápidamente vieron nuestro intento y buscaron otro atajo para escaparse y demostrarnos su fortalezas a pesar de la larga caminata. Pero nuestro atajo nos llevó al cabo de 10 minutos 500 metros por delante de ellos y ganamos sin pretenderlo la improvisada carrera. Nuestras risas contrastaban con su enfado y frustración: habíamos ganado a pesar de no haberlo pretendido, y ellos habían perdido a pesar de sus esfuerzos. Sin duda habíamos hecho trampa. Los mayores solemos reaccionar también así en nuestra vida.
Ayer intentaron el segundo asalto, y se escaparon en el último trecho de la ruta. Esta vez no íbamos a intentar ni siquiera un atajo, y nos detuvimos en dos cascadas para darles tiempo. A falta de 5 minutos para la llegada oímos sus gritos a nuestras espaldas. ¿Cómo podíamos haberles adelantado? Caras largas. Había habido motín a bordo y diferencias de criterio en un cruce de caminos. Anduvieron cerca de una hora perdidos. Nueva carrera perdida, pero era lo de menos. Aprendizaje de vida "al canto" con el susto aún en el cuerpo. Adoro estos días de retiro familiar.

domingo, 23 de agosto de 2015

O Couso un año después

La vida es un largo sendero de encuentros y reencuentros, aprendizajes y tropiezos, despertares y recuerdos de lo que verdaderamente es vivir. En una de las etapas de ese camino, hace justo un año, conocimos el Proyecto O Couso y sentimos un "flechazo". Que nos pasara a los cinco a la vez no es nada fácil, y no quisimos ilusionarnos mucho: ya sabemos de los caprichos de Cupido, y muchos de los que auguraban amores para toda la vida se quedaron en amores eternos mientras duraron. Sin embargo con O Couso, no parece haber sucedido lo mismo.
Hemos regresado un año después, y ese primer enamoramiento de un proyecto, de una idea, de una ilusión colectiva y de las gentes bonitas que participaban en él, se ha consolidado dentro de nosotros.
El proyecto, en su vertiente física se ha reforzado notablemente: hay una zona de la casa del siglo XVI ya con techos nuevos tras la exitosa campaña de crowdfunding, y dos amplísimas habitaciones sirven de alojamiento en caso de que coincidan muchos visitantes a acoger. Ambas habitaciones y la ermita disponen de cerramientos nuevos, y ello mejora la conservación de la temperatura. Ya se dispone de una cocina a cubierto y equipada, y de agua de pozo junto a la cocina. El aseo no es de Roca ni de Porcelanosa, pero tiene una nueva estructura de madera que nos ha resultado todo un lujo a los pioneros que visitamos O Couso el pasado año. En breve, incluso, se dispondrá de horno gracias a los esmeros de nuestro querido Luis, "el polaco" .
Sin embargo, es la vertiente humana la que consolida nuestra unión con el proyecto: sean gentes ya conocidas y que hemos provocado el reencuentro, o sean gentes nuevas, se genera allí un mágico sentimiento de hermandad, complicidad y fraternidad, donde las almas se exhiben al desnudo en la esencia de lo que es la Vida con mayúsculas. Las ruedas de conciencia y de sabiduría en las que se refuerza el compartir interior, ayudan sin duda a ello. Y eso hace que el enamoramiento se convierta en amor verdadero, voluntario y duradero.
No nos vemos viviendo por ahora de continuo en O Couso, pero sí nos sentimos "ocouseros" y parte de un proyecto que nos da fuerzas y energías para vivir "otro mundo" allí donde nos toque vivir. Y sin duda estamos dispuestos a aportar nuestra energía también para lo que O Couso necesite. De hecho, durante nuestra estancia tomó forma la posibilidad de crear un amplio grupo de "ocouseros" que, habiendo estado allí  o no, se sientan cómplices de esta aventura y quieran respaldar esta bella utopía y hacerla realidad con una insignificante aportación de 1€ al mes a través de Teaming. Lo importante no es la cantidad que aporte cada uno, sino como con O Couso, que seamos muchos los que estemos dispuestos a sumar nuestros esfuerzos por hacer de este mundo bueno, un mundo mejor. Si te apetece, estás más que invitado/a también.

miércoles, 19 de agosto de 2015

Abriendo las puertas de nuestro castillo

Las vacaciones son para el encuentro. Por eso hace años que decidimos que en verano debíamos dedicar tiempo a explorar nuevas formas de encontrar cómplices por un mundo mejor. Es una forma de que nuestros hijos tengan otras referencias más allá de su círculo de amigos, su colegio o su familia. Estamos convencidos que para ser libres es necesario poder elegir entre distintos modelos, y el encuentro con lo nuevo, con lo distinto, con lo diverso, sin duda les enriquece.
Este año quisimos que conocieran lo que es la economía colaborativa, y buscamos a alguien que en nuestro camino a Francia nos recibiera en su casa mediante la fórmula del "couchsurfing", sabiendo de las dificultades de que nos acogiesen a cinco personas. Lo hicimos no por una cuestión de ahorro o de cercanía, sino como forma de conocer y crear lazos con personas que abren a deconocidos las puertas de su casa, que a fin de cuentas es el castillo de la intimidad, y aquello que nos salvaguarda de las posibles agresiones o irrupciones del "otro".
A veces escucho con excesiva frecuencia lo de "esto no hay quien lo arregle" y manifestaciones similares de pesimismo sobre nuestro futuro como especie. Pero mientras exista gente como Pablo e Irwin, el pesimismo no podrá con la fuerza de los hechos. Acoger a 5 personas en tu hogar no es nada fácil; ellos, la noche que les conocimos, acogieron en su preciosa casa de campo a nueve: 2 alemanes, 1 francés, 1 italiana y nosotros 5. Y no sólo eso, fueron a recoger en su coche casi a las 12 de la noche a la pareja de alemanes que entre autobuses y auto-stop andaban algo despistados por las carreteras asturianas. Hasta que estuvimos todos, no cenamos en aquella gran "Torre de Babel". A pesar de que nos parecía un abuso, los anfitriones durmieron en el sofá del salón y nos cedieron su propia cama y la habitación contigua para que toda nuestra familia tuviéramos nuestro espacio. No hubo forma de convencerles de lo contrario.  Incluso tenían una pizarrita en el salón con la clave de la wifi apuntada para que al huésped no le faltara de nada. Por cuestiones de trabajo, uno vive en EEUU y el otro en España, pero ello no es impedimento para que desparramen su hospitalidad en el corto mes en que pueden verse. Las casi 50 referencias positivas que acumulaban en internet en los más variados idiomas no exageraban lo más mínimo.
Pasamos dos noches con ellos que nos supieron a poco, y fuimos en busca de una segunda experiencia en tierras vascas, seguros de que el listón estaba puesto demasiado alto y difícilmente podría ser superado. Pero la realidad estaba dispuesta a sorprendernos de nuevo. Los cariñosísimos mensajes de Héctor auguraban lo que después se confirmó: una de esas personas que tiene la hospitalidad y la acogida en la sangre, como demuestra con el gran amigo Adama. De hecho pasa buena parte de su tiempo libre como voluntario hospitalero en el Camino de Santiago, y lleva más de 15 años acogiendo a gente de todas las nacionalidades de forma gratuita en su casa, habiendo sido incluso entrevistado por ello en los medios de comunicación. Su apuesta es clara: todo por el apoyo mutuo y la creación de lazos entre las personas. Desviarnos más de 60 km de nuestra ruta valió sin duda la pena: largas horas de deliciosa conversación, maravillosa conexión en cuanto a inquietudes vitales y preciosos paseos por Vitoria. Al menos a él sí logramos convencerle de que durmiera en su cama, en lugar de marcharse a casa de su madre como tenía planeado.
Objetivo cumplido: hemos conocido una realidad que se nos ha mostrado más esperanzadora de lo que imaginábamos. Se piense lo que se piense, sigue habiendo gente buena que abre las puertas de su castillo en el encuentro del desconocido. A la vuelta abriremos sin duda las del nuestro. Ya contamos los días para recibir a nuestros nuevos amigos Pablo, Irwin y Héctor.

martes, 4 de agosto de 2015

Papá bloguero, mamá bloguera

A todos nos gustan los halagos, pero no a cualquier precio. Hace varios meses a un conocido ranking de blogs le gustó el nuestro y nos ofreció incluirnos en su lista. No es el primero que lo hace, pero en este caso había una condición: debíamos confirmar que quien escribía los posts era un "papá" y no una "mamá". Nos sorprendió la petición, y la descartamos. Pero hace unos días volvieron a insistirnos, flexibilizando la petición: bastaría con etiquetar aquellos posts que escribiera "papá" y aquellos otros que escribiera "mamá". En twitter nos ha sucedido algo parecido: por el estilo, las cuestiones, o la forma en que escribimos, muchas "twitteras" nos guiñan e interactúan con nosotros como si fuéramos "mamás", y se ofenden cuando desmentimos ese extremo. La reacción en esos casos suele ser del tipo "No es de las nuestras".
Esto, que en principio podría ser una simple anécdota, en realidad esconde una realidad más amplia: como seres humanos mentales, nos encanta clasificarnos, etiquetarnos y ser parte de un grupo que nos dote de identidad. 
Tratamos de explicar la realidad colocando al otro y a nosotros mismos en "cajitas mentales": rojos y fachas, de izquierdas o derechas, pijos o macarras, trabajadores o parados, papás y mamás... Pero esas cajitas en la mayoría de las ocasiones se convierten en verdaderos calabozos de los que no nos permitimos movernos. Esas etiquetas pueden resultar útiles para localizar información o servicios de interés, pero cuando resultan excluyentes, saltan todas las alarmas.
No deja de ser una muestra más de la "Era de la Separación" en la que vivimos. ¿O es que acaso un "papá bloguero" no puede hablar del biberón o del cambio de pañales de sus hijos igual que una "mamá"? ¿Es que un hombre no puede hablar de sentimientos y abrir su corazón? Es más: ¿es que un hombre no tiene un lado femenino y una mujer un lado masculino? En casa, sin duda, quien mejor se lleva con el bricolaje, con la fontanería y con la electricidad es mi mujer. ¿Y eso me hace a mí un "afeminado" o a ella "varonil"? Manías clasificatorias y etiquetadoras de nuestra sociedad...
Pero yendo más allá: ¿de verdad necesitamos "ser de alguien"?¿Qué busca alguien en esos listados o rankings? Sin duda sentirse identificado con unos roles o con realidades similares a la propia. Pero cada vez creo que nuestra realidad es mucho más rica de lo que incluso nosotros mismos creemos. Y sólo si nos dejamos encarcelar en esas etiquetas o conceptos mentales, dejaremos de disfrutar de esa riqueza que atesoramos. Hay roles predominantes en nosotros, pero no dejemos que nos absorban. SOY más que un padre; SOY más que un funcionario, un parado o un emprendedor; SOY más que un voluntario de mi ONG o más que el tesorero de mi asociación; SOY  más que un español; SOY más que un votante de izquierdas, de derechas o de lo que sea... SOY más que la etiqueta que otros tratan de ponerme o incluso que la que yo mismo me pongo.
Estamos convencidos de que es momento del TODOS SOMOS UNO, de la "Era de la Unión". Este blog es nuestra apuesta en favor de ello. Aquí no hay nada "de papá" o nada "de mamá". Porque todo, absolutamente todo lo que compartimos, parte de nuestra experiencia común, y de nuestra vivencia familiar. Da igual quién lo transcriba en el teclado del ordenador. La inspiración, la idea y el alma siempre es compartida. Y así creemos que es también la realidad. "Lo mío" y "lo tuyo" se difuminan en favor de "lo nuestro". Y si el precio que debemos pagar por ello es que nos excluyan de esas listas, encantados de pagarlo por continuar siendo UNO con todos.

jueves, 30 de julio de 2015

Robo

Cuando tienes niños, una escapada "de novios" esporádica debería ser obligatoria. Nosotros hemos aprovechado que estaban de campamento en Pirineos con los Scouts, y hemos hecho una este fin de semana. Han sido unos días mágicos, de esos que no se olvidan. Hemos disfrutado de playa, de bellas puestas de sol, de cenas a la luz de las velas, de maravillosas caminatas... 
Sin embargo hubo un contratiempo que pudo arruinar el fin de semana. Después de un maravilloso paseo por los acantilados de Barbate descubrimos con estupor que nos habían roto la ventana del coche, y que nos habían robado lo poco que llevábamos: el navegador del coche, enseres de playa y el bolso de mi mujer con toda su documentación y algo de dinero. Esa tarde hubo que cambiar la "cenita romántica" por la visita al cuartel de la guardia civil para presentar la denuncia y  toda la burocracia del seguro para reparar la ventana.
Reconozco que nada más ver el coche sentí una sensación de agresión: nos habían destrozado el cristal, habían registrado todas nuestras pertenencias, y habían hurgado en nuestra intimidad. ¿Cómo era posible que en unos momentos tan mágicos sucediera algo así? El incidente nos bajó de inmediato de la nube en la que estábamos tras nuestro "acaramelado paseíto". Sin embargo, tras el susto del momento, decidimos ocuparnos y dejar de pre-ocuparnos. ¿Que toca ir a poner la denuncia y a cambiar el cristal?, pues se hace y ya está. ¿Que será un lío pedir de nuevo toda la documentación?, cuando acabe el fin de semana tocará ocuparse de ello. ¿Nos vamos a pre-ocupar, y eclipsar unos momentos tan especiales? El presente es el presente, y de nada sirve lamentarse por lo ya sucedido, o hipotecar el futuro por lo que tocará hacer. De hecho, a nosotros no nos había sucedido nada, y a fin de cuentas se trataba sólo de bienes materiales.
Esto, que puede resultar evidente, a nivel interno es un gran avance para mí, ya que hace años sin duda habría arruinado mi fin de semana, y probablemente me habría contagiado de la energía negativa de la propia agresión a nuestro vehículo. Sin duda, hace años, habría sufrido por el incidente: me estaría preguntando los "por qués", estaría calculando el valor de lo robado, o incluso me estaría culpando de no haber aparcado el coche en otro sitio. Sin embargo, en esta etapa procuramos aceptar lo que nos depara el presente con sus altibajos, absorbemos las enseñanzas y los encuentros que nos depara ese presente, y proseguimos camino. Y siempre trae mucho ese presente: la amabilidad del guardia civil, el señor que comentaba su quinto o sexto robo en comisaría, la delicadeza de la chica que nos alquiló el apartamento y que nos cedió su plaza de aparcamiento hasta reparar el cristal, la servicialidad de quien nos reparó la luna... Reconozco que me sorprendí pensando con compasión en las personas que nos habían robado : ¿en qué situación debían estar para tener que actuar así, y arriesgarse a ser detenidos por ello?
Esa noche acabamos tarde en comisaría. A primera hora nos ponían un cristal provisional. A media mañana seguíamos con nuestros momentos mágicos en la playa. Ni un solo recuerdo para el robo.

jueves, 2 de julio de 2015

Bandera roja

La vida no es traicionera. Siempre avisa. Aunque lo hace a su modo. Y no siempre estamos dispuestos a escucharla. A veces lo hace con dolencias o problemas de salud; otras con personas o relaciones que se repiten una y otra vez en nuestra vida; quizás también mediante casualidades o situaciones que atribuimos a la mala suerte. Depende de nosotros escuchar el mensaje y la enseñanza que trata de transmitirnos. Si no, quizás estemos condenados a repetir curso una y otra vez.
A mí me tocó a mediados del año 2007. Su mensaje era alto y claro. Estábamos en la playa del Tintero en Málaga mi mujer, mi madre y yo, y a pocos metros nuestros 3 niños jugueteando en un pequeño tren junto a otros columpios. No les perdíamos ojo. Pero ello no impidió que en cuestión de dos minutos, la pequeña, con apenas dos años, se escabullese por el tren y desapareciera. No dábamos crédito. Era materialmente imposible que se hubiera desvanecido de esa forma. Las palpitaciones empezaron a subir por segundos, a la par que la angustia. Mucho más cuando era un día de muchísima resaca, con olas de varios metros, y la bandera roja ondeaba en la playa mientras el socorrista pedía a los bañistas abandonar el agua. No pude evitar pensar en lo peor. A fin de cuentas todos los medios de comunicación sacaban en sus portadas esos días el caso de la niña británica desaparecida en Portugal.
Corrí como un "poseso" a lo largo de la playa, sin rumbo ni concierto. La gente me miraba angustiada, contagiada por mi propia angustia. No sé si pasaron 15 minutos o 1 hora. A mí se me hicieron eternos. Al cabo de un rato la vi a lo lejos: venía de la mano de una señora, que se la había encontrado a casi 1 kilómetro, cerca ya del puerto deportivo de El Candado. No entendía nada. Pero ella ya estaba allí. Le di las gracias a la señora, cogí en brazos a mi hija con más fuerza que nunca, y me puse a llorar como un bebé. Jamás lo había hecho así. Y no era para nada propio de mí, una persona tan "equilibrada" y racional como yo. A fin de cuentas la niña estaba ya allí, sana y salva. Y sin embargo no era dueño de mis lágrimas, ni de lo que dictaba mi interior. Ahí, sin duda, había una señal de la vida, relacionada con las pérdidas o abandonos de mis seres queridos.
Pero no fue la única señal, y aprendizaje que recibí de la vida ese día. Al verme tan afectado, mi hijo mayor, de apenas 5 años, se acercó a mí, y profundamente consternado me dijo: "Papá, lo siento. Ha sido culpa mía. Debía haber cuidado mejor de la hermana". Me quedé estupefacto. Jamás había verbalizado que fuera tarea suya cuidar de su hermana; y menos aún estando tres adultos pendientes y a tan poca distancia de ellos. Pero de una u otra forma, a través de la comunicación no verbal, de mi actitud ante la vida, de las conexiones que nos unen a los seres humanos, le había transmitido a mi hijo mayor las mismas "paranoias", "hiper-responsabilidades" y  esclavitudes que yo había tenido durante toda mi vida. Más claro, el agua. Y no bastaba con decirle que no, que él no tenía absolutamente ninguna culpa de lo sucedido. Debía profundizar en los orígenes de todo lo que estaba presenciando. Debía escuchar lo que la vida quería decirme. La bandera roja era grande y muy visible. Ese día empezó mi búsqueda de un mundo diferente para vivir. Ese día empecé a desaprender lo aprendido.

lunes, 22 de junio de 2015

Los Portales: soñando realidades

Siempre me han fascinado los soñadores. Soñar tiene algo de mágico. Nos conecta con otra realidad que está ahí, pero a la que damos la espalda en nuestro "día a día". Parece que el tráfico, las prisas, los horarios, o la hipoteca tienen más peso que los sueños. Pero son una puerta de entrada a otro mundo posible.
Soñadores hay muchos. Algunos nos fascinan con su música, con sus libros, con sus películas, con sus versos.... Pero mis favoritos son los soñadores que hacen realidad sus sueños: ésos que sueñan realidades. Son una especie en extinción y deberían estar protegidos.
En nuestra búsqueda de "un mundo diferente para vivir", este fin de semana hemos conocido a un buen grupo de ellos. Los conocimos a través de un vídeo por internet, y de inmediato nos sentimos muy conectado con ellos. Ya forman parte ya de nuestra mochila de experiencias junto a Matavenero o a nuestro queridísimo O Couso, con quienes nos hemos implicado y a donde volveremos en breve. En Los Portales no son hippies ni miembros de una secta, pero viven alejados del asfalto y del ruido. Han superado ya los 30 años en su opción de vida, y eso es el mejor aval de su sueño.
En sus orígenes, vivían en Bélgica. Se reunían para compartir meditaciones y sueños por un mundo mejor. Y en uno de esos sueños aparecieron unas coordenadas muy precisas: "un sitio para vivir en el Sur de Europa" y la palabra "Portales". Cualquier persona habría hecho oídos sordos a esa llamada, pero los "profesionales" de los sueños se los toman muy en serio, hicieron las maletas, y encontraron la "tierra prometida" de esa llamada totalmente "a ciegas".
Hoy en día, están en un bellísimo paraje, en pura conexión con la tierra. Han dedicado varias hectáreas a cultivos ecológicos, tienen un centenar de cabras, y un sistema propio de abastecimiento de energía casi al 100% de sus necesidades mediante placas solares, energía eólica y madera. Han ampliado la pequeña casa de cazadores de hace 30 años, y han creado una piscina, un precioso patio andaluz, y unos bellos corredores que mantienen la temperatura durante el calor veraniego.
Comparten sus sueldos y recursos, y tienen un exhaustivo sistema de reparto de las muchas tareas que genera una finca de 300 hectáreas. En buena parte de sus necesidades son autosuficientes, y en otras hacen trueque con sus vecinos. Apuestan abiertamente por lo "locávoro" y la macrobiótica, pero sin fundamentalismos. Fabrican un pan y unos quesos de cabra sanísimos, que venden en distintos establecimientos de Sevilla, con una demanda continuamente en alza.
No parecen ansiar un destino o un resultado. Y eso me atrajo también mucho. Viven con intensidad su camino. Y si éste les sugiere que deben aprender permacultura, lo hacen. O si éste les propone que los niños vayan ahora a la escuela del pueblo, aunque hayan estudiado allí otros niños durante décadas a distancia, lo hacen sin dilemas ni traumas. 
Hace 2 ó 3 años decidieron abrir sus puertas para compartir su experiencia y enriquecerse de lo que pudiera venir de fuera. Con eso se combaten también las reticencias de quienes siempre ven demonios en aquello que no conocen. Por eso hemos podido visitarles, y la verdad es que nos hemos sentido acogidos de corazón, por gente como Eugenia, José Antonio o Meryl, cada uno con su bella historia de soñador/a.
No luchan contra nada ni contra nadie. Eso les evita contagiarse de la mala energía de los injustos o los egoístas. Ellos prefieren dedicarse a construir su mundo, y hacer realidad sus sueños. En cierto modo se sienten parte de un sistema del que les gustaría ser un pequeño sueño. Un sueño de que "es posible otra forma de vivir". Se les ve felices sin estridencias. Y esa felicidad es la que gusta, porque evidencia una armonía que va más allá de modas, de "subidones" o de "bajones".
Soñar es muy bueno. Cuando se hace con otros se llama "realidad". ¡Anda que si luego resulta que es posible crear utopías y hacerlas realidad! Ya lo dijo otro soñador: "la vida es eso que pasa, mientras tú estás liado con otras cosas".

jueves, 18 de junio de 2015

Impotencia

Varias veces he temido ser agredido por mis usuarios en el trabajo. La desesperación por no tener trabajo, unida a complicadas situaciones familiares, genera una rabia incontenible. En esos casos "me las veo y me las deseo" para hacerme escuchar y tratar de orientar un camino de búsqueda de empleo para el que la indignación les ha cegado. Y la cosa se complica cuando ya no creo en las políticas de empleo de nuestras oficinas, y frente a las que me he posicionado abiertamente. Pero lo de ayer fue muy distinto.
No paro de preguntarme por qué he acabado en este trabajo, haciendo funciones que nada tienen que ver ni con lo mucho que estudié ni con mis capacidades. Cierto es que estoy muy cerca de casa y que en otro trabajo jamás me habría pedido una reducción de jornada que me está permitiendo vivir una vida que no gira alrededor de lo laboral. Pero siempre he pensado que hay más razones. Y días como el de ayer me lo confirman.
No faltaba mucho para marcharme. Se me acercó
una chica joven y me preguntó si la podía atender media hora antes de su cita. Había hueco, y siempre que hay oportunidad, accedo a esas peticiones, así que la sorprendí con un "por supuesto", que no esperaba. Necesitaba la tarjeta de demanda de empleo para el abogado que le está tramitando las medidas de alejamiento de un marido que la está maltratando. Eso puede parecer grave, pero lo peor es que hace un año su hija menor, sin previo aviso, empezó a convulsionar viendo la tele. La llevaron al hospital, y un virus de esas "enfermedades raras" la ha dejado postrada con un 90% de discapacidad. El marido se ha echado a la bebida. Ella lleva el peso de la casa y las palizas del marido. Probablemente mi disposición a adelantarle la cita era lo mejor que le había pasado desde hace días.
Me quedé afectado tras atenderla y con miles de "por qués" en mi mente. Era casi la hora de irme, pero quise atender a alguien más, quizás esperando llevarme a casa una sonrisa. Pero la situación con la que me vi fue aún más dura. Arturo, un hombre poco mayor que yo, con Parkinson, dos electrodos instalados en su cabeza y varios intentos de suicidio, acababa de perder los 400 euros que le pemitían pagar sus medicinas y su alquiler en medio de la montaña. Y todo porque su ex-mujer no había renovado su demanda de empleo. Rehacer ese desaguisado burocráticamente iba a suponer semanas, y ni su farmacéutico ni su arrendador iban a estar por la labor de esperar. Traté de darle alternativas, algunas bordeando la legalidad, y se sintió reconfortado y escuchado. Me dio la mano hasta cuatro veces en señal de gratitud. 
Recogí mis cosas y salí de la oficina. Ya con nadie que me viera, en plena calle, dejé que mis ojos hablaran todo lo que tuvieran que hablar. ¿Para qué reprimir mi impotencia? Impotencia ante injusticias flagrantes que me toca explicar. Impotencia ante seres que sufren justo a nuestro lado. Impotencia ante la insensibilidad de instituciones y sus guardianes... Impotencia por un trabajo que no sirve de nada para aliviar esas situaciones tan angustiosas...
No me consuela haberles reconfortado. Ni siquiera la gratitud que me han mostrado. Pero quizás la impotencia que siento es la razón por la que estoy por ahora en este trabajo: confrontarme con situaciones que no puedo resolver, por muy resolutivo que siempre trate de ser. Aceptar estos "sinsentidos" y sentirme junto a estas personas sin vaciarme de energía quizás sea el objetivo. Pero reconozco que me cuesta muchísimo.
Hoy llamaré a Arturo. Sé que como funcionario no debería. Pero como ser humano sí. Me alegraré si ha resuelto algo con la asistenta social. Si no, trataremos de ayudarle desde alguna ONG cercana o desde casa. Pero sobre todo aceptaré mi impotencia. Es lo que me toca aprender ahora.

lunes, 15 de junio de 2015

25 años después

Nunca antes había dado tantos abrazos seguidos. Fue este pasado sábado, y la ocasión bien lo merecía: celebrábamos los 25 años de nuestro COU. Y nos reuníamos decenas de compañeros en nuestro colegio, aquel en el que algunos habíamos pasado hasta 12 años. 
Me sorprendió ver a tanta gente. A fin de cuentas han transcurrido ya bastantes más años de los que teníamos en aquel entonces. Y muchos viven fuera de Málaga e incluso en el el extranjero. Pero eso no fue impedimento para el bello reencuentro.
Sólo hubo risas, bromas, y cariñosos "achuchones". Ni un solo resto de los roles de entonces: ni "empollones" ni "cateadores", ni "gamberros" ni "pelotas". Tampoco importaban los roles del ahora: algunos grandes profesionales de éxito y otros en el paro; algunos felizmente casados, y otros aún en búsqueda o divorciados; algunos con lujosos coches y mansiones, y otros viviendo aún con sus padres...Daba igual, todos éramos UNO: pura cordialidad, pura camaradería. Y no era fingido: lo dictaba el corazón.
No pude evitar preguntarme por qué. Y creo que la respuesta estriba en que todos éramos parte de la historia de los demás. Una historia de comienzos, de ilusiones, de motivación, de hormonas alocadas, de apuntes compartidos, de nervios ante un examen, de noches en vela, de los primeros desengaños amorosos, de alguna que otra "juerga", de castigos colectivos, de gamberradas en grupo...Todo eso que nos hace descender de nuestros pedestales y nos convierte en compañeros de viaje para toda la vida. Y es que compartir el camino, aunque sea en alguna etapa suelta, te une a tu compañero de fatigas para siempre. Los que hemos hecho el Camino de Santiago bien lo sabemos. Por eso volver al camino te reencuentra con tus raíces. Ahí no hay luchas de poder, ni apariencias, ni competitividad. Por eso siempre se piensa en volver al Camino. Por eso ya este sábado se pensaba en el 30º aniversario.
Todos buscamos volver a nuestra esencia, a lo que nos despoja de disfraces y capas de cebolla. Por eso a muchos se nos hizo un nudo en la garganta al escuchar al coro en la capilla de nuestro "cole"; al volver a ver a un Padre Tejera tan lúcido como cuando teníamos 6 años; al oír el bello discurso de Eduardo... Alguna "lagrimilla" asomó en los rostros asistentes...
Cada día doy gracias por mi presente y los maravillosos regalos que me ofrece. Pero no voy a renegar de mi pasado.  Y tampoco voy a renegar de las circunstancias y la educación que recibí, por mucho que mis principios y mi espiritualidad hayan evolucionado. Hace unos días, hablando con una compañera de trabajo de los proyectos en los que ando metido me dejó "helado": "Tú estudiaste en los jesuitas, ¿verdad?". Me conoce muy poco, pero parece que se nos nota "a la legua". Por eso he querido que mis tres "enanos" estén en los "scouts" de nuestro "cole", aunque vivamos a 40 km y vayan a otro colegio allí. Algo seguro que se les "pega".
Igual que no reniego de mi pasado ni de mi "cole", no voy a renegar tampoco del chaval de 17 o 18 años que fui. Gracias a él, a sus aciertos y errores soy quien soy hoy. Doy inmensas gracias a ese "yo" de hace 25 años, y a todos aquellos "vosotros" que estuvisteis ahí en los 80 y 90 ayudándome en aquella etapa del camino. Fuisteis clave en mi vida, y por eso mi corazón se regocija con el reencuentro, incluso aunque apenas hubiéramos hablado entonces; incluso aunque apenas podamos vernos hoy. Sois parte de mi vida. Así que MIL GRACIAS.

miércoles, 10 de junio de 2015

Sin calculadora

"Tú, a lo tuyo. No dan duros a cuatro pesetas. Por el interés te quiero, Andrés..." ¿Cuántas programaciones de éstas tenemos en nuestra mente desde pequeños? Últimamente nos hemos dado cuenta en casa, que la verdadera revolución no radica en "luchar contra" nada, y menos enfrentarnos a otros. La verdadera raíz de este sistema, que no compartimos, está dentro de nosotros, y sólo será factible esta "revolución" si somos capaces de una "evolución" en nuestro interior que nos aleje de esas programaciones.
Y para ello, nada más sencillo que darnos cuenta de que todo lo que tenemos es un  auténtico regalo. Cuando uno recibe un regalo, brota de forma natural la gratitud y con ella un deseo irrefrenable de agradar, compartir y devolver el detalle. Y cuando se inicia ese círculo virtuoso, los lazos entre las personas se fortalecen, y la energía que fluye es de unidad y cohesión.
Mi amigo Luije lo tiene muy claro: su coche no es suyo; lo tiene porque las circunstancias han sido así. Pero cuando se va de viaje, en lugar de dejar "arramblado" su coche, lo anuncia en su facebook y lo pone a disposición de quien lo necesite durante su ausencia. "¿Y si se lo rompen o si se lo roban?", pensará más de uno. Él ni se lo plantea: simplemente desactiva su calculadora mental de "pros y contras", y se deja fluir. Lo comparte y punto.
Hace poco hicimos nosotros la prueba en otra situación. Veníamos mi mujer y yo de Córdoba, y decidimos ofrecer a través de Blablacar las dos plazas sobrantes del coche para ese trayecto. Esto del consumo colaborativo es un gran avance: hace unos años era impensable compartir así el coche, la casa o el dinero, y ahora internet lo posibilita de forma muy sencilla. Sin embargo seguimos con la calculadora encendida también en el consumo colaborativo, y ese compartir se convierte en otro mecanismo de afán de lucro. Por eso nosotros decidimos desactivar la calculadora y facilitar el trayecto a la pareja que nos acompañó de forma gratuita. Fue un regalo para nosotros su compañía, y ese trayecto lo íbamos a hacer de todas formas. ¿Por qué cobrarles por ello? ¿No es en el fondo actuar por interés? Nos hicimos amigos de ellos, y nos han invitado a ir a Siena en Italia. El lazo entre las personas es mucho más importante.
Como estábamos empezando a creérnoslo, decidimos hacer el "triple salto mortal" y acabar a martillazos con nuestra calculadora. Cuando mi madre falleció hace dos años, me dejó un apartamento. Desde entonces lo tengo alquilado a una pareja con dos niñas. Aunque no nos hemos visto más de 3 ó 4 veces, siempre he sentido una conexión especial con ellos. Acaban de tener un bebé y a mi mujer se le ocurrió dar el paso: si ese apartamento era un regalo y no hice nada para merecerlo, ¿por qué no actuar con él con la máxima gratitud? La semana pasada visitamos a los inquilinos, conocimos a su bebé y decidimos anunciarles que habíamos decidido rebajarles la renta un 20%, y sin ninguna condición. Tan sólo, si les apetecía y se sentían agradecidos, les pedimos que volcaran su gratitud en otras personas. Sus caras sí que no tenían precio. Se podrían esperar una subida lógica, pero ¿una bajada así, y sin condiciones? Eso no encaja en los esquemas habituales de nuestras calculadoras mentales. Y de forma natural brotó el reforzamiento del vínculo entre nosotros: en breve nos van a visitar a casa, y nos van a traer "ropita" de su bebé, de sobra, para compartirlo con otras familias con necesidades en nuestra comarca.... Con el paso de los días, me siento más reafirmado del paso dado, y noto mi calculadora mental cortocircuitando: "¿y si ese dinero al que renunciamos lo necesitamos para una urgencia?; ¿y si nos vemos "achuchados" si alguno de nuestros hijos decide irse a estudiar al extranjero? ¡pero si apenas cubrimos gastos del apartamento revisando las cuentas para la declaración de la renta!..." La mente tratando de asumir el control...
La semana pasada renunciamos a un buen pellizco de ese alquiler sin condiciones y sin que nadie nos lo pidiera. Me acaban de dar la noticia de que se ha vendido un antiguo piso familiar invendible. Cuanto más das sin condiciones, más te devuelve el universo. Lo hemos vivido ya muchas veces. Todo encaja cuanto más nos liberamos y desenchufamos la calculadora.

viernes, 29 de mayo de 2015

La misión más difícil

Echando la vista atrás, surgen recuerdos de pruebas superadas. He cambiado de trabajo y de domicilio multitud de veces sin traumas. He hablado ante auditorios de centenares de personas. He tenido tensas reuniones con políticos y altos dirigentes de la administración. He superado los nervios en entrevistas de radio, televisión y prensa. He aprobado oposiciones estudiando con mis niños en el regazo. He coordinado esfuerzos de decenas de voluntarios en bellos proyectos solidarios. He aprendido a desaprender lo aprendido. Y sigo aprendiendo y reciclándome día a día. Pero nada, absolutamente nada de eso es comparable a la misión que tengo ahora entre manos.
De mis 3 hijos, dos de ellos se adentran en la complicada etapa de la adolescencia. Y en ese reino todo está por hacer, por escribir y por aprender, tanto para ellos como para nosotros, los padres. Siento que el terreno es muy resbaladizo, y la seguridad que siempre tengo en otros ámbitos parece difuminarse. Soy consciente de la importancia del momento para conformar su personalidad, pero sólo se trata de acompañarles. Es momento de retos y confrontación; de reafirmación y de búsqueda de identidad; de pasiones y desesperaciones; de alegrías desbordantes y de penas inconsolables. Y yo, sin manual de uso...Si trato de respetar los procesos con cautela, se trasgreden fronteras de confianza y respeto. Si trato de reforzar normas de convivencia surgen choques de trenes. No es fácil salirme de mis casillas, pero esta misión me supera por momentos: enorme sentimiento de culpa después. Quizás mi falta de una experiencia intensa en el período de la adolescencia tiene mucho que ver. Y sin embargo no se puede desfallecer. Mi papel es clave en estos momentos. Charlas interminables. Argumentos y contra-argumentos. Abrazos. Lágrimas. Parece que todo se calma...hasta mañana en que todo volverá a temblar de nuevo. Sin duda la misión más difícil que he vivido. Pero juntos la superaremos también.

lunes, 18 de mayo de 2015

Agujetas en el alma

Este lunes nos duele todo el cuerpo. Ha sido un fin de semana muy intenso en la Casa de Acogida Pepe Bravo de Alozaina. Allí hemos colaborado como voluntarios para atender a casi 150 personas que han asistido a unas jornadas que ha impartido Emilio Carrillo en la Casa. Dar alojamiento y comida en eventos así permite que un proyecto solidario tan bello pueda sostenerse en el tiempo y seguir acogiendo a los excluidos por la sociedad.
Pero a lo largo del fin de semana no he parado de hacerme esta pregunta: ¿POR QUÉ? ¿Qué hace que 150 personas vengan a la Sierra de las Nieves desde los más alejados confines (alguna incluso de México) para escuchar durante 3 días a Emilio? ¿Qué hace que casi 40 voluntarios dejen familias, responsabilidades y descanso durante un fin de semana, para lavar platos, servir mesas, fregar suelos o cortar lechuga, y dormir en colchones en el suelo? ¿Qué hace que el cocinero haya
estado preparando durante días comida vegana para tanta gente por puro gusto, o que el segundo cocinero estuviese a destajo a pesar de su enfermedad? ¿Qué mueve a unos voluntarios a estar pendientes del mail o del teléfono durante meses para dar la mejor respuesta a quienes nos iban a visitar, o ultimando la nueva web? ¿Qué hace que, incluso no conociéndola, todos nos sintiéramos UNO recordando a Ana, que voló muy alto esta semana? ¿POR QUÉ?
Hace poco escuché una bella ecuación a Swami Puroit que decía:
Dios = Hombre - Ego
Es decir, que si a los seres humanos les quitamos el ego se convierten en dioses. Pero no en dioses cada uno atrincherados en su reino de taifas, sino que nos
hacemos UNO con el verdadero sentido de la vida. Y probablemente esa sea la respuesta a todos los "por qués" de este fin de semana. Había algo sagrado, algo divino entre aquellas 4 paredes. Había muchísima gente tratando de zafarse de su ego. A veces éste se resistía cuando asomaba el hambre y las tostadas tardaban en llegar; o cuando intentábamos organizar las cosas a nuestro gusto. Pero sólo hacía falta dejarse fluir por la energía reinante, por el buen "rollo" del lugar y del momento, y el ego se disolvía como mantequilla en la sartén. Y sin ego somos DIOS y somos UNO. ¡Esa era la respuesta!

Todos buscamos un sentido a la vida. Acumular dinero y posesiones no lo da. El fútbol, la televisión, el trabajo, la hipoteca o el consumismo tampoco. Por eso las palabras de Emilio Carrillo resuenan en nuestro interior, como también el ejemplo de solidaridad de Pepe Bravo, de Mariló, de Nacha... Son destellos de autenticidad que nos marcan el camino a seguir. Un camino que busca al otro, para hacerlo "uno" con nosotros. Habrá que estar atentos a esos destellos. Y habrá que hacer más ejercicio para evitar las agujetas, tanto en el cuerpo como en el alma.

Más fotos del fin de semana: AQUÍ

lunes, 27 de abril de 2015

Victorias de la vida

Cada vez me alegro más de ver menos televisión. Nos alimentamos no sólo por la boca, sino por los ojos y los oídos. Y por eso, a veces, vale más la pena rememorar las bellas películas de nuestra vida, que aguantar las malas de la "tele". Y para qué hablar de las noticias. Y en esas estábamos mi mujer y yo hace unos días, cuando nos acordamos de una preciosa historia de unos grandes amigos durante nuestra etapa en Linares, hace ya ocho años..
Son gente buena y llana, de esas con las que da gusto "tropezarse" por la vida. Tenían ya un hijo, íntimo de los míos desde la más tierna infancia. Y no mucho después de conocernos nos dieron la grata noticia de que llegaba su segundo retoño. Alegrías, ilusión y nervios, como suele ser habitual en estos casos. Todo iba según el guión previsto para cualquier embarazo, hasta que cerca ya del cuarto mes, en la prueba de la amniocentesis, surgió un dilema de esos al que nadie querría enfrentarse: a raíz del análisis de la información extraída del feto, los médicos detectaron un exceso de material genético en el cromosoma 11. Esa anomalía genética, de haberse detectado en el cromosoma 21, hubiera sido indicio inmediato de Síndrome de Down. Pero no había suficiente literatura médica ni estudios científicos que pudiesen contrastar las consecuencias de una situación así en el cromosoma 11.
Tras el hallazgo se sucedieron unas semanas que no se las desearía a nadie. Idas y venidas a médicos y expertos de todo pelaje. Incluso remitieron las pruebas a un prestigioso laboratorio de genética de Barcelona para conocer su opinión. La respuesta en todos los casos era una enorme interrogante. Nadie se quería "mojar", pero todos confirmaban la veracidad de la anomalía genética. Y mientras tanto el tiempo pasaba y el feto se hacía cada vez más grande.
Difícil imaginarse el desconcierto de nuestros amigos en una situación ante la cual, los expertos ratificaban la anomalía, reconocían su desconocimiento sobre las implicaciones, y de forma inmediata aconsejaban optar por la interrupción del embarazo "por si acaso". Recuerdo perfectamente cómo, probablemente ante la decisión más importante de sus vidas, lo único que tenían para decidir era una cinta de cassette en la que habían grabado la conversación con el experto genetista de Barcelona. Éste reconocía su desconocimiento y el de toda la Ciencia del momento ante un caso así. Pero por asimilación a otras posibles anomalías congénitas aconsejaba abortar por muy superados que estuviesen ya los plazos. Se comprometía a redactar todos los informes pertinentes para que no hubiera consecuencias de la interrupción de la gestación. Difícil "papeleta" la nuestra como amigos consejeros. Y mucho más difícil la de los padres. Más aún cuando algunas personas del entorno con conocimientos en la materia les insistían en la conveniencia de no continuar.
Nuestros amigos aceptaron su suerte. Se aferraron con fuerza a lo que les dictaba el corazón, por encima de especulaciones científicas y médicas. Y con un susto en el cuerpo que duró meses, "tiraron para adelante". Hoy el resultado de esa decisión es un precioso niño rubio, simpático y más "listo" que el "hambre". Nunca les he oído opinar sobre lo que deberían hacer otros. Yo tampoco lo haré. Sólo constato esta bella historia que compartimos con ellos. Victorias de la vida, sin duda. Victorias del corazón.

sábado, 18 de abril de 2015

La caja de galletas

Todos tenemos nuestras manías. Los hay que coleccionan dedales o soldaditos de plomo. Hay quienes disfrutan con cualquier evento de aeromodelismo o de la reina de Inglaterra . Incluso hay gente que colecciona esquelas mortuorias. Mi manía son las "experiencias financieras de apoyo mutuo y cooperación". "¡Menudo nombre!", pensará más de uno....
En realidad es muy sencillo: me encanta descubrir e involucrarme en iniciativas, proyectos o plataformas que propician que las personas colaboremos económicamente para impulsar cambios en nuestro "rinconcito de mundo". De hecho estoy empeñado en difundir el potencial que tendríamos los A.E.A. (Ahorradores Éticos Activos).
Quizás en la época de nuestros padres o abuelos, mi "hobby" sería difícil de practicar. Pero hoy florecen iniciativas de este tipo por doquier, y por eso es un "gustazo" participar en ellas. Cuanto más simple sea su dinámica, mejor. En los últimos meses, los que compartimos esta pequeña obsesión, nos hemos involucrado en una campaña de crowdfunding para un deshidratador solar industrial que está permitiendo generar recursos para el sostenimiento de una Casa de Acogida en Alozaina (Málaga) a la vez que se aprovecha la fruta y verdura de los campos que hasta ahora se pudría en el árbol o la mata. También hemos participado en otra campaña para impulsar una Escuela de Dones y Talentos, Casa de Acogida y Comunidad Abierta en el Camino de Santiago (O Couso). Y nos hemos sorprendido del poder transformador que puede tener un préstamo que se canalice con seriedad y pulcritud (KIVA) para apoyar proyectos de desarrollo y sueños de pequeños emprendedores en países de desarrollo. De hecho ya nos han devuelto el 100% de lo prestado: María Martir de El Salvador , la Buena Unión de República Dominicana , Agnes de Uganda, y Caroline de Kenya. Y con las devoluciones de esos préstamos estamos cofinanciando como familia ahora a Laidou Group de Mali y a La Colmena de Ecuador. La escrupulosa devolución de dichos préstamos está posibilitando el efecto multiplicador de un primer impulso solidario.
Esta semana hemos sido testigos de otro pequeño "milagro" en este ámbito: ¿os imagináis poner una gran caja de galletas en medio de la plaza de nuestro pueblo, de forma que en ella, todos los habitantes pudieran poner 1€ al mes, y dedicarlo a alguna acción solidaria decidida por mayoría pasados varios meses? Ni más ni menos: 1 solo euro al mes. ¿Os imagináis el poder transformador que podría tener ese simple gesto? Lo importante no es la cantidad de dinero; es la energía y la decisión de muchas personas aunando su gesto en pro de un anhelo común. Diez amigos hemos hecho la prueba. Lo que ocurre es que en vez de poner el euro en una caja en medio de una plaza, creamos un grupo en Teaming al que denominamos "Ecosolidarios" . Y pasados unos meses hemos abierto esa "caja de galletas" y hemos dedicado lo recogido a cambiar la vida de una familia: la de Abdusalam. Él tiene discapacidad motora desde nacimiento, y se ayuda de un bastón para desplazarse en su hogar, pero no puede caminar distancias más largas. Tiene un puesto de venta ambulante de chucherías en la puerta de un colegio, aunque el dinero que gana es insuficiente para mantener a una familia de siete hijos en edad escolar. El colegio donde vende está lejos y tiene que desplazarse cada día en taxi. No tiene fuerzas en sus brazos para una silla de ruedas manual. Nuestra amiga Ana y su novio se conmovieron de su situación al conocerle, y organizaron junto a las ONGs comarcales ADAPA y APIS un almuerzo solidario para comprarle una silla de ruedas eléctrica. Y con el dinero de nuestro "bote", el sueño ha acabado de hacerse realidad.
Nuestro "manía" "mola" porque "mola" echar una mano a la gente.  Pero "mola" todavía más comprobar la extrema sencillez de este tipo de gestos:  ¡si es que resulta hasta ridículo! ¿Quién no va a poder dedicar 1 euro al mes para un buen fin? Si somos cientos o miles, nuestro poder de transformación es enorme. ¿Te apetece participar en nuestra "caja de galletas" con 1 euro al mes? Puedes hacerlo AQUÍ

viernes, 10 de abril de 2015

Vulnerables

A veces nuestro cuerpo nos da avisos. Es como si necesitara equilibrar físicamente los desequilibrios en los que incurrimos a otros niveles. Ya me pasó hace unos años con el milagroso proceso en mi ojo izquierdo que parecía decirme claramente: "niño: es hora de ver más allá de tus narices y de tu mundo". ¡Y vaya si lo he hecho! La biodescodificación habla mucho de esto: en qué medida nuestro cuerpo es el mejor consejero para que tomemos conciencia y/o equilibremos los posibles desequilibrios de nuestra vida. Con mi operación de oído de la semana pasada ha sucedido algo parecido: he tenido la sensación durante toda mi vida de escuchar y prestar demasiada atención a expectativas e informaciones que todos quizás escuchamos, pero a las que yo hacía demasiado caso. Me importaba mucho lo que se dijera de mí...
Buscaba el reconocimiento siendo un estudiante brillante, un trabajador modélico, una persona hiper-responsable...Pero a fin de cuentas, todos esos halagos que mis oídos buscaban, me hacían cada vez más esclavo de un rol que no me hacía para nada feliz. El cuerpo, tarde o temprano, manifiesta esos desequilibrios y ya es decisión nuestra hacerle o no caso, y decidir querer hacer milagros.
El confrontar las expectativas que sobre mí podrían tener quienes me rodean, sin duda, me dio libertad. Sin embargo, imagino que desconcertaría a quienes me conocían de mi etapa anterior. Hace un par de días, un precioso mensaje de mi amiga María, a quien por cierto no conozco en persona, pero a la que siento muy cercana, me ha ayudado a entender mi proceso. Decidí no tener vergüenza en mostrarme como soy, aunque se alejase del modelo que yo entendía que se esperaba de mí. Decidí tener el coraje de ser imperfecto, e incluso superar la vergüenza de contarlo abiertamente en este blog. Asumí que era momento de renunciar a quien pensaba que debía ser, y decidí ser lo que realmente era. En definitiva acepté por completo ser vulnerable, y para mi sorpresa, muchas personas empezaron a identificarse con mi vulnerabilidad. Y empezaron a conectar con mis lágrimas, con mis equivocaciones, con los momentos de tristeza o de enfermedad. ¡Menuda sorpresa! Yo lo hacía porque me hacía sentir bien escribirlo...Pero para otros, esa vulnerabilidad, esa ausencia de control y predicción, y ese saltar sin red, resultaba bonito, porque también lo sentían ellos.
¿Por qué aprendemos a ocultar nuestra vulnerabilidad, cuando probablemente no hay nada más humano que eso? ¡Qué pena que desde pequeños nos enseñen a insensibilizarla a base de consumo, de televisión, de pan y circo...! ¡Qué pena que ese proceso ahogue también lo más preciado y bueno que tenemos! ¡Qué pena que entremos en la esfera de las certezas, convirtiendo lo incierto en cierto, y nos adentremos en la culpa como forma de eliminar el dolor y la incomodidad! ¡Qué pena que en algún momento decidamos controlarlo todo, perfeccionarnos a nosotros mismos y sobre todo a nuestros hijos! ¡Con lo bueno que es asumir que nuestros hijos son imperfectos sabiendo que están hechos para afrontar lo que deba venir, plenamente merecedores de todo el amor del mundo! ¡Qué pena que nos traguemos eso de que lo pequeño que hacemos no tiene efecto en lo grande cuando somos realmente UNO!
Como dice el precioso vídeo que me envió mi amiga, dejemos que nos vean como somos, vulnerables o no. Nuestra vulnerabilidad es preciosa. Amemos con el corazón aunque no haya garantías. Practiquemos la gratitud y la dicha sabiendo que nuestra vulnerabilidad supone que estamos vivos. Valemos la pena. Y mucho.

miércoles, 1 de abril de 2015

Quirófano

No hace ni 48 horas que salí del quirófano. Es Miércoles Santo y aún no ha amanecido. Ésta será una Semana Santa de mucha profundización interior. Los médicos se han sorprendido de lo rápido de mi recuperación: nada de fiebre y nada de mareos. Eso y evitar pasar en el hospital toda la Semana Santa han ayudado a que me dieran el alta tan pronto. Aunque aún hay dolores y un vendaje tan pomposo que llamo la atención por donde paso.
Estoy convencido que mi rápida recuperación tiene que ver con la aceptación de la situación, que llevo trabajando desde hace meses: nada de aferrarme a que "debería ser de otra forma", o a cantos baldíos a la "mala suerte"...Siempre hay mucho que aprender de todo lo que nos pasa, y una tercera operación relacionada con los sentidos claramente apela a otra forma de ver la realidad. En el 2011 fueron una vitrectomía y una extirpación de cristalino en el ojo izquierdo; ahora ha sido una timpanoplastia en el oído derecho. ¡Menuda llamada del Universo!: "Es hora de percibir la realidad que hay más allá de lo que ves y oyes. ¡Hay mucho que ver y que oír!", parece decirme. En ese camino ando. Y el cambio está siendo enorme, y para mejor.
Pasar unos días en el hospital te hace ver lo efímero de nuestra realidad corpórea. Pocas horas antes de la operación, me traían de compañero de habitación a un ancianito en su último aliento de vida, ya sin habla, sólo suspiros de queja...Menuda llamada: "polvo seremos y en polvo nos convertiremos". ¡Qué milagro tan fugaz es realmente una vida humana, y cuánta importancia nos damos a veces! Incluso me reía ayer al ver que nos trastocan lo más mínimo, y se nos caen "todos los palos del sombrajo": lo aparatoso de mi vendaje impedía ponerme las gafas, y con ello ya no podía ni ver ni oir bien. Curioso equilibrismo el que vivimos, que siempre consideramos eterno...mientras dura.
La operación tenía dos objetivos. Primero, extirpar el colesteatoma del oído, que amenazaba con reproducirse por todo el cerebro, y causar parálisis facial y consecuencias peores. El segundo, garantizar la audición. El primer objetivo se ha conseguido sin problemas; el segundo no. El colesteatoma ya se había "comido" el estribo entero y la mitad del yunque. Los huesecillos ya no transmitían vibración. Ahora se entiende la pérdida de audición de los últimos meses. Gracias a la rotura este pasado verano de la bolsa retráctil que lo inició todo, la operación se precipitó. Sin ese pequeño gran aviso de la sabia naturaleza, casi imperceptible, la cosa se podría haber complicado, y mucho. 
¿Vaso medio lleno o vaso medio vacío? Estoy convencido de que podemos obrar milagros inexplicables para la ciencia o la medicina, como ya me sucedió con el ojo, así que quizás no esté dicha la última palabra sobre ese oído. Además, sigo pudiendo escuchar con el otro oído a Ludovico Einaudi, el Coro de los Peregrinos de Wagner o el "Don´t Give Up" de Peter Gabriel, mi himno favorito ante la adversidad. Podré seguir escuchando a mis niños, a mi mujer y a mis amigos...Ya amanece, y escucho a los pajarillos mañaneros. Vaso lleno, sin duda.