domingo, 27 de octubre de 2019

Reírse de sí mismo

El mundo es de los valientes. Pero valientes hay de muchos tipos. Hay quienes se llaman valientes, pero en realidad no son sino temerarios adictos a la adrenalina de situaciones límite. También hay valientes que se atreven a explorar lo desconocido y lejano. Por supuesto están los que se enfrentan nada más y nada menos que "al que dirán", y eso ya es para nota. Pero entre mis favoritos se hallan quienes son capaces de reírse de sí mismos. De esos no hay muchos. Hay que tener muchas agallas para ello. Vivimos en un mundo de postureo y "likes" en el que no se lleva reconocer los tropiezos.
Eva, en Cabo de Gata, hace una semana
Todos somo perfectos, inmaculados, guapos e infalibles. Y sin embargo no hay nada que nos haga crecer más que el error, la metedura de pata, o el batacazo olímpico. A nosotros y a quienes aprenden con nuestros errores. Mey dice que los alumnos que mejor aprenden en sus clases de inglés son los que no temen equivocarse en público. Mi hija pertenece a ese club de valientes. Hoy no escribiríamos esto, si antes no nos hubiera autorizado a ello. A pesar de lo aparentemente simple de la anécdota. Se expone públicamente a sus trece años. Y lo hace por si le sirve a alguien. Como le ha servido a ella.
Era un viernes por la tarde de hace pocas semanas. Aunque ya era otoño, hacía un calor considerable a las cinco de la tarde. Y el coche llevaba al sol unas cuantas horas. La sauna estaba asegurada. La llevábamos a su ensayo semanal de orquesta de flautas, y buscaba la aprobación materna a su indumentaria, como es habitual en estas edades. Mey, toda inocente, le dijo que estaba muy guapa, pero que quizás iba a pasar calor con el jersey que llevaba puesto. "¡Craso error!", pensaría quizás después. Esa nimia valoración, se convertiría en motivo de ardua discusión durante los tres cuartos de hora de trayecto. 
La cara de Eva se trasformó. Siempre busca la sintonía con su madre. Lo que inicialmente esperaba como un piropo, lo interpretó como una crítica. Y al verse señalada, su ego empezó a desvariar. Lo que ella lleva no era un jersey. Mey y yo nos miramos, sin saber si mordernos la lengua para no reírnos, o si buscar dónde estaba la cámara oculta. Pero no. Volvía a repetir su argumento cada vez con más vehemencia, y con voz más exaltada. "Aquello NO era un jersey". Quizás buscaba convencernos de que era un jersey más fino que otros. Quizás podía haber argumentado que no le gustaba mucho la camiseta de debajo y con el jersey la ocultaba. Quizás podía haber dicho que estaba cansada ya de la ropa de verano. Pero no. "Aquello NO era un jersey".
Os aseguramos que lo que llevaba puesto era una prenda de punto con mangas que le cubría desde el cuello a la cintura. Y aquello, según la Real Academia de la Lengua se denomina "jersey".
Al principio, simplemente negó que fuera un jersey, quizás pensando que negándolo, pudiera ser aceptable su uso con aquel calor. Pero a medida que la sauna fue haciendo sus efectos en la conversación, empezó incluso a llamarlo "chaquetita", aunque ni tenía apertura ni botones por ningún lado.
Mey y yo nos miramos, y decidimos que, aunque no había muchas ganas tras una semana intensa, tocaba aprovechar la coyuntura para hablar de lo que estaba pasando. Todo aquello era tan "de manual", que debía ponerse sobre la mesa inexorablemente.
Nuestra mente y nuestro ego tienen, sin duda, una función destacada en nuestra vida. Nos ayudan a encontrar salidas. Nos ayudan a dar respuestas en el sinfín de cruces de caminos que a diario se nos abren. Y en definitiva, están diseñados para nuestra supervivencia. Sin embargo, demasiadas veces, nos acabamos identificando con la mente, como forma de diferenciarnos de los demás. Y es ahí cuando surge el problema: identificación, y separación del otro. Y eso sucede cuando pensamos que somos esos pensamientos que la mente hace aflorar. Y defendemos "a capa y espada" esos pensamientos, como si en ello nos fuera la vida. Por muy peregrinos que sean. Porque cuando se dice "esto no es un jersey", al ser algo tan objetivo, es muy fácil de identificar que se trata de una treta de nuestra mente y nuestro ego, y por eso sirve tan bien como ejemplo. Pero los pensamientos de nuestra mente no siempre son tan claros como ese. "Es que nadie me quiere". "Es que siempre he sido el patito feo de mi casa". "Es que siempre me toca a mí". "Es que la gente que me rodea son todos unos vagos..."
El jersey de la polémica
Hubo un tiempo en que, durante meses, mi mente no paraba de repetir un pensamiento: "Estoy agobiado", "Estoy agobiado"...Y lo conectaba con otra formulación que no paraba de rumiar una y otra vez: "Tengo que...", "Tengo que.." Hasta que empecé a darme cuenta que yo no era ese pensamiento. Que soy mucho más que unos pensamientos. Y que esos pensamientos perdían su poder sobre mi, en el momento en que los observaba como un simple espectador o testigo. No se trataba de anular mis pensamientos. Se trataba de ubicarlos en el momento y lugar que les corresponde, como una herramienta más a mi servicio, y no que usurparan áreas de mi ser, como lo estaban haciendo, llevándome a una hiper-responsabilidad y a un agobio permanentes sin sentido. Aquello fue mi particular episodio de "ésto NO es un jersey". Me di cuenta de ello. Y desde entonces procuro no tomarme demasiado en serio lo que el ego trata de imponer desde la "cabecita".
Eva, aquel viernes, también acabó distanciándose de aquel pensamiento sobre el jersey. Incluso se acabó riendo de él y de su cabezonería transitoria identificándose con un pensamiento tan absurdo como el mío. Y cuando eso sucede, se abre un espacio de luz y de consciencia que no tiene precio. Pura salud mental. Pero no todos están dispuestos a abrir ese espacio y reírse de sí mismos. Sólo unos pocos valientes. Como Eva aquel viernes.
Llegando al conservatorio, Eva nos hizo la pregunta del millón: "Y esto, ¿por qué no nos lo explican en el colegio?". Y llevaba razón. Probablemente debería ser materia obligatoria. Gestión de las emociones, técnicas para equilibrar la mente, saber reírse de sí mismo/a cuando "se nos va la olla"... Probablemente habría gente más sana andando por ahí. Y no haría falta ser un valiente, sino que sería lo habitual.


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lunes, 7 de octubre de 2019

La furgoneta "hippy"

Discreta lo que se dice discreta no es, la verdad. ¿Para qué vamos a decir lo contrario? Pero probablemente en eso está su encanto. Cortinillas de estrellas. Llantas relucientes. Un rojo eléctrico conjugando con un blanco "esclarecido". Y una combinación entre lo "retro" y lo "hippy". ¿Hay acaso algo más llamativo que eso? Probablemente no. Pero por eso, este fin de semana, cuando la estrenábamos, no parábamos de ver sonrisas, caras de complicidad y pulgares en alto cuando parábamos en cualquier semáforo o paso de cebra. Quizás por la simpatía que despiertan sus formas y colores. O quizás por afinidad con el estilo de vida que suscita verla.
Cuando nos casamos, en broma, Mey me dijo que "sólo" tenía dos caprichos para su vida conyugal: un "chateau" francés, y una furgoneta "hippy". Lo del castillo lo veo "chungo" en esta vida, por mucho que me puedan ascender en el trabajo. Pero lo de la "furgo" sí que ha llegado, por fin. Aunque debo reconocer que ha sido gracias a ella, sin lugar a dudas. Porque lleva tiempo imaginándosela y pidiéndoselo al Universo (y también a nuestro amigo Pepe, del taller). Y hasta que nos ha caído del cielo, no ha parado. Erre que erre. Y cuando te llega un "chollo" así, con las tres "B" (bueno, bonito y barato), ¡a ver cómo dices que no! Por muy cabal que seas, y muy convencido que estés de que es importante ahorrar para la carrera de los niños. Así que un consejo: cuidado con lo que le pedís al Universo. Apuntad bien. Porque se puede acabar cumpliendo. "Al dedillo".
Si teníamos poca fama de bohemios o "hippies", con esto ya queda confirmado oficial y públicamente. Nos colgamos la etiqueta de buen gusto. Y es curioso. Pero no han sido pocos los que, al ver la furgoneta, o enterarse de que la habíamos comprado, han dicho que algo así siempre fue su sueño. Poder volar sin rumbo fijo. Sin plan alguno. Dormir en cualquier sitio ante un bello atardecer. Y hacer de la carretera o de la naturaleza tu hogar. Pero por desgracia, muchos de esos sueños quedan ahí aparcados. Para el momento propicio. Para cuando todo cuadre. Y a veces la vida se complica. Llega un Alzheimer inesperado. Un familiar que enferma. Una ruptura matrimonial. Y los sueños se hacen añicos o se difuminan en el tiempo.
Por eso nosotros ni lo hemos dudado. Es cierto que ya estamos más cerca de los 50 que de los 40. Es cierto que los "niños" aún necesitan un "achuchón" hasta independizarse. Y es cierto que en estas edades suele entrarle a uno la vena conservadora y la obsesión por la jubilación. Pero también es cierto que la vida son dos días. Y a veces hasta día y medio sólo. Y o espabilamos con nuestros sueños, o "se nos pasa el arroz". ¿Vamos a esperar a andar con "taca-taca" para lanzarnos a por esa playas y esas montañas que nos aguardan? ¿A qué esperamos para mandar las tardes de sofá a tomar viento? ¡Hay un pedazo de VIDA ahí fuera esperándonos!
Lo de ayer fue de libro. Una auténtica iluminación espiritual. El sol aún no había salido. El cielo empezaba a iluminarse, pero aún era difícil identificar bien los objetos. Abrí la puerta de la "furgo" y  el fresco amanecer de octubre me acarició la cara. Cuando hay cosas por descubrir, adoro madrugar, aunque sea domingo. Y ayer había muchas. Es como si el tiempo se parara. Sin prisas. Sin quehaceres. Sin expectativas. Sólo se escuchaba el leve rumor de las olas a nuestros pies. Grandes bandadas de gaviotas graznaban por la playa, y se desperdigaban en multitud de puntos blancos, que moteaban el azul turquesa del mar. Un mar que se veía inmenso bajo nuestro acantilado. La noche anterior, ese mar se convertía en un espejo gigantesco que reflejaba la luz de la luna, haciendo innecesaria la luz de nuestra linterna, mientras otro inmenso mar, esta vez de estrellas, cubría nuestras cabezas. No recuerdo la última vez que pude contemplar tantas y tan luminosas. Las primeras luces del alba aparecieron de repente desde el cielo almeriense, en un espectáculo inigualable. Y de repente una pareja de cabras montesas apareció despistada, como nosotros, por un repecho. En apenas una hora y media, mientras Mey acababa de despertarse, me había dado tiempo a exprimir el milagro de la vida, al que continuamente le damos la espalda. Y al despertar ella, su balcón daba a las mejores vistas que uno pudiera pedir en el mejor de los hoteles. Me dio escalofríos pensar lo fácil que es ser feliz, y lo que nos complicamos a veces la vida.
Primer amanecer en la "furgo"
Pero no se trata, de repente, de "echarse al monte". Los próximos meses serán de infarto en casa. Eva empieza a prepararse, como ya hicieron sus hermanos, para su aventura americana del próximo curso. Pablo, desde Italia, ya está tendiendo puentes hacia Universidades lejanas. Y Samuel "tres cuartos" de lo mismo. Vamos: que lo mismo el año que viene nos quedamos "más solos que la una". Y tocará entonces, abrirse a descubrir mundo en nuestra furgoneta "hippy". Por lo pronto, iremos practicando cada fin de semana. Para ir cogiendo "carrerilla".


NOTA: Os compartimos el balance económico de algunos de los proyectos solidarios que impulsamos gracias a los granitos de arena de muchos de vosotr@s, así como las distintas vías que empleamos para ello (por si algun@ se anima a unirse ;) )