sábado, 20 de junio de 2020

Érase una vez una pandemia (1ª parte)

Polos opuestos. Radicalidad. Pasiones y dramas ardiendo por doquier en todos los rincones. Centenares de acontecimientos, noticias e incidentes se multiplican a diario a nuestro alrededor a raíz de la pandemia del coronavirus, generando una polarización de las personas como jamás imaginamos. La interpretación de una realidad tan compleja, tan cambiante y aparentemente tan amenazante para nuestro presente y futuro, genera inquietud y zozobra por todos lados. Pero no deja de ser eso: una interpretación de la realidad. El SÍ y el NO, lo blanco y lo negro, la generosidad y el egoísmo, el miedo y la libertad...Los extremos más antagónicos conviven y obligan a cada individuo a posicionarse sobre cómo entiende lo que está pasando. Y en ese proceso de interpretar la realidad, basta que pronuncies una palabra, que actúes de una determinada forma en estos días, para que automáticamente te etiqueten, te cataloguen, y seas rechazado e insultado o acogido entre algodones. Nunca como ahora se han construido unos muros tan altos entre "lo nuestro" y "lo vuestro", entre "mi razón" y tu "sinrazón", entre "mi verdad" y "tu error", o directamente "tu mentira" o "tu bulo". Andamos en terrenos no ya resbaladizos, sino profundamente enfangados. Y sería sólo anecdótico, si no fuera porque se juega quizás, no sólo el partido de nuestras vidas, sino quién sabe si el partido de la Historia de la Humanidad en los próximos lustros.
Lubimy Czytac
Para esa interpretación de lo que está pasando, han sido muchos los que nos han pedido nuestra opinión sobre muchos de los asuntos que dominan la actualidad. Y no solemos rehuir esas preguntas. Aunque lo cierto es que no dejan de ser opiniones, ideas, conceptos mentales que nos acercan o nos alejan del entendimiento de esta complejísima realidad que estamos viviendo. Son sólo una forma de ver la realidad. ¡Nada más! Pero si lo pensamos, poco o nada sirven para el núcleo de lo que realmente se está jugando, que es algo mucho más sencillo y más cercano: QUÉ VAS A HACER TÚ.
En las próximas líneas vamos a exponer nuestra quiniela respecto a algunas de las preguntas que todos nos hacemos estos días. Esa quiniela no es ni mejor ni peor que la de cualquiera que nos lea. Y estamos seguros que nos equivocaremos en muchas de las cuestiones que vamos a exponer. Perdonadnos por ello. No somo ni adivinos ni más listos que nadie. Y seguro que seremos también "carne de cañón" de la manipulación y de las muchas mentiras que nos rodean. Sólo os rogamos una cosa: que hagáis un simple ejercicio. Observad vuestra opinión previa sobre nosotros, y cómo esa opinión se va consolidando o se va deteriorando a medida que vais leyendo las siguientes líneas y lo que os vamos diciendo se acerca o se aleja de vuestro particular relato de esta realidad. Será un buen termómetro para medir hasta qué punto el relato de lo que está sucediendo nos está o no abduciendo un poco a todos, y nos está obligando a alejarnos del equilibrio al que estamos llamados.



-¿Realmente existe el Covid-19 o es todo una mentira?
Quizás sea una de las pocas cuestiones que ya a estas alturas ofrece poco debate, vistos los numerosos estudios médicos y epidemiológicos. El SARS-COV-2 forma parte de una amplia familia de virus (los coronavirus) que pueden causar infección al ser humano y a determinados animales, y éste provoca la enfermedad Covid-19. De eso no parece haber duda. No seremos nosotros de los "negacionistas".

-¿Cómo creemos que se originó?
Ahí empieza parte de la batalla que se está librando. ¿Fue un experimento de arma biológica creado en el WHCDC de forma premeditada y que se les fue de las manos? ¿Se trata de un virus por control remoto a través de la tecnología 5G? ¿Puede tener algo que ver con el Instituto inglés Pirbright, con Bill Gates y con una patente de dicho instituto relativa a otro coronavirus? ¿O se produjo realmente una zoonosis o salto entre especies a raíz de la ingesta de animales salvajes como el pangolín o los murciélagos en Wuhan? Las versiones parecen cada vez más rocambolescas, pero una zoonosis de ese calibre, pasando al hombre de una forma tan directa parece casi de ciencia ficción, y es descartada por muchos expertos.

-¿Es tan letal como lo pintan?
Negar su letalidad sería ofender a las víctimas y a las familias de las víctimas que han fallecido por todo el mundo. Son muchos los que han fallecido, y probablemente muchos más los que fallecerán por el Covid-19 en los próximos años. Y parece indudable su enorme capacidad de contagio. La cuestión es si es tan letal como otras enfermedades, y si esa gravedad justifica el pánico y las medidas históricas que se han adoptado para contenerla. Es ahí donde tenemos muy serias dudas. En promedio, su letalidad es de alrededor del 0,2%, lo que se sitúa en el rango de una gripe fuerte y es unas veinte veces inferior a la supuesta inicialmente por la OMS.

Imagen de Silviu Costin Iancu en Pixabay
-¿Qué papel tienen las estadísticas en todo esto?
Es el gran caballo de batalla de toda esta cuestión. Figuras de primer nivel ya lo dicen abiertamente. Y lo es por una doble razón: porque según el país, un volumen abrumador de las muertes que se han producido, lo han sido en personas de edad avanzada y con patologías previas. Y según las estadísticas de cualquier nación, la muerte, cuando se produce por enfermedad, en muy pocas ocasiones sucede por un solo motivo, sino por las llamadas causas múltiples, que se encadenan unas con otras, como reconoce el INE. Eso ha producido que en todo el mundo la batalla de los números haya explotado entre los que quieren rebajar las cifras oficiales, y los que quieren inflarlas. Y el centro del debate está en los fallecidos CON coronavirus (con las dudas que podamos tener sobre la fiabilidad de los métodos de detección de la enfermedad) y los fallecidos POR coronavirus. Esta distinción es crucial, y parece pasar inadvertida. Ha habido muchas personas con cánceres en estados muy avanzados, a punto de morir, cuyos fallecimientos han sido catalogados como muertes por Covid-19, cuando esa causalidad única es realmente absurda cuando existen patologías previas tan graves. Sin números escandalosos todo lo que se ha generado no se justifica. De ahí la batalla que se está produciendo. Para nosotros ahí hay muchos gatos encerrados. Quizás dentro de unos meses o años, nos sorprenderemos con enfermedades cuyas muertes se han reducido drásticamente en favor de computarlas como Covid-19. El único dato en España, sin análisis de causalidad, y con el sesgo del colapso del sistema de registro por medio, son las 43.000 muertes de más que el sistema Momo ha registrado de marzo a mayo. Son muchas como para negar que sea un problema serio, pero no tantas como para las decisiones tomadas y las gravísimas consecuencias que van a traer.

-¿Qué opinión nos merece la OMS en este asunto?
Quizás sea la institución que ha salido más "tocada" hasta el momento. Ya no es sólo cuestión de las dudas que ha generado el etíope Tedros Adhanom, sus gestiones de varias epidemias en su país, y sus posibles vinculaciones con China. Se trata de los auténticos cambios de criterio que ha llegado a formular la OMS, incluso en cuestión de horas, en temas tan relevantes como la transparencia de China, la posibilidad de una segunda ola, el uso o no de la mascarilla, el papel de los enfermos asintomáticos en la expansión de la enfermedad, y el uso o no de la hidroxicloroquina. Han sido bochornosas algunas de sus intervenciones y ha dejado de ser una institución de referencia para muchos profesionales de la salud, tras sus vaivenes o sus manifestaciones interesadas.

Imagen de Klaus Hausmann en Pixabay
-¿Cómo sale la Ciencia de esta pandemia?
En nuestra opinión, la Ciencia también sale muy perjudicada en todo este proceso. Ha sido la gran coartada de los gobiernos a la hora de tomar unas medidas u otras (cuando había expertos científicos en posiciones muy encontradas), y se ha demostrado su alarmante cercanía en algunos casos con la industria farmacéutica. Tenemos buenos amigos en el mundo de la Ciencia y de la Medicina, y los vaivenes de criterio que se han producido en muchos casos, acompañados de actitudes muy corporativistas, han evidenciado graves carencias a la hora de aceptar visiones distintas, censurándose de forma sesgada las opiniones disidentes, y acercándose a posiciones dogmáticas más propias de fanatismos religiosos que de la búsqueda de una verdad científica. Nos preocupa mucho su futuro papel, y si va a saber encajar el golpe y aprender de los errores cometidos.
Revistas médicas tan prestigiosas como The Lancet o New England Journal of Medicine han resultado muy afectadas en su credibilidad tras los estudios que han publicado sobre el Covid-19. Publicar algo en ellas suponía años de ensayos y pruebas del máximo nivel. Y los errores de bulto en publicaciones sobre el Covid-19, con pruebas de escasa representatividad o con el uso inadecuado de placebos las ha puesto "en la picota".

-¿Qué opinamos sobre las alternativas que se han ido planteando en los últimos meses para combatir el virus?
No somos expertos. Pero desde hace años, y en temas de salud aún más, huimos como de la peste de las posiciones tajantes. Por eso no entendemos la censura y las críticas furibundas a las alternativas planteadas sobre el dióxido de cloro por ejemplo, cuando estos meses se están haciendo ensayos clínicos para el Covid-19 con él, y su uso en sangre está incluso patentado. Tampoco compartimos la persecución que se está desarrollando a los tratamientos basados en las plantas medicinales, existiendo tantos testimonios que los avalan. La artemisia es un gran ejemplo de ello, y es muy descarado el interés de la industria por controlar sus posibles mercados. Ni tampoco entendemos la falta de transparencia para fundamentar la toma de decisiones que se han realizado. Creemos que es momento de explorar con rigor, TODAS las posibilidades, y tenemos muy cerca de nosotros ejemplos de amigos y conocidos que han experimentado algunos métodos alternativos con magníficos resultados. No se trata de que sea la única vía, pero al menos debería permitirse su exploración y viabilidad, cosa que no se está haciendo.

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay
-¿Cómo nos posicionamos respecto a la vacuna que, sin duda, llegará tarde o temprano?
Es una de las palabras "tabú" de estos tiempos: "vacuna". Nuestros tres hijos tienen más vacunas que la media de cualquier niño o joven español. Era el peaje que teníamos que pagar si queríamos que viajaran y tuvieran una experiencia internacional. Pero eso no impide que podamos tener dudas y que seamos muy críticos con ellas. Y observamos que el simple hecho de exponer algunos de los problemas de salud que muchas personas sufren con la aplicación de vacunas hace que muchos casi te retiren la palabra y te coloquen el cartelito de "anti-vacunas". En esta cuestión conviene conocer el papel de virus y bacterias y cómo se crea una vacuna, desde la opinión de reputados biólogos. Es indudable el avance que las vacunas han representado para erradicar graves enfermedades del pasado. Pero también lo es que incorporan metales pesados y material genético de las especies sobre las que se ensayan, que generan graves efectos adversos en algunos casos. No entendemos su aplicación en niños menores de 2 años, con insuficientes defensas para algunos de esos "aditivos". Y nos preocupa enormemente cómo se está preparando a la opinión pública para su llegada "salvadora" y su posible obligatoriedad con el Covid-19, así como los pingües beneficios que pueda suponer para ciertas multinacionales. Empiezan a ser muchos, incluso dentro de gobiernos occidentales como el alemán, los que se oponen a una vacunación obligatoria. Nosotros también. Quizás sea el momento de mejorar los sistemas de vacunación.

Imagen de pedro_wroclaw en Pixabay
-¿Qué opinamos sobre el uso de la mascarilla?
Que la OMS y muchos gobiernos hayan sido tan drásticos tanto cuando la desaconsejaban antes como cuando ahora la aconsejan, nos genera numerosas dudas. Y nos sorprende cómo millones de personas la han acogido, quizás por un efecto psicológico de protección, más que por su verdadera eficacia. Nos preocupa mucho más el efecto negativo que genera el estrés respiratorio que provoca, y cómo perjudica al sistema inmunitario, gran valedor del ser humano durante miles de años frente a virus patógenos como éste. La usamos más por evitar el miedo de quienes tenemos delante, que por convicción. Si no fuera obligatoria, no la usaríamos, porque nos genera un agobio innecesario, y porque respirar el aire que exhalamos no es saludable.

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-Cómo vemos el confinamiento mundial que se ha producido? 
Salvo honrosas excepciones, son pocos los gobiernos que han hecho autocrítica sobre las medidas adoptadas. Y son aún menos los que han optado por una estrategia distinta a la del gran rebaño de países, que como en un dominó, uno tras otro, han ido reproduciendo el mismo esquema de confinamientos masivos de la población. Sin embargo cada vez son más los expertos que disienten de la estrategia seguida. Es lógico que en el desconcierto inicial, durante dos o tres semanas, se tomase una medida tan drástica. Pero ni la letalidad del virus, ni las estadísticas justifican la enorme catástrofe económica que esta medida va a representar, al haberle dado continuidad durante tanto tiempo. Y no sólo eso: las cifras de adicciones y muertes relacionadas con problemas mentales derivadas del aislamiento, de la pobreza, o del desempleo que se está provocando, se han disparado y continuarán en ascenso, mucho después de que el confinamiento haya acabado. No es ya que se esté "matando moscas a cañonazos": es que es una auténtica barbaridad que la solución que se ha planteado vaya a provocar muchas más muertes que las del virus contra el que se pretendía luchar. Y la gran mayoría de los gobiernos se han visto abocados a mantener la estrategia y prolongarla en el tiempo, antes que dar un giro de 180 grados, como sólo algunos han hecho al ver la dimensión real del problema, y las gravísimas consecuencias según se encarase de uno u otro modo.

-¿Qué opinamos sobre el papel del sistema inmunitario en todo esto? 
Apenas se dice nada sobre la influencia de la alimentación en el sistema inmunitario, como principal vía para combatir virus patógenos como el causante del Covid-19. Es lo que algunos llaman inmunonutrición. Y nos sorprende el enorme esfuerzo normativo y mediático para sostener el uso de las mascarillas o algunas de las medidas adoptadas de separación y aislamiento, (con el enorme impacto negativo que ello supone para la llamada "inmunidad de rebaño") y que apenas se estén haciendo esfuerzos en comunicar sobre los beneficios para la salud de la alimentación y de determinadas medidas para reforzar el sistema inmunológico. Quizás sea porque la salud no es negocio y la enfermedad sí. Muy preocupante.

-¿Tiene algún papel la tecnología 5G en el origen o empeoramiento de esta crisis?
No creemos que la tecnología 5G tenga algo que ver con el surgimiento y expansión del Covid-19, como se ha llegado a decir. Pero al igual que muchos científicos y técnicos, incluso en primera línea de las nuevas tecnologías, nos preocupa mucho cómo afecta esta tecnología a la salud. Estamos convencidos de que los avances que el 5G puede suponer pueden ser compatibles con mayores garantías para la salud, aunque se tenga que ir un poco más despacio en su desarrollo. La Humanidad puede y debe hacer ese esfuerzo. A veces la tecnología ha corrido demasiado, y sólo después se ven las consecuencias. No debemos mirar para otro lado.

-¿Qué opinamos sobre el papel de Bill Gates?
No somos muy fans de este personaje. Sobre él se han dicho muchas cosas, incluso como instigador o creador de la propia pandemia. No llegamos a tanto nosotros. Pero son, evidentemente, muy sospechosas sus aportaciones como segundo donante a la OMS, muy por delante de todos los países salvo EEUU (que se ha retirado ahora). Y es obvia su capacidad de presión sobre ese organismo al articular las políticas de desarrollo por todo el mundo,  (igual que sucede con los grupos mediáticos o los partidos políticos influidos por las entidades financieras que los sustentan). Es más que probable que intente tener influencia en la vacunación masiva que está por venir, ya que no oculta sus intereses con las farmacéuticas. No nos creemos las informaciones sobre la nanotecnología en las vacunas, ni el apoyo del gobierno español a Bill Gates en sus supuestos planes.Pero sí creemos que habría que controlar la capacidad de condicionar las políticas globales  en base al dinero de un solo individuo como él. Y habría que estar muy pendientes de los avances tecnológicos en nanotecnología e inteligencia artificial, en conexión con distintos aspectos de la salud y del presunto bienestar del ser humano

Imagen de Doug Mills en The New York Times
-¿Qué opinamos sobre las élites o los gobiernos en la sombra que puedan estar moviendo los hilos?
En muchas de todas estas cuestiones, la base de toda la interpretación es si hay una mano oculta detrás de todo esto, si hay alguien que, desde las élites mueve los hilos. Que hay élites, es algo indudable. Y con más poder que nunca. Muy por encima del poder de la mayoría de los gobiernos internacionales. Los datos y los hechos son irrefutables: las 10 principales multinacionales del ranking mundial ostentan un valor combinado comparable al producto interior bruto (PIB) de 180 países, el 92% de los 195 integrados en la ONU; las 100 primeras obtienen anualmente unos ingresos que se aproximan al 50 por 100 del PIB planetario (en 1997 suponían solo el 33%); y las 200 más importantes tienen en sus manos el 75% de la economía mundial (hace 25 años rondaba el 50%). Su capacidad de influencia es brutal. Y algunos dan el paso de decir que están influyendo a unos niveles como para esparcir un virus, crear confinamientos mundiales, generar un experimento de ingeniería social basado en el pánico colectivo, o preparar a la Humanidad para recibir con los brazos abiertos una vacuna salvadora. Ser conscientes de ese poder, sin caer en teorías conspiranoicas puede ser perfectamente compatible. Nos genera mucha desconfianza ese enorme poder acumulado en tan pocas manos. Pero nos da igual si todo lo que está pasando ha sido orquestado por ese poder o si simplemente van a aprovechar las consecuencias de lo que está pasando. Tan negativo es caer en la indiferencia de muchas de las cuestiones que estamos apuntando, como caer en una paranoia sobre las conspiraciones que nos rodean por todos lados. Eso mismo puede aplicarse al mismo debate racial que ahora existe en EEUU, donde la realidad presenta muchos matices: ¿es 100% real y espontáneo, está orquestado o es aprovechado políticamente?. Eso nos hace pensar que vivimos en una verdadera sociedad distópica, como ya están demostrando muchos estudios en distintos ámbitos de nuestra realidad. El equilibrio entre el inconformismo y el criterio sosegado se hace más preciso que nunca.

-¿Qué opinamos sobre el papel de los Gobiernos y de la clase política en general?
Creemos que en general, y salvo algunas naciones (precisamente lideradas por mujeres) la mayoría de los Gobiernos se han visto arrastrados por la improvisación, y han repetido los errores que otros han estado cometiendo. No creemos, en principio, que formen parte de un complot o de una conspiración con las élites o con Bill Gates. Los gobiernos, probablemente, tengan menos poder que éstos últimos. Pero han decidido lo que han decidido, y debemos exigirles responsabilidades por las decisiones erróneas que se han tomado, y por las consecuencias que pueden tener. La oposición y los partidos que pretenden arañar un "puñado" de votos, fomentando bulos, rompiendo consensos, u ondeando banderas de manera interesada son igualmente responsables. A la ciudadanía nos genera hartazgo que, desde las ideologías partidistas, se trate de sacar rédito electoral de una situación así, y haya capacidad nula para alcanzar consensos como país. Es el gran momento de la unidad.

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Imagen de Engin Akyurt en Pixabay
¿Qué es lo más grave de todo lo que está sucediendo? 
Aparte de evidenciarse lo erróneo de recortar en sanidad (porque nos hace más vulnerables en crisis como la que vivimos), lo peor es el pánico mundial que se ha creado. Aún es difícil calibrar el impacto que todo esto va a tener en los próximos años, y la crisis económica brutal que todo esto va a acarrear. Como Humanidad, hemos pasado de gestionar un problema serio, pero no espeluznante, como el Covid-19, a crear un problema histórico de magnitud imprevisible para los próximos años, con las decisiones que se han tomado para luchar contra el virus. Ojalá que se puedan depurar responsabilidades, para evitar tropezar en la misma piedra. Pero nos olemos que se taparán las vergüenzas unos a otros, dada la magnitud del problema y la cantidad de gobiernos y entidades que nos han arrastrado hasta él.


Esa es básicamente nuestra lectura de la realidad, y de lo que nos llega. No deja de ser un cuento, una mera narración como cualquier otra. Y cada uno cuenta el cuento según se lo han contado y según su propia visión del mundo. Pero no dejar de ser eso: un cuento. Seguro que no acertamos en muchos puntos. Tampoco nos importa mucho equivocarnos. Tenemos grandes amigos con visiones diametralmente opuestas de esta realidad. Y, como hablábamos en familia ayer: si algo grave nos pasase en casa, ellos estarían "al pie del cañón" para brindarnos su apoyo. Da igual su visión de la economía, de los partidos políticos, de la monarquía, de las conspiraciones o del dióxido de cloro. Hay algo mucho más importante que nos une. Y tiene mucho más que ver con valores compartidos, que nos llevan a dar pasos ante esta nueva realidad. Toca ahora, pues, hablar de esos pasos. Toca hablar, no de un cuento que hemos escuchado, sino de la historia que cada uno/a va a crear. (CONTINUARÁ)

domingo, 7 de junio de 2020

La nueva normalidad

Que levante la mano quien se haya adentrado ya en ese misterioso mundo de la "nueva normalidad". A nosotros nos tocó hace una semana desplazarnos por primera vez en dos meses a Málaga capital, a 37 kilómetros de casa. Pero esa "normalidad" que presenciamos se pareció más a un safari sociológico a una lejana región del África subsahariana, que a un desplazamiento habitual de los que antes hacíamos hasta varias veces al día antes. Así de alejados nos sentimos de esa "normalidad". Era sábado por la mañana, y teníamos unos cuantos recados que hacer. La calle Larios enmudecía a las doce del mediodía, donde hace unos pocos meses las muchedumbres se agolpaban a esas mismas horas. Tan sólo algunos despistados ojos, desconfiando de todo bicho viviente que se les acercaba, se atrevían a adentrarse en la arteria principal de la capital.
En la puerta de la tienda de las especias varias personas guardaban cola tras coger su ticket de turno. Ya dentro, tres grandes mamparas impedían pasar más allá de tres pasos de la puerta. Nada de acercarse al género, ni para olerlo. Un dependiente por mampara traía desde cualquier rincón de la tienda, lo que necesitases, y tras depositarlo en bolsas, te lo pasaba por una obertura, como antiguamente las monjas de clausura despachaban los dulces navideños por el torno de su convento. En una antigua alpargatería de más de un siglo de antigüedad a la que fuimos, las balanzas y las cajas registradoras de principios del siglo XX contrastaban con la EPI del dependiente, modelo escafandra de astronauta. Al menos se había escrito a mano un  "Javier" que le daba un cierto toque de cercanía. Vino bien ese toque, vistas las cuerdas y obstáculos que impedían acercarse al mostrador, como si fuera la alambrada de Melilla. Desde la calle, en una famosa tienda de moda, vimos que habían desaparecido absolutamente no sólo todos los maniquíes, sino incluso la propia ropa de las estanterías. Pero la tienda estaba abierta. Lo atestiguaban todas las luces encendidas, el "segurata" de la entrada con su arsenal de guantes y geles hidroalcohólicos, y la cola de clientas guardando la distancia pertinente, imagino que para recoger el modelo que habrían escogido por internet. Nos apetecía tomarnos nuestra tradicional selección de encurtidos caseros en uno de los puestos del mercado de abastos de Atarazanas. Pero al ver la cola de gente esperando turno para acceder al recinto, desistimos. Quizás hasta la próxima normalidad. Una en la que el sagrado aforo no sea el rey del mambo. Se nos ocurrió ir a mirar un artículo de menaje y otro de deporte en sendos centros comerciales. Ilusos de nosotros. Los pasillos laterales de ambos establecimientos se encontraban, según  la fase de desescalada del momento, cerrados a "cal y canto". Unos pobres dependientes a los que les había tocado "la china", iban y venían (en algún caso con patinete eléctrico) por aquellos largos pasillos hasta localizar el artículo de turno. Ni que decir tiene la comodidad del sistema cuando se trataba de elegir colores, tamaños o marcas. Eso sí: en los desiertos pasillos centrales transitables, grandes avisos en el suelo recordaban la también sagrada distancia de seguridad. En nuestro pueblo también han puesto el dichoso "recordatorio" en los suelos de plazas y avenidas. Que los rebaños humanos circulen por donde les toca, a ver si nos vamos a despistar. Aprovechamos también y acudimos a un famoso almacén de la construcción para comprar un par de piezas de fontanería. Allí esa nueva normalidad decretada para esta tase había adoptado el formato de confesionario. Cinco dependientes enmascarillados atienden tras una larga mampara a cinco clientes también enmascarillados. Parecen dos equipos de los de Torrebruno en la competición de Tigres y Leones, para ver quiénes encuentran antes la referencia de un determinado artículo en el catálogo de productos del almacén. Luego habría que pasar a  la zona de pago. Y luego otros dependientes-mensajeros acudirían en scooter al lineal correspondiente a recoger el artículo en cuestión. Todo muy normal y muy dinámico.
Con tanta normalidad se nos abrió el apetito. Acudimos a una pizzería a la que habíamos ido en varias ocasiones, y que dispone de una terraza al aire libre. ¿Podríamos desprendernos de la mascarilla para introducirnos los alimentos en la boca? Se lo pregunté así, de broma, al camarero, para romper el hielo, ante la incomodidad que se les notaba con tantas medidas de seguridad. No debió entender el chiste. Me dijo que sí. Pero se le notó entre tenso y dubitativo. Quizás mi  pregunta no estaba en ninguno de los capítulos de medidas de seguridad que se habría "empollado" cuando reabrieron el restaurante dos días antes. Cada mesa se encontraba separada por dos mamparas a cada lado, con pegatinas con el código QR para descargarse el menú del día. Tuve que descargarme la APP para ello en el móvil. Quizá no sea la única que me fuercen a descargar en las próximas semanas para poder ser aceptado en esta nueva normalidad.
Tras más de dos meses, nos pasamos por casa de mis suegros, para ver que todo andaba bien. A ellos les tocó el estado de alarma visitando a la nieta en Cambridge, y allí llevan desde entonces. Pero al abrir el frigorífico nos llevamos otro tortazo de la nueva normalidad. La luz debió irse en los primeros días del confirnamiento, y tras dos meses de prohibición absoluta de desplazamientos, aquello sí que parecía una jungla en la que hacer safari. Es sorprendente cómo crece la vida por todos lados, incluso dentro de un frigorífico sin electricidad. Los olores también. Ocho bolsas de basura después, varios litros de lejía más tarde, y una cuantas horas de frota-frota devuelven las cosas a la normalidad. No sé si a la nueva o a la de siempre. A fin de cuentas la normalidad depende del ojo con que se mire.
Volvimos a casa exhaustos tras ese baño completo de normalidad. De normalidad de la buena. Perdón de la nueva.
Cola en mercado de Atarazanas
Por supuesto, no hay nueva normalidad que se precie sin hablar de la protagonista. Y en esta nueva normalidad, la estrella sin lugar a dudas es la mascarilla. Aunque a veces parece más bien una mascarada o una pantomima. Porque las hay en muchas versiones: versión "quita-multas", que te duran en la cara lo que tardan en cruzarse contigo los guardias municipales en tu paseíto vespertino; versión "protege-codo" o "protege-papada"; o directamente en versión "pendiente colgado de la oreja", que se ha impuesto incluso en la moda masculina. Sin duda, es el complemento de moda perfecto esta temporada. Los hay de colorines, de flores, a juego con tu ropa, e incluso con mensajes reivindicativos: "Fuck Covid-19", leía ayer en varios.
Siempre hemos pensado que la vida es un pequeño teatro en el que cada uno representa un papel, cambiando sin cesar de careta  según la circunstancia. Ahora parece que la careta es obligatoria, y por decreto del Gobierno. Menos explicaciones que dar, dirán muchos. Ojalá que cuando el decreto diga que podemos quitarnos la mascarilla, también podamos quitarnos la de antes.
En fin, que volviendo al día de recados en Málaga, también estrenamos entonces mascarilla. Nos habíamos resistido pero ya empezaba a ser obligatoria. No sólo se me empañaban las gafas, sino que noté que me faltaba el aire. No sabía si centrarme en la nariz o en la boca. Intenté todo tipo de modalidades respiratorias. Pero en Mindfulness me debí saltar la clase de la respiración con mascarilla. Luego he leído que ya hay varios estudios científicos que la desaconsejan por el estrés respiratorio que produce, y por afectar al beneficio de la alcalinización que las respiraciones profundas implican, aparte de ser un foco poco higiénico de los millones de bacterias que habitan en nuestra boca y nariz. Desde luego, si a mucha gente le pasa lo que a mí, imagino perfectamente lo que esa nueva normalidad supone para millones de personas y para sus respectivos sistemas inmunológicos, que al final son los que equilibran los ecosistemas de virus y bacterias de nuestros cuerpos. Porque (por si a alguien se le ha olvidado con tanto derroche de "normalidad") gracias a los millones o trillones de virus y bacterias que pueblan nuestro cuerpo, todos podemos existir y vivir. Aunque ahora pongan de fondo en todos los programas y telediarios una foto de un virus muy desfavorecido con pinta de "alien" que asusta un poco, como si todos los virus y bacterias fuesen malísimos y peligrosísimos. Al menos eso dicen no pocos científicos. Pero tampoco eso importa mucho: en esta nueva normalidad, cada uno tiene su científico de cabecera. Igual que cada uno lee el artículo de opinión de su diario de referencia. No vayamos a salirnos de nuestro marco mental o ideológico. Y según dicen, la CIENCIA (en mayúsculas) dice que "mascarillas por un tubo". Así que nada. Mascarillas "a go-gó". Pero no sé, por qué, pero me "chirría" un poco el papel que está jugando la Ciencia en todo esto. Sobre todo cuando leemos la polémica del artículo de The Lancet sobre la hidroxicloroquina. O cuando escuchamos o leemos a reputados científicos, exponiendo unos tests o pruebas que difieren de los de la línea "oficial", y automáticamente son censurados y borrados de las redes sociales. Da igual que gobierne un partido de izquierdas o de derechas. En esta nueva normalidad eso es lo de menos. Aunque a algunos esta actuación nos recuerde un poco al pensamiento único o a un dogmatismo científico que recuerda a los tiempos de la inquisición religiosa. Cosas también quizás de la nueva normalidad...
Quizás voy a decir una barbaridad. La digo con la boca pequeña, aunque no se me vea por la mascarilla. Pero tengo pocas ganas de volver a la normalidad. Al menos a esa nueva normalidad tan pregonada . Por favor, no me crucifiquéis, pero es así. Sé que alguno ya me habrá puesto la etiqueta del "síndrome de la cabaña". Pero os aseguro que me apetece poco volver. Y que incluso ha habido bastantes cosas positivas durante el confinamiento. No. Y no es por miedo a salir por el virus. Ni mucho menos. Nos hemos perdido las graduaciones de nuestros dos hijos mayores, sus conciertos, algunos viajes que teníamos programados y decenas de encuentros familiares y con amigos, que jamás serán igual a través de una pantalla. Pero también desapareció "por arte de magia" mucho de lo que antes del coronavirus nos impedía disfrutar de muchas de las cosas que de verdad importan en la vida. Nos ha tocado teletrabajar, pero no hemos echado mucho de menos la oficina. Sí a los amigos de la oficina, pero no la dinámica de ir al trabajo con sus prisas, sus atascos, y sus agendas echando humo. Ha sido un "gustazo" disponer la jornada laboral a nuestro gusto, marcando nuestros ritmos y pausas. Sin lugar a dudas, en casa hemos sido más productivos que nunca en el confinamiento. Y encima hemos gastado menos, reduciendo el consumo a lo más esencial. ¡Que nos lo digan a nosotros con ocho en casa! Además, reconozco que "mola" trabajar en bañador o pantalones del pijama. Quizás esa parte de la nueva normalidad, sí que nos guste. Aunque nos olemos que no es la parte de normalidad sobre la que nos van a dejar elegir. Yo, al menos, ya vuelvo a la oficina esta misma semana.
No hay nada más relativo que la normalidad. La mayoría de las veces se confunde "lo normal" con "lo frecuente" o con "lo que hace la mayoría". Y a veces, esa normalidad se impone a base de decretos del Gobierno o de noticias interesadas de los medios de comunicación, aunque sean unas "anormalidades" supinas, como algunas de las que hemos mencionado antes. Lo siento, pero nos rechina mucho lo de la nueva normalidad. Y nos resistiremos "como gatos panza arriba". Preferimos que nuestra normalidad nos la dicte el sentido común, el conocimiento no interesado ni tergiversado, y el equilibrio de las cosas. Probablemente no sea fácil elegir nuestra normalidad en estos tiempos que corren.


NOTA: Os compartimos el balance económico de algunos de los proyectos solidarios que impulsamos gracias a los granitos de arena de muchos de vosotr@s, así como las distintas vías que empleamos para ello (por si algun@ se anima a unirse ;) ) https://www.patreon.com/posts/balance-de-de-de-26647734