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jueves, 23 de diciembre de 2021

Navidad de verdad

No hay nada más revolucionario que la Navidad. De verdad. Lo que pasa es que nos da tanto miedo. Nos interpela tanto. Que preferimos embadurnarla de superficialidad. De comilonas y borracheras. De peces que beben en un río. De campanas sobre campanas. De cotillón. Y de luces, muuchas luces. Que se ilumine bien lo de fuera, vaya que nos dé por mirar adentro.

Chriswanders / Pixabay
Sin embargo no es ese el mensaje de la Navidad. La Navidad hace una llamada a regresar a lo pequeño, a lo sencillo. Nos invita a replantearlo todo, por muy adultos y creciditos que ya estemos. A revisar de arriba a abajo nuestro papel aquí. A prepararnos para la VIDA con mayúsculas. Y para ello no hay que correr ni estresarse. No hay mucho que hacer. De hecho se trata de no-hacer. O lo que es lo mismo: de NACER. Por eso la Navidad siempre llega con la imagen de un niño en un pesebre oscuro, alejado de multitudes, de ruido, de "likes", de fuegos artificiales y de consumismo absurdo. Nada que ver con el "buenismo" forzado, con los angelitos y sus alas de algodón, o con la solidaridad con fecha de caducidad.

Una verdadera Navidad nos revoluciona por dentro. No genera complacencia sino inconformismo. Huye del rebaño y asienta el ser divino que habita en cada uno de nosotros. Nos prepara para reafirmarnos en nuestro SER, por si toca expulsar a quien haga falta del templo de nuestro cuerpo o de nuestra dignidad. E incluso asienta las bases por si toca ser señalado, acusado, vilipendiado o incluso crucificado. "Moco de pavo", vaya...

one_life / Pixabay
Menos mal que hay una Navidad por año. Por si se nos olvida el asunto. Para repasar. Pero hay mucha gente que hace del año una auténtica Navidad. Gente que ante cualquier necesidad del prójimo, dice "aquí estoy" o "para eso estamos". Gente que vive con alegría y dignidad su vida en territorios hostiles. Gente que renuncia a su verdad o a cantar victoria, con tal de sellar con un abrazo el acuerdo. Gente a la que le duele el prójimo hasta lo más hondo de las entrañas. Gente que construye con silencios o con palabras, pero siempre hacia arriba, siempre hacia delante. Gente que no deja de buscar y edificar la mejor versión de sí mismo/a. Gente que siempre está dispuesta a hacer algo, pero no cualquier cosa. Gente para la que siempre es el momento para construir esa Navidad.

2020 fue duro. 2021 también. Quién sabe cómo serán los próximos años. De ti depende hacer de ellos una Navidad permanente. Porque entonces todo tendrá sentido.


Que tu vida sea un renacer permanente,

un precioso camino hacia las más altas cimas de ti mismo/a.

FELIZ NAVIDAD


-Blog: http://familiade3hijos.blogspot.com/


-Odysee (por si censuran en Youtube): https://odysee.com/@familiade3hijos:9

-Grupo Telegram: https://t.me/familia3hijos

domingo, 20 de diciembre de 2020

¡ Feliz 2021 !

Para felicitaros, este año hemos optado por nuestra particular adaptación de unos personajes muy conocidos... ¿Se te ocurre quiénes?

 

(Muchas gracias por el reportaje fotográfico a nuestra amiga Tania)

martes, 24 de diciembre de 2019

Navidades de ayer y de hoy

El conductor debió apiadarse de mi, desplegando todo su espíritu navideño ¿Dónde va este español, "más perdido que un pulpo en un garaje", de noche, sin conocer la ciudad, y a 20 grados bajo cero?
"Patinando" y con gorro
Eso me preguntaba yo también desde que me bajé del avión en Montreal y durante todo el trayecto de autobús hasta Ottawa. Por aquel entonces sin Google Maps, sin navegador y sin ni siquiera un mísero mapa de papel, lo iba a tener crudo para llegar a mi destino. Sin pedírselo yo, se desvió de la ruta, y me llevó directamente hasta la misma puerta del apartamento de Mey. Todo un detalle, si no quieres arriesgarte a morir congelado en una visita sorpresa. Toqué al portero automático, todo nervioso, creyendo que el asombro sería mayúsculo. Y lo fue. Pero para mí. "¿Desde dónde llamas?", me preguntó ella. ¿Cómo que desde dónde llamo? Tardé unos instantes en entenderlo. Pero al final me di cuenta que su portero automático estaba conectado al teléfono, y que efectivamente, pensaba que la llamaba desde España. "Adivina", le contesté... Su cara de emoción, saliendo del ascensor para abrirme, llevando aquella camiseta de Tintín, y su abrazo descomunal aquel 19 de diciembre de principios de los años 90 quedarán para siempre en los anales de mis recuerdos navideños.
También las gigantescas estatuas de hielo en la calle. También mis tropiezos en la mayor pista del hielo del mundo, el canal de Ottawa. Y por supuesto aquel inusual y gélido frío que preocupaba hasta a los propios canadienses. Los días que estábamos a 10 bajo cero parecían el Caribe, comparados con los casi 50 que llegamos a tener con el efecto viento. Esos días se desaconsejaba, incluso, estar al aire libre más de 10 minutos. Y yo, tonto de mi, que ni siquiera quería ponerme gorro al principio. Pronto aprendí que me la jugaba, si no. Que incluso los coches había que conectarlos a las farolas para poder arrancarlos por las mañanas. Y que hasta en las cercanas Cataratas del Niágara, a pesar de la fuerza del agua, se formaban estalactitas de hielo en sus extremos con un frío polar tan extremo.
En aquellas Navidades no hubo apenas regalos. Ni maratonianos días de compras. Ni champán. Ni turrón. Ni Lotería. Ni multitudinarias cenas de Nochebuena. No hubo tampoco campanadas de Nochevieja. Aquel internet era aún muy precario, y la tele no retransmitía nada especial para celebrar el paso al nuevo año allí. Pero nosotros no las arreglamos con nuestras uvas, algún que otro villancico y unas campanadas improvisadas a base de "cacerolazos". Las risas fueron las mismas. No echamos de menos toda la parafernalia que suele acompañar estas fechas. Y sin embargos, sentimos con fuerza que la esencia de la Navidad era aquello que vivimos aquel año.
Después vinieron muchas Navidades más. De aquel apartamento de alquiler en un país lejano, pasamos a nuestro primer hogar en Bravo Murillo. Fueron Navidades al calor de aquella chimenea de forja y bajo aquel abeto de plástico que inauguramos poco después de casarnos. Ese árbol de Navidad se ha convertido, por méritos propios, en el auténtico testigo del paso de las décadas por nuestras vidas. Ha seguido participando en nuestras fiestas cada año hasta ahora. Siempre con algún cambio en su decoración. Alguna pequeña pieza más en el belén junto a sus pies. Alguna bola más o menos. Algún color distinto  en la cinta que lo vestía. Alguna luz diferente...
Papá Noel "in fraganti"
Pero no sólo fue cambiando la decoración del árbol. También quienes lo empezaron a decorar. Quienes tiraban de sus ramas y de sus bolas. Quienes se quedaban obnubilados con sus luces. Esos que son los verdaderos protagonistas de estas fechas. Y no sólo porque se celebre el nacimiento de un niño hace dos mil años. Sino porque probablemente son los niños quienes mejor encarnan el sentido de todo esto. Seas ateo o cristiano. Seas de belén o árbol. Seas de Papá Noel o de Reyes Magos. Seas de Nacimiento o de Solsticio de Invierno. Como me escribía un amigo hace unos días, se trata de celebrar el triunfo de la luz sobre la oscuridad. Del conocimiento sobre la ignorancia. De la fertilidad sobre la aridez. De la alegría sobre la tristeza. De la esperanza sobre el pesimismo. ¿Acaso hay algo que encarne mejor todo eso que un niño o una niña?
Nuestros tres cachorros humanos se han encargado a conciencia de mantener en casa esa esencia y esa magia en estas fechas. Ese "volver a nacer". Ese "volver a hacerse niño". Vestidos de pastorcillos, de ángeles o de princesas. Redescubrir ese niño o esa niña interior que habita dentro de cada persona. Y conectar con esa luz. Abrirse a que un mundo mejor es posible gracias a la esperanza que representamos cada uno de nosotros/as. Que no es un cuento. Y que se puede hacer la luz entre tanta tiniebla que nos rodea. Incluso si se viven estas fechas a miles de kilómetros de distancia.
De nuevo este año nuestro abeto de plástico ya está desplegado en el salón. Da igual que los niños ya sean hombres y mujeres. Eva se encarga de que se mantengan las tradiciones en casa, y que la pereza o la desidia no ganen la partida. De nuevo celebraremos esa luz, ese renacer, esa ilusión y esa esperanza. Este año lo viviremos todos juntos tras varios años en que alguno estaba lejos. Así que habrá aún más risas, y aún más abrazos. Habrá que aprovecharlos bien, porque puede que un día falten. Pero mientras tanto, procuraremos celebrar que nuestros sueños siguen siendo más grandes que nuestros miedos.

NOTA: Os compartimos el balance económico de algunos de los proyectos solidarios que impulsamos gracias a los granitos de arena de muchos de vosotr@s, así como las distintas vías que empleamos para ello (por si algun@ se anima a unirse ;) )

domingo, 13 de enero de 2019

Removidos

El 2019 surca ya los mares de nuestras vidas. A toda máquina, como siempre. Cargado de retos, de ilusiones, de tropiezos y de aprendizajes. Las últimas semanas de travesía han sido especialmente intensas, en todos los sentidos.
Las tradiciones navideñas parece que mandan, y los encuentros y comidas con amigos y familiares rozaron el exceso, aunque el regreso a casa para estas fechas de Pablo ha sido el gran protagonista. Su madurez, sus ansias por crecer y aprender, y su gratitud a la vida por la cantidad de oportunidades que le está ofreciendo, nos han removido profundamente. Es la encarnación viva de lo que significa "vivir la vida a tope". De verdad, sin excesos absurdos. En pocos días cumplirá 18 años, y él mismo nos reconocía su fortuna al haber vivido y experimentado en este tiempo más que muchas personas en toda su vida. ¿Cómo no sentirse agradecido así? Da gusto comprobar la madurez con la que afronta la relación con su chica, a pesar de la distancia y de las voces agoreras de algunos amigos respecto a que las cosas en la lejanía no funcionan. ¡Qué sabrán algunos! Ellos viven su presente compartiendo lo que pueden por whatsapp, construyendo como hormiguitas un futuro, y exprimiendo cada instante de sus reencuentros. Los días en Cádiz con ellos, mientras Samuel y Eva disfrutaban de un nuevo episodio londinense, fueron toda una delicia. También su cara cuando llegó a la fiesta-sorpresa que le organizamos en casa con familiares y sus más allegados, anticipando una efemérides tan relevante. Estaba exultante. Hace dos días que volvió a Italia y su ausencia en casa se nota todavía más que antes.
Playa la Barrosa (Cádiz), dic. 2018
Por otro lado, siempre me costó entender a quienes dicen que estas fechas navideñas les generan nostalgia y tristeza. Para nosotros siempre fue un período precioso, y lo vivíamos con la máxima ilusión, sobre todo cuando los niños eran niños. Pero este año, sin embargo, no he podido evitar sentir esa dura sensación que antes no entendía. La de la ausencia de quienes se fueron para siempre. La de quienes están, pero como si no estuvieran. Por ahí también se han removido cosas muy dentro.
Y finalmente, la experiencia de Alí. Mucho se ha agitado también en lo más profundo tras ella. A veces podemos caer en la tentación de creer que los grandes aprendizajes de la vida viene cargados de finales felices, de sonrisas, y de logros alcanzados a la primera sin esfuerzo. Malos hábitos de los "happy endings" de Hollywood. Bien sabemos todos que las cosas no funcionan así. Que los mayores avances se producen tras estrepitosos fracasos. Y que con frecuencia toca caerse, levantarse e incluso cambiar de rumbo. Los primeros días con él fueron bien, mientras se hacía lo que él quería. Pero poco a poco llegaron los caprichos y las imposiciones. Veladas y no tan veladas. Quizás por su forma de ser, quizás por su cultura, o quizás por la falta de referencias familiares. Pero lo cierto es que se revelaron ciertas las advertencias que nos hicieron respecto a la dificultad que suponía acogerle, aunque tan sólo fuera para unos días estas Navidades. Y todo explotó en una Nochebuena que resultó más bien regular. Importantes dilemas: ¿imponer líneas rojas o dar "cuartelillo" en fechas tan señaladas?; ¿mantener las normas que siempre tuvimos con nuestros hijos, o crear excepciones para el recién llegado?; ¿cómo cuadrar todo esto en el período de mayor trasiego familiar del año, con tanta gente en medio?
Alí necesita muchas semanas previas de acoplamiento. Muchas charlas como las que le dimos en la mañana de Navidad. Y un acompañamiento y una dedicación absolutos que, por desgracia, nuestra vida actual no nos permite. No, al menos, sin dejar de lado buena parte de la atención a nuestros hijos, trabajos, proyectos y responsabilidades presentes o futuras. Por mucha culpabilidad que esa constatación genere. Alí requiere dedicación por completo, y es preciso ser realistas y sinceros: nuestro momento vital nos lo hace inviable ahora.
Su presencia en casa ha sido toda una lección. Y no sólo para él. En este mundo hay mucho por hacer, y a veces no basta sólo con tener buena voluntad. Es preciso tener tiempo, energía y un presente propicio para dedicar todo el tiempo que estos niños requieren tras su, a veces, duro pasado. Sea para una colaboración puntual como la de Alí, o sea para una acogida más prolongada. Sin duda, estos días con Alí nos han hecho valorar hasta qué punto, las familias que reciben en casa a niños así, de forma abnegada y silenciosa, son verdaderos héroes de ese mundo diferente que tantos anhelamos.
El final del 2018 y el principio del 2019 nos ha trastocado mucho en lo más íntimo. Los sentimientos están a flor de piel. Y sentimos con ímpetu que se avecinan vientos de cambio. Nos embarcamos en ese viaje con los mejores propósitos. Intuimos que, quizás, sea el año de la paciencia, de la aceptación, y de trabajarse el ego a fondo. Nos remangaremos para ello. Los desafíos no son pequeños.


NOTA: Ya sabéis que este post se publica, como todo lo que escribimos, de forma gratuita y en abierto tanto en nuestro Blog como en nuestro Patreon. Pero a través de nuestra escritura estamos canalizando solidaridad hacia proyectos que lo necesitan, y queremos dar cuenta de ello:
https://www.patreon.com/posts/damos-cuenta-de-21934667
Además, los beneficios de la nueva tanda de libros que nos ha llegado, irán íntegramente para material escolar de los 28 niños del orfanato de nuestro querido Herminio: https://bit.ly/2CbfnQM


lunes, 25 de diciembre de 2017

Nacimiento

Es 25 de Diciembre. Navidad. Son las siete y media de la mañana y aún no ha amanecido. Todo está en profundo silencio. A esta hora Papá Noel estará acabando su ronda mundial de entrega de regalos por millones de hogares. Espero no cruzármelo ahora por las escaleras. ¡Menudo susto nos íbamos a llevar los dos, la verdad! Prefiero que despliegue su magia en tantos y tantos otros hogares. Nosotros este año hemos sido bendecidos con tantos momentos únicos, con tantos dones, con tantos encuentros maravillosos, y con tantos aprendizajes, que no podemos pedir más. Sólo dar gracias, y compartir lo recibido.
Ayer fue una Nochebuena muy especial. Samuel se encontraba a 6.200 kilómetros, en Pensilvania. Pablo y Eva se marcharon a 1.700 kilómetros, a Londres, para disfrutar de unos días inolvidables con nuestros queridos Pete y Nuria, toda una tradición ya para nosotros. Efectivamente, la familia desperdigada por el mundo en la Nochebuena. Y la gente parece que sufre cuando nos preguntan y lo contamos. Nada más lejos de la realidad. El gozo fue enorme. Realmente quizás la Nochebuena no es tanto un día obligado para el encuentro, o para estar en familia. Para eso están los 364 días restantes del año donde tenemos tiempo de sobra para compartir miles de encuentros, de instantes, de momentos únicos. Por eso es sagrado en esta casa desayunar, almorzar o cenar juntos todos los días de año que podamos. Navidad viene de "nativitas", nacimiento. Probablemente Jesús no nació en la noche del 24 al 25 de diciembre, sino que la fecha concreta tiene más que ver con el solsticio de invierno. La fecha concreta es lo de menos. Lo que quizás más importa de esta fiesta es que se celebra el nacer. El nacer al ser. No el hacer. Más bien el no-hacer. Y probablemente sea una llamada anual a nacer dentro de nosotros mismos. A renovarnos por dentro. A encontrar ese hombre, esa mujer, ese niño o esa niña nuevos que residen en nosotros. A avivar la luz divina que, sin lugar a dudas, habita en los más de siete mil millones de seres humanos que poblamos la Tierra, haciéndonos UNO.
Ayer no fue un día de prisas, compras o aglomeraciones en centros comerciales. Tampoco encendimos la tele ni escuchamos discursos de monarcas, presidentes o autoridades terrenales. No nos vestimos con nuestras mejores galas. Ni siquiera cantamos un villancico. Por la mañana, acompañamos a Pablo y Eva al aeropuerto. El aeropuerto estaba vacío al mediodía. Nunca lo había visto así. Pocos padres vimos despidiéndose de sus hijos en una fecha tan señalada. Ninguno, para ser precisos. Pero verlos tan felices, tan autónomos y con tantas ganas de volar nos llenó de orgullo. Nuestra función de padres va de eso: de ayudarles a cruzar fronteras, a atravesar aeropuertos, a emprender nuevos retos, sean interiores o externos, físicos o mentales. Da igual el día del año. Da igual las tradiciones. Por fortuna su hogar es ya el mundo entero.
Desde el aeropuerto nos fuimos directos al centro de Málaga, pero no para ir "de compritas". A medida que nos acercábamos a nuestro destino, los carritos de la compra empezaban a prodigar mezclados con las caras de resignación. Centenares de personas aguardaban su turno en una plaza enorme para que un ejército de voluntarios les sirvieran su ración de solidaridad en sus carritos de la compra: pollo asado con ración, tortilla de patatas, zumo, galletas, dulces navideños...El bullicio de tanta gente, se mezclaba con los flashes y las cámaras de los periodistas, y el ajetreo del ir y venir de los voluntarios trayendo paquetes, manteniendo el orden, limpiando por aquí o por allá. Nos pareció un auténtico milagro que esa muchedumbre pudiera ser alimentada tan sólo por los gestos solidarios de otra muchedumbre silenciosa con las aportaciones que habíamos animado en los últimos días. No pude evitar acordarme del milagro de los panes y los peces. Algo así debió ser. 
Los contrastes fueron enormes. Y mientras un Porsche se hacía paso entre esa muchedumbre para vaciar su maletero de bolsas de la compra destinadas a ser compartidas, alguna familia intentaba colarse, o pasar por segunda o tercera vez para acumular víveres para varios días, o quizás para revenderlos. La condición humana. Da igual que seas pobre o rico. Mucho que aprender. Mucho a lo que nacer de nuevo. Nueva llamada de la Navidad.
A mi me tocó ir a recoger comida donada en sendos asadores en Churriana y en el Rincón de la Victoria, y a Mey atender el teléfono de infinidad de establecimientos que no querían tirar a la basura los restos de un día tan señalado. No pudimos evitar pensar qué será del mundo cuando en lugar de dar de lo que nos sobra, demos de lo nuestro. Nueva llamada a nacer. 
Compartimos momentos únicos con gente excepcional como Manolo o Paco, como la pareja del asador del Rincón o la señora de la panadería de la Divina Providencia. Curioso nombre para un día así. Gente dispuesta a desparramarse por los demás hasta límites insospechados. Nueva llamada a nacer. Nueva llamada de la Navidad.
Aún no conocemos a muchos de los voluntarios de los Ángeles de la Noche, y por eso accedimos a sentarnos con ellos y almorzar algo ya anocheciendo, tras una agotadora jornada. Gente normal. Gente de todas las condiciones, color de piel, procedencias y educación. Risas, abrazos, y sensación de deber cumplido. Quizás el darse al prójimo no sea una opción sino efectivamente un deber. Nueva llamada a nacer. Nueva llamada de la Navidad.
Después nos fuimos abrazados a tomarnos un café "en parejita". Estos momentos "de novios" son también mágicos para nosotros. Pero sin despistarse mucho para estar en casa pronto y charlar con los niños por Skype junto al fuego. De nuevo risas. De nuevo bromas. Y nosotros aún sin saber qué cenar en la tradicional cena de Nochebuena. Calentamos la sopa del cous-cous de hace tres días, cortamos unas lonchas de queso, y preparamos una buena ensalada. Eso sí, con el mantel, los platos y las copas de las ocasiones especiales. Y con dos velas encendidas, como en las ocasiones especiales. De postre el violonchelo del CD de  "Todas las mañanas del mundo" mientras comentamos las vivencias del día absortos ante el fuego. Nueva llamada a nacer. Feliz Navidad.

NOTA: Este post se publica, como todo lo que escribimos, de forma gratuita y en abierto tanto en nuestro Blog como en nuestro Patreon. Pero si te gusta lo que escribimos, te ayuda, te sientes en gratitud, y quieres también impulsar un mundo diferente para vivir con nosotros, puedes colaborar en nuestros proyectos solidarios colaborando con una cantidad simbólica (desde 1€/mes) en nuestro Patreon Solidario. Actualmente estamos apoyando a los Ángeles Malagueños de la Noche, uno de los Comedores Sociales más importantes de España. 

viernes, 23 de diciembre de 2016

La magia que nos une

Al llegar a casa abrí el buzón, como todos los días. Esperaba publicidad, como todos los días. Pero ese día había magia, y ni me lo olí. Quizás haya que buscarla más en los actos cotidianos. Saqué un sobre que venía de lejos, a juzgar por los sellos y el tipo de papel. No reconocí la letra. Ni el remitente. Ni siquiera el país de procedencia. Pensé que se habrían equivocado. Pero no, nuestras señas eran correctas. Dentro había una bella felicitación navideña escrita en inglés y un cariñoso dibujito hecho a mano. Entonces caí. Eran Zsuzsi y Peter, la pareja de húngaros a los que acogimos en casa unos pocos días del mes de mayo. Nos felicitaban las fiestas y nos enviaban un dibujo para Eva que, dependiendo del giro que se le diese, mostraba distintas figuras. Entrañable.
Nos apresuramos a enviarles un mensaje de agradecimiento y de felicitación. Les contamos nuestras novedades y la aventura americana de Pablo. Y de repente nos planteó una insensatez. "Nosotros nos vamos a Hungría: si os animáis, os dejamos nuestra casa de Viena para vosotros solitos". Lo decían tan de corazón, y era tal la locura, que la aceptamos sin pestañear. Miramos vuelos baratos y en media hora estaba montado nuestro pequeño viaje de ensueño. Nos dejarían la llave con la señora Rumpf del 3º, y ya nos adelantaban la clave de la wifi para contactar con la familia nada más llegar. Todo cuadró a la perfección. Mágico. Quizás les impactó nuestra hospitalidad de hace unos meses. Quizás son así de generosos. Pero en cualquier caso, mágico.
También fue mágico el ofrecimiento de Koldo de hace una semana. Le pregunté por unas bellas fotos de su facebook, y me contestó con una oferta para quedarnos en su casa en Galicia, muy cerca de la Ruta de los Faros, o acompañarle en un hermoso retiro en Navarra. Se siente profundamente agradecido de cuando colaboramos en su Foro Espiritual para fomentar el diálogo entre religiones. No debería, porque lo hicimos encantados. Pero así son las cosas de la gratitud de corazón. En su caso no pudimos cuadrar fechas y desplazamientos. Pero quizás es lo de menos. Saboreamos su hospitalidad, el precioso entorno que nos ofrecía, e incluso la posibilidad de conocernos. Es curioso: lo considero ya buen amigo, y ni nos conocemos en persona. Cosas de la magia. Lo de conocernos habrá que subsanarlo en breve.
Ayer me saltó una notificación rara en el móvil. No es de los sonidos que tengo identificados. Se trataba de Celia, otra chica a la que no conocemos tampoco, pero que nos tiene mucho cariño a través de lo que nos lee. Con ese tintineo en el móvil acababa de iniciar una generosa aportación mensual a la Casa de Acogida de Alozaina en nuestro Patreon. No sabe si podrá mantenerla mucho tiempo. Pero quiere seguirnos no sólo en lo de escribimos en abierto en nuestro blog, sino en todo lo que ya compartimos por ahí (vídeos, recetas, locuras...),  y con ello apoyar proyectos solidarios. Mágico también. Como lo será el café que compartamos para conocernos.
Y ayer justo Agustín me pidió amistad a través de facebook. Nos conoce a través de O Couso, y su mensaje no podía ser más afable. Quizás por lo que nos haya leído o quizás por las referencias "ocosuseras", siempre benévolas y generosas. Le he aceptado de inmediato, y de inmediato me ha devuelto una oferta formal para visitarle por Valencia, con camas y todo para los niños. Encantador. Mágico. Él también tiene ya casa en Málaga.
¿Qué por qué cuento todo esto? El año pasado, por Navidad, compartimos un cuento inventado cargado de situaciones reales que fui recopilando durante meses. En estas fechas las personas parecen más receptivas hacia la magia, hacia la fraternidad, hacia la solidaridad... Hacia ese niño interior que todos tenemos dentro y al que quizás debamos mimar más. Hacia aquellos refugiados buscando posada y que acabaron en un establo de animales. ¿Por qué estamos más abiertos ahora? Quizás sea por las luces de las calles. Quizás por los villancicos que suenan de fondo. Quizás por los señores regordetes y de rojo que inundan los escaparates. O quizás porque las muñecas de famosa se dirigen al portal. Lo cierto es que parece buen momento para compartir que la magia nos rodea, y que sólo hay que dedicarle tiempo abriéndole las puertas. Sería "la leche" que ese sentimiento durase 365 días. A fin de cuentas ésa es nuestra verdadera esencia. Y por eso hoy hemos querido compartir cuatro ejemplos cercanos y recientes de esa magia que nos rodea. Nosotros cada vez somos menos de "gordos" de la lotería, de muñecas de famosa o de "cenorrios" navideños. Y cada vez más de esa magia compartida, de puertas abiertas al desconocido, y de ventanas de par en par dejando correr la brisa de la generosidad. la gratitud y la diversidad. Mañana cogeremos un vuelo para Viena, y nos encontraremos un frigorífico lleno. Cierran las tiendas durante estos días en Austria, y Zsuzsi quiere mimarnos. Será cosa de la Navidad. ¿O quizás no?


NOTA: Este contenido, como todo lo que compartimos, no tiene ningún afán de lucro para nosotros, sus autores. ¡Bastante premio estamos teniendo con los aprendizajes y con las personas que estamos conociendo por el camino! Sin embargo nos encantaría que nuestras creaciones (escritos, vídeos, audios, recetas, remedios caseros, etc) acaben beneficiando ese "mundo mejor" a través de entidades solidarias que apuestan por él. Por eso, algunos de esos contenidos los subimos a nuestra página en Patreon (https://www.patreon.com/familiade3hijos) para disfrute de quienes estáis colaborando en esos proyectos solidarios, aunque sea con 1 simple euro al mes. Basta con pulsar en el botón rojo de "Become a patron". ¿Queréis ser nuestros cómplices, aunque sea con algo simbólico? ¡¡GRACIAS!!

jueves, 1 de diciembre de 2016

Martina

No conocíamos su cara. Ni su olor. Ni la suavidad de su piel. Pero ya era probablemente el ser más querido y deseado de la Tierra. Aunque no lo recuerde, tuvo que luchar lo suyo para llegar a su familia. Sus padres si lo recuerdan, porque también les tocó luchar. Pero desde el lunes, ya se les ha olvidado. Es lo que pasa con los milagros: todo se da por bien empleado cuando despliegan su magia.
Ayer conocimos su cara, su olor y la tersura de su piel. No somos familia de sangre, pero la sentimos ya como parte de nosotros también. Fuimos testigos de los maravillosos agobios de unos padres en rodaje, y de los consejos contradictorios de amigos y familiares. Benditos agobios. Benditas contradicciones.

Cuando te encuentras ante un ser tan indefenso, y a la vez tan adorable, no puedes evitar sentir una conexión brutal con el verdadero sentido de la vida y de la existencia. Un sentido que pasa por lo pequeño, por lo sutil, por lo sencillo, por lo frágil... Y no puedes evitar reír a carcajadas, aunque sea interiormente, pensando las de veces que te has preocupado por "el qué dirán", por el color a juego de unas cortinas, o por quedar mejor o peor en el trabajo. Todo se relativiza, y la VIDA toma el escenario. Probablemente ése sea el gran misterio de la Navidad: el Universo, Dios, o como queramos llamarlo, se convierte en pura fragilidad en el cuerpecito de un bebé. Y una catarata de sentido común te zarandea, llamándote a nacer de nuevo. Y es entonces cuando te das cuenta de que esta vida va de nacer de nuevo. Y que no hace falta hacer nada para merecer nada. Nacer. No-hacer.

El padre de Martina seguirá sin dormir por las noches, aunque quizás lo hará con buenas razones para ello. Probablemente se sorprenderá a sí mismo absorto mirando por la ventana, o susurrándole a un ser que ni le puede entender. Quizás decida cuidarse más por ella. Y la madre se verá inundada de lágrimas con más frecuencia de las que quiera reconocer. Quizás por gratitud. Quizás por poder rozar el paraíso teniendo en brazos a su Martina.
Bienvenidos a la profesión más difícil del mundo. Bienvenidos a la aventura de ser padres sin manual de instrucciones. Bienvenidos a la relativización de lo que antes era vital. Bienvenidos al centro de la VIDA.


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