lunes, 11 de junio de 2018

De nuevo los cinco juntos... por poco tiempo

Ya lo tenemos asumido. Probablemente será siempre así a partir de ahora. Es ley de vida. Aunque algunos pensarán que hemos acelerado demasiado esa ley. Esta familia de tres hijos es "culillo de mal asiento". Y cada vez será más complicado que coincidamos los cinco juntos. Y no porque no nos guste o no lo disfrutemos una barbaridad. Sino porque hay mucho mundo por descubrir. Mucha gente a la que conocer. Mucho que aprender. Muchos a los que querer. Y una conciencia muy clara de nuestro papel como padres. Y ese papel no es otro que darles herramientas para que se independicen.
Y cuanto antes sean autónomos, mejor. Por ellos. Y muchas veces, a nuestro pesar.
Hoy Samuel ha vuelto a casa. Y como ya pasó con Pablo hace un año, andábamos ya ansiosos por verle. Más que ansiosos, atacados. Especialmente en los últimos días. Por muy claro que tengas que es algo bueno para él. Que vale la pena. Que le ayuda a forjarse como adulto. Todo eso es así, y es cierto. Pero ese "pellizquillo" de padre o madre por su ausencia no te lo quita nadie. Acordándonos de él a cada momento. Echándole de menos en las celebraciones, en las películas en familia, en las escapadas familiares...A cada instante.
Como en las mejores historias, su regreso nos tuvo en vilo hasta el último minuto. Su vuelo de ayer de Baltimore a Nueva York empezó a retrasarse. Al principio 15 minutos. Luego 30. Y cuando ya iba por 3 horas de retraso, empezaron a saltar todas las alarmas. El colchón de 5 horas para coger el segundo vuelo de Nueva York a Málaga se esfumaba. Nos fuimos al huerto para tranquilizar los nervios. Y allí acabaron de estallar. Un problema con la turbina del reactor había provocado que desalojaran el avión y que tuvieran que realojar a los pasajeros en otro. Pero al ser menor de edad, ese realojo, incomprensiblemente, debía ser con la aprobación de los adultos que le acompañaron al aeropuerto. Y su familia americana ya se había ido y estaba a cientos de kilómetros, camino de casa. Sin esa posibilidad no podían dejarle subir. Y sin subir, perdería lógicamente el segundo vuelo a Málaga. Gabinete de crisis. Llamadas y más llamadas. Nervios. Carreras. Corazón en un puño. Finalmente se apiadaron de él, e hicieron una excepción. Subió a aquel avión. Y paradojas de la vida, esta mañana llegaba casi una hora antes de lo previsto. Suerte que los nervios por su llegada nos desvelaron antes de que sonara el despertador, y llegamos justitos para recibirlo como se merece. A las seis de la mañana, en un aeropuerto desértico. Sí, con pancarta de bienvenida incluida.
Hoy es un día de fiesta en casa. Da igual que sea lunes y laboral. Los momentos importantes hacen que el mundo se pare. Y hoy hemos parado el nuestro. A "tomar morcillas" compromisos, agenda, trabajos y obligaciones. Hoy volvía nuestro "niño", y se merecía todos los honores. Como no podía ser menos.
También él viene cambiado. De eso se trataba. Ha afrontado él solo nuevos retos, nuevas relaciones, y nuevos horizontes. También más de una situación complicada. Y eso curte. Mucho más que asentar un idioma. Es abrirse al otro. Al distinto. Y adaptarse a lo que venga. Sea lo que sea. Sus primeras palabras confirman que ha madurado en muchos aspectos. Que ha entendido muchas cosas. Y que ya ha empezado esa transición a la edad adulta que, a veces, sólo se produce cuando te das de bruces con la realidad tú solito.
Está más alto, más guapo y más "cachas". Sí. Nuestra pasión de padres nos ciega un poco. No lo negamos. Pero lo cierto es que lo está. Y por fin lo tenemos aquí para "achucharle" y para tirarle de la lengua sobre todo lo que en la distancia era imposible sacarle. Quizás por no asustarnos. Puede que por su forma de ser. O a lo mejor porque hay esferas ya suyas que hay que respetar.
Toca vivir con intensidad los próximos dos meses. Sin obsesionarse. Pero sabiendo que es un regalo que estemos los cinco juntos de nuevo. Y que muy probablemente estos momentos cada vez serán menos frecuentes. Porque así debe ser.
A finales de agosto nos iremos los cinco a Italia. A acompañar a Pablo en el inicio de su nueva vida. De nuevo cargados de orgullo, de alegría por él, y de ese "pellizquillo" imposible de quitar. Va en el sueldo de padres. ¡Qué le vamos a hacer! Pero ya hemos entendido que ser familia y sentirse familia no tiene nada que ver con las distancias. Que se hace "piña" a miles de kilómetros. Y que la lejanía, si hay amor del bueno, no sólo curte sino que agranda el corazón.
Ahora Samuel duerme. Toca superar el "jet lag". Sus hermanos ya están en clase. Y en breve retomaremos nuestro frenético "día a día". Pero estamos los cinco juntos. Y eso ya se nota.


NOTA: Iniciamos hace unas semanas el apoyo solidario al proyecto de Yide Bikoue, de nuestros amigos Herminio y Deniz en Camerún. Ya sabéis que este post se publica, como todo lo que escribimos, de forma gratuita y en abierto tanto en nuestro Blog como en nuestro Patreon. Pero si te gusta lo que escribimos, te ayuda, te sientes en gratitud, y quieres también impulsar un mundo diferente para vivir con nosotros, puedes colaborar en nuestros proyectos solidarios colaborando con una cantidad simbólica (desde 1€/mes) en nuestro Patreon Solidario.

martes, 5 de junio de 2018

Son sólo animales

Precioso ejemplar de tortuga marina en El Morche, el 27/5/18
Hubo algo ancestral en ese encuentro. Era como si, de repente, nos hubiéramos trasladado a un lugar mitológico. O quizás a una época prehistórica. Casi al origen del mundo. Como si, inesperadamente, te cruzaras con Neptuno, con su tridente y todo, en cualquiera de tus trayectos cotidianos. Aquello no pegaba, y sin embargo resultaba fastuoso. Aquella inmensa tortuga marina, mecida por las olas de la orilla, no encajaba en el entorno de nuestra playa habitual, con los domingueros, las sombrillas y los chiringuitos. Podía, sin duda, haber formado parte de la corte del dios del mar. Por eso, quizás, éramos los demás los que no encajábamos allí, ante aquel magnífico ser.
Nos invadieron unos sentimientos muy intensos cuando nos acercamos a ella. No nos atrevimos a tocarla. Las personas que poco a poco se fueron aproximando tampoco. Ni siquiera hubo la tentación de hacerse un "selfie" o de organizar un "posado" con aquella tortuga moribunda de fondo. Hubiera sido casi una violación de aquel momento mágico con las frivolidades humanas que nos mantienen distraídos a diario.
Pintada en un muro de Granada.
No soy experto en tortugas marinas. Ni siquiera me atrevería a hacer un pronóstico sobre su edad. Pero aquel precioso ejemplar estaba diciendo adiós a su vida, si no lo había hecho ya. Y nosotros eramos testigos accidentales. Por un momento se apoderó de nosotros un intenso sentimiento de respeto, próximo a la pena y a la culpa. Casi como si estuviéramos pisando una zona sagrada de alguna reserva india. Pero estábamos en nuestra playa de siempre. Y eso nos desarmó por completo. Porque a fin de cuentas hacemos "nuestro" algo que no lo es. Algo que quizás debería ser una reserva de decenas o centenares de especies que tienen el mismo o más derecho que nosotros a habitar esos espacios , y a las que acabamos usurpando todo su entorno.
Avisé de inmediato al Aula del Mar, y ellos hicieron lo propio con el Centro de Recuperación de Especies Amenazadas (CREAS). Mientras, la gente empezó a agolparse, y llegaron efectivos de Protección Civil. Decidimos no esperar a curiosear en la operación de rescate. De nuevo hubiera sido otra banalidad de seres humanos. Y sentimos el absurdo de comportamientos así ante la majestuosidad de aquel bello animal.
Llovía sobre mojado con aquel inesperado encuentro. Justo el día anterior habíamos presenciado una plaga de miles de ejemplares de medusas invadiendo otra de "nuestras" playas en Torre del Mar. Probablemente porque los seres humanos nos hemos dedicado meticulosamente a esquilmar a depredadores naturales como, quizás, esa tortuga, rompiendo por completo equilibrios ecológicos de décadas. O igual que nos sucedió en estas mismas playas hace unas semanas cuando miles de ejemplares de mariquitas se debatían entre la vida y la muerte en un aparente suicidio colectivo, similar al de tantos millones de abejas que mueren ante nuestros ojos impasibles.
Mariquitas rescatadas de
envenenamiento en el Morche
Seguramente habrá quien piense que las tortugas deben morirse tarde o temprano. Igual que los depredadores de las medusas de las que luego nos quejamos. O igual que aquellas mariquitas en un aparente envenenamiento colectivo. Son, a fin de cuentas, bichos insignificantes, comparados con nuestras faraónicas urbanizaciones y campos de golf, con nuestros puertos deportivos, y con las cifras desorbitadas de turistas que ansiamos recibir. Son sólo animales. Pero aunque no nos consideramos unos ecologistas radicales, sí percibimos con fuerza que esto no se sostiene. Y menos a este ritmo. Nos faltan toneladas de consciencia sobre nuestro papel como humanos en este Planeta que habitamos. Y habrá que replantearse el rol que deberíamos jugar con el resto de especies e incluso con la propia Tierra que pisamos.
Helinah, llevando a "Mar" a la
Protectora de Animales de Málaga
Aquel encuentro en la playa nos hizo retroceder en el tiempo a hace justo un año. Por aquel entonces acabábamos de conocer a Ilse en su periplo de más de 1.000 kilómetros descalza, con su hija a cuestas, para concienciar sobre la infancia en África. Y justo cuando la íbamos a llevar a Málaga tras unos días en casa, nuestra amiga María José nos trajo a Mar, un precioso cachorro al que habían mutilado las orejas y abandonado cual despojo en la entrada de su casa. Nos movilizamos para encontrarle una familia que la adoptase, y tuvimos la ocasión de conocer a la Protectora de Animales de Málaga al  llevarla. Allí un ejército de voluntari@s se desviven por dar una oportunidad a tantos y tantos animales que sufren injustamente. Una suerte que haya gente tan comprometida. Una suerte para Mar que la adoptase una familia, en lugar de optar por la compra. Y una desgracia que aún sean insuficientes estos gestos para tanto mal que infligimos a tantas especies. Al menos los perros nos conmueven de vez en cuando.
"Tortu" en el patio de casa.
En casa nos encantan los animales. Pero decidimos hace tiempo que sólo tendríamos uno si somos capaces de darle la vida que se merece. Nada de dejarlo encerrado porque no podemos sacarlo a pasear. Nada de que se convierta en un capricho nuestro o en un objeto de consumo más. Nuestra vida ya es lo suficientemente "movidita" como para que tenga que sufrir un pobre animal por nuestra falta de tiempo. Por eso sólo convivimos con "Tortu", una tortuguita minúscula que le regalaron a los niños cuando Eva aún no había nacido y que "campa" a sus anchas por nuestro patio desde hace trece años.
Animales como nuestra "Tortu", la tortuga marina de la playa, aquellas medusas invasoras, las mariquitas, aquella perra de orejas mutiladas o quizás las vacas o los terneros de los filetes y la leche que nos zampamos a diario en un exceso inexplicable, quizás nos están pidiendo a gritos que dejemos de sentirnos el ombligo del Planeta. Y sobre todo, que dejemos de actuar como tales. Quizás nos piden que nos hagamos UNO con el resto de seres vivos. Aunque sólo sea porque quizás haya "algo" superior a nosotros, que pueda pensar: "sólo son humanos". Y a ver lo que hace luego con nosotros. Esperemos que sea más compasivo que nosotros con estos pobres animales.

NOTA: Iniciamos hace unas semanas el apoyo solidario al proyecto de Yide Bikoue, de nuestros amigos Herminio y Deniz en Camerún. Ya sabéis que este post se publica, como todo lo que escribimos, de forma gratuita y en abierto tanto en nuestro Blog como en nuestro Patreon. Pero si te gusta lo que escribimos, te ayuda, te sientes en gratitud, y quieres también impulsar un mundo diferente para vivir con nosotros, puedes colaborar en nuestros proyectos solidarios colaborando con una cantidad simbólica (desde 1€/mes) en nuestro Patreon Solidario.