Vivir ajenos a la prensa, la radio y la televisión tiene sus ventajas. Y cada vez somos más los que las disfrutamos, creando nuestra propia realidad, y no la que intentan imponernos a golpe de titular. Son tiempos de alejarse de las noticias para encontrar tu centro, tu equilibrio. Pero como a veces me hablan de lo que está pasando y me suena a ciencia ficción, dedico unos minutos a leer las portadas. Y hace unas semanas me topé con una enorme de El País que decía: "Europa se prepara ya para un escenario de guerra". Me pareció tan apocalíptico, que pensé que sería una broma de mal gusto, e indagué más. Pero lo que me encontré fue yendo de mal en peor. Que si Charles Michel, Presidente del Consejo Europeo, diciendo que "si queremos la paz, debemos prepararnos para la guerra". Que si la Presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von del Layen diciendo que "la amenaza de guerra puede no ser inminente, pero no es imposible", y que hay que prepararse ya. Que si Josep Borrell, Alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad diciendo que no apoya a Ucrania por "amor al pueblo", sino por "interés propio". Que si el Presidente francés Emmanuel Macron diciendo que "no descarta el envío de soldados a Ucrania". Que si Donald Tusk, Primer Ministro de Polonia, afirmando que "estamos en una época de preguerra, y Europa debe prepararse". Que si Kaja Kallas, primera ministra de Estonia, diciendo que “para evitar la tercera guerra mundial, Rusia debe perder”. Que si incluso se ha abierto ya el debate sobre el intocable asunto de los "bonos de guerra" en la UE. Que si hay "expertos" que cifran ya en 300.000 los soldados europeos necesarios para proteger el flanco oriental del continente. Que si, por supuesto, la propia Ucrania amenaza con multas a aquellos jóvenes que no estén dispuestos a ir al frente. Y de colofón, para subir el nivel, que si nuestra Ministra de Defensa, Margarita Robles, diciendo que "la amenaza es total y absoluta", tras repetir innumerables veces la palabra "Putin" y "amenaza nuclear" en su entrevista. Y si repasas los titulares en relación al conflicto palentino-israelí algo parecido, si no peor. Como si hubieran pasado siglos desde que hace nada, conmemorando los 70 años del fin de la II Guerra Mundial, todos esos mismos líderes se comprometieran con la paz, dándose golpes en el pecho.
Foto de Emilio Morenatti |
Como recalca Emilio Carrillo, es muy fina, aunque categórica, la línea que separa lo que es compasión de lo que no. No es compasión la que, casi sin darnos cuenta, derrapa hacia el enfrentamiento, al nivel que sea, contra el que causa el daño, convirtiéndolo así en el protagonista de esa falsa compasión, mientras el dañado queda relegado a un papel secundario, a una mera excusa para justificar nuestra baja vibración contra el causante del dolor. Sin embargo, sí es compasión la que se centra por completo en el que sufre, llenándonos de ternura y empatía, para, si es posible, procurar paliar su dolor y practicar el apoyo, el acompañamiento o la escucha.
No podemos permitirnos que otros decidan por nosotros. El mundo sólo cambia si cambias tú. No podemos estar siempre esperando que suceda algo para movernos de donde estamos. Porque los conflictos que subyacen en esas guerras son exactamente los mismos que subyacen dentro de ti y de mi. Por eso es tan absurdo dedicar horas y horas a ver las noticias, y no dedicar ni cinco minutos a conectar con nuestro Yo más profundo, con nuestro Propósito de Vida. Tenemos problemas con el mal que azuza las guerras porque pensamos que ese mal no tiene nada que ver con nosotros. Pero sí. Lo siento. Dentro de nosotros hay fuerzas que nos construyen o nos destruyen. Esa sombra que alienta esas guerras también está dentro de nosotros. Y quizás, en lugar de mirar tanto hacia afuera, toda esta locura debería provocar en nosotros esta pregunta interior: ¿Qué hay de mí en todo esto? Si no dedicamos energías y esfuerzo a la enorme tarea de superar esos conflictos internos nuestros, ¿cómo pretendemos que se superen los conflictos externos de esas guerras? Como dice Pablo D´Ors, quizás no quede otra alternativa que descubrir en nuestra propia herida la herida del mundo. No se trata de mirar para otro lado. No se trata de no pensar o de no cuestionarse las cosas. Se trata de darnos cuenta, quizás, de que vivimos en guerra con nosotros mismos. Que todos tenemos dentro demonios que van minando nuestra confianza en la vida y ensombreciendo nuestro rostro. Y que el reto es recuperar el sentido común y la victoria de la armonía.
Por ello, seamos conscientes de nuestras emociones, pensamientos y actos. Y a la vista de lo que nos conmueve y remueve ante estos tambores de guerra y esas amenazas que suenan por doquier, la pregunta sería: ¿nuestra actitud o inclinación interior tiene que ver con esta compasión de verdad o con su falseamiento? Puede ser que en un momento dado, te toque parar con tu mano el brazo del que golpea al vulnerable o al excluido. De acuerdo. Pero que, como base de ello, nunca deje de estar la compasión, ese deseo de paliar el dolor del que sufre. Y que, por favor, jamás sea adulterada y sustituida por el enfrentamiento, la lucha o la confrontación contra el perpetrador del daño. Eso que llaman: "Luchar por la Paz", y que justifica desde el sofá la entrega de ingentes cantidades de armamento para machacar al contrario. Huye de esos alineamientos que pretenden dividirnos, y de ese "yo con...", acompañado de la banderita o de la foto de tu bando. Solo así mantendremos la alta frecuencia vibracional propia de nuestro Ser y evitaremos contaminarnos de la baja vibración del agresor, y de este coro de "líderes" y medios de comunicación, que tratan de impulsar ciertas agendas belicistas.
Foto de Emilio Morenatti |
Como decía, Jiddu Krishnamurti en "La Libertad Primera y Última": "Discutiremos sobre la paz, proyectaremos leyes, crearemos nuevas ligas, las Naciones Unidas, y lo demás. Pero no lograremos la paz porque no queremos renunciar a nuestra posición, a nuestra autoridad, a nuestros dineros, a nuestras propiedades, a nuestra estúpida vida. Confiar en los demás es absolutamente vano; los demás no nos traerán la paz. Ningún dirigente, ni gobierno, ni ejército, ni patria, va a darnos la paz. Lo que traerá la paz es la transformación interna que conduzca a la acción externa. La transformación interna no es aislamiento; no consiste en retirarse de la acción externa. Por el contrario, sólo puede haber acción verdadera cuando hay verdadero pensar; y no hay pensar verdadero cuando no hay el conocimiento propio. Si no os conocéis a vosotros mismos, no hay paz". Más claro es difícil decirlo. Todo lo demás es "manosear" la palabra Paz, dándole la vuelta a su sentido profundo, como quien le da la vuelta al calcetín para conseguir algo de nosotros: sea un voto, un silencio, un puñado de euros, o un soldado...Lo que en cada momento interese.
Ese tipo de "pacifismo de solapa" o de lo políticamente correcto debe ser superado. Si los líderes, los poderes fácticos o los gobiernos quieren jugar a ese pacifismo de "darle la vuelta al calcetín", ¡allá ellos! Nosotros, como mayoría que puebla este planeta, apostemos por esa "Reverencia por la Vida", que tan bien describía Albert Schweitzer, Premio Nobel de la Paz en 1952: “
Respetar la inmensidad sin fin de la Vida (…) Respetar todo lo que vive (…) Sentir compasión hacia todo lo que vive: he aquí donde radica el principio y fundamento de toda ética. Quien un día haya realizado esta experiencia, no dejará de repetirla, quien haya tenido esa toma de consciencia una vez, ya no podrá ignorarla jamás. Este es un ser moral que lleva en su interior el fundamento de su ética, porque la ha adquirido por propio convencimiento, porque la siente y no la puede perder. Pero aquellos que no han adquirido esta convicción, no tienen más que una ética añadida, aprendida, sin fundamento interior, que no les pertenece y de la que fácilmente, según las conveniencias del momento, pueden prescindir. Lo trágico es que, durante siglos, la humanidad sólo ha aprendido éticas de conveniencia, que cuando hay que ponerlas a prueba no resisten: son éticas no sentidas. El resultado es la grosería, la ignorancia, la falta de corazón… Y, no lo dudemos, esto es así porque todavía no es general la posesión de la base de toda ética: el sentimiento solidario hacia toda vida, el respeto total a la vida”. Foto de Evgeniy-Maloletka
Si ese concepto de PAZ, con verdaderas mayúsculas, no ha calado en los habitantes de este planeta, no habrá otro remedio que apostar por lo que decía María Montessori en "Educación y Paz": “Todo el mundo habla de paz, pero nadie educa para la paz. La gente educa para competir y este es el principio de cualquier guerra. Cuando eduquemos para cooperar y ser solidarios unos con otros, ese día estaremos educando para la paz”. Es lo que insistía Schweitzer, “mientras el círculo de la compasión no abarque a todos los seres vivos, el hombre no hallará la paz por sí mismo”. Esto también lo recogen de otro modo los Evangelios: "Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeñuelo de mis hermanos, lo hicieron conmigo" (Mateo, 25:40).
Foto de Yuri Dyachyshyn |
"Prefiero irme a un lugar desconocido, siendo pobre o ladrón de la noche.
Prefiero huir con ellos yo mismo a que ustedes les hagan sus siervos.
Prefiero que nos vayamos lejos, y vivir pobres o como ladrones de la noche.
Sólo tenemos esta corta vida.
Lo juro, y se lo digo directamente a la cara:
NO darán su vida por su locura.
NO. No daré a mis hijos".
Ojalá que, junto a nuestros hijos y nietos, seamos mayoría, y nadie pueda imponernos la locura de la división y de la lucha.
Ojalá que cada vez seamos más quienes tengamos interiorizada esa PAZ con mayúsculas que tanto y tantos anhelamos.
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