domingo, 16 de junio de 2019

El jubilado surfista

La suya no es la historia de un jubilado cualquiera. No desde luego como la de esos abuelos que vemos apostados junto a las vallas de las obras, quizás rememorando la actividad frenética que quizás tuvieron antaño. Tampoco, desde luego, la de esos ancianos que se arremolinan por las mañanas en las plazas de los pueblos con sus amigos, o en las mesas de los bares entorno a una partida de dominó. Tampoco sé yo muy bien si a José le gustan las obras o el dominó. Desde el martes pasado tampoco me ha dado tiempo para conocerle mucho, la verdad. Sé que le gusta la música. Que es amigo y vecino de un compañero de trabajo. Que ronda los setenta años. Que quizás tiene alguna nieta, viendo su foto del whatsapp. Y poco más, en lo que respecta a su descripción general. Pero desde luego sé que es alguien muy especial.
No sé si te vuelves especial cuando la vida te da un zarpazo así, o si los seres especiales ya vienen de serie. Ante un batacazo como el suyo, muchos no habrían levantado cabeza. Pero él no sólo la ha levantado, sino que con su testimonio está ayudando a que otros muchos la levanten.
José era donante de sangre. Y quizás ese pequeño gesto de generosidad le salvó la vida. Tras una de sus donaciones le llegó a casa una carta del Sistema de Salud con un preocupante aviso: había adquirido la Hepatitis C. Se quedó atónito. Repasó y repasó lo que había sucedido desde la anterior donación, en la que había salido limpio, y sólo pudo identificar un momento en el que se pudo producir el contagio: durante una visita al dentista, en la que le manipularon la boca, quizás con insuficiente esterilización. Cualquiera habría maldicho su suerte. Habría mentado toda la parentela del dentista. Se habría regodeado en su desdicha. Pero él no. No guardaba rencor a aquel dentista, ni a lo que aquella nefasta visita le ha acarreado después. No fue sólo la hepatitis. Fue la cirrosis del hígado, muy habitual en estos casos. Y por supuesto, fueron la multitud de pequeños tumores que aquel hígado enfermo había empezado a generar como si estuviera loco. Su vida dio un vuelco. Fue sometido a dos operaciones. Y hace pocos meses, superó el ansiado trasplante de hígado.
Aún no he contado cómo o por qué conocí a José. Hace meses, su amigo Tomás nos ofreció que diera una charla en nuestras sesiones semanales de mindfulness en la oficina. Tenía un testimonio impresionante que dar. No sabíamos muy bien de qué se trataba. Y aún no me explico cómo hemos retrasado tanto esa charla. Podría decir que quizás la agenda, buscar el momento más oportuno... Pero lo cierto es que a veces, en la vida, nos llegan pequeños avisos, con un mensaje contundente para nosotros, que ignoramos o postergamos, quizás por miedo inconsciente a que pueda poner nuestra vida patas arriba. Quizás lo de José fue un poco eso también. Él sentía que debía compartir su experiencia con su familia "mindfulnosa", como él la denomina. Y eso que no nos conocía a ninguno. Pero necesitaba compartir con quienes han iniciado ese camino, que la meditación no hace milagros, pero mitiga el sufrimiento. Necesitaba susurrarnos al oído su frase favorita en toda esta travesía del desierto. Ésa que dice: "No puedes detener las olas, pero puedes aprender a surfear". Él no ha sufrido el envite de las olas; lo suyo ha sido un auténtico tsunami. ¡Y vaya si ha aprendido a surfear! Tanto, que podría montar su propia escuela de surf "mindfulnoso". Ya me imagino hasta el nombre: "Escuela de Surf Ho-Tsé".
Estoy seguro que en esa escuela se aprendería el valor de la aceptación (que no resignación) cuando las zarpas de la vida aprietan. Se aprendería también a pasar más rápido y casi de puntillas por las fases que acarrea el enfrentarse a la pérdida de un ser querido, a la enfermedad o al sufrimiento: negación, enfado, negociación...Quizás también se aprendería a no entrar en victimismos, en reproches psicológicos o en esa espiral tan peligrosa de no dejar de rumiar pensamientos negativos.
Si tratara de resumir el mensaje que José traía bajo el brazo el pasado martes a las ocho de la mañana, creo que sería éste: "Familia: la vida no es fácil; a todos, tarde o temprano, nos tocará sufrir; y es una magnífica idea que estéis practicando meditación y mindfulness, porque lo vais a necesitar y os va a ayudar mucho; ojalá que tanto como a mi".
Para afianzar su mensaje, y como una muestra más de su generosidad, José vino cargando una voluminosa mochila donde traía una bolsa con 15 paquetitos verdes, cuidadosamente envueltos, y otros tantos sobres con las instrucciones de aquel regalo individualizado, que artesanalmente ha estado preparando para cada uno de nosotros, auténticos desconocidos para él. Yo abrí mi regalo con los niños y con Mey esa misma noche, y tardamos casi una hora en asimilar y compartir impresiones sobre un regalo tan profundo acerca de las claves de la vida.
Posteriormente he intercambiado un par de mensajes con José por whatsapp y correo electrónico, ya que generosamente ha recopilado alguna bibliografía que algunos asistentes a la sesión le pidieron. Presiento que, aún en la distancia, hay mucho que nos une con José. Quién sabe, quizás, si de alguna otra vida anterior. Sentí que debía compartirle algunos posts que escribimos hace tiempo y que conectaban plenamente con algunos de sus testimonios de aquel martes. Y él me regañó cariñosamente a los pocos días por haber retrasado su desayuno varias horas, al haberse quedado enfrascado con la lectura de algunas de nuestras vivencias. Es lo que suele suceder cuando se producen este tipo de conexiones espirituales, cargadas de sincronicidades y reciprocidad. De hecho, no nos podíamos creer que en las instrucciones de su regalo apareciese precisamente la frase de Jung que preside la pizarra de nuestra cocina desde pocos días antes de conocerle: "Quien mira afuera, sueña, y quien mira adentro, despierta".
José, a pesar de su dura enfermedad, se encuentra profundamente agradecido. Al principio fue un agradecimiento hacia el donante que le dio su hígado al morir, hacia la familia de éste, y hacia los que le han rodeado y sostenido en los momentos bajos. Pero poco a poco ha ido entendiendo que la gratitud en la vida no es lineal, sino en forma de una enorme red que lo abarca todo. Y hay que agradecer a los agricultores que cultivan lo que él comía en el hospital, a los cirujanos y enfermeras que le trataron, a los empleados de la compañía eléctrica que posibilitaron que todos los aparatos funcionasen, a los funcionarios de Hacienda que recaudamos fondos para que exista ese hospital, a los ingenieros que crearon esas herramientas sanitarias tan sofisticadas, etc, etc. Y cuando uno está agradecido de verdad, no puede evitar dar. Es lo que te brota de dentro. Por eso José quiso darnos su testimonio, aquel paquetito verde y aquellas instrucciones para la vida. Porque sabe que a más de uno nos va a tocar el corazón, y puede darnos una tabla de salvación para cuando vengan olas de las grandes.


NOTA: Os compartimos el balance económico de algunos de los proyectos solidarios que impulsamos gracias a los granitos de arena de muchos de vosotr@s, así como las distintas vías que empleamos para ello (por si algun@ se anima a unirse ;) )

sábado, 8 de junio de 2019

Alternancias, coaliciones, oportunismo y gente rara

Son tiempos de alternancias. De pactos y coaliciones. De postureo mediático. De decir "digo" en campaña, y decir "Diego" luego. De actuar para la galería. O más bien de sobreactuar. De seguir "al dedillo" los argumentarios de los asesores. De mirarte en el espejo de las encuestas, a ver si sales más guapo con el perfil izquierdo, el derecho o el centrado (no digo "guapa" porque ellas, por desgracia, aún parecen pintar muy poco). Son también tiempos de oportunismo para quienes siempre quisieron medrar y nunca supieron bien cómo. También de quienes siempre estuvieron a la sombra, discriminados bajo una etiqueta que pesaba como una losa, y a los que ahora se mira desde otras siglas, las tengan ellos o no. Son tiempos de terreno resbaladizo. Tiempos de cambios. Muchos cambios.
Aquí en Andalucía se nota mucho. Quienes nos siguen bien saben que no somos unos entusiastas de la representación indirecta, y que nos encantaría ser de esa minoría a la que le gustaría participar activamente en todas las decisiones que nos atañen, en lugar de tener que contentarnos con depositar un papelito en una urna cada cuatro años, como si ya con eso todo fuera perfecto. Pero por ahora no nos dejan. Y mientras tanto miramos perplejos todos estos cambios que nos rodean tras casi cuarenta años de monocolor, sin que tengamos muy claro que el cambio de color siempre siente bien. El trabajar en la Administración te permite tener una posición privilegiada de todos esos procesos, que no son más que un reflejo de la propia condición humana, donde se cruzan ambiciones, egos recalcitrantes, subidas meteóricas, desplomes contundentes, y a veces también heroicidades que pasan casi desapercibidas entre tanto ruido. En estas últimas nos vamos a centrar. Son las que más interesan para impulsar un mundo diferente para vivir, aunque ya anticipo que no lo vais a leer en ningún periódico.
Se dice el pecado, pero no el pecador. Lo mismo pasa con las pequeñas heroicidades cotidianas, que te reconcilian con la condición humana, aunque aquí sí apetecería decir nombres y apellidos, a ver si cunde el ejemplo.

Bien. Pues erase una vez un grupo de funcionarios que trabajaban en una delegación de una consejería, en pleno cambio de jefes políticos, tras un sonado vuelco electoral, en una lejana comunidad autónoma de cuyo nombre no me acuerdo muy bien. En esa delegación había un servicio con varias decenas de funcionarios a los que se acumulaba el trabajo sin cesar, y que habían visto desfilar a varios jefes de servicio y sección durante los últimos años, para su desconcierto. Por fin uno había logrado asentarse y aunar los esfuerzos tanto tiempo dispersos, con el apoyo de una de sus jefas de sección. Para sorpresa de ésta, una buena mañana se le aproximó uno de los típicos comisarios políticos, para tantear sus ambiciones con el nuevo Ejecutivo Autonómico. "¿Te apetecería ser jefa de servicio?" La propuesta la pilló desprevenida. Y más aún cuando el puesto que le ofrecían era el de su superior, con el que había logrado consolidar el departamento. Sé de muchos que no habrían tardado en dar el "sí quiero". Pero su negativa descolocó al proponente:
-"Lo siento pero no. No puedo hacerle esto. Creo que está haciendo un buen trabajo"
-"Pero mujer, si lo de hacerlo bien o mal es lo de menos"
-"Pues pensé que precisamente se trataba se eso", replicó ella.
-"Probablemente te arrepientas de tu negativa. Es una oportunidad de oro, para alguien tan joven como tú"
Ciertamente lo era. Pero ella ni titubeó. Es lo bueno de tener claras las prioridades en la vida, y no dejarse arrastrar por lo que la mayoría habría respondido ante esa pequeña gran traición.
Se sucedieron las semanas, y pensó que la tormenta ya había pasado, y que su negativa habría despejado los nubarrones sobre su compañero jefe. Pero no. Éste la llamó una mañana a su despacho y le dijo que la Delegada le había telefoneado para anunciarle su cese, tirando de tópicos. Que si no tenía nada contra él. Que si era tiempo de cambiar de caras. Que si tocaba rodearse de personas de confianza... Blablabla.
Ella se sintió fatal. Y habría sido aún peor de haber participado en el complot. Lo comentó con sus compañeros, y el sentimiento era generalizado. Ese cese era injusto, injustificado en lo profesional, carente de sentido en lo ideológico, y encima era temerario. La proximidad de un concurso de traslados iba a exigir continuidad en las riendas para que todo el castillo de naipes de un departamento tan complicado no se cayera abajo. La política entraba como elefante en cacharrería, como casi siempre. Así que ni cortos ni perezosos, movieron ficha ante los jefes. Manifestaron su perplejidad, y también un poco de indignación, que nunca viene mal. Ella al frente. Y anunciaron que estaban dispuestos a recoger firmas para respaldar al jefe cesado. Como Fuenteovejuna. Los políticos de turno vieron que no iban "de farol", y recularon. Antes de que las firmas empezaran a circular por los despachos, la Delegada llamaba al afectado, y le informaba que se paralizaba el cese. Tiró de nuevo de tópicos. Que si la democracia, que si las mayorías, que si sus compañeros respaldaban su gestión... blablabla.
El caso ha corrido por las oficinas de nuestra Administración como la pólvora. No es habitual. Es más corriente apalear al prójimo, que mojarse por él. Especialmente cuando es un jefe, en el que además se suelen mezclar envidias, rencillas, y malos "rollos". Y eso que muy pocos sabemos la historia previa del nombramiento de mi amiga frustrado por ella misma. Por eso hay que darlo a conocer. Por si hay algún pesimista recalcitrante entre el público. Aunque a ella ya le han dicho que es "tonta" por ser así. Es lo que tienen estos tiempos que corren.

Es cierto que hay gente rara, como mi amiga. Gente que puede tener una ideología, pero que sobre todo se mueve por principios. A esa gente conviene pegarse. Son un seguro ante las embestidas y las tentaciones de este mundo en el que vivimos. Nosotros procuramos no perder de vista a gente así. Nuestros amigos Joserra y David también pertenecen a ese selecto club. Y han decidido llevar a la política local sus principios, sus ganas de cambiar el mundo, su buen rollo, y la sana visión de que todos somos UNO. Lo han hecho en un pequeñísimo pueblo de Burgos, Villasur de Herreros. Lo han puesto en marcha mediante una agrupación que han creado al efecto, "Vecin@s por Villasur". Y están desarrollando su iniciativa con unos valores que muchos tacharían de utópicos, pero que a muchos nos encantaría que presidieran la vida política. Han escuchado a los vecinos. Han creado un programa basado en sus necesidades concretas. Y se han puesto a disposición de todos para tejer una gran red ciudadana. No han ganado. Los ganadores se encargaron de introducir en sus listas a un representante de las principales familias y clanes del pueblo, para garantizarse votos. Y eso, en pequeños pueblos, sigue funcionando más que los valores y los programas. Pero esto no va de ganadores ni de titulares. Han sido la segunda fuerza política. Y están dispuestos no a dar la batalla (porque precisamente de eso NO va la cosa), sino a cambiar las reglas de la política local. Estaremos muy pendientes de ellos. Porque hace falta gente así de rara por este mundo.


NOTA: Os compartimos el balance económico de algunos de los proyectos solidarios que impulsamos gracias a los granitos de arena de muchos de vosotr@s, así como las distintas vías que empleamos para ello (por si algun@ se anima a unirse ;) )