En marzo de 2012 empezamos a hacer pública nuestra búsqueda como familia de un mundo mejor para vivir, a través del presente blog. La búsqueda es intensa, pero en los últimos meses apenas hemos publicado nada: casi todo estaba dicho en esa búsqueda, y nada nuevo de relevancia había sucedido. Entendíamos que era mejor callar. Sin embargo, hemos encontrado una piedra preciosa en ese camino de búsqueda. Y sin duda merece la pena compartir la experiencia.
De forma similar a como hicimos el año pasado, queríamos aprovechar nuestra visita anual a la bisabuela francesa para tener contacto con iniciativas y proyectos que pudieran aliviar nuestra sed de búsqueda. La de este año no sólo nos ha saciado, sino que ha superado nuestras expectativas. De hecho, probablemente, si no se encontrase a 1.020 km de nuestro hogar actual, sin duda nos "lanzaríamos al monte" (nunca mejor dicho). Y aún así....¿quién sabe? Nuestro hogar está donde nos sentimos familia. Y sin duda, por primera vez, y a diferencia de tantos proyectos en los que nos sentimos colaboradores, en O Couso nos sentimos parte de la comunidad y familia.
Si alguien nos pregunta cuál es la fórmula que hace tan especial la experiencia, quizás no pueda creerse su extrema sencillez: media hora de meditación en silencio a primera hora de la mañana en su pequeña ermita reconstruida a la luz de las velas, comida vegetariana, dos círculos de conciencia diarios donde se comparte el estado de conciencia en lo que hacemos y vivimos, cuatro horas de trabajo por la mañana ayudando a reconstruir el magnífico caserón del siglo XVI o a adecentar sus alrededores (huerto, bosques...), el contacto intenso con la tierra y la naturaleza, y todo el tiempo del mundo para abrir el corazón y compartir....¿Así de sencillo? Sí. Y lo curioso es que desde nuestro mundo de prisas y ruido, quizás pocos puedan creer que una experiencia en la que no se dispone de luz, agua corriente o un aseo, y en el que al final del día te duelan las ampollas de las manos o la espalda, pueda removerte tanto por dentro, y te haga replantearte las prioridades en tu vida. Pues sí. Lo hace. ¡Y de qué forma!
Cuando planteamos a los niños que queríamos dedicar 4 ó 5 días de nuestras escasas vacaciones en familia a explorar esta posibilidad, nos pusieron cara de "otra excentricidad del hippismo de nuestros padres". Pero cuando no querían irse, y no paran de hablar de Carmen, Luije, Rosana, Juan, Iván, Xavi, Laura, Bea, Anuska, Nadia, Teresa, "el polaco", Geo, Gaia, las gallinas, las cobayas... como de su propia familia, no hay mejor síntoma: lo vivido en estos días ha abierto una nueva ventana en nuestras vidas. Sabemos que, de una forma u otra, presencial o no, esta "Familia de 3 hijos" se va a integrar con O Couso. El corazón manda. Hay que hacerle caso.