viernes, 20 de noviembre de 2015

Mi guerra

Llevo varios meses con profunda desazón interior. Me noto tenso e irascible. Salto con más facilidad de lo normal, y ante el más mínimo contratiempo. Y por suerte o por desgracia, soy muy consciente de ello, aunque realmente me cuesta salir de la espiral en la que me encuentro ahora. Reconozco que me genera inquietud porque últimamente había encontrado un equilibrio que me causaba cierto placer interior. Probablemente me aferré a la etiqueta de bienestar que ello me generaba, y me gusta menos la etiqueta de esta etapa. Quizás necesitaba practicar el noble arte de la aceptación, del que sin duda, aún ando muy alejado.

¿Por qué esa inquietud? Porque me encuentro en guerra. Y la guerra no va sólo de bombardeos, de ejércitos, de venganza, de sangre, de dolor, de lágrimas, de destrucción... Todo eso es posterior y externo. La guerra empieza antes, mucho antes. Cuando nuestro interior reacciona frente a la afrenta y frente a la injusticia. Cuando nos llenamos de razón frente a la razón del contrario. Cuando pensamos que es necesario dar una respuesta contundente para reforzar nuestra postura o evitar que la liquiden. En mi caso se han sucedido distintas afrentas o injusticias que, seguro que para otras personas serán absurdas, pero que parecen haber despertado mi fiera interior, ésa que todos tenemos. Y absurdas o no, han activado mi guerra.

Por un lado la indignación ante la evolución del conflicto de los refugiados y las distintas manipulaciones sobre ese problema empezaron a "calentarme". Necesitaba informarme bien para ello. Y ver las noticias no es muy recomendable en estos tiempos si quieres mantener una cordura interior. Eso se mezcló con un asunto educativo: el "ninguneo" que estamos sufriendo por parte de los políticos ante el compromiso tan explícito, concreto y público que les arrancamos hace 6 meses sobre la educación musical en nuestra comarca, y que ahora incumplen. Si en algo tan pequeño se actúa de forma tan flagrante, ¿cómo no se actuará en los grandes asuntos con tantos intereses y dinero de por medio? La injusticia activó mi inconformismo y mi actitud de denuncia, sabiendo que si lo dejo pasar, una vez que estaba ya conseguido, muchos niños se verán perjudicados. La consecuencia: muchas personas jaleando esta "guerra justa", y yo por medio. Todo ello se ha mezclado con personas tóxicas que, con buena intención o con la peor de ellas, ponen en peligro proyectos solidarios en los que llevamos trabajando mucho tiempo, o influencian peligrosamente los valores de mis hijos. Eso, aderezado con decenas de pequeñas circunstancias cotidianas de tensión, de prisas, de idas y venidas y de agobios crean un caldo de cultivo idóneo para mi guerra interior. No he parado de luchar estos meses, y me siento exhausto y en desequilibrio interior. Y lo he hecho con lo que yo creía que era la fuerza de la razón. Pero las pequeñas victorias que cualquier guerra genera no dan alegría ni paz .

El viernes pasado saltaba otra guerra a las pantallas de todos los hogares del mundo. La mecha prendió en Paris, aunque sin duda esa guerra ya habitaba también en el interior de muchos hombres desde lugares lejanos. Hombres catapultados a la inmolación más vil en base a sus razones: torturas, invasiones, desprecios, abusos, religión...Y según su lógica endemoniada, ahora tocaba devolver la afrenta. Y tras su respuesta, Occidente lanza ahora también su "ojo por ojo", quizás hasta que todos nos quedemos ciegos. Y mientras la espiral bélica crece y crece, esa guerra interior que antecede y se afianza en cualquier guerra, se difunde por todos los confines. Todos tenemos opiniones al respecto. Todos tenemos razón en algo, y nos equivocamos en algo. Porque, a fin de cuentas, ¿quién tiene LA VERDAD? Cuando suceden acontecimientos tan graves, el miedo, la sed de venganza y los instintos más básicos se extienden como la pólvora. En pocos días son muchos los ejemplos que personalmente he vivido: desde aquel contacto de facebook que me reprocha la solidaridad con los franceses porque cree que esa solidaridad está mercantilizada; hasta aquella profesora de uno de mis hijos que condena un simple "Pray for Paris" en la pizarra porque considera que lo de París fue auto-provocado; hasta aquellos amigos que ridiculizan mis pronunciamientos por la paz en las redes sociales abogando por respuestas contundentes frente al agresor; hasta el propio miedo que mis propios hijos expresan de que algo así pueda suceder aquí, con la psicosis colectiva de constantes alarmas falsas de ataques yihadistas que empiezan a difundirse por todos lados....

Las bombas, las inmolaciones, los atentados y el derramamiento de sangre siempre empiezan con una guerra interior. A veces con temas tan absurdos e insignificantes como los que me atormentan a mí personalmente en los últimos meses. A veces con una disputa por agua, por unas lindes, por la religión, por cuestiones tribales, por protagonismos... Pero el ego de cada uno se va hinchando de razón, hasta que estalla salpicando a todos. Por eso quiero parar mi guerra. No significa con ello que me rinda. Pero quizás me toca equilibrar mi inconformismo con la aceptación de los resultados de algunas injusticias como parte de mi propia evolución y aprendizaje, y no aferrarme al resultado que yo considere que debería lograrse.

La clave está en el equilibrio. Dijo Einstein, que tuvo que emigrar a EEUU ante la amenaza de la locura nazi, contemplando que había países que se declaraban neutrales mientras otros perdían millones de vidas en la contienda mundial, que "La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa". Quizás no se trate de sentarse en una actitud pasiva, insensible o inconmovible. Pero quizás tampoco se trate de avivar los demonios que todos tenemos dentro. Decía Thich Nhat Hanh: "Cultiva tu propio poder interno. Respeta la vida de los demás y de todo lo que existe en el mundo. No trates de forzar, manipular y controlar a los otros. Conviértete en tu propio maestro y deja a los demás ser lo que son o lo que tienen capacidad de ser." 

Hace un rato he leído lo que el marido de una de las víctimas de los atentados del viernes en París ha escrito: "...Así que yo no les daré el regalo de odiarlos. Ustedes lo están buscando, pero responder al odio con la cólera sería ceder a la misma ignorancia que hace de ustedes lo que ustedes son. Ustedes quieren que yo tenga miedo, que mire a mis conciudadanos con ojos desconfiados, que sacrifique mi libertad por la seguridad. Perdieron. Sigo siendo el mismo de antes. (...)Por supuesto que estoy devastado por el dolor, les concedo esa pequeña victoria, pero ésta será de corta duración. Sé que ella nos acompañará cada día y que nos volveremos a encontrar en ese paraíso de almas libres al que ustedes jamás tendrán acceso. (...), Tengo que volver con Melvil que ya ha despertado de su siesta. Tiene apenas 17 meses de edad. Va a comer su merienda como todos los días. Después vamos a jugar como siempre. Y, toda su vida, este pequeño les hará frente siendo feliz y libre. Porque no, ustedes no obtendrán su odio." Impresionante victoria la de Antonine Leiris frente a su gigantesca guerra interior. Enorme aprendizaje para las nuestras.

domingo, 15 de noviembre de 2015

Lotería

Sin duda este es otro tema en el que somos "raros" en casa. O al menos muy minoritarios. Y especialmente en esta época en que se forman "corrillos" en los trabajos y en las cafeterías para repartirse los décimos de lotería con vistas al Gordo de Navidad. Hubo un tiempo en que compré alguna participación o puntualmente alguna quiniela. Pero éste es un asunto en el que desde hace años hemos querido poner también un poco de consciencia.
La lotería, como otras tantas cuestiones, es una auténtica historia mental, que nos hemos creado de forma colectiva y mayoritaria. No en vano, es una de las grandes "joyas de la corona" de Hacienda para recaudar fondos. Sin embargo, si lo pensamos detenidamente, no deja de ser una zanahoria que apela a nuestros instintos más primarios: el "forrarse" rápido y sin esfuerzo. Y no sólo eso: se convierte en la varita mágica que convierte vidas desdichadas en el paraíso. El dinero, de nuevo, como centro de nuestra existencia. Y toda la sociedad, de forma masiva, dedicando sus energías, sus anhelos, y sus esperanzas en convertirse en "los elegidos" por la diosa fortuna.
Creamos lo que creemos. Y si nos apegamos a que la felicidad es eso, el "batacazo" cuando no se hace realidad es monumental. A fin de cuentas hemos puesto nuestras esperanzas, hemos pagado el "precio", y el destino nos da la espalda. El sinsentido. Y más aún cuando muchos participan porque lo hacen los demás, y para no quedarse fuera de juego: "si toca en mi oficina y no compro, sería el "hazmereir" de todos".
Que el Estado fomente esos instintos tan básicos del "forrarse" o de "el dinero es la felicidad", demuestra los principios que nos rigen. Y cuando se emplean argumentos publicitarios como los del anuncio del año pasado, todavía más. Con un marketing impecable, se nos vendía una historia lacrimógena de un desdichado que no había comprado su décimo donde siempre, y esta vez sí había tocado. Su amigo, el dueño del bar donde se vendió, en lugar de quedarse el décimo, se lo reserva, y le entrega en un sobre rojo: la felicidad plena. Parece una bella historia de solidaridad, pero en realidad pretende sólo que compremos más lotería (como así sucedió) y recaudar más para el Estado (como también sucedió). ¿Qué pasaría si, esa solidaridad, en vez de dedicarla en comprarnos décimos de lotería unos a otros (que nunca tocan), se dedicase a ayudarnos de verdad los unos a los otros, aunque fuera con ese mismo dinero? Seguro que todos sabemos de familias o casos que lo necesitan. Esa sí sería una bella historia de solidaridad y sin una intención mercantilista de fondo. Veremos qué depara el anuncio de este año...
Pero sin hay un apartado donde el tema de la lotería se convierte en inaceptable para mí, es cuando se utiliza para conseguir fondos para campañas solidarias. Es decir, las ONGs, asociaciones y entidades sin ánimo de lucro, para recaudar fondos y contribuir a la sociedad, se convierten en vendedores ambulantes de lotería, y venden décimos de lotería a 20€ para conseguir 2 ó 3€ para el fin solidario en cuestión. ¡Como si no hubiera otras vías para ello! Y lo más triste es lo que subyace a ese acto. Ya que no consigo que colabores con mi fin solidario, mercantilizo la cuestión, y te vendo la esperanza de que te "forres". A eso seguro que estás dispuesto/a. Así consigo fondos para el fin solidario, aunque sea utilizando medios que apelan a instintos poco solidarios"
Dicen que la vida es una tómbola. También que es una lotería. Yo creo más bien que es un río, con sus obstáculos y dificultades. Cada recodo con un aprendizaje o un recuerdo de la verdad. Pero lo importante es fluir y avanzar, sin atajos ni esperanzas trucadas.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Los milagros son cosa de locos

Cuando una locura llama a tu puerta, ábrela "de par en par", especialmente si la locura va de cambiar el mundo. No soy muy amigos de normas, pero ésa es de obligado cumplimiento. 
Hace unos días una locura "muy gorda" llamó a mi puerta. Un amigo de un amigo me llamaba desde Madrid para proponerme una insensatez. Josepe es un empresario de éxito en el ámbito de la formación y el coaching, y había oído hablar de él, aunque no nos conocíamos personalmente. En el mes de septiembre, a raíz de las desgarradoras imágenes de los refugiados decidió dar el paso: no bastaba ser activista pro-refugiados en facebook; debía involucrarse activamente. Se lo dijo a su mujer y a sus dos hijos de 7 y 9 años, reservó un vuelo, y se fue a la isla de Lesbos a conocer in situ el problema y ofrecer sus manos para lo que hiciera falta. Su locura se incrementó exponencialmente con la experiencia. Y cuando eso sucede, la marcha atrás es harto complicada. A la vuelta, decidió montar un gran evento pro-refugiados en Madrid, e involucrar en él a primeras figuras y personajes famosos. Pero él no tenía experiencia en ONGs, ni en cómo gestionar fondos solidarios. Comentó su inquietud con Miguel Ángel, otro "loco", y éste le dio mi nombre. Cosas de locos. Y con esas me llamaba para, en 5 días, montar un evento de primer orden en Madrid, donde nuestra pequeña ONG ADAPA pondría el nombre, la gestión de los fondos y toda la tramitación burocrática correspondiente hasta que los fondos llegasen a Lesbos. Me pareció de tal calibre la locura que le dí un "SÍ" rotundo sin dudarlo. ¿Quién era yo para detener la circulación de una bella locura así, cuando ni su carrera profesional, ni su esposa, ni sus hijos habían parado su empuje solidario? ¡Había que dar curso a esa energía transformadora!


Cuando le colgué, pensé en cómo convencer a mis compañeros de ONG. La verdad es que algo "locos" deben estar también, porque no me costó mucho vencer las lógicas dudas. A fin de cuentas, una ONG no es más que una carcasa, un paraguas bajo el que auspiciar iniciativas destinadas a cambiar el mundo para mejor. No es ni tuya ni mía. Le pasa como a las ideas: no son de nadie, y simplemente están en nuestras manos o en nuestras mentes como vehículos para circular y mejorar nuestras vidas.
Nos pusimos en marcha: logotipos, apertura de una nueva cuenta, creación de una cuenta paypal, landing page, difusión, facebook, twitter...Nuestra parte estuvo "chupada" comparada con la de Josepe, que convenció nada más y nada menos que a Mario Alonso Puig, Anne Igartiburu, Javier Iriondo, Antonio Garrigues Walker, Joaquina Fernández, el capitán de la selección española de basket Felipe Reyes, Sergio Fernández, Ramiro Calle y Ovidio Peñalver. Las entradas para el evento y las donaciones por fila cero empezaron a colapsar los servidores y nuestro correo electrónico. La locura se iba contagiando. Daba igual si los asistentes pagaban por ver a un personaje famoso, o si lo hacían por pura solidaridad para apoyar la lamentable situación de los refugiados. A fin de cuentas, como dijo en el evento Mario Alonso Puig "lo distinto no deberíamos sentirlo distante". Por eso la energía de esa locura se fue contagiando y extendiendo hasta emocionar a los asistentes y a los que no pudieron ir. En sólo 5 días se recaudaron nada más y nada menos que 9.000€ para los refugiados de Lesbos. Aún siguen llegando aportaciones, una vez finalizado el evento
Según nos cuenta Josepe, para los voluntarios de la StarFish Foundation que reciben a los miles de refugiados a pie de playa en Molyvos, organizando comidas, abrigo y tiendas de campaña, cualquier ayuda extra se convierte en un milagro. Pero los milagros no caen del cielo. Hace tiempo que dejé de creer en una providencia externa a nosotros o en ese "dios proveerá". La providencia eres tú, soy yo, somos nosotros, creyendo en nuestras posibilidades, en crear una realidad, en no limitarnos por nada, en manifestar nuestros dones y talentos...Quizás no abunden los milagros porque sólo los hacen los que actúan de esa forma. Se les llama "locos", pero sólo porque son minoría.
Los milagros los hacen los locos que no ven límites donde los demás sí. Pero cuidado: dicen que la locura es contagiosa. Por eso los locos deberían llevar un cartel en la espalda: para procurar acercarnos a ellos, y que se nos pegue su "demencia". Yo es lo que hago. Cada vez que puedo, me pego a locos maravillosos como Xavi, Laura, Luije, Mariló, Nacha...Locos que apuestan por hacer de un mundo bueno, un mundo mejor. Bienvenida locura. Bienvenidos milagros.