El mundo es un pañuelo. E incluso hay teorías que lo demuestran. Se dice que cualquier persona en la Tierra puede estar conectada a cualquier otra persona del planeta a través de una cadena de conocidos que no tiene más de 5 intermediarios, conectando a ambas personas con tan sólo seis enlaces. Nosotros compartimos esa visión. Y lo cierto es que cuanto más amplios son tus círculos y más pequeñas las distancias y las fronteras, más conectados nos sentimos con el resto de la Humanidad. A fin de cuentas todos somos Uno. Por eso sería maravilloso conocer todas las semanas lugares nuevos y gente nueva. Cincuenta y tres sitios nuevos, y otros tantos seres en nuestras vidas cada año. Menudo lujazo sería.
King´s College. |
Quizás todas las semanas sería demasiado. Pero un par de buenas escapadas al año vienen de maravilla. Y la de febrero ya se ha convertido en una tradición en casa. Una escapada en pleno invierno abarata mucho los viajes y los destinos suelen estar muy poco concurridos. Es sin duda el mejor momento para unos trotamundos como nosotros. Pero este año era aún más especial. La escapada a Cambridge era la excusa perfecta para conocer a Julia, nuestra nueva sobrina, que precisamente hoy cumplía su primer mes de vida.
Sabíamos que este año habría menos museos o monumentos que visitar. Menos bosques que recorrer. Menos lugares nuevos por descubrir. Pero eso no hacía menos excitante la escapada. Y es que contemplar a un ser tan indefenso, tan inocente y tan entrañable durante horas puede ser el mejor de los planes cuando sientes que un fino hilo te une a ese ser. Y no puedes evitar pensar cómo será el mundo que le entregamos a Julia. Cómo se desenvolverá en él. Y si ella formará parte de ese ejército de seres elegidos para transformar este mundo. Todo ello mientras simplemente la contemplas dormir, o mientras compruebas cómo por momentos sus pupilas empiezan a descubrir formas y colores hasta ahora borrosos para ella. Quizás sea que tenemos adicción por los niños pequeños (ya deberíamos estar vacunados, tras tres hijos), pero lo cierto es que mecer a un bebé, canturrearle al oído, tranquilizarle con los gases, o simplemente dormirlo es una experiencia única para nosotros. Algo que te conecta con el sentido más auténtico de la vida. Lejos de jaleos, de prisas, de agendas y de ambiciones. Y cerca del simple vivir viviendo. De ese tenue discurrir de la existencia de generación en generación. Y te olvidas del ayer o del mañana. Sólo existe el aquí y el ahora mientras su minúsculo pecho suspira o su boca busca en sueños el pecho materno.
Pero esta semana Julia no ha sido el único nuevo eslabón de nuestros seis grados de separación. También hemos conocido a Henry, un magnífico anfitrión, que nos abrió las puertas de su elegante apartamento de Cambridge en cuanto supimos que Julia nacería por estas fechas. Su generosidad y flexibilidad con nosotros han sido mayúsculas. Y sus historias sobre sus viajes alrededor del mundo, apasionantes. Siempre que podemos, tratamos de contactar con personas que, como nosotros, abren las puertas de su casa a desconocidos por el simple placer de conocer nuevas experiencias, tejer complicidades y construir puentes de entendimiento. En eso Henry es todo un maestro. E intuimos que surgirán con él interesantes sinergias. Seguro que vendrá a Málaga. Seguro que le ayudaremos con su intención de hacer el Camino de Santiago. Y seguro que él nos guiará en alguna escapada futura por su amada Asia.
Mañana toca vuelo de regreso a casa. Y estamos pasando las últimas horas en Londres con nuestros queridísimos Nuria, Pete, Stella y Alexia. Ellos ya forman desde hace muchos años parte de esa red que nos une al resto de la Humanidad. Nunca ha sido un problema que vivamos tan lejos. Ya nos encargamos de fomentar el intercambio y vernos al menos un par de veces al año, para que esos lazos sigan firmes para nuestros hijos.
Cuando una visita a Cambridge resulta tan rica por la gente a la que conoces, lo demás resulta casi anecdótico. Aunque sea la primera vez que hayamos pedaleado a seis grados bajo cero. Aunque hayan tenido que cerrar colegios y universidades por el gélido temporal. O Aunque haya sido la primera vez que visitamos una ciudad milenaria teñida de blanco. A fin de cuentas, esta semana el mundo se ha convertido en un pañuelo un poquito más pequeño para nosotros. Y ese factor humano es, sin duda, lo más importante. Como siempre.
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