Es 25 de Diciembre. Navidad. Son las siete y media de la mañana y aún no ha amanecido. Todo está en profundo silencio. A esta hora Papá Noel estará acabando su ronda mundial de entrega de regalos por millones de hogares. Espero no cruzármelo ahora por las escaleras. ¡Menudo susto nos íbamos a llevar los dos, la verdad! Prefiero que despliegue su magia en tantos y tantos otros hogares. Nosotros este año hemos sido bendecidos con tantos momentos únicos, con tantos dones, con tantos encuentros maravillosos, y con tantos aprendizajes, que no podemos pedir más. Sólo dar gracias, y compartir lo recibido.
Ayer fue una Nochebuena muy especial. Samuel se encontraba a 6.200 kilómetros, en Pensilvania. Pablo y Eva se marcharon a 1.700 kilómetros, a Londres, para disfrutar de unos días inolvidables con nuestros queridos Pete y Nuria, toda una tradición ya para nosotros. Efectivamente, la familia desperdigada por el mundo en la Nochebuena. Y la gente parece que sufre cuando nos preguntan y lo contamos. Nada más lejos de la realidad. El gozo fue enorme. Realmente quizás la Nochebuena no es tanto un día obligado para el encuentro, o para estar en familia. Para eso están los 364 días restantes del año donde tenemos tiempo de sobra para compartir miles de encuentros, de instantes, de momentos únicos. Por eso es sagrado en esta casa desayunar, almorzar o cenar juntos todos los días de año que podamos. Navidad viene de "nativitas", nacimiento. Probablemente Jesús no nació en la noche del 24 al 25 de diciembre, sino que la fecha concreta tiene más que ver con el solsticio de invierno. La fecha concreta es lo de menos. Lo que quizás más importa de esta fiesta es que se celebra el nacer. El nacer al ser. No el hacer. Más bien el no-hacer. Y probablemente sea una llamada anual a nacer dentro de nosotros mismos. A renovarnos por dentro. A encontrar ese hombre, esa mujer, ese niño o esa niña nuevos que residen en nosotros. A avivar la luz divina que, sin lugar a dudas, habita en los más de siete mil millones de seres humanos que poblamos la Tierra, haciéndonos UNO.
Ayer no fue un día de prisas, compras o aglomeraciones en centros comerciales. Tampoco encendimos la tele ni escuchamos discursos de monarcas, presidentes o autoridades terrenales. No nos vestimos con nuestras mejores galas. Ni siquiera cantamos un villancico. Por la mañana, acompañamos a Pablo y Eva al aeropuerto. El aeropuerto estaba vacío al mediodía. Nunca lo había visto así. Pocos padres vimos despidiéndose de sus hijos en una fecha tan señalada. Ninguno, para ser precisos. Pero verlos tan felices, tan autónomos y con tantas ganas de volar nos llenó de orgullo. Nuestra función de padres va de eso: de ayudarles a cruzar fronteras, a atravesar aeropuertos, a emprender nuevos retos, sean interiores o externos, físicos o mentales. Da igual el día del año. Da igual las tradiciones. Por fortuna su hogar es ya el mundo entero.
Desde el aeropuerto nos fuimos directos al centro de Málaga, pero no para ir "de compritas". A medida que nos acercábamos a nuestro destino, los carritos de la compra empezaban a prodigar mezclados con las caras de resignación. Centenares de personas aguardaban su turno en una plaza enorme para que un ejército de voluntarios les sirvieran su ración de solidaridad en sus carritos de la compra: pollo asado con ración, tortilla de patatas, zumo, galletas, dulces navideños...El bullicio de tanta gente, se mezclaba con los flashes y las cámaras de los periodistas, y el ajetreo del ir y venir de los voluntarios trayendo paquetes, manteniendo el orden, limpiando por aquí o por allá. Nos pareció un auténtico milagro que esa muchedumbre pudiera ser alimentada tan sólo por los gestos solidarios de otra muchedumbre silenciosa con las aportaciones que habíamos animado en los últimos días. No pude evitar acordarme del milagro de los panes y los peces. Algo así debió ser.
Los contrastes fueron enormes. Y mientras un Porsche se hacía paso entre esa muchedumbre para vaciar su maletero de bolsas de la compra destinadas a ser compartidas, alguna familia intentaba colarse, o pasar por segunda o tercera vez para acumular víveres para varios días, o quizás para revenderlos. La condición humana. Da igual que seas pobre o rico. Mucho que aprender. Mucho a lo que nacer de nuevo. Nueva llamada de la Navidad.
A mi me tocó ir a recoger comida donada en sendos asadores en Churriana y en el Rincón de la Victoria, y a Mey atender el teléfono de infinidad de establecimientos que no querían tirar a la basura los restos de un día tan señalado. No pudimos evitar pensar qué será del mundo cuando en lugar de dar de lo que nos sobra, demos de lo nuestro. Nueva llamada a nacer.
Compartimos momentos únicos con gente excepcional como Manolo o Paco, como la pareja del asador del Rincón o la señora de la panadería de la Divina Providencia. Curioso nombre para un día así. Gente dispuesta a desparramarse por los demás hasta límites insospechados. Nueva llamada a nacer. Nueva llamada de la Navidad.
Aún no conocemos a muchos de los voluntarios de los Ángeles de la Noche, y por eso accedimos a sentarnos con ellos y almorzar algo ya anocheciendo, tras una agotadora jornada. Gente normal. Gente de todas las condiciones, color de piel, procedencias y educación. Risas, abrazos, y sensación de deber cumplido. Quizás el darse al prójimo no sea una opción sino efectivamente un deber. Nueva llamada a nacer. Nueva llamada de la Navidad.
Después nos fuimos abrazados a tomarnos un café "en parejita". Estos momentos "de novios" son también mágicos para nosotros. Pero sin despistarse mucho para estar en casa pronto y charlar con los niños por Skype junto al fuego. De nuevo risas. De nuevo bromas. Y nosotros aún sin saber qué cenar en la tradicional cena de Nochebuena. Calentamos la sopa del cous-cous de hace tres días, cortamos unas lonchas de queso, y preparamos una buena ensalada. Eso sí, con el mantel, los platos y las copas de las ocasiones especiales. Y con dos velas encendidas, como en las ocasiones especiales. De postre el violonchelo del CD de "Todas las mañanas del mundo" mientras comentamos las vivencias del día absortos ante el fuego. Nueva llamada a nacer. Feliz Navidad.
NOTA: Este post se publica, como todo lo que escribimos, de forma gratuita y en abierto tanto en nuestro Blog como en nuestro Patreon. Pero si te gusta lo que escribimos, te ayuda, te sientes en gratitud, y quieres también impulsar un mundo diferente para vivir con nosotros, puedes colaborar en nuestros proyectos solidarios colaborando con una cantidad simbólica (desde 1€/mes) en nuestro Patreon Solidario. Actualmente estamos apoyando a los Ángeles Malagueños de la Noche, uno de los Comedores Sociales más importantes de España.
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2 comentarios:
Hola Corazones.
Me encanta vuestros compartires,aunque no participo mucho en ellos escribiendo. Soy más de güasa que del G +
Seguro que conocéis el Comedor/Dispensador Social Yo Soy Tú Miraflores de los Ángeles, también de Málaga. Me he acordado a leeros este post http://www.comedorsocialyosoytu.com/
¡Seguid así!
¡Gracias!
Muchas gracias, Noska. Conocemos ese Comedor de oídas. Seguro que hacen una magnífica labor también.
Esperamos poder conocerte algún día, y que intercambiemos vivencias. ¡La salsa de la vida!
¡Feliz 2018!
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