No hay nada más difícil que la búsqueda de la coherencia en medio de la pura incoherencia. Tratar de tener principios en un mundo de intereses, de competencia y de prioridad por el dinero se antoja una tarea titánica. Y por todos los rincones acechan los dilemas morales y éticos. Gran escuela, sin duda, para la búsqueda de un mundo diferente para vivir.
Esta semana hemos tenido varias ejemplos. En uno de ellos, una buena amiga que trabaja en una empresa de seguros (en este caso a su pesar), nos pidió un favor: trasladar a su compañía los posibles planes de pensiones que tuviéramos en la familia para beneficiarse de la correspondiente comisión. Han pasado apuros en los últimos tiempos, y me pareció razonable, ya que hace mucho años tuvimos operativos nuestros planes de pensiones, y quizás ella podía beneficiarse de ello. Los giros radicales en nuestra vida aún no habían llegado, y actuábamos entonces en muchos temas como lo hace la mayoría: sin plantearnos los "cómos", los "por qués", ni las consecuencias. Creía "a pies juntillas" lo que me habían enseñado en la universidad y las consignas del telediario de turno. Ya se sabe: "¡que viene el coco"... Que si la incertidumbre sobre el futuro. Que si la quiebra del sistema de pensiones. Que si los ancianos desahuciados tras toda una vida trabajando... Pero hubo un momento en que decidimos parar las aportaciones. Actuar por miedo es una gran baza comercial y publicitaria. Les funciona de maravilla. Pero cuando empiezas a actuar con consciencia, muchos miedos se diluyen. Y decidimos no seguir alimentando al "monstruo", invirtiendo nuestro dinero en destinos incompatibles con nuestros principios. A diferencia de hoy día, en aquel entonces la banca ética o la responsabilidad social corporativa eran pura ciencia-ficción, y lo más coherente nos pareció paralizar las aportaciones y olvidarnos del tema. Ese dinero quedaba así bloqueado "per se" hasta nuestra jubilación, o algo peor. Parar las aportaciones era la mejor opción en aquel momento si queríamos ser coherentes. Y nos olvidamos de ese dinero literalmente. Incluso de cuánto había acumulado hasta ese momento. Reconozco que ese desapego es sano, y te puede ayudar a invertir en tiempo y en relaciones de calidad. Pero también es algo inconsciente, porque con ese dinero el banco podía seguir invirtiendo en barbaridades como la destrucción de bosques, prospecciones petrolíferas abusivas, fracking, prácticas bancarias mafiosas o un sinfín de tropelías que nos parecen una barbaridad en los telediarios pero que financiamos con nuestras inversiones en bolsa o en los planes de pensiones. Y ha sido ahora, a raíz de la petición de mi amiga, cuando hemos desempolvado el asunto, y nos sorprendíamos de la cuantía acumulada. Nuestra amiga también.
Realmente me fío muy poco del banco donde tenía los fondos de pensiones. Tan poco como de la empresa de seguros de mi amiga. Y si nos planteamos el cambio era por favorecerla a ella. Pero al ver el importe de la cuantía acumulada, tomamos consciencia de la necesidad de actuar con coherencia. No podíamos seguir mirando para otro lado y que ese dinero siguiera destinándose a valores que inviertan de forma injusta o insostenible. Revisamos uno a uno todos los planes de pensiones que nos proponía ella, y todos incluían en su cartera empresas o países cuyas actuaciones hemos criticado o denunciado, firmando en Change y otras plataformas de lucha. Hace unos años plantearte otras opciones éticas de inversión era simplemente utópico. Pero cada vez más afloran alternativas para que al menos tu dinero no se destine a empeorar aún más nuestro planeta. Pero ser consciente resulta incómodo. Para ti y para los demás. Es más fácil actuar como lo habíamos hecho estos años, olvidándote de todo o mirando para otro lado. Pero si te planteas que tu dinero es otra forma de energía, y que con él puedes impulsar un mundo mejor, o al menos no seguir empeorándolo, la molestia vale la pena.
Me remitieron varias opciones, pero ninguna con enfoque ético. La rentabilidad, la seguridad o la liquidez parecen ser los criterios supremos por los que se rige la inmensa mayoría de los ciudadanos al invertir. La ética y el destino del dinero parece algo secundario. "Dame pasta y no me digas de dónde la has sacado". Esa parece ser la consigna. Por eso nos pareció importante no claudicar, y que los bancos y las empresas de seguros empiecen a tropezarse con "bichos raros" como nosotros, para que empiecen a plantearse otros enfoques de inversión. Incluso que conozcan que hay gente que quiere ser "ahorrador ético activo".
Sin embargo, el sistema está bien pertrechado contra individuos "raritos". La misma sensación hemos tenido cuando hemos dado pasos en busca de una mayor coherencia en la alimentación. Y en este caso, aunque ni siquiera habíamos firmado, el traspaso de nuestros fondos era ya efectivo tras unos pocos whatsapps de intercambio de impresiones. ¡Qué bien sabe el sistema cómo apañárselas para hacernos sus guardianes, o como mínimo sus cómplices!
Menudo dilema. Si simplemente hubiéramos traspasado los fondos sin mirar nada más, con la inconsciencia con que habían dormido estos años, no habría habido ningún problema. Pero si con ese traspaso te planteas ser coherente y consciente, la opción de la empresa de mi amiga dejaba de ser opción. O ayudarle en su comisión y situación familiar invirtiendo en valores que nos generan rechazo, o deshacer el traspaso invirtiendo en valores más éticos y darle la espalda a ella. Difícil coyuntura. La misma que cuando en casa de un amigo o familiar te ponen un filete con todo el cariño, y tú te planteas rechazarlo por cariño a los animales. O cuando decides que encender una lámpara en casa no suponga quemar más combustibles fósiles. Tras hacer números vimos que ella podría alcanzar sus objetivos trimestrales simplemente con uno de los fondos, que deberíamos mantener unos meses con ella. El otro podíamos trasladarlo a opciones más éticas. Al margen de las decisiones de nuestra amiga, nosotros incurríamos en incoherencia dejando uno de los fondos, pero ayudar a nuestra amiga también forma parte de nuestros principios. Así que un fondo ha ido a parar a la banca ética, y el otro a darle un "empujoncito" a nuestra amiga durante unos meses. Difíciles equilibrios en un mundo lleno de incoherencias donde Don Dinero, por desgracia, sigue siendo poderoso caballero.
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4 comentarios:
¡Menudo dilema!
" Los principios suelen estar donde tú los dejas " es de una canción de Carmen Boza, que nos gusta mucho en casa y que solemos canturrear. Creo que esa frase lo dice todo, sin excusas.
Una gran entrada en el blog que invita a la reflexión. GRACIAS.
¡Menudo dilema!
" Los principios suelen estar donde tú los dejas " es de una canción de Carmen Boza, que nos gusta mucho en casa y que solemos canturrear. Creo que esa frase lo dice todo, sin excusas.
Una gran entrada en el blog que invita a la reflexión. GRACIAS.
¡Muchas gracias, Ana Isabel!
Una pequeña corrección, la canción no es de Carmen Boza, es de Maldita Nerea. Ha sido un lapsus :-).
Gracias a vosotros, por hacer este mundo un poquito mejor.
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