La vida es una gran sinfonía. Pero para disfrutar de la música no hace falta estar ante el mejor violinista, o el mejor director de orquesta. A veces basta con un poco de afinación, una interpretación bien coordinada, y unos oídos sensibles para saber apreciar la belleza.
En las últimas semanas, nos hemos atrevido con nuestra pequeña sinfonía vital. Propusimos a la orquesta donde toca nuestro hijo mayor realizar un concierto benéfico a favor de la ONG ADAPA, y celebrarlo en nuestra comarca. No era un reto fácil, pero nos pusimos a la tarea. Coordinamos durante meses el momento más oportuno con los responsables de la JOPMA. Preparamos la petición formal a Diputación. Iniciamos conversaciones con el Ayuntamiento para poder disponer del Teatro del Carmen. Cuadramos fechas. Empezamos a trabajar todos en la logística: Diputación diseñando e imprimiendo carteles, programas y entradas; el Ayuntamiento organizando el recinto, el personal de apoyo y habilitando puntos de venta; la JOPMA ensayando y organizando el desplazamiento de las decenas de chavales de su orquesta; y nosotros gestionando las reservas, difundiendo en redes sociales y pegando carteles por toda la comarca. Todos afinando en lo poco o mucho que sabemos hacer. Todos en pro de un anhelo común. Nadie buscando lucirse más que el resto.
El sábado pasado se celebró el concierto. Era el bello colofón a unas semanas desenfrenadas llenas de pequeños detalles y de pequeños contratiempos de última hora. Había nervios y expectación. Me tocó compartir escenario para presentar el acto. Quise honrar el trabajo "codo con codo" y el esfuerzo y tenacidad de unos jóvenes que luchan contra viento y marea por su pasión, por sus dones y talentos. No era momento para reprochar incumplimientos institucionales con la educación musical. Era momento de brindar por la música y por las sinfonías de la vida.
El concierto fue magistral. El teatro estaba casi lleno. A la recaudación por las entradas se sumó lo que vendimos en un "puestecillo" de ADAPA en la puerta del teatro, incluidos un montón de ejemplares de nuestro libro, que firmamos gustosos. En total casi mil euros, que se van íntegros para paliar en lo que se pueda las secuelas del terremoto de Ecuador. La afinación de decenas de personas durante semanas, y el trabajo al unísono traía un bello regalo en forma de música y de solidaridad. El colofón, para nosotros, lo puso el señor que recogía las entradas en la puerta, cuando nos marchábamos, ya con el teatro vacío: "Deberíamos hacer más cosas así; quizás no todos los días, pero sí de continuo". Efectivamente. Sería bueno tocar más al unísono. Que así sea.
1 comentario:
Seguro que fue un éxito, espero que alcanzarais los objetivos que os marcásteis.
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