lunes, 20 de diciembre de 2021

Es el momento

Son las terceras luces largas de esta semana. Algunos desearían que en vez de luces, fueran rayos láser, y hacerme desaparecer. A mí y a los miles de coches que cada mañana nos interponemos en sus trayectos a sus trabajos. Se ve que somos ya el colmo para algunos. La frustración y el hartazgo flotan en el ambiente desde bien tempranito cada mañana.

De los insultos y los exabruptos, perdí ya la cuenta. Igual que de las mentiras o las medias verdades interesadas. Por eso nos hemos quitado ya de ver las noticias. Sólo vemos los titulares. Lo justo para saber cuándo nos toca la siguiente restricción, la próxima prohibición, y cuándo se cernirá sobre nosotros la próxima variante apocalíptica del virus.

Geralt en Pixabay
Ayer tocó comida navideña en la calle. El sábado también. Maratón raro en nosotros. Casualidad. O quizás el subconsciente busque que nos quedemos con las sensaciones de lo que no podremos disfrutar ya a partir de hoy. Quizás me toque desayunar en mi despacho algún día. Aunque hace tiempo que valoramos más una escapada en "furgo", o un paseo por la inmensidad, que encerrarnos en cualquier restaurante "glamouroso", la verdad. Pero a los jóvenes no les da igual. A nuestros hijos tampoco. Por eso les hacen esto. Para que obedezcan y se pinchen. A fin de cuentas, el fin justifica los medios, y ya está demostrado que en esas franjas de edad esos anuncios de restricciones en el ocio y la restauración cuadriplican los pinchazos.

Si no delegásemos nuestro criterio en otros, en la tele o las redes sociales, o leyéramos e indagáramos un poco, quizás se lo pondríamos más difícil. Porque ya se sabe todo. Se sabe que las zonas con mayor porcentaje de población totalmente vacunada tienen más casos de COVID-19 por cada millón de habitante. También se sabe que los vacunados que enferman de COVID parecen ser ligeramente más contagiosos que los no vacunados, con una carga viral similar. Que la aparición de nuevas variantes va íntimamente ligada al propio proceso de vacunación, por pura presión selectiva. Y que probablemente muchas de las cifras de hospitalizaciones y muertes que se dan hoy, no son por "Covid viral" sino por "Covid vacunal". Pero, ¡qué mas da! ¿Quién ha dicho que una vacunación universal o un pasaporte sanitario sea un tema de salud o de Ciencia?

De lo que se trata es de "hacerle la vida imposible" al que no se doblegue, como ya ha dicho algún "lumbreras". De torcer la voluntad al renuente, a pesar del criterio del Consejo de Europa (ver Resolución 2361/2021). De que aquellos que no se vacunan "porque no les da la gana", paguen por su osadía. Aunque, ahora que lo pienso, ¿no se supone que si la ley y los tratados disponen con rotundidad que vacunarse es voluntario, efectivamente puedo hacer al respecto "lo que me dé la gana", sin tener que dar explicaciones a nadie? Si nuestros derechos y libertades existen sólo por el capricho de la autoridad de turno, del pequeño "rey de taifas" que toque, y están condicionados a su arbitraria decisión de otorgarlos o no, entonces no son en absoluto derechos y libertades, sino sólo privilegios que penden del hilo de su capricho. Por su naturaleza, la libertad no es algo que uno deba implorar. Pero a pesar de ello, ahí tenemos estas tácticas "mafiosas" de extorsión, de presión, y de exclusión, para que la vida cotidiana se convierta en puro territorio hostil, y que por puro hartazgo, se acabe cediendo. Lo peor es que les funciona. Y muy bien. Y sólo parece haber tres salidas en estos tiempos para el que ose levantar la voz: la censura, la parodia o el silencio.

Desde hace años, en conversaciones sobre la II Guerra Mundial y el régimen nazi, solía ser habitual acabar concluyendo: "yo no sé cómo el pueblo alemán no se daba cuenta de que estaba pasando todo eso; o estaban ciegos o eran cómplices". Algunas de las personas que hacían esas reflexiones, haciendo gala de su "progresismo", ejercen hoy, sin pudor, de auténticos "torquemadas" contra los no-vacunados, y justifican las tropelías que cada vez con mayor sofisticación, se están impulsando desde los poderes públicos. ¡Qué pronto se olvida la Historia! ¡Qué rápido repetimos sus errores!

Y por si fuera poco, al panorama se suma ahora la "vacunación infantil". También da igual que con cifras del propio Ministerio, desde el pasado 22/6/20 al 9/6/21, los menores de 19 años fallecidos en España como consecuencia del SARS-CoV-2 asciendan a 22 y los ingresados en las UCI hayan sido 229, lo que supone una ridícula tasa de mortalidad por COVID-19 en España para esa franja y en ese año de 0,00023861% y de hospitalización en UCI de 0,002484%. ¿Esas cifras justifican someterlos a la incertidumbre de lo que pueda pasar en el medio o largo plazo, como ya sucedió con la talidomida (ver Real Decreto 1006/2010 y Sentencia 426/2014 del TSJ de Madrid)? ¿De verdad eso justifica someterlos a la "ruleta rusa" de los efectos adversos graves, ya constatadísimos a corto plazo, como la miocarditis y la pericarditis, ampliamente reportados por la Ciencia? ¿O somos tan ruines como sociedad que cargamos a los niños con el deber de proteger a los adultos, en lugar de que sean los padres los que deban proteger a sus hijos? ¿No será mejor adoptar un mínimo principio de prudencia, en lugar de embarcarnos en la loca carrera para que vacunen a nuestros pequeños, bajo el único motivo de que todos lo hacen, o de que lo dice la "caja tonta"?

Mitrey en Pixabay
Siempre creímos que era un principio universal aquel de "No quieras para el prójimo lo que no quieres para ti o para tu familia". Sin embargo, con un descaro bochornoso, algunos defensores a ultranza de esta "vacunación infantil", afirman sin sonrojarse siquiera que "las vacunas son seguras para los niños, pero yo no vacuno al mío porque es que soy muy garantista". Sobran los comentarios.

De verdad, no entendemos qué nos pasa como sociedad. La COVID no ha sido el fin de la democracia o el fin del sentido común. Simplemente ha revelado que ya no estábamos en democracia, y que nuestro sentido común lo modela a su antojo Instagram, Facebook, Twitter o el Telediario, haciéndonos repetir como papagayos consignas y mantras que ni hemos entendido ni hemos fundamentado. "Debes vacunarte para proteger a los demás". "Debes vacunarte para ser solidario". Eso le espetaban a mi hija de 16 años sus compañeros de instituto esta semana, por ser la única en no vacunarse. Esta pandemia ha mostrado dónde está realmente el poder y con qué facilidad se nos puede quitar la fachada de libertad. Ha mostrado que el sentido común es poco común, o directamente no existe. Ha demostrado que éramos "libres" sólo a gusto de algunos. Y con nuestra pronta aquiescencia (o directamente con nuestra complicidad), nos ha mostrado algo sobre nosotros mismos. Que no éramos libres. Y que era demasiado fácil someternos.

Si has llegado hasta aquí leyendo, y no nos has tachado ya de "negacionistas", "insolidarios" o directamente "gilipollas", es que quizás hay algo de todo esto que te chirríe. Da igual que te hayas vacunado o no. Que te sigas aplicando el gel hidroalcohólico, o que vayas con la mascarilla puesta cuando vas solo o sola en el coche. Todo eso da igual. Pero quizás te haces las mismas preguntas que otros muchos millones de personas en todo el mundo. Puede que empieces a vislumbrar ya el punto de ruptura. Puede que estés sintiendo con fuerza que tu lucha individual y tus decisiones personales son importantes. Puede que sientas en tu interior una llamada apremiante o una indignación difícil de controlar. Ayer le decíamos a nuestros hijos que esa sensación que ya tienen ahora, no es mala, si se encauza. Y puede salvarte de la sumisión más absoluta. Algo como: "Ya está bien", "ya hemos tenido suficiente". Quizás sientas que por fin es momento de hacerse preguntas, de pedir explicaciones. O quizás percibas que toca ya dar un puñetazo en la mesa, y decir un "NO" como una catedral. Y si has llegado hasta ahí, te habrás dado cuenta de que ha pasado algo. De repente el mundo parece diferente. Algo crece en tu interior. Y eso te pasa porque efectivamente ES diferente. Es como si dieras un salto en la oscuridad, con la certeza de que "es el momento".

Con humildad, te invitamos a que des ese paso. No porque detrás de todo esto haya un gran líder, un gran héroe o un gran movimiento que logre enfervorizar a las masas. Sino porque con el despertar masivo de millones de personas que, individualmente, sienten que ya basta y no están dispuestas a someterse, se está construyendo un cambio de época. Es el momento de que nos sumemos muchos a ese tren.


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2 comentarios:

  1. Estoy totalmente de acuerdo contigo Rafael, ciertamente se ha perdido el sentido común y toca ya pegar no uno sino varios puñetazos sobre la mesa.
    Gracias por vuestra publicación
    Es una forma de darnos ánimos
    Me gustaría poder mantener contacto con vosotros son momentos en los que debemos unirnos.
    Katy

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  2. Mey, Rafa. Vuestra labor es maravillosa. Esta publicación me ha dejado sin palabras. El realismo, la fuerza y la energía que hay en ella son los ingredientes que necesitaba integrar en este preciso momento. Hoy mismo hablaba con varios alumnos y amigos de la importancia de ser plenamente conscientes de cuanto sucede, procesándolo siempre de la manera más adecuada posible. Aunque ello en principio pueda aparentemente acercarnos al sufrimiento, sólo desde ese punto de partida podemos tomar decisiones acertadas, y encontrar los momentos y la manera de girar el rumbo de los acontecimientos, desde ese "puñetazo en la mesa" que comentáis, y la "energía del león" de la que habla el doctor Gómez Ojinaga, facilitando el acceso a ese nuevo mundo que deseamos y crearemos, y que, como la flor de loto, lenta pero constantemente, en medio del más indigno escenario, está efectuando sus primeros brotes.

    Gracias. De corazón.

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