Espejismo (jplenio en Pixabay) |
Empezó a anochecer. Y con ello mis temores. Las fuerzas flaqueaban ya. Nos creíamos a salvo, pero no. Todo había sido un espejismo. No estábamos donde creíamos. Había que empezar casi de cero. Debíamos volver a ponernos la ropa empapada, enfundarnos el "cortavientos", y adentrarnos de nuevo en aquel inmenso mar. No tardaría en irse la luz. Y sin linternas ni móvil, aquello se podría convertir en un "pequeño drama". No le gustó a Mey que pronunciara aquellas palabras. Evidenciaban mi preocupación. Miedo no, pero sí preocupación. Y ella lo estaba viviendo de una forma distinta. Por eso preferimos quedarnos callados, y remar. Remar con intensidad. Pero el cansancio atenazaba mis músculos, la mente empezó a patinar, y aquellas crecientes olas nos ganaban la batalla por instantes. Cada vez más agua inundaba la canoa. Cada vez más empapados. Cada vez más giros innecesarios en un zig-zag interminable. En el lejano paisaje de montañas que veía delante de nosotros, tomé la referencia de cómo las sombras de la noche tomaban el control. Y cada minuto que pasaba creía ver menos trozos de montaña sonrosados por el atardecer, y más trozos de un gris oscuro. Cosas de los nervios, probablemente. Me imaginaba que cuando el gris le ganara el pulso al rosa, nuestro panorama sería ya negro. Por eso, cuando aparecieron un par de lanchas a lo lejos, presentí que nuestros amigos ya habrían activado nuestro rescate. Pero no. Mi percepción quizás no era nada objetiva. Desde luego estaba muy alejada de la de Mey, como pude comprobar después. Quizás por eso no levanté las manos y los remos para pedir auxilio, como se me pasó por la cabeza en algún momento. Aún quedaba un rato de luz y había que aprovecharlos. Quizás la siguiente cala era la correcta. O quizás la siguiente. O quizás la otra.
Cueva de las Palomas (Wikiloc-Cejus) |
No tardamos en llegar a nuestro destino. Una bandera pirata ondeaba al viento, mientras un par de chicas tomaban el sol, y una pareja nudista se mimetizaba con las rocas. Como había pasado por la mañana, nuestra velocidad era mayor que la de los senderistas. Así que mantuvimos el plan, y llegamos también pronto a la cala de Enmedio. Efectivamente valía la pena: dos grandes rocas a cada lado la ocultaban de las miradas curiosas, y cual unicornio misterioso, una cabra montesa nos dio la bienvenida en la misma playa. No podía haber un mejor colofón para un día así.
Ya algo cansados, regresamos a la cala del Plomo, con algo de fresco, porque aquellos altos acantilados ya ocultaban los rayos del Lorenzo. Pero la arena de aquella playa aún estaba al sol. Así que descendimos algo entumecidos del kayak, y rápidamente nos cambiamos de bañador y de camiseta para no enfriarnos. Y como sucedió por la mañana, el equipo acuático había vencido al equipo terrestre. Nos vendría bien, porque ya llevábamos casi tres horas y media remando, y el cuerpo no está acostumbrado a estos "tutes". Así que un poco de relax, tumbados en aquel atardecer paradisíaco, nos vendría "de perlas". Nuestros amigos podrían tardar lo que quisieran. Nosotros ya estábamos a salvo.
Cabo de Gata (Wikiloc-Cejus) |
Y así fue cómo, con las tardías sombras del atardecer, un luminoso día cargado de bellas emociones, se había transformado en un motivo de preocupación. Al menos para mí. Y cada cala que pasábamos se convertía en una pequeña frustración por no ser nuestro destino y por no descubrir en ella a nuestros amigos esperándonos. Una y otra vez. Una y otra vez. Y cada vez más frío. Y cada vez más mojados. Y cada vez más oscuro.
Habíamos cumplido "a rajatable" las especificaciones: "una construcción a la izquierda y un cañaveral a la derecha en la Cala del Plomo; y dos grandes piedras delimitando la cala de Enmedio". Y justo con esas instrucciones bajo el brazo, habíamos llegado a nuestro destino. Pero todo había sido un espejismo. Aquel no era nuestro destino. Quizás estábamos en lo cierto con esa descripción. Pero quizás la verdad tiene muchas caras, que a veces desconocemos. Incluso para los dos remeros de nuestro kayak, que vivíamos con distinta intensidad la premura por llegar a nuestro destino, así como el tiempo de luz que nos quedaba para ello. Cada persona experimenta la realidad según sus vivencias y experiencias pasadas, o según su propia forma de ser. Por eso, ni siquiera Mey y yo percibíamos lo mismo, remando al unísono, como íbamos. Ni aquella cala en la que habíamos descendido se llamaba del Plomo, ni hasta ella podían acceder los coches. Todo había sido una pequeña broma del destino, creando una coincidencia en la vaga descripción de dos calas alejadas por unos cuantos kilómetros. Pero ya no había remedio. Sólo quedaba remar. De poco valía preocuparse. Sólo valía ya ocuparse. Por muy pocas fuerzas que quedasen ya.
Y justo cuando ya parecíamos desfallecer, y tan sólo se divisaban lejanas luces en Agua Amarga, en el recodo de nuestra enésima esperanza de destino divisamos una construcción y un cañaveral. En realidad ni uno ni otro tenían nada que ver con los de la cala que habíamos tomado por nuestro destino, unos kilómetros atrás. Pero eso es lo que pasa con los espejismos. Que los haces "tu verdad", aunque poco tengan que ver con "la verdad".
Cabo de Gata (Wikiloc-Cejus) |
Ya con el kayak desmontado en el coche, exhaustos, y llenos de arena y sal, reflexionábamos en el camino de regreso a casa de Gema, sobre lo compleja que es la realidad. Todos habíamos actuado conforme a la verdad de lo que sabíamos. Y sin embargo, se podía haber montado un buen "pollo". Probablemente se podría haber evitado con menos euforia e improvisación en el plan vespertino. Quizás nos podríamos haber detenido a ver los detalles del recorrido. O podríamos haber buscado unas fotos para asegurarnos antes de salir. O al menos habernos llevado el móvil y una linterna. Pero lo cierto es que Luije y Gema ya se habían imaginado tres o cuatro escenarios que podían explicar nuestro extraño retraso, y nosotros habíamos situado nuestra cala de destino unos pocos kilómetros antes. Cada uno estaba viviendo "su verdad", mientras "la verdad" seguía su curso, e impedía nuestro reencuentro. Con razón decía Machado aquello de "¿Tu verdad? No, la verdad; y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela". Y sin embargo, ¡cómo cuesta despegarse de "nuestra" verdad, por muy insuficientes que sean los cimientos de ésta! Un proverbio zen japonés lo expresa de otra forma: "No busques la verdad; descarta tus opiniones".
Tanto nosotros como Luije y Gema habíamos creado nuestro particular espejismo con su correspondiente "castillo en el aire", como sucede con el efecto Fata Morgana, o "hada Morgana" en italiano, en referencia a la hermanastra del Rey Arturo, Morgan le Fay, que, según la leyenda, era un hada cambiante. Esta ilusión óptica tiene una fácil explicación y se debe a una inversión de temperatura, de modo que objetos que se encuentran en el horizonte como, por ejemplo, islas, acantilados, barcos o témpanos de hielo, adquieren una apariencia alargada y elevada, similar a "castillos de cuentos de hadas". Pues lo mismo nos sucedió a cada uno de nosotros: por una pequeña interpretación que hacíamos de la realidad en base a la parte de información de que disponíamos cada uno, habíamos construido nuestro particular "castillo de la realidad".
Atardecer en Cabo de Gata (Wikiloc-Cejus) |
Si de verdad queremos que la verdad nos haga libres, nos va a tocar soltar amarras de "nuestra verdad", y abrirnos a que "la verdad" nos sorprenda y nos interpele con toda su plenitud. Nos tememos que no hay otra forma de encontrarnos y volver juntos a casa. A esta casa que compartimos todos y en la que verdaderamente podríamos vivir libres de intereses e ideologías.
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