Nos quedamos totalmente aislados. La tormenta no amainaba. El viento rugía sin cesar, y la lluvia acabó provocando lo que presagiábamos: el desmoronamiento de una colina cercana a la cantera, y el consiguiente bloqueo de la carretera que nos unía a la civilización. Los vecinos, con sus "todoterrenos", tuvieron que desistir de subir y nos avisaron por whatsapp de que no nos moviéramos de casa. Nada más lejos de nuestra intención. Nuestro pequeño C3 poco podía hacer frente a aquel derrumbe y a aquella inmensa crecida del río. Mey y yo nos pertrechamos junto a la chimenea, revisamos que teníamos leña y víveres para aguantar el tiempo que hiciera falta, y contemplamos sobrecogidos el diluvio y el poder de la Naturaleza a través de la ventana. Nos sentimos pequeños, muy pequeños, ante aquel espectáculo. Pero sin embargo no había preocupación.
Peponi, marzo 2024 |
Antes de lo que esperábamos, las máquinas desbloquearon las toneladas de tierra y barro acumuladas en la carretera, y pudimos regresar a casa. Y entonces volví a reparar en aquella ausencia de preocupación al saber que estábamos atrapados allí arriba, solos en Peponi. Años atrás, cuando mi mente no paraba de martillearme con el eterno mantra de "estoy preocupado", esa situación habría supuesto quizás la gota que hubiera colmado el vaso. ¿Qué pasaría con la vuelta al trabajo? ¿Y los niños? ¿Tendríamos comida suficiente? ¿Iría la cosa a peor? Eran tiempos entonces en que creía que debía resolver cada obstáculo o injusticia que se cruzase en mi camino. Y lo debía hacer con voluntad de hierro y nervios de acero. Para ello, mi mente siempre debía estar alerta repitiendo una y otra vez: "estoy preocupado....estoy preocupado". Sin embargo ahora, quienes me conocieron hace años, me ven distinto. Quizás aceptando mucho mejor nuestra fugacidad, nuestra fragilidad, nuestros límites, nuestras imperfecciones, nuestra vulnerabilidad... Dándome cuenta que a las contrariedades que ya de por sí nos trae la vida, le solemos añadir innecesariamente la carga del sufrimiento y la preocupación, que es sólo y exclusivamente responsabilidad nuestra. Y todo por no saber aceptar lo que la vida depara, y por no saber respetar los tiempos y el grado de evolución de cada situación, de cada persona.
De un tiempo a esta parte, he tomado medidas. He decidido no andar tan preocupado por dentro, y contemplar más y mejor lo de fuera. Me he dado cuenta que es imposible aspirar a un mundo diferente para vivir y estar al mismo tiempo permanentemente preocupado por lo mundano.
Peponi, marzo 2024 |
He descubierto que moriremos según hayamos vivido. Y que preocuparse tanto por lo material, e incluso por lo espiritual, no sirve de verdad a la hora de la verdad. Ya que tanta preocupación endurece el corazón como la borrachera o las adicciones. Tan sólo sirve el presente. Sólo el presente. Y para eso hay que conjugarlo mucho, practicarlo mucho.
Para mi sorpresa, en estos 3 ó 4 últimos años, he descubierto también que si ando siempre preocupado no tengo claridad mental suficiente ni la distancia emocional necesaria para analizar fríamente, todo lo que está pasando en el mundo. Y como quiero a toda costa evitar ser presa de la manipulación, viéndose tan "a las claras" que nos quieren preocupados y miedosos, me toca a mi cuidar ese equilibrio dentro de mi.
Peponi, marzo 2024 |
En definitiva: he decidido despertar por fin. No sé si a todo, pero prometo que a todo lo que puedo, y cada día observo que puedo más. ¿Que a qué estoy despertando? A lo único que realmente existe. A la nube, al árbol, a la tierra, a los lirios, a los pájaros, a quien está a mi lado...a lo que tengo justo delante y antes no veía.
Durante los días que estuvimos atrapados en las montañas hace dos semanas Mey y yo, mi mente no pronunció ni una sola vez lo de "estoy preocupado". Sin embargo no paró de dar gracias y de repetir lo de "¡Qué maravilla!". El aguacero y la ventisca se fueron. El aislamiento también. Los obstáculos del camino desaparecieron. Y volvió a salir el sol e incluso un maravilloso arco iris doble fue el impresionante colofón a toda aquella experiencia. Quizás como en la vida. Quién sabe si algo tuvo que ver la ausencia de preocupación.
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La Naturaleza es una escuela de aprendizaje. Tan solo hay que saber observar, ser paciente, asombrarse... Peponi es un lugar maravilloso para ello
ResponderEliminarSimplemente maravillosa esta reflexión Gracias por compartir tu aprendizaje!!un abrazo
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