¡Y eso que decían que era imposible! ¿Cuántas de las soluciones a los problemas que se ciernen sobre nuestro planeta se decía que eran absolutamente inviables e inalcanzables? ¿Y cuántas de ellas se han convertido en realidad cotidiana en nuestras vidas y en los titulares de los medios de comunicación en apenas semanas? A lo mejor es que no era tan imposible confrontar esos obstáculos, y lo único que faltaba era una verdadera voluntad, contundente y unánime, que sólo ha llegado con el "corona" de marras.
Estación de Shangai (Reuters) |
Parece muy lejano, pero hace apenas tres meses, con motivo del Coop25, parecía toda una utopía del ecologismo reducir los vuelos transcontinentales y la contaminación de nuestras ciudades. De repente las ciudades se quedan sin coches, los niveles de contaminación se reducen un 85% en algunas urbes, y muchos aeropuertos cierran sus puertas por primera vez en su historia.
En el ámbito laboral también se están produciendo momentos históricos en muchísimas entidades públicas y privadas, haciéndose cotidianas circunstancias impensables hace días. ¿Conectarme con mi ordenador de la oficina en casa y en pijama? ¿Coordinarme con compañeros de otros departamentos o incluso de otras provincias? ¿Tirar del carro aunque no seas jefe? ¿Construir desde abajo, aunque no haya directrices desde arriba? ¿Trabajar sin papel? ¿Que se difuminen los eternos "reinos de taifas"? Muchos de los hitos profesionales de estos días han venido para quedarse. Al menos ésa es nuestra esperanza, aunque sea para respaldar la conciliación familiar. Hasta en circunstancias traumáticas de ERTEs y desempleo, surgirá el inevitable debate sobre la alienación en el trabajo y la verdadera conexión con nuestros dones y talentos, ahora que tantos trabajos que se consideraban imprescindibles han tenido que parar. Incluso, los más férreos combatientes contra medidas como la Renta Básica Universal para luchar contra la pobreza, de repente, se dan cuenta de que no era tan impensable su aplicación, y que incluso podría ser la tabla de salvación de la situación actual en todo el mundo, o quizás una vía a explorar en el futuro como sociedad.
Paseo de la Castellana (Madrid) |
La gratitud escasea hoy día. Por eso jamás pensé que habría un movimiento de millones de personas mostrando gratitud en balcones y ventanas cada tarde a las ocho. Tampoco pensé nunca que habría tanta gente desplegando la empatía suficiente para quedarse en casa y evitar así que el sistema sanitario se colapsara o que las personas más vulnerables de nuestra sociedad se vieran infectadas. Ni tampoco imaginé la corriente de solidaridad que ha surgido por todos los rincones para fabricar mascarillas o respiradores, o los cientos o miles de movimientos vecinales que se movilizan a diario para ayudarse en lo cotidiano.
Los imposibles de hace tres semanas son hoy parte de nuestra cotidianeidad. Y ese terremoto te pilla como te pilla. Si estás equilibrado, y con unos cimientos más o menos estables, este período te viene hasta bien, y lo vives como un paréntesis de desconexión, descanso y reforzamiento de los lazos familiares. Se te hará hasta corto. Pero si no, las inseguridades aflorarán cada día, a cada instante, haciéndote tambalear en tus desequilibrios previos. La ventaja, quizás, es que te lo notarás y tendrás tiempo, por fin, para empezar a trabajártelo...
La verdad es que me dan igual las teorías sobre lo que está pasando. Allá "cada loco con su tema". No sé si el virus surge de una mutación en un murciélago o un pangolín. Si es un virus de laboratorio o un ensayo de armas biológicas. Si es un experimento social de dominación o para limitar la población de nuestro planeta. Si se trata de una gripe común sobre la que se ha generado una psicosis interesada. Si es un plan urdido para vender mascarillas y vacunas, cuando se descubran. Si todo lo que está pasando es por culpa del Gobierno o por culpa de una oposición que no arrima el hombro en un momento así. O si el fin del mundo realmente es en el 2021, y por pura dislexia se dijo erróneamente que iba a ser en el 2012. Reconozco que me cansan las teorías conspirativas y de todo pelaje que estoy escuchando estas semanas. Y me cansan, porque a fin de cuentas, esta historia realmente no va de una epidemia por coronavirus, sino de una gigantesca pandemia por un virus aún peor: el MIEDO. Y ese miedo se contagia tanto en quienes el otro día me miraban con pavor en el supermercado por ser el único que no llevaba mascarilla, como en quienes se obsesionan en confabulaciones y acaban enviando por whatsapp bulos absurdos e infantiles que respaldarían sus teorías. No hay nada más contagioso que el miedo, sea a un virus, o sea a una mano oculta.
Habilitando IFEMA como hospital |
Esta crisis nos ha dado la oportunidad de vivir situaciones que pensábamos imposibles, y que se han demostrado realizables. Sólo ha hecho falta una fuerte voluntad colectiva para poner en marcha medidas inimaginables, pero que se ha visto que no eran imposibles. Quizás porque se ha visualizado que había un enemigo exterior contra el que todos debíamos estar en guerra: el coronavirus. Pero en la mayoría de los grandes problemas de nuestro planeta, el enemigo habita dentro de cada uno de nosotros, en nuestro egoísmo y en nuestra separación los unos de los otros. Y puede que no sea tan fácil luchar contra un enemigo que somos nosotros mismos, cuando los problemas o su solución dependen de nuestra forma de afrontar la vida.
Según la FAO, cada año, 5 millones de niños mueren de hambre, 162 millones padecen retraso del crecimiento, 99 millones tienen falta de peso, y 51 millones sufren problemas por malnutrición aguda. Y ése es sólo uno de los muchos y acuciantes problemas que ya teníamos antes del Covid-19. ¿Es un problema lo suficientemente importante como para dedicarle los recursos y los esfuerzos que hemos visto que se pueden dedicar ante un virus incierto? ¿Es momento, quizás, de plantearse hasta dónde estamos dispuestos a llegar como individuos y como sociedad para resolver lo que siempre pensamos que era imposible de resolver? ¿Quiénes queremos ser durante esta crisis sanitaria? ¿Y después?
Como dijo hace unos días nuestro querido Emilio Carrillo en su primera aparición pública tras la crisis del coronavirus (VER), hablando de su manifiesto (VER) y de su visión de lo que está sucediendo en estas semanas, tras esta crisis no nos vale con tener una "esperanza" mediocre que nos permita volver a lo que éramos antes de esta pandemia. Apostamos por una ESPERANZA con mayúsculas, que nos permita salir reforzados de ésta como seres humanos dispuestos a decir adiós a la vieja humanidad egoísta, y decididos a formar parte activa de la nueva HUMANIDAD, de ese MUNDO DIFERENTE PARA VIVIR por el que llevamos más de ocho años escribiendo. No encontraremos una oportunidad mejor para confrontar nuestros miedos y nuestros desequilibrios. Lo tenemos "a huevo". Nos están obligando por decreto a quedarnos en casa y a hacer un "parón" de semanas o incluso meses. A recapacitar sobre lo que éramos y lo que queremos ser cuando salgamos de ésta. Que lo que el virus ha unido, no lo deshaga el hombre. ¿Vamos a dejar pasar esta oportunidad de hacer de la necesidad, virtud?
NOTA: Os compartimos el balance económico de algunos de los proyectos solidarios que impulsamos gracias a los granitos de arena de muchos de vosotr@s, así como las distintas vías que empleamos para ello (por si algun@ se anima a unirse ;) )
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