Erase una vez una niña que vivía en un país muy muy lejano. Con la inocencia de su corta edad, aún creía profundamente en la magia, y en la capacidad de crear su propia suerte. Sin embargo, poco a poco, empezaron a hablarle de lo mal que andaba el mundo. De que debía tener cuidado y desconfiar para que no le hicieran daño. De que debía estudiar para competir con los demás y conseguir un trabajo para toda la vida. De que había mucha gente mala y de que si compartía sus cosas, se quedaría sin nada... Le describieron un mundo de políticos corruptos, de empresarios mezquinos, de países en guerra y de estructuras injustas. Y le animaron a "ir a lo suyo" para salir adelante en un mundo tan hostil.
Una noche se despertó llorando con las pesadillas de ese mundo que los adultos le describían y contra el que debía protegerse y luchar. Cerró sus ojos fuertemente y pidió que el mundo cambiara. Se lo imaginó en todos sus bellos detalles y esa fue la única forma de calmar su inquietud y volver a dormirse.
Al día siguiente se despertó sobresaltada. Tenía una corazonada. El sol entraba por la ventana como hacía meses que no recordaba. Bajó las escaleras, pero no había nadie en casa. Al principio se asustó, pero luego decidió darle una oportunidad a ese "nuevo mundo" que había pedido de madrugada, y que sentía que le había sido concedido. Encendió la "tele" para encontrar alguna pista. La primera imagen que vio le confirmó su corazonada: Un hombre había movido una montaña para acercar un hospital a su pueblo. Eso, sin duda, formaba parte de su deseo. Jamás había oído una proeza similar. Cambió de canal, por si había sido casualidad, y otra noticia la acabó de convencer: Otro hombre había plantado una selva para dar refugio a especies animales amenazadas. ¡Eso sí que formaba parte de ese mundo por el que había rogado tanto!
Volvió rápidamente a su habitación, cogió el primer chándal que pilló, y sin peinarse ni nada, decidió salir a la calle. ¡Necesitaba explorar esa nueva realidad!. Nada más salir, de nuevo le invadió la sorpresa: se escuchaba música en la calle, y gente riéndose y bromeando. Corrió en la dirección de las voces y vio a centenares de personas compartiendo en la calle principal del pueblo un suculento desayuno. Aprovechó y se llevó alguna galleta a la boca. Cerca, vio a otro grupo de vecinos, que cogían fruta y verdura de lo que parecía un gran huerto compartido. Avanzó unos metros y descubrió en una esquina un frigorífico donde los vecinos depositaban comida para las personas sin recursos. Le pareció una idea "alucinante". Cogió una manzana, y dejó una chocolatina de las que siempre llevaba en el bolsillo del chándal. Más adelante descubrió una tienda en la que no hacía falta dinero, y en un descampado observó a varios operarios acabando unas pequeñas casitas que luego le explicaron que eran para acoger a las personas sin hogar. A pesar de la sorpresa, continuó, y en la plaza se topó con un restaurante que ofrecía descuentos si comías con alguien con quien te llevaras mal, como gesto de reconciliación. ¡Estaba alucinada!
Volvió rápidamente a su habitación, cogió el primer chándal que pilló, y sin peinarse ni nada, decidió salir a la calle. ¡Necesitaba explorar esa nueva realidad!. Nada más salir, de nuevo le invadió la sorpresa: se escuchaba música en la calle, y gente riéndose y bromeando. Corrió en la dirección de las voces y vio a centenares de personas compartiendo en la calle principal del pueblo un suculento desayuno. Aprovechó y se llevó alguna galleta a la boca. Cerca, vio a otro grupo de vecinos, que cogían fruta y verdura de lo que parecía un gran huerto compartido. Avanzó unos metros y descubrió en una esquina un frigorífico donde los vecinos depositaban comida para las personas sin recursos. Le pareció una idea "alucinante". Cogió una manzana, y dejó una chocolatina de las que siempre llevaba en el bolsillo del chándal. Más adelante descubrió una tienda en la que no hacía falta dinero, y en un descampado observó a varios operarios acabando unas pequeñas casitas que luego le explicaron que eran para acoger a las personas sin hogar. A pesar de la sorpresa, continuó, y en la plaza se topó con un restaurante que ofrecía descuentos si comías con alguien con quien te llevaras mal, como gesto de reconciliación. ¡Estaba alucinada!
Se montó en el primer autobús que vio para hacer un recorrido más amplio y conocer qué mas novedades había. Le sorprendió ver que transcurridos unos minutos, los pasajeros se agolpaban en las ventanillas del lado izquierdo para saludar a una ancianita que siempre saludaba a sus viajeros al paso del vehículo. Por uno de los barrios por los que pasaron vio un montón de gente agolpada cantando villancicos y celebrando la Navidad. ¡Pero si era octubre! ¿Qué hacían? ¿Se habían vuelto locos? El conductor del autobús le explicó que un chaval del barrio estaba muy enfermo, y habían adelantado por él las celebraciones de Navidad, por si su enfermedad no le permitía disfrutarlas. Le pareció que un gesto así sí que daba sentido a la Navidad.
Se bajó del autobús muy cerca de la playa, donde contempló extasiada a un niño corriendo con su cometa. En una papelera encontró un periódico usado que sobresalía, y aunque aún le costaba leer bien, pudo entender algunas noticias que la dejaron perpleja. ¡Siempre le habían dicho que las buenas noticias no eran noticias! ¿Quizás por eso sólo se escuchaban desastres y peleas por todos lados? En el apartado de sociedad pudo leer pequeñas grandes historias: Una pareja que donaba la mayor parte de su sueldo porque no necesitaban realmente el resto. Otra pareja que alimentaba a cientos de personas todos los días gratis, como forma de honrar a su hijo fallecido. Un señor que preparaba comida de acción de gracias para 84 personas tras anunciarlo en la prensa. Una pareja que invitaba a su boda a 4.000 extranjeros. Una estudiante que lograba continuar estudiando gracias al apoyo de cientos de personas anónimas. Un modesto sastre que arreglaba ropa para los pobres en plena calle. Un abuelo que había creado farmacias sociales para atender a las personas que no podían pagar los medicamentos. E incluso un científico que había inventado una incubadora por piezas para países sin recursos... No salía de su asombro...
Pero si todas las noticias anteriores le habían sorprendido, aún le sorprendió más cuando leyó en el apartado de política y negocios las siguientes: Un palacio que abría sus puertas para dar de comer a 300 personas sin hogar. Un acaudalado empresario que había decidido compartir sus riquezas con los más necesitados, mientras que otro había decidido dedicar su fortuna a rescatar a los refugiados náufragos en alta mar. Un político que optaba por acoger a refugiados en su propia casa, y un empresario que montaba una casa de acogida en su antigua fábrica.
Cerró el periódico. Ya no necesitaba más evidencias. Su sueño se había hecho realidad. Y fue en ese momento cuando lo entendió todo. No era un sueño ni obra de magia o de algún milagro. Toda esa realidad que esa mañana había entrado "a borbotones" por sus ojos existía ya en su día a día. Pero el panorama tan sombrío que le describían todos los que le rodeaban, le había llevado a ver siempre el vaso medio vacío. Y entendió que CREER ES CREAR. Y que el mundo que vemos depende muchísimo de nuestra decisión respecto a cómo vivirlo. Y en ese momento tomó una decisión muy sencilla: vivir "su mundo".
Que creatividad ! Esperamos que este mundo diferente lo encontraremos un dia...
ResponderEliminarMientras leía, sentía y vivía muchas de estas acciones y ejemplos de vida conocidos, escuchados, vividos... deseo que sigan creciendo. Para poder seguir soñando en un mundo así, simplemente hay que despertar y utilizar las manos, la mente y el corazón. Gracias por contar una realidad.
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