Tengo 43 años. Llevo con la que hoy es mi mujer desde recién cumplidos los 15. Hasta hoy ha sido la única mujer en mi vida, tras 28 años juntos. Muchos nos preguntan cuál es el secreto. Pero no creo en recetas mágicas, ni soy quién para juzgar lo que otros hacen. Sólo puedo contar mi experiencia.
Cuando nos conocimos, yo era muy distinto. Era tan racional que había decidido que hasta que no hubiera acabado la carrera y tuviera mi vida profesional encarrilada, no me "echaría novia". Hoy me río "a carcajadas" de aquel plan. Ya se sabe: "la vida es eso que pasa, mientras tú estás con otros planes", como dijo Lennon. Y mis planes eran una auténtica tontería, comparado con lo que la vida me deparaba. Afortunadamente decidí cambiar de planes.
Aunque los dos somos de Málaga, nos conocimos en Inglaterra justo cuando teníamos que conocernos, ni antes ni después. Y tras un breve período de bellísima amistad, empecé a no poder dormir por ella. Jamás me había pasado algo así. Decidí hacer caso a los planes de la Vida, y dar la espalda a los míos.
Más de uno apostaba poco por nuestra relación: poco después yo me marchaba a Madrid a estudiar la carrera, y ella se marchaba a estudiar a Inglaterra, Francia y Canadá. Era momento de formarnos, pero ¿por qué debía afectar a nuestro amor? Nueve años de noviazgo en la distancia no sólo no lo debilitaron, sino que lo fortalecieron a base de centenares de cartas. No había whatsapp ni apenas internet: nos decíamos "te quiero" con 3 llamadas perdidas al teléfono fijo.
Por supuesto que hubo oportunidades para estar con otras personas. Y por supuesto que era una edad de hormonas disparadas. Pero decidimos estar juntos en la distancia, y eso reforzó nuestro amor.
Nos casamos muy jóvenes; yo con 24. Quizás una locura para alguno en los tiempos actuales. Disfrutamos de unos inolvidables años de recién casados, a pesar de no tener "ni un duro" y de las dificultades laborales del momento. Recuerdo incluso apuntar en una lista detrás de la puerta los chicles que comprábamos, para controlar el gasto. :)
Por fin todo parecía cuadrar. Tanta espera tenía su recompensa. Habíamos encontrado un grupo de grandes amigos, un pisito maravilloso en Madrid, y una vida que nos encantaba. Los planes cuadraban.... "¿Cómo?" Seguro que pensó la Vida. ¿Haciendo planes de nuevo? ¡Toma 7 cubos de planes! De forma inesperada, apuntaron a mi mujer a unas oposiciones "por probar", y sin prepararlas ni nada se presentó a ellas. Sacó la número 1. Eso suponía trabajar en Andalucía. Yo acababa de montar empresa en Madrid. Momento de zozobra y muchas dudas. Decidimos priorizar nuestro amor de nuevo en la distancia: dos años de idas y venidas en coche todos los fines de semana para vernos.
Decidimos tener hijos. No sin esfuerzo, decidí dejarlo todo y bajar a Andalucía para estar juntos. Travesía en el desierto laboral. Muchas "tortas" y poco reconocimiento. Buena terapia para el ego, y buen pegamento para la relación de pareja. Decidimos que los hijos no son quienes dan el sentido a la pareja. Que es la pareja la que da sentido a los hijos. Nosotros somos lo prioritario. Y si lo hacemos así, desparramaremos sobre ellos todo nuestro amor. Nunca hemos creído en las parejas que encontraban su sentido en los hijos, y que cuando éstos vuelan se desmoronan como castillo en la arena. Es algo que nuestros 3 "tesoros" saben bien desde pequeños, y que tienen muy interiorizado. Y están encantados con los resultados.
Después tocó otra dura prueba. La larga y dura enfermedad de mi madre se cruzaba también en nuestro camino. Momentos de fuerte tambaleo emocional. Nuevos momentos de toma de decisiones.
Día a día seguimos tomando decisiones. Cada vez más ligeros de otros equipajes. Y no hay duda de que hoy soy un ser muy distinto de aquel que inició esta relación hace casi 30 años ya. Doy gracias a aquél, ya que sin él no sería quien soy hoy. Pero sin duda, el amor por mi alma gemela me ha permitido construirme. Y ha sido así porque yo he decidido que así fuera, y me he lanzado al vacío confiando decenas de veces en ella, como también le ha sucedido a ella.
Hoy doy gracias por esas pequeñas decisiones que han ido reforzando nuestro amor. Decisiones que superan los miles de inconvenientes, obstáculos y dificultades que han jalonado nuestra sendas, y que hoy estoy seguro que han sido los verdaderos maestros del milagro que entre los dos hemos construido. Por eso me apena profundamente ver que muchos tiran la toalla ante el primer sinsabor o las primeras diferencias, cuando eso es lo que verdaderamente encierra la semilla de los milagros. En nuestro caso, sin duda, esa semilla es la voluntad.
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