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jueves, 29 de marzo de 2012
El poder del "NO"
Una de las primeras palabras que decimos de bebés (por no decir la primera) es el inquietante "NO".
Cuando un niño dice "NO", deja a sus padres desarmados, confusos y en muchas ocasiones, frustrados. Pero esta simple palabra es una declaración de independencia, el reconocimiento de la propia conciencia, el primer grito de libertad como seres humanos. El niño que por primera vez articula un "NO" afirma su propia identidad como ser independiente y se trata, por tanto, de una aserción.
Sin embargo, conforme nos vamos haciendo adultos, esta sociedad nos domestica y nos ensaña que, para pertenecer al rebaño y no desentonar, es necesario reprimir ese "NO", o, al menos suavizarlo o enmascararlo. Aceptamos pasivamente lo que se nos impone con la excusa de que "es lo mejor para el conjunto de la sociedad", o "porque así me lo han enseñado", cuando en realidad no nos atrevemos a decir lo que realmente pensamos y sentimos.
Nos escudamos en que el "NO" puede herir sensibilidades cuando en realidad no queremos que nos señalen. O (y tristemente es así) no queremos hacernos responsables de lo que ese "NO" significa: no queremos tomar las riendas de lo que implica una decisión propia.
Esta última afirmación nos conduce hasta una dura realidad. Preferimos que otros tomen las decisiones. Que otros actúen porque es mucho más cómodo. Y no cargamos con la responsabilidad de equivocarnos. Cedemos nuestra libertad en favor de la comodidad. Ésta es nuestra sociedad.
Parémonos a reflexionar sobre esta idea: decir "NO" no es una agresión hacia el otro, sino la aserción y el reconocimiento de uno mismo. Quizás un simple "NO" nos haga libres.
Pues es curioso, no me había dado cuenta de que es precisamente con la negativa como nos afirmamos como personas. Paradójico.
ResponderEliminarSaludos.