La decisión estaba tomada. Mi posicionamiento era claro. Lo había expresado públicamente. Ya no había marcha atrás. Y mi conciencia estaba en calma. Esa era "la prueba del algodón". Esa que te dice que has obrado conforme a los principios de lo correcto o lo incorrecto. Pero algo no iba bien. Se sucedían los días, y aquel nudo en el pecho continuaba. Sentía que me habían faltado al respeto. Que había sido humillado públicamente y de forma injusta, precisamente por cumplir mis obligaciones. Que todo el personal del edificio estaría comentando lo que había sucedido. Y que me había quedado solo ante el abismo.
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Dejé pasar los días. Cuando hay tantas fuerzas pululando por nuestro interior, es mejor que todo se asiente. No tomar decisiones en caliente. No mudarse en plena tormenta. Y en un paseo por la playa vi la luz con Mey, mi mujer. Lo vi claro. Y su perspectiva coincidía con la de un buen amigo, que me había insinuado algo parecido. Siendo personas tan diferentes, había que indagar por ahí.
Nos gustaría ejercer nuestra libertad. Optar por lo correcto. Actuar en conciencia. Y desobedecer, cuando esa conciencia nos dice que no es admisible algo así. Pero a la vez, nos gustaría que nos dieran la razón por esa desobediencia. Que nos dieran una palmadita en la espalda por la valentía de encarar lo injusto. Que se disculparan. Y por qué no, ya que estamos: poder salir a hombros, entre vítores, de la oficina. A fin de cuentas, ese es el papel de nuestro ego. Para eso está. La clave radica en si estamos dispuestos a identificarnos con él, o si somos mucho más que nuestro ego.
En el fondo, dentro de cada uno de nosotr@s, habita un niño o una niña. Seguimos necesitando que nos quieran, nos valoren o nos presten atención, como cuando éramos pequeños. Y por eso somos obedientes a las órdenes que nos dan. Sean del gobierno, de nuestro jefe, de los medios de comunicación, de la OMS, o de nuestro círculo de amigos y familiares. Pero a veces nos toca crecer. Y darnos cuenta que esas órdenes son injustas, absurdas o dañinas. Y cruzamos la peligrosa frontera de lo que se espera de nosotros, y nos rebelamos. Pero como seguimos siendo niños, esperamos que nos sigan queriendo, valorando o prestando atención. Y a quienes dan esas órdenes o consignas ya les hacemos menos gracia por nuestra osadía. Vamos, lo previsible. Y entonces nos toca trabajárnoslo. Porque si no lo hacemos, esa sensación de insatisfacción y desequilibrio por haber hecho lo correcto, pero recibir "palos" por ello, nos puede amargar la existencia.
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Dice la Real Academia de la Lengua que la "consciencia" es el conocimiento inmediato o espontáneo que uno tiene de sí mismo, de sus actos y reflexiones. Se trata de conocernos a nosotros mismos, de conocer el entorno, y de interactuar con él. Y ese proceso, si es sano, nos debería llevar al equilibrio. El problema es, cuando al interactuar, sea con nuestra familia o pareja, sea con el trabajo, o sea con la sociedad, se generan bloqueos internos, reacciones que nos dañan por dentro, conflictos que no logramos atajar. Y ahí, aunque hayamos actuado en conciencia optando por lo correcto, si para encajar las consecuencias no desplegamos nuestra conSciencia (con "S"), flaco favor nos habremos hecho a nosotros, y flaco favor haremos a la causa que pretendíamos defender.
Stephen Karpman, como nos recordaba un amigo estos días, lo explica muy bien con su "Triángulo Dramático". Según él, la mayor parte de nuestros conflictos internos surgen porque hemos adoptado en relación a nuestro entorno un rol de perseguidor, de salvador o de víctima, cambiando de un rol a otro, dependiendo de cada situación. ¿Y si aquel jueves entré en aquella reunión en plan "perseguidor" juzgando y despertando con ello rabia o frustración en mi jefe? ¿O quizás aquel jueves me puse el traje de "salvador", preocupándome en exceso por aquel problema de protección de datos, prestando una ayuda que quizás ni se esperaba de mi, o asumiendo una responsabilidad exagerada, y no sintiéndome reconocido por el esfuerzo? ¿Y si quizás salí de la reunión de aquel jueves en modo "víctima", quejándome por lo que me habían hecho, buscando la empatía ajena o directamente la lástima? Si yo pude ponerme esos tres "trajes" en distintos momentos de aquel episodio, ¿qué trajes se pusieron los demás al interactuar conmigo? Sin duda, el lío se monta. Y se retroalimenta aún más.
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Vivimos tiempos muy complicados. Estamos rodeados por todas partes. Ahí fuera hay un mundo exterior que se descompone a base de miedo, injusticias y sinsentido. Pero aquí dentro de cada uno de nosotros, también hay otro mundo interno que puede desequilibrarse. Y que hoy, más que nunca, se está desequilibrando de hecho, precisamente por la que se está montando en el mundo exterior. Y lo cierto es que podemos "meter la pata" en ambos mundos. En el mundo exterior, obedeciendo y actuando sin conciencia, en relación a lo que es justo o verdadero. Y en el mundo interior y espiritual, sometiéndonos a unos roles y a unos desequilibrios que nos llevan a todo tipo de esclavitudes. Y lo sentimos mucho, pero para ser feliz, no vale sólo con aprobar en uno de esos dos mundos. Hay que sacar nota en los dos. Y habrá que sacar fuerzas de flaqueza. Porque, por un lado, nos tocará ir contracorriente, cuando el mundo exterior nos plantee una locura, un absurdo o directamente una injusticia. Y, por otro lado, nos tocará luchar contra la inercia del desánimo, de la reactividad, y del dolor de nuestro mundo interno, cuando nuestros roles se desequilibren.
Aquel jueves cualquiera, en una reunión de trabajo cualquiera, mis dos mundos se pusieron a prueba. Y no hay solución buena ni solución mala. Sólo hay camino, camino y camino. Y para hacer camino, todo es perfecto, todo vale, todo te enseña. Buscando el equilibrio. Conociéndote cada vez más. Aprendiendo para la próxima. Y compartiendo ese aprendizaje.
PD: Puede que en ese mundo exterior, muchos tengáis la sensación de que habéis cometido errores, que habéis sido engañados, o que no encajáis. Y quizás sentís que hay que hacer un giro en el guión de vuestra vida. De eso irá nuestro próximo post ;)
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Mil gracias por toda vuestra ayuda, os lo digo de corazón. Releeré esta última publicación varias veces a lo largo de los días, porque sé que necesito un tiempo para procesar el mensaje, contrastarlo con mis reacciones internas, volver a tomar consciencia (conSciencia...) y puede ser un proceso largo (o no), pero siento con fuerza que estas reflexiones que compartís pueden ser una guía más que útil, una balanza y un mapa de carretera para no perderme en las insensateces del mundo externo, ni ahogarme en los entresijos y trampas del interno.
ResponderEliminar¡Como siempre, muchísimas gracias!
Gracias de todo corazón, por compartir y mostrar la luz de la consciencia colectiva, bro. No hay palabras para el disfrute de ese ánimo incombustible por mirar hacia dentro antes de hacia fuera. La humildad con la que tratamos nuestra presencia en este mundo, la sencillez y la ternura con la que nos tratamos y con la que sentimos que hay que tratar a todo lo que nos rodea, no dejará que desaparezca la firmeza con la que el amor incondicional se hace presente para aportar su luz y nuestro propósito de vida, una vida con propósito, caminar hacia nuestra mejor versión, hacia el servicio y acompañamiento. Gracias de todo corazón.
ResponderEliminarHola! No encuentro palabras para describir lo que siermpre recibo de vosotros a través de vuestras publicaciones!! Gracias de todo corazón!!
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