Hoy hace dos años que se marchó. Es curioso, pero con el paso del tiempo cada vez me acuerdo más de ella. No es un recuerdo de detalles, de momentos o de conversaciones, sino de su presencia en mi vida, hoy tornada en ausencia. Y ese recuerdo me pedía hoy una tregua en mis roles de funcionario, de tesorero, de voluntario en campañas, de padre....Y me animaba a buscar el silencio, el cielo abierto, los pájaros, el rugir del mar... Me he dejado llevar. Y me ha venido muy bien. No era nostalgia. Era serenidad. Y pedía su espacio y su tiempo.
Cuando hace justo dos años dejó de respirar, sentí una fuerte necesidad de salir de la UCI. Percibí claramente que ella ya no estaba en aquella sala, y que se había liberado de ese cuerpo que tan malos ratos le había hecho pasar en los últimos años. La sentí en el vuelo de los pájaros que inundaban el patio interior del hospital. Su larga enfermedad me había preparado para ese momento, y creo que ambos sentimos esa sensación de "dejar ir" con paz.
La ausencia de mi padre 37 años antes no nos lo puso fácil. Ni a ella en su papel de madre, ni a mí en el de hijo. Ni siquiera la muerte supone un punto y final. Todo fluye y sigue fluyendo. Incluso las cicatrices por cerrar. Pero sin duda, sin ella, no sería el que soy hoy. Y por ello brota de mí un enorme sentimiento de gratitud hacia ella. Gracias, gracias, gracias.
Nadie muere mientras no es olvidado, siempre estará ahí, junto a vosotros porqué al fin y al cabo las madres con la vida nos regalan tamién un poquito de ellas mismas que siempre permanecerá en nuestro interior...!!! Precioso post!! Feliz semana
ResponderEliminarPrecioso recordar a tu madre con tanto sosiego y paz. Sin duda eres el hombre que queremos y admiramos porque ella era tu madre, nada es por casualidad.
ResponderEliminarAllá donde esté, le doy las gracias por haberte traído al mundo.
Un beso
¡¡Muchas gracias por el cariño, Marga y "Mis chic@s y yo"!!
ResponderEliminarUn abrazo muy sentido
Rafa