Empezó a llorar de nuevo. Había que sacárselo como fuera. Aquel bicho inmundo se había hecho fuerte en su cerebro otra vez. Eran los síntomas habituales: berrinche en primer grado. Y ni siquiera sabíamos si era de origen vírico, alienígena o mental. La madre, con diligencia, pidió consentimiento informado: "¿Te lo saco?" El niño asintió, y ella se acercó a su oreja despacito. Con la precisión que da la experiencia, sorbió todo lo que pudo, hasta que aquella masa informe y viscosa acabó en su boca. La "Cascarrabia" ya estaba fuera. Ante la atenta mirada de su hijo, corrió hasta el inodoro para escupirla en varios salivazos, antes de que pudiera contagiarse ella. En pocos segundos el niño volvió a sonreír radiante. El peligro había pasado. La rabieta también. Quizás hasta que volviera a reproducirse de nuevo, y hubiera que repetir aquella liturgia cuasi-quirúrgica.
Dicen que hoy hay millones de personas igual. Víctimas del miedo, la indignación, la incertidumbre y el pesimismo, en un círculo vicioso del que no pueden o no saben salir. A nosotros siempre nos funcionó con él. Tendremos que patentar nuestro exorcismo casero simulado.
Funciona, y si queremos continua funcionando
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