Si te encuentras envuelto en miedo y desesperación por los rebrotes. Si te obsesiona qué va a pasar este año con la vuelta al "cole". Si te angustia si nos van a confinar o no este otoño. Si no paras de ver las noticias una y otra vez, para ver las cifras de infectados o por si aparece la vacuna milagrosa. Si no paras de compartir por whatsapp noticias cargadas de "yuyu" para advertir a tus familiares y amigos. O incluso si te inquieta cómo va la cosa con el rey emérito o con la fusión de Bankia y La Caixa... ¡NO LEAS ESTE POST!
Por favor: haznos caso. Luego no digas que no te lo advertimos...
Valdevaqueros (Tarifa-Agosto 2020) |
Estoy convencido de que cada persona de este planeta tiene un mantra mental. Una frase que de una u otra forma marca cada uno de nuestros pasos, y nos encamina en una u otra dirección. Durante muchos años, mi mantra fue "Estoy agobiado". Y me costó lo mío quitarme de encima la dichosa frasecita, y sobre todo las consecuencias que traía consigo de stress y de sobrecarga en mis espaldas de problemas y dificultades propias y ajenas, laborales, familiares o solidarias. Cuando por fin lo conseguí, descubrí que había sido esclavo demasiado tiempo no sólo de aquella frase, sino de la programación mental que traía consigo. Por eso son tan alarmantes las frases que cada minuto martillean una y otra vez las mentes de los siete mil quinientos millones de personas de este planeta en los últimos meses. "Miedo, miedo". "Preocupación, preocupación". "Yuyu, yuyu".
El mantra de Mey, sin embargo, es otro. "¡Esto es el Paraíso!" "¡Vivimos en el Paraíso!". En estos treinta y tres años que llevamos juntos, hemos viajado muchísimo. Hemos visitado miles de lugares. E incluso nos hemos mudado ya también una pocas veces. Y su mantra sigue siendo el mismo: "¡Esto es el Paraíso!" "¡Vivimos en el Paraíso!". Tanto es así que, hace unas semanas, cuando los niños le prepararon un vídeo parodiando algunas de sus escenas cotidianas para celebrar su cumpleaños, su mantra no podía faltar: "¡Esto es el Paraíso!" "¡Vivimos en el Paraíso!"
Uno podría pensar que alguien que se repite interiormente esa frase una y otra vez, suponiendo que no está un poco "tocado del ala", o bien ha tenido mucha suerte con los sitios que ha visto y en los que ha vivido, o vive con intensidad y verdadero convencimiento la gratitud por estar aquí y ahora.Y cuando eso sucede, os puedo asegurar que resulta profundamente contagioso. Y la gente te busca porque notan que en esa gratitud a la vida reside la semilla de autenticidad de nuestra existencia.
Mazagón (Huelva- Agosto 2020) |
Cuando estos días pasados ella y yo recorríamos en nuestra furgoneta, por fin, caminos y calas perdidas del sur, esa frase nos la repetimos un par de millones de veces. Interiormente y de palabra. Y no era para menos. Contemplar bajo el agua un arrecife en Cabo de Gata plagado de peces de colores en la paz más absoluta. Sumergirse en las tonalidades de un atardecer único en Ayamonte o en Isla Cristina. O mimetizarse con la arena, la luz y el agua de las playas tarifeñas. ¿Cómo no sentirse en el Paraíso? ¿Cómo no te va a brotar del corazón un profundo sentimiento de gratitud por tener la enorme dicha de estar viviendo?
Estos días, desde tales lugares, no paraba de pensar en las miles y miles de personas que no quieren salir de su casa, y que no han viajado estas vacaciones, por miedo a contraer el Covid. Y me imaginaba con pena el mantra que estarían repitiendo en su cabeza y cómo se sentirían: dejar de vivir, por miedo a enfermar, por miedo a morir. Muy duro, la verdad. Y nos hacía reafirmarnos a Mey y a mi en nuestro compromiso de gratitud con esta vida: "¡Vivir (o morir) con las botas puestas!". Y si al final uno se muere, sea por el covid o porque te cae una maceta en la cabeza paseando por la calle, "¡que te quiten lo bailao!".
Cabo de Gata (Almería-Agosto 2020) |
No. El Paraíso no es cuestión de lugares espléndidos y lejanos. Como decía Mey hace unos días, el Paraíso, se lleva a cuestas. En tu mochila. Sí. Ésa que cargas cada día cuando te levantas y, o bien arrastras tu existencia como si fuera una carga muy pesada, o bien sales a comerte este mundo maravilloso que nos ha tocado vivir. El Paraíso no es un lugar. Es una actitud. Y en cada sitio que estés, lo despliegas como tu tienda de campaña vital. ¿Acaso hay algo más importante que transmitir a los hijos esa visión de un "Paraíso portátil", que te llevas contigo a cualquier lugar y en cualquier circunstancia?
Estos días lo veía con claridad con nuestros hijos Pablo y Eva en Estados Unidos. Eva se levanta a las seis de la mañana para sus ensayos de banda musical. Y Pablo se acuesta a las tantas de la noche tras su primer trabajo en la Universidad de Okalhoma como reponedor y cajero en un supermercado. Probablemente no sean los planes más "molones" del mundo. Y sin embargo, había que escuchar la emoción y la alegría con los que nos los describen en sus videoconferencias y audios (¡¡algunos de 40 minutos de duración!!). Poco importa que les esté cayendo una tormenta tropical como las que arrecian esa zona en estas alturas del año. O que el huracán Laura les haya pasado "de refilón". Ellos viven su Paraíso particular. Y por muy lejos que estén y por mucho que los echemos de menos, nosotros como padres, no podemos estar más felices porque estén disfrutando de ese Paraíso suyo en estos momentos.
Isla Cristina (Huelva-Agosto 2020) |
Así que, si en las circunstancias actuales, no has hecho caso a mis advertencias del principio y vives con miedo, mal humor, o indignación todo lo que está pasando, ¡quítalelo de encima! (Shake It Off: ver vídeo). ¡¡Piensa en tu Paraíso particular!!
Vivir, vivir siempre
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