Son tiempos de alternancias. De pactos y coaliciones. De postureo mediático. De decir "digo" en campaña, y decir "Diego" luego. De actuar para la galería. O más bien de sobreactuar. De seguir "al dedillo" los argumentarios de los asesores. De mirarte en el espejo de las encuestas, a ver si sales más guapo con el perfil izquierdo, el derecho o el centrado (no digo "guapa" porque ellas, por desgracia, aún parecen pintar muy poco). Son también tiempos de oportunismo para quienes siempre quisieron medrar y nunca supieron bien cómo. También de quienes siempre estuvieron a la sombra, discriminados bajo una etiqueta que pesaba como una losa, y a los que ahora se mira desde otras siglas, las tengan ellos o no. Son tiempos de terreno resbaladizo. Tiempos de cambios. Muchos cambios.
Aquí en Andalucía se nota mucho. Quienes nos siguen bien saben que no somos unos entusiastas de la representación indirecta, y que nos encantaría ser de esa minoría a la que le gustaría participar activamente en todas las decisiones que nos atañen, en lugar de tener que contentarnos con depositar un papelito en una urna cada cuatro años, como si ya con eso todo fuera perfecto. Pero por ahora no nos dejan. Y mientras tanto miramos perplejos todos estos cambios que nos rodean tras casi cuarenta años de monocolor, sin que tengamos muy claro que el cambio de color siempre siente bien. El trabajar en la Administración te permite tener una posición privilegiada de todos esos procesos, que no son más que un reflejo de la propia condición humana, donde se cruzan ambiciones, egos recalcitrantes, subidas meteóricas, desplomes contundentes, y a veces también heroicidades que pasan casi desapercibidas entre tanto ruido. En estas últimas nos vamos a centrar. Son las que más interesan para impulsar un mundo diferente para vivir, aunque ya anticipo que no lo vais a leer en ningún periódico.
Se dice el pecado, pero no el pecador. Lo mismo pasa con las pequeñas heroicidades cotidianas, que te reconcilian con la condición humana, aunque aquí sí apetecería decir nombres y apellidos, a ver si cunde el ejemplo.
Bien. Pues erase una vez un grupo de funcionarios que trabajaban en una delegación de una consejería, en pleno cambio de jefes políticos, tras un sonado vuelco electoral, en una lejana comunidad autónoma de cuyo nombre no me acuerdo muy bien. En esa delegación había un servicio con varias decenas de funcionarios a los que se acumulaba el trabajo sin cesar, y que habían visto desfilar a varios jefes de servicio y sección durante los últimos años, para su desconcierto. Por fin uno había logrado asentarse y aunar los esfuerzos tanto tiempo dispersos, con el apoyo de una de sus jefas de sección. Para sorpresa de ésta, una buena mañana se le aproximó uno de los típicos comisarios políticos, para tantear sus ambiciones con el nuevo Ejecutivo Autonómico. "¿Te apetecería ser jefa de servicio?" La propuesta la pilló desprevenida. Y más aún cuando el puesto que le ofrecían era el de su superior, con el que había logrado consolidar el departamento. Sé de muchos que no habrían tardado en dar el "sí quiero". Pero su negativa descolocó al proponente:
-"Lo siento pero no. No puedo hacerle esto. Creo que está haciendo un buen trabajo"
-"Pero mujer, si lo de hacerlo bien o mal es lo de menos"
-"Pues pensé que precisamente se trataba se eso", replicó ella.
-"Probablemente te arrepientas de tu negativa. Es una oportunidad de oro, para alguien tan joven como tú"
Ciertamente lo era. Pero ella ni titubeó. Es lo bueno de tener claras las prioridades en la vida, y no dejarse arrastrar por lo que la mayoría habría respondido ante esa pequeña gran traición.
Se sucedieron las semanas, y pensó que la tormenta ya había pasado, y que su negativa habría despejado los nubarrones sobre su compañero jefe. Pero no. Éste la llamó una mañana a su despacho y le dijo que la Delegada le había telefoneado para anunciarle su cese, tirando de tópicos. Que si no tenía nada contra él. Que si era tiempo de cambiar de caras. Que si tocaba rodearse de personas de confianza... Blablabla.
Ella se sintió fatal. Y habría sido aún peor de haber participado en el complot. Lo comentó con sus compañeros, y el sentimiento era generalizado. Ese cese era injusto, injustificado en lo profesional, carente de sentido en lo ideológico, y encima era temerario. La proximidad de un concurso de traslados iba a exigir continuidad en las riendas para que todo el castillo de naipes de un departamento tan complicado no se cayera abajo. La política entraba como elefante en cacharrería, como casi siempre. Así que ni cortos ni perezosos, movieron ficha ante los jefes. Manifestaron su perplejidad, y también un poco de indignación, que nunca viene mal. Ella al frente. Y anunciaron que estaban dispuestos a recoger firmas para respaldar al jefe cesado. Como Fuenteovejuna. Los políticos de turno vieron que no iban "de farol", y recularon. Antes de que las firmas empezaran a circular por los despachos, la Delegada llamaba al afectado, y le informaba que se paralizaba el cese. Tiró de nuevo de tópicos. Que si la democracia, que si las mayorías, que si sus compañeros respaldaban su gestión... blablabla.
El caso ha corrido por las oficinas de nuestra Administración como la pólvora. No es habitual. Es más corriente apalear al prójimo, que mojarse por él. Especialmente cuando es un jefe, en el que además se suelen mezclar envidias, rencillas, y malos "rollos". Y eso que muy pocos sabemos la historia previa del nombramiento de mi amiga frustrado por ella misma. Por eso hay que darlo a conocer. Por si hay algún pesimista recalcitrante entre el público. Aunque a ella ya le han dicho que es "tonta" por ser así. Es lo que tienen estos tiempos que corren.
Es cierto que hay gente rara, como mi amiga. Gente que puede tener una ideología, pero que sobre todo se mueve por principios. A esa gente conviene pegarse. Son un seguro ante las embestidas y las tentaciones de este mundo en el que vivimos. Nosotros procuramos no perder de vista a gente así. Nuestros amigos Joserra y David también pertenecen a ese selecto club. Y han decidido llevar a la política local sus principios, sus ganas de cambiar el mundo, su buen rollo, y la sana visión de que todos somos UNO. Lo han hecho en un pequeñísimo pueblo de Burgos, Villasur de Herreros. Lo han puesto en marcha mediante una agrupación que han creado al efecto, "Vecin@s por Villasur". Y están desarrollando su iniciativa con unos valores que muchos tacharían de utópicos, pero que a muchos nos encantaría que presidieran la vida política. Han escuchado a los vecinos. Han creado un programa basado en sus necesidades concretas. Y se han puesto a disposición de todos para tejer una gran red ciudadana. No han ganado. Los ganadores se encargaron de introducir en sus listas a un representante de las principales familias y clanes del pueblo, para garantizarse votos. Y eso, en pequeños pueblos, sigue funcionando más que los valores y los programas. Pero esto no va de ganadores ni de titulares. Han sido la segunda fuerza política. Y están dispuestos no a dar la batalla (porque precisamente de eso NO va la cosa), sino a cambiar las reglas de la política local. Estaremos muy pendientes de ellos. Porque hace falta gente así de rara por este mundo.
NOTA: Os compartimos el balance económico de algunos de los proyectos solidarios que impulsamos gracias a los granitos de arena de muchos de vosotr@s, así como las distintas vías que empleamos para ello (por si algun@ se anima a unirse ;) )
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