"En tiempos de tormenta, no hagas mudanza". Esa fue una frase que escuché decenas de veces durante mi educación con los jesuitas. Probablemente fue pensada para el ámbito de la fe y de la relación con Dios, pero yo me la he aplicado siempre. Incluso cuando la tormenta se hacía muy larga, y quizás tocaba de verdad hacer cambios. Mi mujer dice que soy un "pesado" con esto, y que me lleva a persistir en causas perdidas de todo pelaje. Razón no le falta. Me regaló un cartel que preside nuestra cocina: "A winner is a dreamer who never gives up" (Un ganador es un soñador que nunca abandona). Es un principio que alimentamos con fuerza en casa con los niños.
Sin embargo, el cambio forma parte esencial de la vida. Todo fluye, nada permanece. Y eso implica aceptar que la mudanza llega tarde o temprano. Lo queramos o no. Haya tormenta o un sol abrasador. Y es entonces cuando la fidelidad, la perseverancia, la firmeza y la tenacidad deben dar paso a la aceptación y al asentimiento. Porque quizás el ego juegue malas pasadas. Porque quizás nos hacemos dueños de situaciones que no nos corresponden.O porque quizás nuestra vulnerabilidad ante el cambio encierra las mayores enseñanzas para la vida.
Esta semana ha sido intensa en mudanzas. Se han producido pequeños milagros derivados de muchas situaciones de tribulación en las que persistimos, y por las que la vida pareciera querer premiarnos. Resulta hasta irónico que después de tanta rebeldía laboral, de verme rodeado de formalismos y situaciones burocráticas que me parecían inútiles e incluso ofensivas para nuestros demandantes de empleo, de repente mi aceptación de los aprendizajes que debían llegar, se haya abierto la puerta a una mudanza. Y de las grandes. Y no sólo porque parece que en unos meses me trasladarán a un destino anterior que disfruté inmensamente. Sino porque en el destino actual se abren momentos de magia que jamás imaginé en mi zozobra interior. Esta semana hemos iniciado casi todos los compañeros de la oficina el hábito de meditar unos veinte minutos antes de empezar a atender al público. El clima se ha relajado. La tensión se reduce y la atención plena crece, como la vibración general.
Para mi sorpresa también, esta semana ha tomado forma un gran regalo para mí. Siempre quise tener la experiencia de ser profesor universitario. El contacto con la savia joven, y la posibilidad de compartir tantas experiencias vividas me atraía enormemente. Pero mis tímidos intentos de adentrarme en ese mundillo siempre se vieron frustrados. Interpreté que no era mi momento. Que no tocaba. Que quizás iba a cargar demasiado nuestra ya abultada agenda. Y lo acepté. Y justo con la aceptación, como suele pasar, llegó el milagro. Me ofrecían dar clases de materias que controlaba de sobra y para las que no tendría que dedicar mucho tiempo de preparación, justo en las dos únicas tardes de la semana que podíamos, y durante un tiempo limitado hasta septiembre. Más "a huevo" imposible. ¿Que me pagarían poco? No importa. Quizás eso es lo que me ha abierto una puerta que otros cerraron. Y ya se sabe: "sarna con gusto..." Reconozco que quizás la ilusión me ciegue, pero estoy encantado en la Escuela de Ingeniería donde ya he dado mis dos primeras clases, sobre todo con los casi ochenta alumnos que tengo: educados, motivados, participativos... Ya les he hablado de emprendimiento social, de crowdfunding, de revoluciones y tostadas, de crear utopías desde sus futuros trabajos... Otra ilusión hecha realidad, dure lo que dure.
Intuimos nuevos cambios en el horizonte. Hace ya un par de meses tuvimos que dejar de asistir a los Scouts por pura falta de tiempo Quizás la mudanza que se avecina no sean tan grata como la meditación en la oficina, o las clases universitarias. Toca pasar página en un proyecto solidario muy querido para nosotros. A veces toca dar un cheque en blanco y un apoyo incondicional para que las energías fluyan. Pero otras veces toca pasar página. Y es lo que sentimos que toca ahora. Por si se abren las mentes. Por si los peones se recolocan en el tablero. Por si la unidad y la fraternidad se elevan por encima de las visiones individuales. Justo ayer iniciamos esa mudanza y lo hicimos sin portazos ni malas caras. Arrimando el hombro como siempre. Incluso con el voluntariado de nuestros propios hijos por primera vez. Nos vamos satisfechos con los avances logrados estos años. Y esperanzados de que nuestros sucesores logren aún muchos más. Nunca las condiciones fueron tan propicias para ello. La vida sigue. Nadie es imprescindible. Y ya tenemos nuevos retos por delante. Sentimos que es hora de afrontarlos y pasar a nuevos territorios por explorar. Ligeros de equipaje, como siempre.
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- Remedios caseros: Nuestra pasta de dientes casera...
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- Posts en inglés: "Sparrows in the kitchen", "The Revolution of the toast"
- Posts en francés: "Innover en solidarité", "Lettre à un fils", "La Révolution du pain grillé"
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