lunes, 24 de abril de 2017

Episodios inmobiliarios

Fue nuestro hogar durante media vida. Al menos la media vida de nuestros tres hijos. Entre esas cuatro paredes tomaron sus primeros biberones, les cambiamos sus primeros pañales, dieron sus primeros pasos y vivieron sus primeros días de guardería y de "cole". Hubo muchas risas en esa casa. Y algún que otro lloro. Los primeros bailes en familia. Nuestros primeros jolgorios... El viernes nos despedimos de ese dúplex que tanto nos dio y con el que los cinco construimos nuestro primer hogar familiar. Al bajar sus persianas por última vez, lo hicimos con una profunda gratitud, e incluso lo verbalizamos en voz alta. Cualquiera que nos oyera pensaría que estábamos "chalados" hablándole a un piso. Pero así fue. No sentimos pena. Ni nostalgia. Ni siquiera apego. Sólo una gran gratitud de lo vivido en él. Y una sensación de paso hacia nuevas y apasionantes etapas.
Tratar de buscar un mundo diferente para vivir y una cierta coherencia en las cosas "elevadas" puede resultar bonito e incluso literario. Pero intentarlo en algo tan terrenal y material como el sector inmobiliario, puede no serlo tanto. Por eso es en esos ámbitos donde tiene más sentido "batirse el cobre" y construir utopías. Quizás porque son ámbitos donde predomina el "navajeo", el "tiburón" y el "pelotazo". ¿Acaso la solución es huir de esos ámbitos, o afrontar decisiones en ellos con otra visión y otros valores? Nos gustan los retos. Así que apostamos por esto segundo. Sin duda se tarda más. Hay que ser más paciente. El ego se resiente. Pero no le viene mal. Y el aprendizaje y el crecimiento son mayores.
Hace más de siete años que nos mudamos de Linares a Vélez-Málaga. Aquí tenemos nuestras raíces, nuestra familia y nuestro mar. Allí quedaron sobre todo buenos amigos. Pero sentíamos que, a nivel material, debíamos cerrar etapas. Intentamos vender el dúplex cuando nos fuimos. Pero la crisis inmobiliaria y la de la propia ciudad lo impidió drásticamente. Durante años apenas nadie preguntó. Nosotros estábamos tranquilos. Lo alquilamos a un alumno de Mey por un precio que, para algunos, era un auténtico "chollo" para una vivienda tan amplia. Nos daba igual. No buscábamos "forrarnos", sino que hubiera confianza y que los gastos se cubrieran. Entró en el dúplex un potencial buen inquilino y hace unas semanas salió de él un buen amigo. Él no quería comprar y respetamos su decisión. Él respetó la nuestra de deshacernos del piso cuando surgiera la ocasión, mostrándolo a los interesados.
Hubo algunas inmobiliarias interesadas, pero nos sentíamos en las antípodas con ellas en valores y formas. Hasta que conocimos a Fátima, gran amiga de una buenísima amiga. No había mejor aval que ese para nosotros: el aval humano y el de la confianza para gestionar algo tan frío como la venta de un piso. Durante meses se hizo amiga del inquilino. La marearon decenas de potenciales clientes, la mayoría más interesados en curiosear que en comprar. Ella nunca se quejó. Siempre buenas formas. Siempre buena cara. Hubo tres o cuatro familias verdaderamente interesadas. Pero en la fase final de las gestiones con el banco, éste siempre se sacaba otro piso de la manga de su stock de viviendas, no concediéndoles el préstamo para el nuestro y sí para el suyo. Nos parecía un auténtico descaro que interfirieran  de esa forma en las relaciones entre particulares para acabar beneficiándose en su propio interés. Pero nos dejamos fluir.
Hace unos meses decidimos actuar diferente para alcanzar un resultado diferente. ¿Y si hacíamos lo que nadie hace? Sólo necesitábamos un comprador con un verdadero interés por hacer de nuestro dúplex un nuevo hogar, y ganas de generar confianza entre nosotros. Por fin apareció, aunque no iba a ser fácil. Descartamos su propuesta inicial del alquiler con opción a compra porque no queríamos perjudicar a nuestro inquilino sin la certeza de venta. Propusimos reducir el precio a la mitad de lo que costaba hace diez años. A fin de cuentas compramos barato. ¿Por qué no vender también barato? Lo de los precios del sector inmobiliario durante ese tiempo era sólo un espejismo o una ilusión mental que había enloquecido a muchos. Pero nosotros decidimos ir más allá, reduciendo el precio casi un 25% por debajo de lo que consideraba Hacienda como valor mínimo a declarar a efectos del Impuesto de Transmisiones Patrimoniales. "¡Menudo negocio!", habría pensado yo recién salido de la universidad. Quien me ha visto y quien me ve. Pero ahora el criterio era otro. No era el "sacar tajada" de una vivienda; no era maximizar el beneficio; no era "pegar el pelotazo"... Se trataba tan sólo de equilibrar lo invertido, y de mostrarnos en gratitud por haber disfrutado del piso durante estos años sin perder con ello, si fuera posible. Lo demás son cuentos de la lechera. Son castillos en el aire. Es apegarse a lo que podría haber sido y no fue. Y la vida pide fluir, empujada por la gratitud.
Pensamos que una reducción así sería suficiente y que el banco concedería el préstamo sin dudarlo. Pero no fue así. Era, quizás, para el banco, como si un cliente de un Corsa quisiera aspirar a un Mercedes. Y por eso el banco llegó con su varita mágica y planteó su solución magistral: mentir y decir en escrituras que habíamos vendido por un precio un diez por ciento más caro. Nos decían que era muy habitual. Que así ellos podían conceder más importe para el préstamo. Pero era una mentira, era un fraude y nos parecía totalmente contrario a nuestra intención de incorporar algo de principios en la jungla inmobiliaria. La disyuntiva era clara: acceder a esa mentira, o frustrar la operación. Le dimos vueltas y más vueltas. Reconozco que estábamos muy indignados por una propuesta así, que se habría repetido miles de veces durante estos años. ¡Menuda tentación para tantas y tantas familias! Fácil caer ante los guiños del dinero fácil. Recordamos lo que decía Gandhi sobre el Sathiagray, o poder del NO bajo el respaldo de la verdad. Así que dijimos eso: NO. Y es curioso, pero no pudimos evitar pensar qué habría sido de la crisis si en muchas operaciones como ésta una de las partes hubiera dicho NO ante propuestas tan seductoras. En este caso, nuestro NO implicaba que el comprador se quedaba sin dúplex, pero también el registro, la notaría y la inmobiliaria se quedaban sin cobrar. Una cadena de coherencia o de engaños derivada de un simple Sí o un simple NO. ¿Cómo podemos, a veces, subestimar el poder de nuestras pequeñas decisiones?
Si queríamos avanzar era necesario plantear otras vías. Pero buscar alternativas requeriría audacia. ¿Quién era el banco para entrometerse en los sueños de las personas, y en los acuerdos y apoyos que puedan darse entre ellos? ¿Y si nos lanzábamos al vacío de confiar en un desconocido? ¿Y si estábamos dispuestos a financiar la parte que el banco no quería financiar? ¿Y si las personas nos hacíamos dueños de nuestros sueños, en lugar de que el dinero y los bancos lo dominen todo? ¿Valía la pena arriesgarse? ¿No era más fácil decir simplemente SÍ a la "mentirijilla" que proponía el banco? Todos los involucrados alucinaron con nuestra propuesta de aplazar el pago al comprador de parte del precio. Con esa decisión todo se desatascaba, y el comprador podía acceder a su Mercedes. Se garantizara con condición resolutoria o con aval, accedimos a ese pequeño salto al vacío y firmamos las arras hace un mes.
Nos preocupaba la salida de nuestro inquilino, pero en dos semanas el piso quedaba libre. Todo resulta impecable cuando las relaciones son de amistad, y no de simple arrendamiento. Pero en el piso aún quedaban muebles y enseres de la etapa del alquiler. Reconozco que cuando vi todo lo que aún quedaba por desalojar, mi primer instinto fue de acaparar, y llevarnos todo lo que pudiéramos a nuestra casa actual. Había muchos recuerdos en todos esos objetos. Pero ni por espacio físico ni por desapego tenía sentido. Es necesario quitarse peso para recorrer más fácilmente el camino de la vida. Así que sólo nos trajimos una mínima parte de lo que quedaba en el piso. El resto lo repartimos entre el nuevo propietario, nuestra querida vecina del piso de abajo, y nuestra ya amiga de la inmobiliaria, con la que comimos ayer en su casa para celebrar que todo ha llegado a buen término. Quiso rebajarnos el precio de su intermediación. No lo aceptamos. La gratitud manda.
Cuando era niño hubo una frase que me marcó profundamente. La pronunciaron unos amigos íntimos de la familia: "la amistad a un lado y los negocios a otro". Desde aquella frase, nuestra amistad nunca volvió a ser la misma. No podía expresarse con más fuerza la historia de la separación del ser humano: mente y corazón, amistad y dinero. Y siempre me obsesionó. Por eso me alegro que de esta operación inmobiliaria hayan surgido nuevos amigos, y nuevos motivos para el encuentro.
Nuestro antiguo piso ya tiene una nueva familia con la que hacerse un hogar. Han sido muchos meses de pequeños quebraderos de cabeza hasta cerrarlo todo. No sé si esa nueva familia habrá entendido nuestras motivaciones en todo este proceso, ni si se sentirán en gratitud. Es lo de menos. También hay que liberarse del peso de esa expectativa de gratitud. Tampoco sé si tendremos problemas en los próximos meses sobre la parte del precio aplazada. Espero que no. Pero si fuera así, algo habría que aprender también en ese caso. Por lo pronto, con el paso de la firma ante notario del viernes, no nos hemos "forrado", pero nos quedaremos sin deudas. Y ese es un hito que nos propusimos alcanzar hace tiempo para avanzar más ligeros de equipaje por la senda de una vida más sencilla y libre. Un hito más. ¿Será el siguiente el del hito laboral? Ya se verá.

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2 comentarios:

  1. Gracias por el post. También tengo tres hijos; también tengo un inmueble que no consigo vender, unas deudas que quiero zanjar y una vida por recorrer en otra ciudad. Gracias por abrirme un poco más la mente respecto a mi situación. A veces no se ve la salida y puede que no esté al fondo del túnel si no en un lado.

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  2. Hola, también somos una familia con tres hijos ya grandes y emancipados, hemos sido y somos viajeros, antes con los chicos y ahora nuevamente como pareja en una vuelta más arriba de la espiral. Nuestra experiencia por la vida ha sido muy enriquecedora,la familia es nuestra escuela para crecer. En estos momentos hemos simplificado nuestra existencia al mínimo , como intuyo queréis hacer vosotros. Nos dedicamos al estudio y la meditación, y hoy por hoy nuestra deuda es con nosotros mismos. Como siempre le digo a mis hijos, nuestro granito de arena cuenta y mas si queremos ayudar en la creación de un mundo mejor.
    Justo hoy un amigo me compartió un extracto del sermón en la montaña y me parece que viene muy a colación: " Por esto os digo: No os inquietéis por vuestra vida, de lo que beberéis y comeréis, ni de como os vestiréis.
    No os preocupéis pues por el día de mañana; que el día de mañana traerá su propio afán. Buscad primero el reino de Dios y su justicia y todo lo que necesitéis se os dará por añadidura."
    Un saludo fraterno

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