Tras preparar toda la documentación de la campaña, los guiones, los dibujos, el story board, el audio...llegó un momento en que había que montarlo todo, y dotarlo de animación y efectos especiales. Y ahí empezó a torcerse todo. Surgieron voluntarios que al poco tiempo desaparecían: algunos por carga de trabajo, otros por imaginar el precio que ese trabajo tendría en el mercado, y otros por puro victimismo respecto a su situación de desempleo y a la necesidad de dar prioridad a sus situaciones personales. Empezamos a angustiarnos y a plantearnos si podríamos acabar la campaña tal y como la habíamos concebido. Pero de repente nos llegó un voluntario a través de hacesfalta.org. Más tarde he sabido que, con creces, su situación personal era mucho más complicada que los anteriores candidatos que habían abandonado: con casi 50 años, en el desempleo, con una situación familiar y económica complicada, había tenido que volver incluso a casa de sus padres. Su estado anímico era el previsible en una situación así, y más aún en una sociedad que, por desgracia, nos valora en función de lo que hagamos o de lo que ganemos.
Él, afortunadamente, ha demostrado que lo realmente importante es lo que SOMOS. Y que QUERER ES PODER. Por muy oscura que sea la situación, y por muy largo que nos parezca el túnel, sin lugar a dudas siempre hay personas que están peor que nosotros. Y podemos quedarnos en nuestro rincón, lamiéndonos las heridas, llorando nuestra desgracia y mirándonos el ombligo, o podemos encauzar esa energía (que puede enquistarse en úlceras, cánceres o depresiones) hacia los demás. Eso es lo que Alberto ha hecho. Y su resultado ha sido espectacular: ha logrado un maravilloso trabajo que está conmoviendo a miles de personas; ha impulsado un proyecto que está ayudando a personas que han vivido situaciones límites y ahora gozan de una segunda oportunidad gracias a actitudes como la suya; y él mismo se ha visto beneficiado. Quizás no en el plano económico o en el del reconocimiento profesional o laboral (¡aún!), pero sí en el de la satisfacción del trabajo bien hecho, el del agradecimiento de decenas de personas hacia su gesto, el de la escapada momentánea de su jaula de desesperación, y el del encuentro con el prójimo, con el que al final formamos UNO.
A pesar de lo emotivo de todo lo vivido con la campaña y cómo va marchando, me consta la enorme preocupación de Alberto por su situación laboral y personal: si la cosa está complicada para los jóvenes, ¡cómo no lo va a estar para una persona de 50 años!, y en un ámbito tan tecnológico como el suyo. Nuestro sistema nos trata como mercancías...Y es sorprendente cómo su edad pueden pesar más que su enorme experiencia, autonomía, capacidad de decisión, e iniciativa. ¡Lo que él ha hecho en una semana, varios jóvenes habrían tardado semanas o meses!
Solemos actuar en clave siempre de contraprestación: "hago esto, para cobrar esto, o para que me den lo otro". Por eso fue tan difícil encontrar un "Alberto". Pero los que actúan como Alberto, acaban teniendo una riqueza interior, que no se mide en ceros en la cuenta corriente, sino en esencia de SER. Y lo terrenal llegará tarde o temprano, ¡sin duda!
Muchas gracias por tu actitud, Alberto, y por la enseñanza que representa para los que la hemos presenciado. Con mucha gente ejerciendo de "Albertos" en sus ámbitos profesionales o familiares, sin duda, nuestro mundo sería un poco mejor.
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