sábado, 30 de junio de 2012

Aprendo de MI tragedia


Hace unos días hemos vivido una pequeña gran tragedia en casa: murió Tintín, un precioso hamster, que nos acompañaba desde hace bastantes meses. Podría decir que, como en muchos aspectos de nuestra grave situación actual, era una muerte anunciada. Tras la ilusión inicial por la nueva mascota, nuestros niños empezaron a olvidarse de su mantenimiento periódico alimentándolo y limpiando su jaula, como se habían comprometido, ya que mi mujer y yo no podíamos asumirlo. De poco valieron nuestra insistenci, regañinas y algún que otro aviso que el noble animal ya les dio. No quisieron (o pudieron) verlo. Un día se lo olvidaron a pleno sol.
El llanto, la tristeza, la sensación de culpabilidad y la tragedia (en la dimensión de un niño de 10 años) les dejó una enseñanza que probablemente nunca olvidarán. ¡Qué pena tener que llegar a pagar un precio tan alto! Pero la experiencia nos ha enseñado que a muchos, lo que nos digan otros, o los avisos que las circunstancias o la vida nos dan, de poco valen hasta que sufrimos nosotros el hachazo de nuestra tragedia personal.
Es impresionante hasta qué límite la crisis, el desempleo, los parados, los desahucios e incluso la pobreza o la necesidad, han entrado a formar parte de nuestras conversaciones diarias de café. Pero lo curioso es que no lo fueran desde hace muchos años, en que millones de personas, como nosotros, han estado pasando calamidad. No nos pasaba a nosotros, a nuestra familia, a nuestros amigos, a nuestros vecinos...La tragedia no nos tocaba. No había nada que aprender. No era preciso despertar.
Sin embargo, cuando ese aprendizaje no se produce por las buenas, con sabiduría, y sabiendo leer lo que la vida nos pide, parece que el Universo se encargarse de enseñarnos la vía, por el único camino que muchos saben: por el de la tragedia de lo cercano.
A pesar de ello, aún me sorprende observar que, estando la cosa como está, algunas personas sigan rehuyendo su responsabilidad. Lo veo como en el caso de mis hijos: hicieron dejación de ella. Y cuando uno deja su responsabilidad de lado, aparece inexorablemente el victimismo: "es que el otro día le dí yo de comer ya..."; "es que aún la jaula no está muy sucia..."; "es que ahora estoy muy cansado/a..."; "es que no no dije nunca que me encargaría del hamster...".
EN nuestros días, y aunque seamos adultos, si no asumimos nuestra responsabilidad, aparece sin dudarlo el victimismo: "la culpa es de Merkel o de la prima de riesgo..."; "es que los especuladores financieros..."; "es que el anterior Gobierno..."; "es que mi empresa o mi jefe..."; "es que a mí nunca me dijeron o me enseñaron...".
¡Qué pena de nosotros! El Universo se ha confabulado en nuestra contra, y nadie nos lo resuelve...¿Cuándo dejaremos de culpar a otros, de sentirno "victimitas", y empezar a coger nuestro "toro por los cuernos"? ¿Que eso exoigirá esfuerzos? ¡Pues claro, como el que les suponía, para su edad, a mis hijos responsabilizarse de su mascota...Quizás suponga saber vivir con menos, cambiar de estilo de vida, de trabajo, de prioridades...Pero no hay NADA, absolutamente NADA, que no dependa de nosotros. Las circunstancias externas pueden ser las peores, la tragedia puede cebarse con nuestro entorno, pero si asumimos nuestro rol y nuestra reponsabilidad (incluyendo la de sentirnos UNO con los demás), no hay nada que temer. Y ojalá que no necesitemos muchas tragedias para despertar a esa realidad.

miércoles, 20 de junio de 2012

¿Subirnos a la mesa?

En casa estamos en etapa de pre-adolescencia con nuestros dos hijos mayores. Por ello, este fin de semana quisimos ver con ellos una película para reflexionar juntos aspectos como el "borreguismo", el cuestionamiento de lo establecido, la presión de los que nos rodean, la rebeldía... Ha conseguido su objetivo en casa. Y vista de nuevo tras tantos años, "El club de los poetas muertos" me ha hecho ver su plena actualidad en estos tiempos que corren.
En general me parece un alegato maravilloso hacia el libre-pensamiento, el ahondar en nuestro ser interior, y el huir de lo establecido, de lo políticamente correcto y de las normas que nos convierten en seres grises y alejados de una esencia divina que nos hace únicos.
Pero especialmente me parece apoteósica la escena final: en ella, el señor Keating, profesor de literatura acusado injustamente de haber incitado al suicidio a un alumno, recoge sus cosas tras ser expulsado del colegio, mientras se lee en voz alta cómo encasillar lo encasillable: la poesía. El director, tan sólo obsesionado con las normas, la tradición y la corrección oficial, usa la disciplina con los alumnos, tratando de reconducirlos a un redil puesto en entredicho por el expulsado. Algunos de los alumnos, ante la flagrante injusticia que ellos mismos, por acción u omisión, han cometido con Keating, quien había despertado en ellos su verdadera esencia, se suben a sus mesas. El gesto, bajo el famoso grito de "¡Oh, mi capitán, mi capitán!", es no sólo un reconocimiento a su ex-profesor, sino todo un símbolo de la necesidad de ver las cosas desde otra perspectiva.
No puedo de dejar de ver en ese perverso director a tantos y tantos que dicen que  alzar la voz contra las injusticias es de delincuentes y terroristas; a tantos que tratan de crearnos miedos con la excusa del euro, de la prima de riesgo o de Irán; a quienes nos imponen un modelo que prioriza los intereses de los bancos y las corporaciones sobre los de millones de personas en la pobreza o el desahucio; el de quienes creen que SU verdad nos salvará a todos....Y no puedo dejar de ver en Keating al símbolo de nuestro YO más auténtico: aquél en mayúsculas, que se olvida de esclavitudes por hipotecas,  propiedades o estatus; aquel que se arriesga por cambiar las cosas frente al "status quo"; aquel que nos anima a despertar de nuestro sueño de irrealidades, de dualidades ideológicas y de falsos enfrentamientos.
Las preguntas de mis hijos al acabar la película fueron antológicas, y las escribo aquí por si alguien se anima a responderselas en su caso:
-"Papá: si el profesor era bueno, ¿por qué le acaban echando del colegio y debe irse?"
."¿Por qué hay alumnos en esa clase que se quedan sentados y no se levantan?"-
-"¿No van a hacer una segunda parte de la película, para que TODA la historia acabe bien?"

Estoy convencido que está en nuestra mano hacer esa "segunda parte" de la historia. Con nuestras vidas.




viernes, 15 de junio de 2012

La Libertad y sus hérores cotidianos

Esta semana he incorporado a mi lista de héroes a mi primo. En esta lista no aparecen Superman, Spiderman, Merkel, Rajoy o Benedicto XVI. Aparecen personas reales, de carne y hueso, y que han sido o son capaces de optar por la libertad a pesar de las expectativas de su entorno y de los condicionamientos de su trabajo, educación, ideología o religión. En su caso, ha trabajado como auditor para una gran multinacional, y actualmente era director financiero en una famosa empresa nacional de alimentación. Debieron quedarse "alucinados" en ella cuando dijo que se iba, sin ningún trabajo a la vista, simplemente para dar prioridad a las cosas importantes de la vida. Esas que su azarosa vida profesional estaba eclipsando. Ahora medita, absorbe como una esponja, vive el presente con intensidad y se va durante una temporada a un proyecto social en República Dominicana. Está en mi lista porque ha sabido salirse de su rueda de la rata, a pesar de muchos condicionamientos y obstáculos en contra. Y ha sabido enfrentarse a la coherencia, el gran reto de nuestro tiempo.
Hace unas semanas también incorporé a esa lista a una monja que apareció en un programa de televisión, y que quizás por su edad, o por su fe, tuvo la libertad de manifestarse en contra de su Iglesia en la toma de ciertas decisiones. El periodista se quedó boquiabierto con su actitud crítica, y ella, con una pasmosa serenidad contestó que no tenía jefes, y que era libre desde que nació (ver vídeo). Conozco a pocos que puedan decir lo mismo.
Dice Jorge Bucay que la libertad consiste en ser capaz de elegir entre lo que es posible para mí y hacerme responsable de mi elección. Ni la omnipotencia como punto de partida ("yo hago lo que me da la gana") ni la obediencia debida ("hago hasta donde puedo o me dejan hacer"). Ni es cierto que la libertad absoluta no existe, ni lo es tampoco que consista en hacer lo que se debe. Coincido con él en que sólo podremos dejar de ser imbéciles morales cuando recuperemos nuestra propia moral, cuando dejemos de creer que otros tienen que decidir o prohibir por nosotros. Y eso tiene mucho que ver con la parálisis actual, a pesar de tantas injusticias diarias a golpe de telediario y de boletín oficial del Estado.
Por eso mi lista de héroes es tan escasa. En ella no está un Presidente del Gobierno que sigue los dictámenes de Bruselas. Ni una oposición que dice una cosa y la contraria según el cargo o el momento. Ni muchas personas sindicalistas, de derechas o de izquierdas, que se ven obligados a defender propuestas bajo unas siglas aunque no vayan con sus principios. Ni tantos representantes políticos o del Estado que se escudan en lo legal para encubrir lo injusto.Ni muchos fieles que se pliegan a dogmas, incoherencias o incluso injusticias sin ninguna actitud crítica. Ni tantas y tantas personas condicionadas por una hipoteca, por un status social, por "el qué dirán", o por una inercia laboral que les hace presos en una cárcel de cristal. No están tampoco los que no han sabido trascender las ataduras de sus padres, ni los obsesionados con una reivindicación, por muy justa que sea. Tampoco los reos de la autocomplacencia o los necesitados de reconocimiento y estima social. Ni los adictos/as a relaciones de pareja esclavizantes, a los celos o a la revancha por la ofensa recibida. Tampoco los que se creen sus propias mentiras, ni los fundamentalistas de "su" verdad. Ni por supuesto los que están sólo pendientes de su número de seguidores en twitter o facebook, o de la última novedad para su smartphone. Ahora que lo pienso, es que hay muchas ataduras que nos esclavizan, y no nos damos cuenta de que es momento ahora de romperlas.
En esa lista de héroes, sí está el médico que antepone su labor humanitaria a los dictámenes políticos del recorte. También el parado que supera su frustración para descubrirse como escritor de éxito. Cómo no: tantos y tantos yayoflautas, que enfrentándose a su edad y al "qué dirán" alzan su voz contra tantas injusticias. El político que lucha contra la mediocridad política de su partido en plena mayoría absoluta. O la ciudadana que toma las riendas de su pueblo ante los excesos de los políticos "profesionales". Indudablemente también, los utópicos realistas que crean empresas sociales para integrar socio-laboralmente a los excluidos. Y están en mi lista de héroes, porque no hay nada más motivador que ver a alguien actuando con plena libertad a pesar de su entorno y de la corriente dominante.
Sé que es muy difícil entrar en mi lista. Ojalá mis niños estén en ella pronto. Y ojalá yo también algún día. Espero poder ayudarles a ello, quitándoles ataduras y dándoles herramientas para ser independientes, así como una actitud flexible y crítica para todo lo que se encontrarán en el camino.
¿Qué seríamos capaces de hacer si nos quitáramos este miedo de encima?

sábado, 9 de junio de 2012

¿Que no hay alternativa? ¡Hacer lo correcto, idiota!


[Clinton en su campaña electoral de 1992, defendiendo su modelo, no paró de repetir la frase "Es la Economía, idiota", que luego se convertiría en todo un icono.]


No comprendo nada. Esta es la sensación que tengo en muchas ocasiones.Últimamente, y mirando la situación, no paro de preguntarme si no estamos locos en este mundo en que vivimos. La verdad, no acierto a comprender  el modo de pensar de algunas personas y menos aún ciertas actitudes y comportamientos: banqueros que se van con indemnizaciones millonarias después de hundir su empresa, políticos que no son capaces de asumir sus propios errores o de cumplir sus promesas, responsables de altos poderes del Estado que no tienen ni el más mínimo reparo en justificar gastos privados a cargo del dinero público, miles de familias desahuciadas de su hogar mientras "los de siempre" "apañan" un rescate multibillonario para una banca culpable de la situación...
¿Cómo hemos podido llegar a esto? ¿Cómo podemos ahora aceptarlo sin mover un dedo por lo que es correcto? ¿Cómo no entendemos que es momento de dejar atrás los viejos patrones de aceptación borrreguil?
Lamentablemente, estamos tan metidos en nuestra visión reducida del mundo, la que me afecta a MÍ solamente, que perdemos la perspectiva. Por eso resulta tan fácil quedar atrapados en las dicotomías dialécticas de las ideologías, los métodos y las opiniones (de derechas o de izquierdas, de austeridad o crecimiento, católicos o laicos...). Siempre nos dan dos opciones para que elijamos: MI Mundo en blanco y negro (ME han bajado el sueldo, ME han subido la luz, ME he quedado en paro, ME hacen pagar los medicamentos, ME han aumentado las horas de trabajo, ME, ME, ME...)
Hemos de ser capaces de dar unos pasos hacia atrás y contemplar el paisaje en su conjunto. Entonces sí que NO podemos quedarnos de brazos cruzados. En ese momento, MI Mundo deja de ser en 2 colores, y adquiere miles de matices: la de la realidad de la Injusticia que se nos inflige como sociedad, como comunidad. No caben entonces engaños.

Hace unos días, escuchando una conferencia (los cascos inalámbricos son la mejor herramienta de la supermujer-maruja-trabajadora-familyflauta) me topé con la siguiente cita de Martin Luther King:

"La cobardía pregunta... ¿es seguro?
La conveniencia pregunta... ¿es políticamente aceptable?
La vanidad pregunta... ¿es popular?
Pero la conciencia pregunta... ¿es lo correcto?
Y llega una hora en la que la persona debe tomar una posición
 que ni es segura, ni es políticamente aceptable, ni es popular,
 pero debe ser adoptada porque
 ES LO CORRECTO."

Esto es lo que he estado buscando. No hay duda. Se puede decir más alto, pero no más claro.



domingo, 3 de junio de 2012

Despertar y fluir

Mi mujer y yo llevamos varios años de intenso cuestionamiento a muchos niveles (algunos dicen que "ser consciente" consiste en hacerse preguntas, y no tanto en encontrar respuestas). Y de esas preguntas surgen muy diversas alternativas. Son tiempos de intensos cambios. Cambios que, creemos, nos van a llevar a una nueva situación que estamos seguros que va a ser mucho mejor que la que hemos vivido hasta ahora. Pero para llegar a esa primavera, es preciso pasar por el invierno. Y probablemente el invierno más crudo aún no ha llegado, especialmente para ciertas personas que lo van a padecer con una enorme virulencia (desempleo, pobreza, enormes desigualdades, etc).
Algunos dicen (y nosotros lo creemos) que cada persona tiene una vibración, una forma de interactuar con su entorno, y de establecer prioridades. Y dependiendo de las propias elecciones en la vida, y del modo en que percibimos lo que nos rodea, creamos nuestra propia realidad. Y es ahí donde mi mujer y yo nos encontramos en la necesidad de combinar dos actitudes a priori contradictorias:

1.-Cuando iniciamos este blog, hace algo más de dos meses, nos dábamos cuenta que había muchas personas, en nuestro propio entorno, que no iban a entender los retos que estos acontecimientos nos iban a plantear: algunos viven bajo el miedo continuo (a perder el trabajo, a que nos tenga que rescatar Europa, a la prima de riesgo...); otros viven en la esperanza de que todo vuelva a ser como antes, y que recuperemos nuestro tren de vida, nuestra capacidad de consumo, etc; otros prefieren optar por el inmovilismo, ya que consideran que el destino está marcado desde arriba, y que por mucho que hagamos las cosas no pueden cambiar; los hay también que siguen creyéndose las mentiras de este sistema, o que entran de lleno en las dualidades que nos plantea para tenernos entretenidos (izquierda-derecha, 15M o no, católico o no, ...).
Ante esta situación, y la convicción de que con nuestro pensamiento y actitud somo capaces de CREAR realidades, mi mujer y yo decidimos iniciar la travesía de este blog, y hacer públicas las reflexiones que hacíamos y hacemos en casa. La intención no era (ni es) otra que la de hacernos cómplices de quienes buscan y se plantean interrogantes, y están dispuestos a DESPERTAR y ser realmente CONSCIENTES de una nueva realidad que se nos viene encima. De ahí que hayamos expuesto lo importante de salir de nuestra rueda de la rata, de darnos cuenta del poder de nuestro NO, de unirnos en torno a principios y no a ideologías, de poder diferenciar libertad y democracia, de convencernos del contra-poder que puede tener la indignación colectiva, o incluso la fuerza de la desobediencia civil, diferenciando lo legal y lo justo.

2.-Sin embargo, y en paralelo a lo anterior, desde un primer momento, mi mujer y yo hemos estado convencidos que el invierno había que pasarlo. Que muchas personas, incluidos nosotros, tendríamos quizás que pasar fatigas, dificultades y momentos difíciles, para entender ciertas realidades que de otra forma nos pasarían desapercibidas o no estaríamos dispuestos a asumir. Entendíamos (y entendemos), pues, que tan importante o más que DESPERTAR es el FLUIR y DEJARSE FLUIR (es decir, no luchar hasta agotarse contra  corriente). Y ello especialmente cuando las cosas se tuerzan, cuando empeoren, cuando no entendamos el sentido de muchas situaciones, y cuando ese invierno se recrudezca para muchos. En este ámbito hemos querido aportar la necesidad de abrir nuestras ventanas desde dentro, de convertirnos en niños-anguila, o de estar dispuestos a vivir con menos y compartir. 

Sabemos que algunas de las personas que leen este blog, nos tienen etiquetados como "familia cañera" que participa en el 15M y que con planteamientos, quizás para muchos, radicales, quieren cambiar el mundo. Y sabemos que otras personas creen que estamos en una onda espiritual y de dejarse fluir, teóricamente contraria a lo anterior. Y como bastantes de ellos nos han planteado esta cuestión últimamente, hemos querido clarificarla en este post: creemos que es bueno que despertemos a una nueva consciencia, y que ello nos va a permitir vivir mejor los cambios que se avecinan. Pero al mismo tiempo creemos que cuando estos cambios lleguen (y muchos ya están aquí) deberemos ser capaces de fluir, de dejar estar las cosas y de convivir con ellas.