Dos lagrimones cayeron por sus mejillas. Es difícil verla llorar, pero el momento lo merecía. Lágrimas de orgullo, de satisfacción y quién sabe si de sentir que estábamos cruzando una puerta sin retorno. Es algo a lo que te preparas desde que nacen, pero cuando llega un momento como el del sábado, te pilla desprevenido.
Este fin de semana nos fuimos de excursión a las nubes. Dicen que "de Madrid al cielo", y allí estuvimos. Sí, también en Madrid. Tuvimos nieve en la capital. Pero sobre todo tuvimos la carne de gallina casi todo el tiempo. Unos días que habíamos estado visualizando durante meses y que no defraudaron ni un ápice. Patricia y Alfonso nos mimaron de lo lindo en su hogar. Y la vida nos había regalado dos días antes una maravillosa sobrina, Julia. Todo parecía ir a favor de algo mágico.
Nos enteramos de esta historia hace poco más de un año. Nuestra amiga Ana Isabel nos contó que había una organización internacional cuya vocación era educar a jóvenes de 16 a 19 años en la cultura de la concordia, la paz, y el encuentro. Luego nos enteramos que Mandela presidió en su día esta locura, y que hay 159 países involucrados, con 17 colegio repartidos por todo el mundo, y con unas 90 nacionalidades conviviendo en cada colegio hasta un total de 8.000 jóvenes por año. Un sitio en el que compaginar el bachillerato internacional con el compromiso solidario y social. Un sitio en el que unirse a otros chavales utópicos, dispuestos a cambiar el mundo. Una cantera de soñadores por un mundo unido y mejor. Pero un sitio reservado para unos pocos. De hecho, cada año, desde España, sólo entre 10 y 20 jóvenes acceden al privilegio de esas becas, entre cientos o miles de solicitudes ¿Imposible? Sin duda: imposible. Por eso había que ponerse manos a la obra.
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Pablo en Ordesa (agosto 2016) |
Llamamos para informarnos y de entrada ya nos chocó que nos pasaran con la Directora General, y que durante casi media hora se preocupara por la hipotética posibilidad de que nuestro hijo Pablo, en aquel entonces en Estados Unidos, pudiera presentarse al proceso de selección y probar. No nos sentimos un número. Sentimos conexión con esa aspiración superior. Y ahí se inició algo. Hace unos meses, un simple anuncio de facebook reactivó el tema, y Pablo retomó ese imposible . Daba igual que ya estuviera en primero de bachillerato y que si esto salía, accediera a la universidad más tarde. No hay prisas ni hora de llegada para un cometido así.
Durante meses estuvo interiorizando, redactando y revisando hasta la última coma del formulario de solicitud, muy atípico porque no iba de méritos académicos, de sobresalientes, o de medallitas, sino de anhelos y de ansias por comerse el mundo. Y cuando pulsó el botón de "enviar", nos olvidamos de esta historia. Es lo bueno de no aferrarse a nada: no desperdicias energías en "pre-ocuparse", y las reservas para cuando toque "ocuparse". En diciembre llegó el primer "subidón": había superado todas las fases de evaluación y estaba en la gran final de los últimos 60 aspirantes, ya en Madrid. Pero desde navidad aún tocaba lo más difícil, el triple salto mortal: preparar un proyecto solidario para ser implementado en la realidad y exponerlo ante un tribunal. Todo ello junto a entrevistas, dinámicas de grupo, tests psicológicos y pruebas de conocimiento general y actualidad. Menudo reto a los 16 años. Evidentemente me diréis que soy poco objetivo. Así es. Es lo que tiene ser padre. Pablo desplegó todo su talento hasta límites que desconocía. ¿Hacer el resumen del proyecto en rima? ¿Darle nombre a cada objetivo con guiños a su aspiración por ese mundo mejor? ¿Unir su pasión por la música con los proyectos solidarios con los que trabajamos en casa? ¿Ponerse un apodo que conectara con su sinfonía favorita? Con un par. Pero el talento no es nada sin esfuerzo. Y ahí ha estado "currándoselo" día y noche durante semanas hasta asentar argumentos, tiempos y expresiones. Evidentemente hemos compartido su ilusión y también nos ha tocado dar el callo: con el cronómetro, haciendo de tribunal, de abogados del diablo, de motivadores... Y también tirando de las orejas cuando ha hecho falta.
El sábado hubo más que nervios. Hubo gritos. Hubo risas. Hubo tensión. Hubo dolor. Y hubo que dar el cien por cien para alcanzar ese imposible.Y cuando a las ocho de la tarde, en una sala abarrotada de jóvenes acompañados de sus familias, junto con otros elegidos, se pronunció el apodo de Pablo para la entrevista final, la cosa no estaba ya para reprimir lágrimas, la verdad.
Uno espera que cuando reúnes a 60 personas que van a competir por 10-15 plazas de un sueño único, puede haber puñaladas traperas de todo tipo, como en las oposiciones. No se te ocurre pensar que esos 60 chavales van a crear un grupo whatsapp, y van a organizar una quedada después de que muchos hayan sido descartados. Es lo que hicieron el sábado. Quizás es que son gente de otro planeta. Quizás son madera de un nuevo mundo. Quizás los liderazgos que están por venir van de colaboración y de "hacer piña", más que de lo que vemos hoy en las portadas de la actualidad. Quizás es que debemos ser más optimistas. Cualquiera de los chaveas que no han entrado en este sueño este fin de semana tienen miles de puertas por abrirse ante ellos, y toda la capacidad para cambiar este mundo. Sin duda alguna.
Luego el domingo tocó esa entrevista final, ya con miembros del patronato, gente del más alto nivel de la carrera diplomática y de las relaciones internacionales, atentos a lo que un chaval adolescente tenía que contarles. Y después hacer números y cuadrar las becas donadas por las distintas fundaciones con los elegibles. Hasta en eso esta historia es revolucionaria: antes, si había 10 becas, iban 10 jóvenes. Pero se dieron cuenta que podían estar becando a gente que podía sufragarse ese sueño, y entonces decidieron ofrecer la posibilidad de regalar ese sueño a otras personas. Así que las familias elegidas, y sólo ellas, podrían decidir aportar algo para beneficiar a los siguientes en la lista que hubieran quedado descartados. El año pasado había becas para 9 jóvenes. Al final fueron 19. La magia de apostar por un mundo mejor. El "deja lo que puedas, coge lo que necesitas" desplegándose y aterrizando de lleno en la realidad. Nosotros también participaremos en ese esfuerzo económico. Todo lo que se da, el Universo lo devuelve con creces. A ver quién nos va a decir lo contrario...
Hechos todos esos cálculos, y abiertos los sobres de los primeros elegidos con su posible aportación en beneficio de otros, tocaba dar una respuesta. Pero esa respuesta final sólo la iba a saber cada uno de los elegidos por teléfono hoy martes. Ni padres ni gaitas. Sólo ellos podían recibir esa llamada. Su máster en imposibles les ha dado ese privilegio. Y esa llamada se ha producido hace media hora. Pablo está dentro. En agosto partirá hacia ese nuevo mundo.
No sabemos si compaginará su pasión por la música con todo lo que ahora se le abre por delante. No sabemos si su billete para los dos próximos años será para Italia, Armenia, India, Canadá o Singapur. No sabemos si acabará fichado por alguna lejana universidad de las que buscan talentos inquietos en estos colegios. Y la verdad, poco nos importa ahora. Esa será otra historia. Ahora toca disfrutar del presente. Toca flipar con el imposible hecho realidad.
Tener un hijo es hacerlo compañero de camino. Es ayudarle a tener alas para cuando toque volar, aunque se antoje muy temprano. Es donarle parte de tu alma para lo que tenga que venir. Es hacer magia a través de sus manos, de su talento, de su esfuerzo. Es dejar una semilla al futuro, cargada de sueños, aunque toque empaparla con lágrimas, para que acabe creciendo. Lágrimas como las de este sábado.
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