Como todos los veranos, hemos ido a visitar a la bisabuela a su granja en Francia. Y hemos querido aprovechar el desplazamiento para seguir con nuestra búsqueda de referencias de formas alternativas de plantearse la vida. Por eso, subiendo desde Málaga, decidimos desviarnos hacia León, en busca de Matavenero, una iniciativa que conocimos a través del documental "Stop! Rodando en cambio" y que nos llamó la atención.
Se trata de un antiguo pueblo de casas diseminadas y en pendiente, que fue ocupado hace años por un grupo de alemanes bajo la filosofía Rainbow. Lo que más nos llamó la atención fue la belleza de su entorno: inconmensurable. Se encuentra a más de 7 km de cualquier tipo de asfalto por una pista forestal, y es necesario bajar una empinada pendiente a pie de unos 15 minutos para llegar al núcleo, no apta para urgencias médicas, personas ancianas o sillas de ruedas. Afortunadamente, para los bultos de peso, recientemente han habilitado un pequeño tirolina. Indudablemente se trata de una opción radical, que hoy se ha convertido en alternativa para todo tipo de personas y colectivos: preocupados por el medio ambiente o por los problemas sociales, punkies, pasiegos, yoguistas,...Una heterogeneidad tal, que resulta tan sorprendente como las casas que van surgiendo en la montaña: algunas toda una obra de arte, y otras simples lonetas con formato "chabola".
Tratamos de mezclarnos con la gente para conocer sus impresiones durante las 24 horas que pasamos allí. Muchos de ellos son de otras nacionalidades y no era fácil. Pero percibimos que, salvo excepciones (lo que nos permitió instalar nuestras tiendas de campaña bajo un esplendoroso castaño), la hospitalidad y la acogida no era el fuerte del lugar. Quizás porque quieran ahuyentar al curioso y evitar invasiones no deseadas.
Tuvimos la suerte de conocer a una alemana (ya viviendo fuera del pueblo), quizás una de las iniciadoras del asentamiento, hace 15 o 20 años, y a su hija, habitante del sitio desde los 6, y ya con un niño de 9 años. Tres generaciones de habitantes de Matavenero en una misma familia. Nos habló de sus sueños, de sus motivaciones, y de la enorme dificultad para encontrar un equilibrio entre la plena libertad y la existencia de una estructura mínima de organización y normas que permitieran una convivencia pacífica entre gente tan heterogénea. No pudimos evitar vislumbrar en ella un cierto "tic" nostálgico al ver hoy en su nieto actitudes que precisamente la habían llevado a lanzarse a la aventura de Matavenero.
También nos hizo pensar mucho las palabras de otro alemán, con un perfecto español, que destacaba la ausencia de unos principios o una filosofía común aglutinadora como uno de los grandes activos del sitio. A pesar de estar muy ilusionado con su opción de vida allí, principalmente por ser un sitio de "posibilidades", reconocía esa misma pugna entre libertad y estructura. Para muchos, reconoció, Matavenero se había convertido en un lugar de "sueños rotos", al que cada uno venía con una historia personal más o menos dura, y en el que apostaba todas sus expectativas e ilusiones.
Esta familia de 3 hijos busca mundo diferente para vivir. La opción de Matavenero tiene cosas muy interesantes: un paisaje maravilloso, la ausencia de prisas, el respeto a los ritmos de la naturaleza y el cuidado del agua y el medio ambiente. Pero el enfoque de convivencia y el tema de los valores o principios no es el nuestro. También nos gustan esos aspectos en el enfoque de vida de la bisabuela francesa. Pero no queremos una vida tan aislada y desconectada del mundo. Continuamos la búsqueda, incorporando al zurrón lo bueno de lo que vamos conociendo.