Soy madre trabajadora con tres niños. Hace tres años tomamos en familia una de las más acertadas decisiones: pedirme la media jornada. Y he dicho “una de las más acertadas decisiones” porque nunca pude imaginar en su día que tomar un paso que implicaba la consiguiente reducción de sueldo y, por ende, de los ingresos familiares, iba a repercutir de una forma tan positiva en todos los ámbitos de la familia. Y el más mundano de estos ámbitos es precisamente el que hoy voy a tratar: el de la economía.
Ya he mencionado anteriormente en otros posts que me considero una “maruja” poco convencional, un híbrido entre “mamma” italiana, mi abuela “guerrera”, “hippy”-alternativa, y directora de empresa. Pero lo que menos me podía esperar es que, además, mi tiempo fuese de verdad “de oro”. Y digo esto porque algunas amigas y compañeras me advirtieron de lo duro que sería menguar sustancialmente los ingresos familiares. Sin embargo (y no sin asombro), a lo largo de estos años hemos visto que nuestro estilo de vida no sólo no ha empeorado, sino que su calidad ha mejorado sustancialmente sin que afecte a nuestro bolsillo. ¿El truco? Nada de sobres, como se estila últimamente en los contornos políticos; llana y simplemente VIVIR CON MENOS.
Me he enterado hace poco que esto tiene un nombre: “Teoría del Decrecimiento” (os aconsejo, para los que necesitéis visibilizar que otros estilos de vida son posibles, la película “Stop! Rodando el cambio” en http://youtu.be/hGqpf3RX0Ik), pero a mí los nombres no me sirven de mucho: prefiero los hechos.
Antes, normalmente, iba al supermercado una vez por semana, y la tarjeta “echaba humo” con cantidades que nunca bajaban de los 150€. Ahora, rara vez supera el 50% de dicha cantidad.. ¿Por qué? Porque, por ejemplo, no compro postres elaborados: mis hijos hacen el yogurt y yo las natillas, las galletas, los bizcochos y los helados. También hago el pan, el jabón de manos y el de lavadora (pronto conseguiré hacer champú). Para comprar la fruta y la verdura voy al mercado, y si está barata, compro de más y hago conservas. Ahora mismo, sin ir más lejos, estoy experimentando secando tomates y pimientos al sol.
Seguro que algunos, a estas alturas, dirán: “Si, hombre, pero para eso se necesita mucho tiempo...”. Ya, eso precisamente. Yo cambié parte de mi sueldo por tiempo, y le estoy sacando buen rendimiento. Estoy más tiempo con mis hijos, nos alimentamos mucho mejor, y mi calidad de vida ha mejorado muchísimo (sigo teniendo mis momentos de estrés, pero disfruto más de mi vida a mi propio ritmo...). Sin duda, creo que todos hemos salido ganando.
No quiero con este post convencer a nadie, sino simplemente mostrar que vivir con menos conscientemente es posible. Esta sociedad en la que estamos nos persuade de que vivimos en la era de lo instantáneo porque “el tiempo es oro”, pero es ese “oro” que tanto perseguimos el que nos hace, a la larga, perder nuestro tiempo.